domingo, 17 de julio de 2011

Decisiones

¡Perdón por nuevamente tardarme tanto en escribir! Ahora sí que no hemos tenido Internet, ese Internet que nunca nos ha funcionadoo bien :/ :/ :/ además de que salí de vacaciones con la familia entera ;), pero les agradezco los comentarios, me pongo feliz de descubrir que el blog ya ha tenido más de 2000 visitantes :D :D :D :D Me pone tan feliz :D :D :D :D :D, en serio que no tengo palabras para agradecerles. Les diré rápidamente, para que ya puedan leer el capítulo, que la verdad es que cuando daban premios al mejor seguidor, nunca me llamaron mucho la atención, de hecho a veces me parecían sin valor, pero ahora voy descubriendo que es una maravillosa forma de agradecer a los seguidores jajajajaja así que creoo que voy a terminar haciendoo lo mismo :') jajajaja me estoy volviendoo sentimental. Peroo ya no les pongo más cuento ;) espero que les guste el capítulo :D.



-¿Cómo que te vas de vuelta?- preguntó Janet viendo cómo empacaba.

Suspiré.

-Mi papá está en el hospital, tengo que ir a verlo.- me limité a explicar.

La realidad era que había tenido un presentimiento. El horrible presentimiento de la muerte de alguien... y lo más extraño era que no parecía que fuera a ser mi padre... o en otras palabras, aquel dudoso presentimiento podía significar la muerte de alguien tan cercano como mi papá. Podía ser... Fabián... o... incluso... Any.

-Danny... mírame a los ojos.

Respiré hondo antes de volverme hacia Janet. Me miró intensamente a los ojos. Colocó sus manos sobre mi pecho, como queriendo retenerme.

-Tu padre va a estar bien ¿Entendido? Si fuera a morir o.... si hubiera muerto, entendería que fueras de vuelta ¿Sí? Pero... no tiene sentido que vayas sabiendo que vive y que vivirá. Perderás otro semestre.- dijo rápidamente.

Asentí lentamente.

-Los doctores dicen que no quiere recuperarse.- murmuré- ¿Qué pasaría si muriera y yo no estuviera allí?

Janet guardó silencio, sus manos, recargadas sobre mi pecho, resbalaron, dando señal de rendimiento. Me dio el paso y dejó que continuara haciendo la maleta.

Escuché a mis espaldas sus sollozos. Terminé de meter mi saco y me volví, escrutándola con la mirada, pero ella miraba el suelo. Di unos pasos hacia ella y tomé suavemente su barbilla. Debía admitir que ella tenía unos ojos hermosos, pero no eran como los de Any.

-Volveré pronto...- aseguré.

-Te amo- musitó Janet con la voz temblorosa.

En sus ojos vi la verdad... ella en realidad me quería ¡Por supuesto que yo la quería! pero lamentablemente mi corazón ya le pertenecía a otra, por más que intentara liberarme. Tuve el presentimiento de que aquella sería la última vez que estaríamos juntos, pero como novios.

-Te quiero yo a ti- dije suavemente.

Janet negó con la cabeza.

-¿Qué pasa si te pierdo?- preguntó.

Suspiré.

-Volveré...- fue todo lo que pude contestar.

Una nueva carga de lágrimas se apoderó de Janet, que me abrazó. Le devolví el abrazo fuertemente.

-Si pasara algo...

-Gracias por todo- la interrumpí besándola suavemente- Muchas gracias.

La realidad era que ella había sido mi luz en aquellos meses de oscuridad. Así que sí debía agradecerle.

...


Sólo eran horas en el avión que parecían eternas. El vuelo era largo, por lo que aprovechaba ese tiempo para pensar. No quería perder a mi padre. Ya era duro haber perdido a mi madre. Pero no sabía cómo interpretar los presentimientos que estaba teniendo en aquel momento. Eran tantos a la vez, tantos como nunca habían sido. A mí alrededor todos parecían tan tranquilos como si la vida no les presentara ningún problema ¿Notaría la gente a mí alrededor mi preocupación? Ciertamente yo era reservado, a veces prefería dejar mis sentimientos para mí, venía de una familia cuyos hombres eran de porte erguido y carácter fuerte que no caían ante nada. Algo pasaría, lo sabía, lo presentía... dentro de mí sentía aquel extraño nudo en la garganta que me decía que debía estar preparado... no estaría fácil.

