lunes, 30 de enero de 2012

Laberintos gigantes

Bueno, pues creoo que esto de lo de ver cuándo quieren que publique funciona bien, porque así más o menos sé cuándo tiene tiempo ustedes, entonces puedo publicar en esos días hahahaha Pues bueno, como dije, vamos alternando. Aquí les traigo el siguiente capítuloo de ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘, que esperoo que les guste y que las entretenga por un rato, porque como verán... a mí no me ha ido nada bien últimamente y me alegro muchísimoo de tener una forma de liberarme con la escritura ;)


“Una princesa no rehuye a sus problemas” recordé fugazmente.

Mi corazón se encogió. No pude soportarlo más y miré hacia atrás. Pero no me encontré con la decepción ni la tristeza en sus ojos, sino con su característica petulancia y suficiencia.

Sacudí la cabeza y volví la mirada hacia delante. Ya casi me olvidaba del pequeño detalle… ¡No viajaría con él!

-¿Y qué es lo que los trae por el mercado?- pregunté rompiendo el silencio.

Μεπ se volvió algo desorientado hacia mí. Parecía que lo había sacado de su ensoñación.

Me sonrojé.

-Lo siento, no quería interrumpirte…

-No, no, princesa- dijo rápidamente- lo siento yo por no estar prestando atención.

Su voz de repente aceleró los latidos de mi corazón ¿Pero qué me sucedía? Desvié la mirada, intentando que no viera cómo mis mejillas pasaban del rosado al rojo carmesí.

Μεπεσ miró a ambos lados con los nervios a flor de punta.

-Vinimos a revisar el comercio de tu padre. Los mëκαηες del pueblo no habían venido a tiempo como lo prometido y vinimos a supervisar y ver que no hubiera pasado nada.- contestó finalmente a mi pregunta.

Asentí con la cabeza.

-¿Y sucedió algo?- pregunté preocupada.

Μεπεσ me escrutó un momento con la mirada… ¿Desde cuándo tenía los ojos de aquel tono café, más acercándose al naranja? En realidad nunca me había fijado en ello hasta aquel instante.

Entonces sonrió cuando nuestras miradas finalmente se separaron.

-No, es sólo que los buscadores no mostraron la mercancía hasta hace poco y los intercambios no se pudieron hacer a tiempo.- me tranquilizó.

Correspondí a su sonrisa. El alivio cruzó mi cuerpo. Al menos ya me enteraba de que las cosas funcionaban bien en casa.

-¿Hace cuánto llegaste? ¿Cuándo te vas?- pregunté curiosa.

-Querrás decir cuándo nos vamos ¿Verdad?- contestó frunciendo dulcemente el ceño.

Le saqué la lengua divertida ¡No podía creer que volvía a casa! Aunque no me sentía precisamente feliz. El remordimiento me daba punzadas de dolor ¿Volver a ver a mi familia después de haber fallado? ¡No era lo correcto!

-Pensamos partir mañana por la mañana. Llegamos hace siete lunas y desde entonces nos hemos quedado en el ςστεrrα de los comerciantes de airgua.

Entonces las voces del mercado empezaron a escucharse en la lejanía. Rápidamente cubrí mi rostro con la capucha.

Μεπεσ observó mi acción con cierto desconcierto.

-¿Nadie debe ver tu rostro?- quiso saber.

Asentí con la cabeza.

Μεπεσ guardó silencio por un momento.

-Creo que ya entiendo…- susurró antes de levantar la voz- muchachos, tomemos el atajo por el bosque.

-Por supuesto, jefe- contestó uno de ellos al tiempo que cambiábamos de dirección.

Suspiré aliviada.

-Por cierto, tu amigo es como tu sombra ¿Verdad?- comentó Μεπεσ.

Lo miré incrédula ¿Hablaba de Σs’κα?

Μεπεσ me tomó por el mentón y me obligó a mirar hacia atrás. Σs’κα caminaba a unos metros detrás de nosotros, jugueteando aún con la piedra.

Mi confusión se acentuó… ¿No se supone que cada quién tomaba su camino?

-Dame un momento, Μεπ, tengo...

-El que necesites- dijo soltando suavemente mi mentón.

Sus manos al rozar mi mejilla me quemaron agradablemente. Lo miré por un momento antes de caminar hacia Σs’κα.

Él pareció no notar mi presencia. Pasó la piedra por su brazo y después por detrás de sus hombros, hasta que ésta salió disparada hacia el cielo y de un soplido, salió fuego de su boca, quemando la piedra, que instantes después cayó en sus manos.

-¿Se te ofrece algo?- preguntó sin dejar de juguetear con la piedra.

-¿Nos vienes siguiendo o es sólo que vas por el mismo camino?- repuse molesta.

Σs’κα sonrió de oreja a oreja.

-Ni la una ni la otra- contestó.- No porque hayas decidido irte con tu guerrero quiere decir que yo tenga que dejar de protegerte.

Fruncí el ceño.

-Puedo cuidarme sola, gracias- musité.

Σs’κα rió como si hubiera contado un chiste.

-Hablo en serio- insistí.

Σs’κα guardó silencio sin que la sonrisa se borrara de su rostro.

-Lo sé… pero lo siento en ti, princesa. Tú sabes que es un error volver a tu aldea, sólo estoy esperando a que le digas a tu querido Μεπεσ que tienes que ir con la diosa Diana- explicó al tiempo que la piedra rodaba por sus dedos.

¡¿Qué se creía?! ¡Era tan confiado! ¡Tan petulante que me sacaba de mis casillas!

Tomé la piedra de entre sus manos con la mano marcada y cerré los ojos. La piedra se rompió en miles de pedacitos que cayeron al suelo del bosque.

-¿Me escucharás un momento?- siseé molesta al abrir los ojos.

Todo atisbo de diversión en su rostro había desaparecido por completo.

-¿Cómo tocaste la piedra?- preguntó fríamente.

-¿Me escucharás?- insistí.

Σs’κα desvió la mirada hacia un árbol a nuestro lado antes de contestar.

-Adelante.

-Quiero volver a casa y quiero que tú vuelvas a casa.- sentencié.

Σs’κα sonrió secamente.

-¿Y crees que no lo sé?- musitó acercándose más de lo permitido.- Pero no todo en la vida está a sus órdenes, princesa.

Puse cara de pocos amigos.

-¿Y alguna vez dejarás de ser orgulloso, vuelo libre?- repuse intentando contener la rabia que me embargaba por dentro.

Su aliento rozaba mi rostro y su nariz parecía a punto de tocar la mía.

-No es algo que se pueda cambiar tan fácilmente…- contradijo- ¿Cómo tocaste la piedra? Estaba demasiado caliente como para poder tocarla.

Contuve la respiración.

-Si tú pudiste ¿Por qué yo no?

Hasta a mí me sonó absurdo ¡Él era el hijo del dios del fuego!

La sonrisa en su rostro se volvió burlona, al tiempo que se alejaba bruscamente de mí, dándome la espalda.

