Bueno, no sé si está largo el capítulo, pero es que lo tenía todo escrito en Word y la verdad es que no sabía hasta dónde pararle, entonces, sencillamente tomé casi toda la escena. Muchas gracias por los comentarios de la entrada pasada :D :D :D
Espero con ansias saber qué les pareció el capítulo ;)
-Para
ti también tenemos novedades, jovencito…
Escuchar aquella voz llamó completamente mi atención. El comerciante Aaron
hablaba por primera vez desde que habíamos vuelto a entrar.
Σs’κα
le lanzó una mirada rabiosa.
-¿Sí?-
contestó fríamente.
-Si
te retiras, retírate también del soterra, tu insolencia no es permitida en
Airgua.- replicó Aaron con suficiencia.
Y
supe que si yo fuera hija del dios del fuego también ardería de rabia. ¡Y Aaron parecía tan inocente al principio! Ahora estaba completamente en contra de
Σs’κα y mía.
-¿Dónde
está la hospitalidad de airgua?- me sorprendí replicando.
Aaron
me dedicó una mirada cortante, pero no contestó.
-Él
no es de airgua- sentenció Σs’κα.
Hasta
desde mi paradero noté cómo las pupilas de Aaron se dilataban tanto como las de
un reptil.
-¡Insolente!-
gritó perdiendo los pocos vestigios de calma que había logrado mantener.
“Ya
somos dos que pensamos lo mismo”… De repente la duda en la sala parecía
palpable.
-Aaron…
si me permites, estas lunas has estado demasiado extraño.- dijo uno de sus
compañeros con cierta inseguridad en la voz.
Varios
asintieron con la cabeza.
-Está
poseído…- continuó Σs’κα sin perderlo de vista.
Aquellas
palabras me sorprendieron más de lo que ya estaba. Empezaba a preguntarme si no
era que Σs’κα ya estaba exagerando, pero salí de dudas cuando Aaron empezó a
reír, dejando que su risa resonara por el recinto. Sus manos temblaban. Y con
ellas, daba la sensación de que el piso también.
Los
comerciantes y los guerreros a su alrededor se alejaron automáticamente.
-No
quería que esto terminara en una masacre, pero no me dejas otra opción,
muchacho.-dijo con una voz completamente diferente.- Confieso, conozco de la
búsqueda de la cazadora errante y de su origen real. Me prometieron más de lo
que podría conseguir en un ciclo entero y pienso entregarla…
Varios
soltaron gritos de exclamación, de asombro y desconcierto.
Noté
que no era mi imaginación, en realidad temblaba todo y fue entonces cuando se
empezó a escuchar un zumbido en la lejanía, que a cada instante, parecía
acercarse más.
Todos
aguardamos, expectantes.
Pero
fue un error. Un error, que se llevó muchas vidas en ese mismo momento. De la
pared empezaron a salir manchas negras, que atraparon a las primeras figuras
humanas que encontraron. Y las devoraron sin dejar siquiera restos. Rápido y
sin hacer ni un solo ruido. Entre ellos Aaron.
Sentí
náuseas y un cierto remordimiento por aquellos muertos. Había sido tan rápido
que estaba segura que ninguno se había dado cuenta de que había muerto
siquiera.
El
primero en reaccionar fue Μεπ, que, entre aquel zumbido estridente, le gritó a
sus guerreros que corrieran al tiempo que venía hacia mí.
Me
tomó del brazo y me llevó a rastras antes de que yo pudiera reaccionar
correctamente y correr por mi cuenta.
La
mancha negra se dirigía hacia nosotros con una rapidez inhumana. De los ocho
que corrían detrás de nosotros, dos se perdieron en la negrura. Razón
suficiente para acelerar el paso.
El
miedo me embargó por dentro.
-¡Vamos,
princesa!- gritó Μεπ.
Dejé
que mis piernas siguieran con el camino.
-Μεπ…
tenemos que avisarle a los demás o morirán…- dije con la respiración
entrecortada.
En
ese momento doblamos junto con el resto y caí en la cuenta de que alguien más
faltaba… Σs’κα.
Mi
miedo se acentuó a tal grado que de repente el aire no me era suficiente.
Miré
desorientada hacia atrás.
-¡Princesa!-
gritó Μεπ frenando unos instantes después.- ¿Qué haces, Καητσ? ¡Corre!
-¡Σs’κα!-
grité cuando los seis hombres nos rebasaron.
Noté
de reojo cómo Μεπ detenía a uno de sus guerreros.
-Despierta
a las mujeres y niños y sácalos de aquí.- le ordenó.
El
zumbido se escuchaba en la lejanía, pero la negrura aún no nos alcanzaba. ¡¿Dónde rayos se había quedado Σs’κα?!
Sentí
la mano desesperada de Μεπ sobre mi hombro.
-Es
muy tarde, Καητσ… debió correr la misma suerte que los otros en el recinto…-
dijo Μεπ con pesar.
Tragué
saliva sintiendo un vacío en mi estómago… ¿Σs’κα muerto?... no sabía en
realidad cómo sentirme al respecto.