Más de diez horas de vuelo que se me hicieron eternas. Ahora entendía que no pasaría la carrera, había sido la consigna de la universidad para que pudiera salir. O bueno, para ser sincero, debía pasar los exámenes finales, pero siendo realistas, después de todas las clases que había perdido, podía estar seguro de que no lo lograría.

Tomé el puente de mi nariz con mi dedo índice y mi dedo pulgar, ejerciendo presión. Estaba cansado, triste, desesperado, asustado y dolido ¿Cómo era posible sentir tanto? Por la simple idea del esfuerzo, me daba sueño, por lo que, las primeras cinco horas del vuelo, me quedé dormido, además, tomando en cuenta que ya era noche. El sueño parecía mi única escapatoria de la dolorosa realidad. Aunque muy dentro, y en un espacio reducido, estaban guardadas mis pocas esperanzas; esperanzas de ver a Any de nuevo, esperanzas de que mis presentimientos estuvieran equivocados, esperanzas de ver a mi padre lleno de vitalidad y amor, con aquella sonrisa que hoy en día era mi sustento, el recuerdo de la sonrisa que me ayudaba a salir adelante, la sonrisa cálida, la sonrisa valiente y rebosante que siempre me dirigía mi padre desde que tenía memoria. Recordar cuando me enseñó a andar en bicicleta, cuando escalamos la montaña juntos, cuando me ayudó a levantarme de mis caídas y me columpió para llegar alto. Allí estaba la sonrisa que me decía: "Adelante, hijo, estoy contigo, así que no sufras, porque llegarás lejos." Sólo eso podía decírselo un padre a su hijo. Si ya había perdido a la mujer que me había enseñado a amar ¿Cómo podría soportar la pérdida del hombre que me había enseñado a seguir adelante? "Se positivo" me reprochó una vocesita en mi interior.

Ya no sabía qué pensar. Deseé no pensar, sólo descansar.







Nos cuenta Any nuevamente ;) Es cortito, pero es una cuestión importante, ya que es cuando toma decisiones que influirán en el resto de la historia, que no recuerdo sí les había dicho antes, pero ya está a punto de terminar y ahora sí nos despediríamos definitivamente de Any y Danny jajajajaja aunque estoy pensando hacer un especial de momentos que pudieron ir a lo largo de la historia, pero que decidí cambiarlos por otros.







Habría esperado que el señor Fontana despertara. Me había sentado frente al costado de la cama en un sillón azul marino de un tapizado muy comercial. Mis ojos se cerraban a intervalos.

Miré el reloj colgado sobre la pared "3:25" pero de la madrugada. Había estado esperando desde la tarde, después del incidente, observando paulatina y repetitivamente al señor Fontana, seguido de Fabián y por último el reloj. Así durante un tiempo que debía tener contado, pero que en realidad veía sin ver. Mi interés más bien estaba en mis pensamientos, que vagaban por recuerdos que me llenaban de nostalgia. No sabía si era el ambiente o la perspectiva de una temprana muerte lo que me llenaba de desesperanza. Me sentía decaída. De repente, de estar en una tranquila tarde con mis dos mejores amigas y mi novio, pasaba a estar en un hospital esperando con ansias que despertara un hombre al que apreciaba mucho, mientras mis nervios se iban poniendo de punto por la idea de que si volvía a ver a... si volvía a ver a Danny... entonces Mateus tomaría venganza. La idea de que yo moriría parecía algo irrelevante a comparación de la idea del sufrimiento que le podría causar a Danny... Hacía semanas que no pensaba en aquel tema ¿Qué decía? Meses... "Si te dieran a elegir entre Danny y tú..." dijo aquella vocesita en mi interior.

Solté un hondo suspiro en aquel silencio.

Si me dieran a elegir entre la muerte de Danny y mi muerte, moriría yo, por supuesto... y si ahora no estaba poniendo en peligro la vida de Danny, sino la mía, entonces ¿Por qué no disfrutar al máximo lo que me quedaba? Y entonces recordé el detalle importante... Jack. Le rompería el corazón... y para un gran amigo como él, era algo que nunca le desearía y menos sería algo que le causaría yo misma. La sola idea me dolía.

-Cuidaré de Danny, pero como a un hermano...- sentencié, rompiendo el silencio.

Fabián se volvió desconcertado hacia mí.

-¿De qué hablas?- preguntó incrédulo.

-No podría romperle el corazón a Jack, no podría...- expliqué lentamente.