Solté el aire de golpe, acordándome de que tenía respirar y sacudí la cabeza.

-Mi marca me protege del calor.- contesté finalmente con cautela- Tú ves las ánimas ¿Verdad?

Σs’κα soltó una carcajada.

-¿Qué le hace pensar eso, princesa?- preguntó con una suavidad que se me antojaba amenazante.

Volvió la cabeza un poco, mirándome de reojo.

Intenté contestarle lo más tranquila posible.

-Supiste que no venían con intención de hacernos daño y también supiste que el hombre que me raptó en el mercado quería matarme ¿No es suficiente evidencia?- dije atando cabos.

-No soy el único que tiene sus secretos. Mi hermana Mina nuca me dijo que tú tenías visión áurica- comentó volviéndose finalmente hacia mí.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro.

-No soy tan inocente…

Sus ojos azules me atraparon por un momento, como si quisieran ver más allá de los míos.

-Pues esperaré a que cambies de opinión, princesa- sentenció tomando una segunda roca del suelo y jugueteando nuevamente con ella como si yo no estuviera allí.

Quedé desconcertada ¡Pero qué actitud tenía! No entendía sus cambios de humor y no esperaba entenderlos.

Volví junto a Μεπεσ y continuamos con la caminata por el bosque, hasta que llegamos a un extenso claro, donde más que suelo, había rocas de diferentes tamaños, algunas tan grandes, que a penas lograba tocar sus puntas. Juntas, formaban un laberinto natural.

Caminamos por allí sin vacilar hasta que llegamos al otro lado de aquel extraño camino y nos encontramos con un hoyo gigantesco en el suelo. Seguramente entraban dos personas al mismo tiempo con facilidad.

Los guerreros entraron de uno en uno al ςστεrrα, hasta que sólo quedamos Μεπεσ, Σs’κα y yo fuera.

No supe cómo reaccionar. La tensión era palpable en el aire. Ni Μεπεσ confiaba en Σs’κα ni Σs’κα en Μεπεσ. Los dos se lanzaron miradas amenazantes al tiempo que me daban el paso al ςστεrrα.

Solté un hondo suspiro antes de saltar.

Mis pies tocaron suelo al instante, pero la luz que llegaba de la entrada no era suficiente para alumbrar toda la estancia, que, al escuchar el eco de mis pasos, supe que era grande.

Entonces escuché cómo alguien caía al suelo, seguido de un segundo.

Me volví lentamente. Μεπεσ y Σs’κα caminaron hacia mí sin siquiera mirarse.

-Maldita sea…- musitó Μεπεσ.

Parecía tener algo en sus manos.

Σs’κα sonrió con sorna, al tiempo que cerraba el puño y lo abría, pero en llamas.

-¿Necesitas esto?- preguntó con suficiencia.

Rodé los ojos al tiempo que Μεπεσ negaba con la cabeza.

-No necesito de tu fuego, gracias, tengo el mío.- musitó tomando dos finas piedras del suelo.

Las restregó la una sobre la otra y a los pocos segundas, las chispas prendieron una antorcha que al tocarla, su punta se enredaba alrededor de tu brazo, para que no hubiera necesidad de tomarla y gastar tus energías en ello. Μεπεσ sonrió ahora con suficiencia mientras tomaba la delantera y nos conducía por aquel recinto gigantesco que gracias a las flamas del fuego, podía ver con mayor claridad.

-¡Vaya! Ilumina muy bien- comentó Μεπεσ.

Pero cuando el fuego de Σs’κα se apagó, la mayor parte de la iluminación desapareció, al punto que a duras penas podía ver mis pies.

Μεπεσ bufó.

-¿Lo ves?- dijo entre dientes- no necesitamos tu fuego.

Reí quedamente ¡Aquello de repente me parecía tan cómico!

Entramos por una cueva que se abría en forma de pasillo y parecía interminable.

Lo único que se escuchaba en la oscuridad eran nuestros pasos y nuestra respiración.

Era parte de los ςστεrrαι, en realidad. Era una forma de distraer a los enemigos. Así como el laberinto al aire libre, el interior de los ςστεrrαι era un laberinto, seguramente tres veces más grande y más peligroso. Pero los dueños siempre conocían el camino de memoria y al parecer, Μεπεσ también, porque no vaciló en ningún momento, llevándonos entonces hasta una cámara tan grande como el recinto de la entrada, sólo que el fuego ya no era necesario, porque la cámara parecía iluminada por pequeñas ranuras en el techo.

Mis miembros empezaron a temblar cuando el frío del aire me caló hasta los huesos. Pero mis ojos seguían maravillados por lo que veían. Justo en el centro había un pequeño estanque conectado con un riachuelo que entraba por una pequeña ranura en la pared del recinto, en cuyos extremos había puertas con un estilo algo desconocido para mí, pues eran altas y terminaban con un semicírculo. Y lo más sorprendente, era que la vida continuaba en aquel mundo subterráneo con flores de un tamaño desbordante. Sus hojas eran incluso más grandes que yo, a pesar de venir de una familia cuyos antepasados eran conocidos por su altura. Y de grosor que ni se dijera. Las flores en sí ya eran hermosas, de pétalos coloridos y pistilo brillante. Sus tallos parecían tan resistentes, que de un hilo conectado a la pared, la gente parecía haber colgado su ropa. Y justo cuando nos acercábamos a una de las puertas, se escucharon voces.

Me volví y miré a mí alrededor, buscando la procedencia de éstas, encontrándome entonces con hombres y mujeres, jóvenes o viejos que nos sonreían cálidamente al tiempo que se acercaban.

-Jefe Μεπεσ. Nos han informado que encontró a la hija del ϖσηηαβι- dijo el hombre a la cabeza del grupo.

Quise acercarme a presentarme, cuando Σs’ka se interpuso.

Lo miré confundida.

-¿Qué sucede?- pregunté en un susurro.

Σs’κα guardó silencio por un momento.

-Sí, un grupo de cazadores o guerreros, no estoy muy seguro, la atacaron. Llegamos un poco tarde para la acción ¿Verdad?- bromeó Μεπεσ al volverse hacia mí por un instante.

Sonreí disimuladamente.

-Me figuro que no es él…- comentó el hombre refiriéndose a Σs’κα.

Σs’κα cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz.

-Vámonos- propuso finalmente en un susurro.

Fruncí el ceño.

-Pero si acabamos de llegar…- repliqué.

Me penetró con la mirada por un momento sin soltar mis ojos, como si quisiera decirme algo.

Y por segunda vez olvidé respirar, hasta que sentí que el aire me faltaba.

Desvié la mirada hacia el suelo.

-¿Qué sucede?

-Hay alguien aquí… que no se emociona precisamente de tu llegada.- contestó finalmente.

Respiré con alivio.

-¿Es nada más eso?

Él asintió con la cabeza.

Sonreí.

-Son mi familia, Σs’κα. Vienen de mi pueblo. Algunos no le tienen cariño a la familia de mi padre, pero otros sí. Es obvio que no todos se alegren. Pero no puedo desconfiar de ellos, estoy segura que ninguno me haría daño.- lo persuadí.

Σs’κα suspiró al tiempo que se quitaba de mi camino.

-Un placer conocerlos, comerciantes de airgua.- me acerqué con pasos lentos, quitándome la capucha- Quisiera saber si me darían asilo mientras parto con mi amigo de la infancia Μεπεσ de vuelta a casa.

El hombre sonrió con una leve reverencia. Las marcas en su pecho desnudo y su rostro pintado de verde mostraban su experiencia por las tierras que seguramente había tenido que recorrer.

-Una grata sorpresa, princesa. Tenerla de invitada es un gran honor y por ende, que sea nuestra huésped nos ilusiona mucho- aseguró el hombre con el debido respeto.

¿Sería él del que tanto desconfiaba Σs’κα?

viernes, 27 de enero de 2012

Esclavos de las sombras (Parte 1/3)

Bueno, pues, antes que nada, quiero informar dos cosas. La primera es que en la parte de hasta abajo, donde dice "Te pareció... divertido, triste, interesante" Le voy a cambiar un poco ^.^Es sólo un experimento, lo prometo. Pero ahora, en lugar de poner qué tal te pareció el capítulo, preguntaré si publico en tres días, en una semana o en cinco días ;) Ya ustedes elegirán cuando y entonces publicaré el capítulo hahahaha. Y bueno, como segundo, quiero decirles que, paralelamente a ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘, voy a publicar un pequeño relato de tres partes ;) Hehehehe es que verán que de repente me inspiré y salió el relato de mi cabeza. Entonces me encantaría compartirlo con ustedes. Por lo que, no sé si lo quieren tomar como buena o mala noticia, pero éste no va a ser un capítulo de ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘. Va a ser la primera parte de "Esclavos de las sombras". Pero voy a intercalar. Una vez ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘ y a la siguiente "Esclavos de las sombras". Y para que no se me alarmen, ni les de flojera comenzar con la nueva historia, les recuerdo. No es historia, es relato de tres partes. Así que, bueno, bienvenida a Deny, antes que nada, al blog y espero que les guste el relatoo.


-Te está mirando- me susurró mi amiga disimuladamente mientras secaba un plato.

Automáticamente bajé la mirada hacia mis manos.

-Un capuccino, por favor- escuché.

¿Me seguiría mirando?

-Un capuccino, por favor- insistió la voz.

Salí bruscamente de mi ensoñación y encaré a la señora frente a mí, que me miraba con fastidio.

-Lo siento ¿Qué se le ofrece?- pregunté tímidamente.

La señora frunció el ceño con inquisición, al tiempo que colocaba el dinero sobre la barra.

-Un capuccino- canturreó molesta, como si le estuviera hablando a un niño de tres años.

Solté un hondo suspiro.

-Sandra- le hable a mi amiga- un capuccino… ¿Con crema o sin crema?- pregunté, volviéndome hacia la señora.

Entonces observé cómo el muchacho sentado en la mesa quince se levantaba, dejaba unas monedas sobre la mesa y sin siquiera dedicarme ni una mirada más, salía del local con garbo y elegancia.

-Con crema… chica… ¡Con crema!- me gritó la señora casi escupiéndome en la cara.

Solté un respingo, mientras le daba click a la pantalla touch frente a mí.

-Serán 2 euros con cincuen…

-¡¿Me quieren pagando los cincuenta centavos después de la forma en que me atendieron?!- protestó la mujer mirándome rabiosa.

La miré incrédula.

Entonces sentí cómo Sandra me daba un empujón cariñoso y tomaba mi lugar.

-Pues si no le gusta cómo servimos, entonces pague los cincuenta centavos y para la próxima busque otro local en el que sí le sirvan bien- repuso Sandra tomando el dinero exacto y entregándole el capuccino a la mujer.

Ésta salió airada del local, tirando a su paso un par de gotas de su capuccino. La gente en la cola la miraba con confusión, mientras algunos otros nos miraban con inseguridad.

-Sofía, encárgate de que no vuelva a suceder…- me suplicó Sandra, dándome unas palmaditas en la espalda.

No pude más que asentir con la cabeza al tiempo que retomaba mi lugar y atendía al siguiente.

Aunque en algún lugar dentro de mí, había algo que deseaba febrilmente que el muchacho hubiera olvidado algo y volviera a entrar al local.

Después de cuatro clientes, Sandra se acercó a mí y me entregó una cartera en la mano.

-Me cae que lo hizo a propósito- comentó mientras sonreía pícaramente.

La miré con la duda dibujada en el rostro.

-Cupido olvidó su cartera en el asiento- explicó mirando significativamente el objeto negro que yo sostenía con ambas manos.

Mis latidos se aceleraron ¿Finalmente hablaría con él? Desde hacía dos meses que lo veía sentado en la misma mesa, tomando el mismo café y mirando hacia la ventana. El problema era que era durante el turno de mesera de Sandra y por lo tanto yo no lo atendía. Aunque en realidad la idea de hablar con él me daba pavor. Sandra ya me había contado varias veces que cuando lo miraba a los ojos veía algo más que un simple muchacho. Eran tan transparentes, que parecían un cielo nublado e infinito. Pero yo no podía comprobarlo, porque, para ser sincera, nunca lo había visto a los ojos. La única razón por la cuál tenía algún interés en él, era porque Sandra siempre decía que a la única persona que miraba con intensidad, era a mí. Cuando no estaba mirándome, estaba mirando por la ventana. Yo no sabía si eso debía asustarme, pero más que nada estaba intrigada, curiosa.

Me decepcionó que no hubiera pasado a recoger su cartera, pues pasaron los días y no lo volví a ver. Tampoco me atreví a abrir la cartera. Tenía miedo de encontrarme con aquellos ojos aunque fuera en pintura. Cuando llegó el día acostumbrado, en el que el muchacho llegaba a las cinco y se iba a las seis, para sorpresa de Sandra y mía, no llegó.

-No creo que haya dejado la cartera con intención- comenté mientras la observaba, metida en una caja bajo el mostrador.

Al noveno día ya había olvidado prácticamente lo sucedido. Y a las dos semanas, abrimos la cartera por primera vez.

-No es posible que no se haya dado cuenta que había dejado la cartera. Si yo hubiera sido él, ya hubiera venido a buscarla desde hace días- comentó Sandra, sacando cincuenta euros, pero ninguna credencial o identificación.

-No hay manera de localizarlo- murmuré extrañada.

-Tal vez pensó que se la robaron- continuó Sandra sin salir de sus cavilaciones.

-Disculpe- dijo un cliente detrás de mí.

Me volví precipitadamente. Había olvidado por completo el trabajo.

Rápidamente miré la pantalla.

-¿Qué desea?- pregunté abriendo una cuenta nueva.

-Mi cartera- contestó el muchacho.

La sangre se me heló, como si un balde de agua fría me hubiera caído en la cabeza.