Y antes de que Fabián pudiera decir algo más, sonó mi celular. Rápidamente lo saqué de mi bolsillo... y hablando del rey de Roma...




sábado, 16 de julio de 2011

Confesiones y confusiones

Aquí les dejo el siguiente capítulo ;) De poquito a poco, les agradezco que aún se pasen por el blog y por tener esta paciencia tan infinita ;) :D :D :D :D Como siempre, espero que les guste el capítulo.


-¡Qué bueno verte!- murmuró el señor Fontana.

Sonreí conteniendo las lágrimas. Al fin podía ver aquellos ojos verdes.

-En cuanto supe lo ocurrido, vine a ver cómo estaba, señor Fontana- aseguré.

Rió débilmente.

-¡Ni que fuera tan viejo, Any! Dime Tobías, insisto.

Apreté su mano.

-¿Cómo se siente?- pregunté intentando cambiar de tema.

Él se encogió de hombros, causando una mueca de dolor en su rostro.

-No estoy tan mal...- dijo poco convencido.

Acaricié su frente y recordé los buenos tiempos que había pasado con ese hombre y sus dos hijos. Solía ser fornido, de porte erguido y elegante, pero de sonrisa traviesa y mirada profunda... y ahora... ahora parecía desolado, vacío por dentro. Como si la muerte le estuviera robando la vida lentamente.

-Acércate, hijo.- murmuró dirigiéndose hacia Fabián.

Fabián obedeció al instante, sentándose en el otro borde de la cama.

-¿Dónde está mi otro hijo?- preguntó el señor Fontana mirando a su alrededor.

Fabián y yo intercambiamos rápidas miradas de preocupación.

-Está haciendo lo posible por venir...- se limitó a contestar.

El señor Fontana asintió lentamente, mientras sus ojos se iban entristeciendo. Y por un momento, parecieron perder todo color.

-Tobías...- murmuré intentando atraer su atención, pero sus ojos parecían perdidos- Tobías, Danny- ¡Cuánto trabajo me costaba decir aquel nombre!- vendrá.

Sonrió con sorna.

-¿Estarás tú aquí cuando él llegue?- preguntó.

Aquella pregunta me tomó desprevenida. Me dispuse a negar rápidamente con la cabeza, pero la mirada suplicante de aquel padre moribundo del chico al que siempre amaría, me dejó claro que no podía negarme.

-Por supuesto...- musité.

¡Era un error! No podía volver a verlo... y no porque no quisiera ¡Deseaba con todo mi corazón, en realidad! Pero si seguíamos juntos, Mateus nos lastimaría a los dos y yo no debía permitir aquello. Rápidamente reprimí aquel sentimiento de verlo.

El señor Fontana tosió con ímpetu, haciendo que el colchón temblara. La fuerza que ejercía su mano sobre la mía parecía que era para romper mis huesos. Intenté soltarme en vano. Su rostro se puso rojo como un tomate y la tos se intensificó.

-¡Llama a la enfermera!- fue lo primero que se me ocurrió decir.

Fabián se incorporó, pero en el mismo instante en el que sus pies rozaron el piso, su padre lo tomó bruscamente del brazo y lo sentó nuevamente a pesar de su fuerte ataque de tos.

-Papá...- intentó razonar Fabián- necesitas un doctor ¿Entendido?

Pero el señor Fontana negó tercamente con la cabeza... a pesar de que la tos seguía.

Su tos siguió hasta que se vio obligado a sentarse. Le di palmadas el la espalda, esperando que fuera suficiente para que se le quitara la tos. Y cuando parecía imposible que la tos cesara, la tranquilidad cruzó por su rostro, antes de caer desmayado entre las almohadas.

Entonces Fabián presionó un botón en el barandal de la cama para llamar a la enfermera. Fueron minutos angustiosos a pesar de que el señor Fontana respiraba con regularidad.

Justo en el momento que entró la enfermera, el señor Fontana abrió pesadamente los ojos y al ver a la enfermera, sus ojos parecieron dos perfectos platos, mientras que su rostro se tensaba por el horror.

-¡SALGA!- gritó- ¡No se acerque!

La enfermera dio un respingo, con la palabra en la boca, pues no había podido formular ninguna pregunta.

-Tobías, ella lo va a ayudar...- le aseguré.

Entonces gritó con más fuerza, fulminando a la aterrada enfermera con la mirada.