Tragué saliva con dificultad al tiempo que levantaba la cabeza y me encontraba por primera vez con aquellos ojos transparentes ¡Y vaya que lo eran! Parecía como si hubiera un cielo allí dentro, custodiado por una pupila tan negra como el carbón.

“Ya nos extrañaba que no viniera” “Queríamos localizarlo.” De todas las cosas que podía decir, lo único que me salió fue un titubeante “En seguida” al tiempo que le daba la espalda.

-Sandra…- murmuré extendiendo la mano- la cartera, por favor.

Sandra me entregó la cartera con extremada lentitud, como metida en un trance. Me volví con pasmos e intenté evitar su mirada cuando le entregué la cartera.

-Gracias, Sofía- dijo con una dulzura desconcertante.

No pude evitar encararlo.

“De nada”

-¿Cómo sabe mi nombre?- pregunté.

El muchacho sonrió despreocupado y señaló el gafete colgado de mi cuello. Me sonrojé al instante, limitándome a asentir con la cabeza.

-Ya que estoy aquí, te pido dos tazas de chocolate caliente.

El movimiento de su boca era tan hipnotizante, que a duras penas podía concentrarme en sus palabras.

-¿Para llevar o para tomar aquí?- tartamudeé, provocando que mis mejillas se encendieran más de lo que ya estaban.

Sólo evidenciaba mi nerviosismo.

-Para tomar aquí.- contestó mirando hacia los pasteles en la vitrina.- y un pedazo de pastel de manzana ¿O tú qué me recomiendas?

Aquella pregunta me tomó desprevenida.

-El de cubierta de vainilla- contesté sin pensarlo dos veces.

Él pareció pensarlo por un momento.

-Entonces, el de cubierta de vainilla será- dijo sonriéndome con complicidad.

No pude más que contestarle con una mueca de nerviosismo.

-Sandra, prepara dos tazas de chocolate para…- lo pensé por un momento ¡Lástima que él no tuviera un gafete colgando del cuello!- para el muchacho.

Sandra se movió torpemente hacia la máquina y tomó dos tazas de capuccino.

Sonreí, al tiempo que la empujaba suavemente y hacía su trabajo. Serví un poco de leche con chocolate, recién preparada hoy en la mañana y le puse un poco de cocoa encima a las tazas espumeantes.

Tomé aire antes de dejar las tazas sobre la barra y encarar nuevamente al joven.

-En seguida llevamos las cosas a su mesa.- le informé indicándole con la mano que tomara asiento en alguna de las mesas libres.

Él asintió antes de dedicarme una última sonrisa y sentarse en la mesa acostumbrada. Por primera vez me pregunté para qué querría dos tazas de chocolate… tal vez esperaba a alguien.

La respuesta a mi pregunta llegó diez minutos después, justo en el momento que coloqué las tazas y el pedazo de pastel sobre la mesa. Sorprendentemente, hoy había llegado en mi turno de mesera.

En ese mismo instante la puerta de la cafetería se abrió y una chica despampanante, de cabellos rubios que llegaban hasta su cadera y ojos tan azules que contrastaban sobremanera de su rostro pálido, se acercó sin vacilar hacia nosotros. El muchacho se incorporó al instante y se acercó a la chica con tranquilidad, mientras la tomaba de la cintura y le daba un dulce beso en los labios.

Pero la chica me lanzó una mirada asesina.

-¿Qué miras, criada?- me espetó.

Rápidamente desvié la mirada y continué con mi tarea. Chica superficial, pero extremadamente guapa y un muchacho con la cabeza hueca ¡Por supuesto! No faltaba más. Caminé de vuelta a la barra intentando disimular mi enojo ¡¿En qué rayos pensaba cuando se me pasó por la cabeza que el chico me interesaba?!

···

Observé a Amidala con deseo. Era mi chica y nada más que mía. Ella sonrió, mostrando sus dientes puntiagudos pero perfectos.

-¿Es esto lo que me querías mostrar?- preguntó con su voz de ángel, aunque no tenía nada de uno.

-Es a la chica a la que te quería mostrar- contesté mirando disimuladamente a la estúpida humana que nos había atendido.

Amidala se volvió hacia la chica y le lanzó una mirada asesina, a pesar de que ésta estaba más bien concentrada en servir tazas de café.

-¿Y?- inquirió.

-¿No te parece perfecta para la tarea?- pregunté buscando su mirada.

Amidala me miró con cara de pocos amigos.

-Nos tienen vigilados, Alan ¿Qué parte no has entendido?- me reprochó.

Fruncí el ceño mientras me cruzaba de brazos y me recargaba en la silla.

-Lo sé, pero quiero que sea tu regalo de cumpleaños.- insistí mirando hacia la ventana.

Noté de reojo cómo su mirada se suavizaba.

-La regla es que ella debe decidir ir. Porque si es a la fuerza, sabes las consecuencias, cariño- me recordó Amidala.

Al volverme, vi el destello desafiante en sus ojos azul marino.

Sonreí divertido.

-Los humanos son tan tontos, que siempre caen.- aseguré.

Amidala correspondió con otra sonrisa.

-Te amo- articuló con los labios.

Mi sonrisa se ensanchó.

-Para tu cumpleaños- aseguré.

-Te ayudaré un poco- propuso Amidala con una sonrisa felina.

Fruncí el ceño.

-Tú sólo sígueme la corriente- dijo en un susurro antes de levantar la voz- Es increíble…

-¿Qué es increíble?- protesté desconcertado.

-Nunca me escuchas- repuso repentinamente molesta.

Entonces entendí su juego. Mis labios se curvaron en una sonrisa.

-¿Que nunca te escucho?

-¡Siempre estás mirando ausente hacia la ventana!- gritó rabiosa.

-Pero no por eso no te escucho…

-Cuando hablas con alguien, lo miras a los ojos. Y por lo menos contestas un “sí” desinteresado. Pero tú ni siquiera pío ¡Estoy harta!- dijo levantándose de su asiento.

-¿Eso qué significa?- murmuré escrutándola con la mirada.

-¡Que terminamos!- gritó de vuelta, antes de tomar su bolso y dirigirse hacia la salida, no sin antes dedicarme una mirada cómplice.

Observé por la ventana cómo mi chica salía sin mirar atrás. Amaba su carácter, de eso no cabía duda.

Esperé unos segundos antes de levantar la mano.

La chica humana ni siquiera se percató de mi movimiento. Seguía concentrada en su trabajo. Aquello me sacó de mis casillas.

Entonces su compañera le dio una palmadita en el hombro y le indicó con la mirada que tenía más trabajo.

Finalmente la chica se volvió y tomó su charola antes de acercarse a mi mesa. Tenía que serenarme, tenía que serenarme. Todo debía salir de acuerdo al plan.

-La cuenta, por favor- murmuré bajando la vista.

La chica no reaccionó de inmediato… otro punto en su contra. Respiré hondo, intentando serenarme por segunda vez.

-Era una chica difícil ¿Verdad?- dijo en un susurro a penas audible, mientras apuntaba algo en una libretita.

-No era mi tipo- contesté fríamente.