El escándalo que estaba provocando el señor Fontana atrajo a una enfermera y a un doctor, que entraron con una jeringa en la mano.

-¡No se acerquen a mí!- gritaba el señor Fontana, mientras Fabián y yo intentábamos retenerlo en la cama.

-Traigan a otro doctor- ordenó el doctor.

La enfermera salió corriendo de la habitación.

-¡Mataron a mi esposa!- gritó el señor Fabián perdiendo los estribos- ¡Y ahora me quieren matar a mí!

Negué rotundamente con la cabeza.

-Tobías...- intenté razonar, pero su voz era estridente y mucho más fuerte que la mía.

-Papá, papá... ¡Ella murió por culpa de la enfermedad!- dijo Fabián subiendo su tono de voz.

-¡No la atendieron a tiempo!- gritó haciendo oídos sordos a su hijo.

-Pero a usted sí... - le susurré al oído.

Entonces sus gritos se volvieron sollozos.

Entró la enfermera de vuelta, acompañada por un doctor. Entre los dos doctores insertaron la jeringa en la bolsa de suero, poniendo una dósis de calmantes para el señor Fontana, que a los pocos minutos quedó profundamente dormido.

Mis ojos se anegaron de lágrimas. Sostuve la mirada de Fabián por largos segundos, antes de mirar nuevamente al hombre que unos segundos antes había visto llorar por primera vez. La expresión de Fabián no sólo era de desconcierto, sino de miedo y dolor.

Se volvió hacia los doctores.

-Gracias por su ayuda... ¿Les molestaría retirarse?- pidió fríamente.

Ninguno de los presentes musitó palabra. Los dos doctores, seguidos de las enfermeras, salieron de la habitación, dejando a su paso un silencio aterrador.

Nuevamente me volví hacia Fabián. Mi respiración estaba acelerada. No me atrevía a decir lo que tenía en mente.

-Es un hombre cansado de la vida...- murmuró Fabián como leyendo mis pensamientos.

Mis sollozos se volvieron audibles.

-Quiere morir sabiendo que Danny se queda con una chica como tú... o en otras palabras... quiere morir sabiendo que al menos uno de sus hijos queda en buenas manos.- explicó mientras su voz se iba volviendo gélida y distante.

Negué con la cabeza.

-Fabián...- dije con un hilo de voz- yo no puedo... no puedo ver a Danny...

Fabián suspiró bruscamente.

-¿Por qué no?- exigió.

-Nadie puede saberlo.- murmuré con la voz quebrada.

-¿Por qué no?- repitió subiendo el volumen de su voz.

Respiré entrecortadamente.

-Moriríamos los dos...- me limité a contestar.

Fabián me miró inquisitivo.

-¿De qué hablas?- preguntó fríamente.

Lo encaré.

-Me amenazaron... me dijeron que me matarían para hacer sufrir a Danny y cobrar venganza por algo que pasó hace más de un año.- dije lentamente.- no podría soportar saber que por mi culpa sufre Danny.

Fabián no dijo nada. Quedó rígido en su lugar, cómo si se debatiera entre creerme o no.

-Pero no se lo digas a nadie, Fabián... mucho menos a Danny.- le supliqué.

Fabián negó rápidamente con la cabeza, saliendo de su rigidez.

-¿Por qué no se lo dijiste a nadie, Any?- preguntó.

-Porque... pensé que la solución era alejarme de Danny...- contesté lentamente.

Los ojos de Fabián refulgieron con lucidez.

-¿Por eso dejaste a Danny y te hiciste novia de Jack?- preguntó.

Asentí con la cabeza.

-Así podría olvidarme por un rato...- expliqué.

-¡Pero con separarse ya les duele!- exclamó extrañado.

-Es mejor eso, a darle un dolor permanente. Sabiendo que él es feliz, yo lo soy... y sabiendo que yo soy feliz, él también lo es.- continué.

-Any... algo tan grande no te lo podías quedar guardado...- me reprochó- te lastimas a ti misma...

Negué débilmente con la cabeza. Mis sollozos se intensificaron. Fabián rodeó la cama, hasta llegar frente a mí y abrazarme fuertemente.

-Cuando llegue Danny lo platicaremos y encontraremos la solución ¿Entendido?- intentó consolarme.

Sonreí escondida en su regazo y asentí lentamente. Un peso dentro de mí pareció desaparecer de improvisto, dejando en cambio, una tranquilidad arrulladora.