Arrancó una hoja y la puso sobre la mesa.

No fue hasta que me percaté de su mirada, que supe que olía el peligro ¡Tenía que serenarme! Me repetí por tercera vez. Ella no debía desconfiar de mí.

-Es difícil encontrar a la correcta- intentó consolarme.

Sonreí burlón ¿Y ella qué sabía? Era tan inocente como una rosa. Una presa perfecta.

-No creo que exista la correcta- mentí sacando mi cartera y pagándole.

Ella negó con la cabeza, metiendo el dinero en un bolsillo de su delantal.

-Lo veo en tus ojos- dijo con una seguridad que hasta ahora no había demostrado- La amas.

Aquellas palabras me tomaron terriblemente por sorpresa. Guardé silencio por un momento.

-No- volví a mentir- mi interés está en otra persona.

Pero los ojos de la chica no se iluminaron como estaba esperando.

-Una oportunidad perfecta para comprobar mi teoría- bromeó dándome la espalda.

No pude evitar sonreír. Algo en sus palabras traía una verdad. Pero al pensar en ello me percaté de que la oportunidad se me estaba escapando de las manos.

-Espera, Sofía- solté sin pensarlo.

La chica se volvió lentamente.

-Qué sorpresa que no hayas olvidado mi nombre- comentó sarcástica.

-¿Cuándo termina tu turno?

···

-¿Cuándo termina tu turno?

Sus palabras me tomaron desprevenida ¿Qué insinuaba?

-A las ocho…- contesté dudosa.

El chico sonrió mirando hacia otro lado.

-¿Vengo por ti a las ocho y cuarto?- propuso.

No pude evitar mirarlo con la boca abierta ¡¿Pero qué se creía?! ¡Ni siquiera sabía su nombre!

-No estoy segura de ser la chica correcta- me negué dando unos pasos más hacia atrás.

Él se incorporó y pude ver que me llevaba una cabeza, lo que lo volvía algo intimidante.

-¿Y si comprobamos tu teoría?- insistió, dando un paso hacia mí.

Mi corazón se aceleró irremediablemente. Pero había algo que no encajaba del todo ¿Era yo su segunda opción porque había terminado con su novia? ¡Era un abusivo más bien!

-Sí- contesté automáticamente.

¡¿Pero qué rayos…?!

-No- me corregí- perdona… ni siquiera sé tu nombre y… además…

Pero cuando sus ojos se cruzaron con los míos, las palabras desaparecieron de mis labios. Un escalofrío recorrió mi espalda.

-Sofía, llevo observándote desde hace dos meses y desde entonces, he estado esperando este momento. Mi nombre es Alan- se presentó de una manera tan extraña que quedé más desconcertada que antes.

-Yo… Alan… no creo…- tartamudeé- Sí.

-Muy bien, entonces a las ocho y cuarto pasaré por ti.- se despidió dándome un beso en la mejilla.

Tomó su chaqueta y salió del local antes de que yo pudiera protestar ¡Pero esto era anormal! ¡¿Cómo lo hacía?! ¡Yo no quería salir con un desconocido!

Volví a la barra fuera de mí. Incapaz de asimilar correctamente lo que había sucedido… ¿Tenía una cita hoy mismo, a las ocho y cuarto, con un chico que ni siquiera conocía… y a parte, era de esos petulantes y creídos? ¡Increíble! ¡Pero qué tonta era! ¡Debía cancelarla cuanto antes! ¡Pero ni siquiera tenía su número de teléfono!

Sacudí la cabeza y automáticamente dirigí mi mirada hacia la puerta de entrada, como si esperara que él siguiera allí. Pero todo había sucedido como un sueño. Tan rápido que a penas lo había percibido.

-¿Sofía?- escuché a Sandra- ¿Sucede algo?

Negué con la cabeza.

-¿Estás segura?

Intercambiamos largas miradas.

-Creo que tengo una cita con el chico de ojos transparentes…- me limité a contestar.

Sandra me miró con los ojos abiertos como platos.

-¡¿Es en serio?!- gritó.

La mitad de las miradas en la cafetería se dirigieron hacia nuestro paradero.

-¿En serio?- repitió en un susurro.

Asentí con la cabeza.

-¿Cuándo? ¿Cómo sucedió? ¿Qué hiciste?

Eran tantas preguntas, que no tuve tiempo de contestar a todas.

-Cuando cierre el café… tengo quince minutos para prepararme- fue todo lo que pude decir.

Sandra soltó una carcajada mientras daba brinquitos de alegría.

-Pícara máquina del amor ¿Para qué crees que tienes a la doctora corazones al lado? ¡Yo te ayudo! Tengo descanso en una media hora. Puedo pasar a mi casa y recoger un vestido ¿Qué te parece?

Sonreí de oreja a oreja.

-¡Eres un ángel caído del cielo!- exclamé divertida.

Ambas reímos, pero nuestras risas se apagaron cuando empezamos a escuchar protestas por parte de los clientes. Cada una volvió al trabajo con una sonrisa en el rostro. La perspectiva de prepararme en quince minutos para una cita me sonaba muy divertida. Y así pasamos el resto de la tarde. Sirviendo café y pastel, pero sin perder la sonrisa. El tiempo parecía burlarse de nuestras ansias de que llegara la hora, porque pasó lento. Los clientes llegaban en masa y las mesas que había que limpiar se llevaron gran parte del tiempo también. Aunque había momentos que no podía evitar dudar de lo que había sucedido. Todavía había algo que no encajaba del todo, algo que me hacía dudar, además de que su actitud no encajaba para nada con su aspecto. Cierto que al principio me había parecido muy dulce, pero cuando hablamos por última vez, sus palabras siempre parecían amenazantes al final. Unas palabras que me invitaban a rehuir. No sabía qué esperar de aquello, en realidad.

Y cuando llegó la hora, Sandra me entregó el vestido y me obligó a entrar al baño a cambiarme. En tiempo récord, salí trastabillando del baño, intentando ponerme correctamente los legins y los converse. Sólo podía agradecer que no me había puesto unos tacones, porque allí si no la hubiera librado.

-¡Maravilloso! ¡Sabía que te quedaría!- me elogió Sandra, limpiando la mesa al otro lado del local.

Reí, mientras me sentaba en una silla y me colocaba correctamente el zapato.

-En seguida te ayudo a trapear, sólo me amarro las agujetas y…

-No, no, no- me interrumpió Sandra, caminando hacia la barra y sacando su bolsillo.- Tú tienes una cita pendiente conmigo y mis maquillajes.

La miré con cara de pocos amigos.

-Sandra, no es necesario- miré el reloj- quedan diez minutos y…

-¿Y crees que será puntual?- repuso divertida, al tiempo que me tomaba de la mano y me conducía de vuelta al baño.

-¿Y quién va a trapear el piso y limpiar la máquina?- proteste.

Sandra bufó.

-Excusas. Yo no tengo citas con muchachos sexys hasta el viernes ¿Entendido? Así que ya me lo pagarás.

Eran excusas, cierto. Pero le tenía pavor al maquillaje.

-Por favor…- le supliqué- no te emociones…

Sandra frunció el ceño mientras comenzaba con su trabajo. Me miré al espejo, preguntándome qué tanto pudo haber visto Alan en mí. Mi cabello no tenía nada que ver con el de su exnovia. Era café castaño y caía en rulos, recogido en una cola de caballo. Además de que mi rostro estaba pálido como el de un muerto y ojeroso a falta de sueño en las noches. Sandra puso polvos por aquí, polvos por acá. Un rosa ligero para los labios y un poco de rimel. No se había emocionado…

Suspiré de alivio cuando tomó mi cabello de un jalón y me quitó la liga, dejando que cayera en cascada sobre mis hombros. Sacó un cepillo de su bolsita mágica ~Nótese el sarcasmo~ y lo cepillo con cuidado.

-¿Ves?- susurró, al tiempo que yo me mordía los labios para no protestar.

Perdí la noción del tiempo, pues al salir del baño, me percaté de que Alan ya me esperaba frente a la puerta, cruzado de brazos y recargado contra la pared. Lo observé por un momento, antes de volverme hacia Sandra e intercambiar miradas de inseguridad.

-Vamos, es sólo un chico- me animó Sandra, guiñándome un ojo y empujándome hacia delante.- No te hagas del rogar…

Contuve el aire antes de caminar hacia la salida.

-¡Espera!- me detuvo Sandra.

Me volví rápidamente.

-Tu bolso- dijo entregándomelo en la mano.

-Gracias, Sandra- murmuré en realidad agradecida.

Ella me dedicó una sonrisa al tiempo que me cruzaba el bolso por el pecho y volvía a la marcha.

-¡Suerte!- se despidió.

domingo, 22 de enero de 2012

hατ’mα, o en otras palabras, asesinos

Bueno, pues, aquí ya vamoos con el siguiente capítulo. Perdón que me haya tardado en publicar, pero es que no he tenido tiempo para nada, porque, como verán, esta semana fue una pesadilla hahahaha Pero bueno, como siempre ¡¡Comenten, chicas!! ;) ;) ;) muchas gracias por leer y espero que les guste el capítulo :D . Sólo les aviso que va a estar un poco largo hehe.

Un olor a carne quemada me penetró, abrumándome por un momento.

Sus manos soltaron las mías y aprovechando la oportunidad, desenfundé mi cuchillo y de una voltereta, lo pateé en el estómago.

El hombre cayó al suelo.

Me hinqué a su lado, amenazándolo con el cuchillo.

Entonces sentí cómo unos pasos se daban impulso detrás de mí y saltaban. Supe sus intenciones y al momento que sentí cómo los pies pasaban sobre mi cabeza, me impulsé y lo golpeé en el pecho, haciendo que su puntería errara.

La espada de mi protector se clavó a unos centímetros del abdomen del hombre en el suelo.

-¡Basta!- grité con la respiración acelerada.

Mi protector me lanzó una mirada asesina.

-¡¿Por qué lo hiciste?!- gritó rabioso.

El olor a quemado cada vez se hacía más fuerte.

-No matarás- musité al tiempo que me volvía hacia el hombre y me hincaba a su lado.

Solté un grito de horror al ver que su torso se quemaba lentamente.

-¡Apágalo, hijo del fuego!- fue todo lo que se me ocurrió decirle.

-No sabes lo que dices- repuso detrás de mí.

El olor era tan intenso que tuve que cubrir mi rostro con ambas manos. El hombre empezó a temblar incontrolablemente.

-¡Apágalo!- repetí levantando la voz.

-¿Quieres salvar al hombre que quería matarte?- siseó con una voz que me causó escalofríos.

-Pues si no lo haces tú, lo haré…

Y antes de que pudiera terminar la oración una flecha se clavó en el pecho del hombre.

¡¿Pero qué se creía?! Me volví ahora yo rabiosa hacia él, cuando sentí que me tomó entre sus brazos y corrió conmigo detrás de un árbol. Me colocó en el suelo.

-No te muevas- murmuró justo en el instante que un centenar de flechas se clavaban en el suelo.

Me acorraló con ambos brazos contra el tronco. No tuve más remedio que obedecerlo y esconder mi rostro en su duro pecho.

Pude sentir el temblor a mis pies. Seguramente otra decena más de flechas habían intentado dar en el blanco.

-Maldición- escuché que murmuraba- hατm’α.

La sangre se me heló. Asesinos.

-¿Era tan difícil seguirme?- me reprochó.

-¿Ahora resulta que yo debía ser más cuidadosa? ¡Si yo no era la que caminaba tan rápido!- repuse cuando dos flechas pasaron peligrosamente a nuestro lado.

-¡¿Sabes cuántos peligros te deparan?! ¡¿Tienes la mínima idea?! ¡¿O sencillamente eres tan ignorante y tonta que no te proteges?!- dijo rápidamente pero sin levantar la voz.

-No me provoques- musité.- Que prefiero mil veces más enfrentar a mi enemigo que tener que estar junto a ti.

Esta vez pasó una tercer flecha, pero con la punta prendida en llamas.

-Ja- se burló- me encantaría ver eso.

Sus ojos azules me atraparon por un momento, desafiantes, intensos.

Cerré los ojos y golpeé dos de sus puntos débiles en el hombro. Sus manos resbalaron del tronco dejándome libre y sin perder la sonrisa, me impulsé, tomándome de una rama del árbol y asiéndome. Me paré de cuclillas sobre la rama y desplazándome con cuidado, pude sentir que me tenían en la mira.

Dos flechas pasaron peligrosamente a mi lado. Pero mis ojos permanecían cerrados.

Una flecha más se acercaba a mí cuando me abrí como un arco y dejé que pasara por debajo de mí. Aprovechando la posición, me paré sobre mis dos manos y girando levemente mi cuerpo, me dejé caer, columpiándome en la rama. La adrenalina ya empezaba a correr por mis venas cuando de un impulso caí sin perder el equilibrio junto al cuerpo inerte del hombre que había muerto hacía un rato.

Era la mira, las flechas pasaban de un lado y del otro, pero con los ojos cerrados podía ver de dónde venía cada una. Me desplacé nuevamente entre los árboles y busqué mi primera presa. El cuchillo temblaba en mi mano mientras mi marca se iluminaba lentamente. Había uno sobre mí.

Tomé impulso y dando una voltereta hacia atrás, mis piernas golpearon su espalda. El hombre cayó el suelo con estruendo. Me paré junto a él y esperé las flechas. Varias llegaron en mi dirección y al pasar junto al hombre, una de ellas se encajó en su pierna.

Sonreí mientras me paraba de manos y me impulsaba para caer de nuevo parada, sólo que ahora bajo un árbol distinto. Me tomé de una de sus ramas y tomando vuelo con el tronco, llegué al árbol continuo. Me aferré de un rama y columpiándome un poco, logré que mis puntas tocaran la superficie cuando un grupo de flechas pasó justo por debajo. Ya tenía localizada la segunda presa y sin más preámbulos, me lancé hacia él como un felino hambriento, tirándolo de la rama de enfrente. Ambos caímos al suelo. Forcejé un momento con él, hasta que fui capaz de golpearlo bajo la barbilla y dejarlo inconsciente. Su arco quedó en mi poder, pero a penas fui capaz de robar una de sus flechas cuando una nueva lluvia de flechas alcanzó mi paradero.

Me desplacé como un gato al asecho, tensando el arco. Busqué la tercera presa. El hombre calculaba en mi dirección, subido en una rama al otro lado. Rápidamente esquivé su flecha, corriendo detrás de un árbol. Pero aquella no había sido una buena elección pues rozando mi rostro, se encajó otra flecha en el tronco del árbol. Dirigí la flecha al otro atacante y sin pensarlo dos veces, solté la flecha, que le dio de llano en el ligamento del hombro, provocando que cayera de su rama directamente al suelo. Ahora sólo me quedaban dos más.

Tiré el arco al suelo y saqué el mío.

Mi marca brilló con intensidad. Y utilizándolo como impulso. Di un salto que alcanzó una rama, justo en el instante que dos flechas rozaron mi capa, deshilachando uno de sus bordes.

Mis ojos se abrieron instintivamente, haciendo que perdiera la conexión. Maldije para mis adentros mientras me pegaba al tronco. Nuevamente dos flechas cruzaron a mi lado.

La sangre subió a mi rostro. Mi respiración estaba acelerada. Cerré los ojos nuevamente, cuando sentí que una flecha venía directamente a mi brazo. Me lancé al suelo como felino y cayendo con las manos, di una pequeña vuelta que amortiguó la caída. Una flecha… y si todos atacaban al mismo tiempo…eso quería decir que el otro… Mi protector había recuperado la movilidad en sus brazos y lo había matado.

El último hombre cayó al suelo justo a mi lado.

Di un respingo, alejándome unos pasos. El hombre respiraba con dificultad, cuando mi protector bajó del árbol con dos espadas en mano.

Sonreía con diversión, mirándome de pies a cabeza.

-Bien, ya entendí, no eres tan ingenua- comentó enfundado sus espadas.

Fruncí el ceño mirando al hombre inconsciente en el suelo.

-¿No lo vas a matar?- pregunté incrédula.

-No matarás ¿Verdad?- repuso repentinamente serio mientras robaba las flechas del hombre y me las entregaba.

La incredulidad en mi rostro no desaparecía.

-Gracias…

-Σs’κα- terminó por mí.

-Vuelo libre- musité.

-Y tú, voz de pájaro- dijo más como afirmación-Todos los nombres tienen una razón… ¿Por qué Καητσ?

-Por mi voz, mis padres decían que yo cantaba como lo hacen los pájaros- contesté más concentrada en el suelo- ¿Por qué a ti Σs’κα?

-Por mi rebeldía, por hacer las cosas como se me antojen, igual que como vuela un cóndor, libre, sin temor a ser castigado.- explicó.

Me volví lentamente hacia él.

-Ese nombre lo dice todo- comenté.

Entonces me dio la espalda, sin dar respuesta.

-¿Lo sientes?- susurró.

Inmediatamente me puse alerta.

-Atrás- dije como al principio.

Varios pasos se acercaban a nosotros.

-No vienen con intención de atacar- aseguró sin una pizca de duda en la voz.

¿Sería que percibía las ánimas de la gente como yo las auras?

-¿Sucedió algo aquí?- preguntó una voz extrañamente conocida.

Me volví lentamente, incapaz de creer que escuchaba esa voz.

-¿Μεπεσ?

Pude observar a varios hombres armados con arcos y lanzas, que miraban a su alrededor desconcertados. Uno de ellos en especial, me miraba con desconfianza.

-¿Cómo sabe mi nombre?- inquirió amenazándome con su arco.

Me dispuse a quitarme la capucha cuando una mano caliente me lo impidió.

Miré a Σs’κα con súplica.

-Dije que no venían con intención de hacer daño, pero no por eso debes confiar- me reprochó fríamente, escrutándome con la mirada.

Negué con la cabeza.

-Yo lo conozco.- dije segura de mis palabras.

Σs’κα frunció el ceño sin inmutarse.

-O quizás sí serás demasiado ignorante…- murmuró.

Lo fulminé con la mirada.

-Pues ya que habíamos convenido que tú eres mi prisionero, entonces, te ordeno que me sueltes.- repuse.

-¿Sucede algo?- preguntó el hombre, más bien joven, acercándose unos pasos.

Σs’κα no soltó mi mirada, aún dándole la espalda al soldado.

¡Pero es que era tan conocido para mí! Ya no me cabía duda. El guerrero de mi padre que había entrenado junto conmigo. Los dos estábamos instruidos en el arte de manejar el arco.

-La marca, Σs’κα- dije mirando disimuladamente el brazo rojo cobrizo de Μεπεσ.- es como la mía.

Σs’κα siguió la dirección de mis ojos. Y al ver la marca soltó mi mano.

-No te muevas- me ordenó acercándose a Μεπεσ.

Μεπεσ lo observó con cautela.

-¿Qué quiere?- preguntó apuntándole a Σs’κα directamente en el corazón.

Contuve la respiración, mirando la escena con horror. Un movimiento en falso y cualquiera de los dos podía terminar muerto. Pero el movimiento de Σs’κα fue tan rápido que a duras penas logré percibirlo. De repente, tenía a Μεπεσ con un brazo inmovilizado detrás de la espalda, presionando el brazo de la marca con fuerza.

Todos los hombres se escandalizaron y apuntaron directamente hacia Σs’κα y Μεπεσ, pero disparar significaría matar a Μεπεσ, así que nadie hizo ni un solo movimiento más.

Todos guardaron silencio, expectantes, mientras yo rogaba a la diosa Diana que su hijo no quemara a mi amigo.

Μεπεσ soltó un grito de dolor cuando Σs’κα ejerció presión sobre el brazo marcado.

-Suficiente- musitó Σs’κα al tiempo que lo soltaba.

Μεπεσ cayó de rodillas, respirando con dificultad.

-¡Qué falta de respeto!- gritó uno de los hombres soltando una flecha.

Σs’κα lo fulminó con la mirada, mientras la flecha se convertía en cenizas antes de llegar a su cuerpo.

Todos los hombres bajaron sus armas y dieron dudosos pasos hacia atrás.

Σs’κα se acercó hacia mí y me miró de pies a cabeza.

-Haz lo que necesites…- dijo rompiendo el silencio.

No supe exactamente cómo reaccionar. Lo único de lo que fui capaz, fue de un asentimiento de cabeza. Y cuando salí del trance, corrí al lado de Μεπεσ y lo ayudé a incorporarse.

-¿Cómo estás?- murmuré.

Μεπεσ me miró con los ojos abiertos como platos.

-¿Princesa Καητσ?- musitó desconcertado.

Sonreí de oreja a oreja.

-¿A poco no me reconoces?- bromeé dándole un codazo cariñoso.

Μεπεσ soltó una carcajada mientras me abrazaba con fuerza y empezaba a dar vueltas conmigo entre sus brazos.

Reí con él.

-¿No se supone que deberías estar ya de vuelta en casa?- preguntó al soltarme.

Desvié la mirada con tristeza.

-La entrada la tengo prohibida desde hace una luna- me limité a contestar.

Todo atisbo de felicidad en Μεπεσ desapareció al instante.

-No, no…- dijo negando con la cabeza- no, no, no…- pasó una mano por su flequillo, mirando a su alrededor con nerviosismo- no me estás diciendo que fallaste ¿Verdad?

Era tan doloroso ver el rostro de Μεπεσ desencajado por la decepción. Las lágrimas se desbordaron lentamente por mis mejillas al tiempo que bajé el rostro hacia el suelo.

-Fallé- musité con la voz quebrada.

Μεπεσ me quitó la capucha con una cierta dulzura y tomó mi mentón con suavidad, obligándome a verlo a los ojos.

-Princesa, no tengas miedo, te llevaré conmigo de vuelta a la aldea y convenceré a tus padres de que te dejen entrar…- intentó consolarme- y si no es así… yo…

-No será así- lo interrumpió Σs’κα con su característica frialdad.

Μεπεσ lo fulminó con la mirada, seguramente aún resentido por lo ocurrido hacía unos momentos.

-¿Quién es él?- me preguntó Μεπεσ sin perder a Σs’κα de vista.

-él es…

-La princesa Καητσ tiene un asunto que cumplir antes de volver a casa.- continuó Σs’κα como si nadie lo hubiera interrumpido.

Me volví con el desconcierto dibujado en el rostro ¡Yo quería volver a casa!

-¿Quién eres tú para decir eso?- soltó Μεπεσ con notable molestia.

-Σs’κα… ¿Es necesario?- murmuré- Sólo quiero volver a casa.

Σs’κα me escrutó intensamente con la mirada. Pero su rostro seguía inexpresivo.

-No es mi decisión ni la de él.- contestó finalmente.

-¿Quién es él?- repitió Μεπεσ.

Solté un hondo suspiro antes de contestar.

-Es hijo de…

-Me envió la diosa Diana a protegerla- me interrumpió Σs’κα por segunda vez.

Μεπεσ miró a su alrededor, deteniéndose un poco más en los cuerpos inertes de los hombres que nos habían atacado hacía rato.

La lucidez cruzó por sus ojos. Se volvió hacia mí con la duda explícita en ellos.

-¿Qué es lo que sucede, princesa? ¿Por qué es que no lo lograste? ¿Quién te persigue?- me interrogó sin darme tiempo de contestar a sus preguntas.

Aunque en realidad yo tampoco tenía todas las respuestas.

-No sé quién me persigue, pero un espíritu me atacó y tuve que usar mi última flecha para matarlo, además de que si no hubiera sido por el leopardo, hubiera muerto. No podía matarlo…- expliqué con cadencia en la voz- Tengo entendido que los dioses me persiguen, Μεπ, pero no sé con cuáles propósitos. Σs’κα me está protegiendo mientras tanto.

Μεπεσ asintió con la cabeza al tiempo que se volvía hacia Σs’κα.

Éste se cruzó de brazos y lo miró desafiante. Pude notar cómo los músculos de Μεπεσ se tensaban, al tiempo que apretaba con mayor fuerza el arco en su mano. La marca brilló intensamente.

-Te agradecemos tus servicios, pero ella ya está a salvo conmigo. La llevaré de vuelta a casa donde pertenece- aseguró Μεπεσ.

Σs’κα no se inmutó.

-Los llevará a su propia destrucción si hacen eso. La princesa en este momento es un imán de peligros.- repuso.

Lo fulminé con la mirada.

-Basta, Σs’κα- protesté.

Él levantó ambas manos a la defensiva.

-Yo sólo digo la verdad. Destruirás a tu pueblo si vuelves.

Aquellas palabras me afectaron más de lo que debían.

-Pues la protegeremos, en casa velaríamos por su seguridad y la de nuestra gente.- insistió Μεπεσ.

-Falló la misión. Ya no es bienvenida- contradijo Σs’κα- Sabes que sería un intento en vano.

Las manos de Μεπεσ se cerraron en puños.

-Puede haber excepciones. Las puertas del hogar siempre estarán abiertas para la princesa.- dijo Μεπεσ subiendo el tono de voz.- además de que la pérdida de la flecha fue por necesidad urgente ¡Nunca a nadie se le había presentado un peligro semejante!

-Si la princesa va ahora con la diosa Diana se podrá solucionar el problema y podrá volver a casa…- continuó Σs’κα ignorando sus palabras.

-¿Y que siga en peligro?...

-Basta- repetí irritada- Odio que peleen por mí ¿No se han puesto a pensar que yo también tengo una opinión?

Σs’κα cerró la boca de golpe y me miró en silencio al tiempo que Μεπεσ apretaba sus puños un poco más. Cerró los ojos y se frotó las sienes.

-Princesa, hablando en serio ¿Cómo puedes confiar en él?- preguntó entre dientes.

Lo pensé por un momento.

¿Por qué era que confiaba en Σs’κα? En realidad, la verdadera pregunta era ¿Confiaba en él? Después de todo era hijo del dios del fuego y parecía destructor e invencible. No era precisamente un semblante que inspirara mucha confianza. Pero entonces recordé que él salvó mi vida una vez.

-Me ha demostrado que vela por mi seguridad…- dije finalmente.

-Aunque lo tenga que hacer a la fuerza…- murmuró Σs’κα con frialdad.

Me volví fulminante hacia él.

-¿Y se supone que estamos del mismo lado?- pregunté sarcástica.

Σs’κα sonrió con sorna al tiempo que tomaba una piedra del suelo y jugueteaba con ella. La piedra empezó a sacar humo.

-Es paradójico ¿No? Los enemigos ayudándose mutuamente- comentó divertido.

Rodé los ojos.

-Tienes razón, en realidad estoy del lado de Μεπεσ.- repuse intentando contener la rabia- ¿Nos vamos?- pregunté volviéndome hacia Μεπεσ.

Él asintió con la cabeza mientras le lanzaba una última mirada asesina a Σs’κα. Hizo un movimiento de mano, con ademán de que sus hombres bajaran las armas. Y sin rechistar, todos empezaron a caminar de vuelta al mercado.

Me decidí por no mirar atrás. No quería ver el rostro de Σs’κα. Pero en el fondo sentía cierto remordimiento al dejar mi oportunidad de encontrar a la diosa Diana, porque las palabras de Σs’κα habían sido reales. Mi regreso conllevaba un gran peligro, contra el cuál ni siquiera yo podía lidiar. En menos de seis lunas ya había sido atacada por un dragón de tierra, un espíritu reencarnado en un oso y una pandilla de ladrones, me había raptado un loco en el mercado y hατ’mα intentaron asesinarme ¡¿Qué más faltaba?!