La
negrura empezó a tomar el pasillo, por lo que, no me resistí ni un segundo más
y dejé que Μεπ me jalara.
Corrimos
todo lo que nuestras piernas nos permitían. Pero la negrura parecía más rápida
y a cada instante se acercaba más y más. Mis piernas se cansaban y sentía la
vista nublada. Hasta que llegó un momento en el que sentí que mis piernas ya no
me sostendrían.
Se
empezaron a escuchar gritos que resonaron en los pasillos. Era la gente de
airgua que corría por sus vidas, lo mismo que yo debía hacer por la mía. Y a
pesar de saber que la negrura venía detrás de mí, sentí una oleada de seguridad
cuando sentí que Μεπ tomaba mi mano y la estrechaba mientras continuábamos con
nuestra carrera, hasta que llegamos al recinto principal, en donde mujeres,
niños y hombres ya corrían hacia la salida. Cargando sus pocas pertenencias,
una fila humana gigantesca se empezaba a formar en el pasillo de la salida y la
desesperación de la gente y los gritos se acentuaron cuando la negrura llegó
detrás de nosotros.
Μεπ
se paró de improvisto, provocando que me tambaleara sorprendida. Me sonrió sin
que la felicidad le llegara a los ojos.
-Quiero
que me escuches, Καητσ, no quiero ponerte en este peligro, pero, mucha gente
morirá y…
-Tengo
que abrir la salida secreta, lo entiendo…- terminé por él entendiendo por qué
no se le notaba tan contento.
-Sabes
por dónde ir ¿cierto?- preguntó rápidamente.
Su
pecho subía y bajaba irregularmente a causa del esfuerzo y su flequillo negro
cubría parte de su ojo izquierdo, recordándome tanto al niño con el que jugaba
a la orilla del río.
-Lo
haría, pero no quiero dejarte, Μεπ…
Ya
estaba tan cerca la negrura que hasta descubrí que aquella negrura era en
realidad una masa de bichos de seis patas, que se amontonaban los unos sobre
los otros intentando llegar a su siguiente presa.
Apreté
la mano de Μεπ que correspondió con otro suave apretón.
-Aún
no es tarde, tú te llevas a la mitad y yo a la otra… Καητσ… no importa si
vienen por ti, debes salvarte ¿Bien?- dijo con un hilo de voz al escrutarme con
la mirada.
No
pude más que asentir con la cabeza, mirando por última vez aquellos hermosos
ojos color miel.
“Ahora o nunca…” pensé antes de pararme de
puntitas y besar suavemente sus labios. Él correspondió con una pasión
abrumadora, a pesar de que durara tan poco. Sentí una corriente eléctrica que
se quedó con él cuando nuestras manos se separaron y cada uno corrió en una
dirección distinta.
-¡Corran!
¡Vamos a la salida de emergencias!- grité con todas mis fuerzas, esperando a
que la gente me siguiera.
Noté
que del otro lado, Μεπ gritaba órdenes a sus soldados y les señalaba en mi
dirección.
Con
un movimiento de mano, les indiqué que me siguieran y finalmente, gran parte de
la multitud me siguió.
Cruzamos
el pasillo corriendo cuando se escuchó una explosión proveniente del recinto
principal. Pero nadie se detuvo, la negrura era rápida y mientras más ventaja
le lleváramos era mejor.
Un
guerrero se adelantó a mi lado y me sonrió con un niño entre sus brazos.
-¿Sabe
el camino, princesa?- me preguntó.
Negué
con la cabeza.
-Yo
la guiaré…- aseguró tomando la delantera.
Y a
pesar del pánico que reinaba, la gente corría detrás de nosotros sin
amontonarse.
Pero para empeorar las cosas, las paredes a nuestro alrededor
empezaron a desquebrajarse y de ellas salieron bichos tan grandes como la uña
de mi dedo pulgar.
El
miedo volvió a invadirme, pero mis piernas aceleraron automáticamente el paso a
pesar del cansancio que empezaba a sentir por dentro.
Traía
cargando la incertidumbre de cómo podría estar Μεπεσ… si aún vivía o había
corrido la misma suerte que Σs’κα…
Σs’κα...
hijo del dios del fuego… muerto.
Entonces
se escuchó un grito desgarrador, que parecía proveniente de atrás.
La
negrura se había comido a alguien.
Todo
el orden que había reinado hasta el momento se rompió por completo.
-¡Mi
niño!- chilló una mujer.
Y
justo en ese instante, los unos a los otros empezaron a rebasarse.
Miré
al guerrero, que aún sostenía al pequeño entre sus brazos y le indiqué con la
cabeza que aceleráramos el paso.
Los
gritos se volvieron estridentes, pero no fui capaz de mirar hacia atrás,
escuchar aquel estridente zumbido ya me era suficiente. Abrumaba mis oídos y
hacía temblar mi cuerpo.
Entonces
dimos vuelta a la izquierda y una ola de calor chocó contra mi rostro. La
humedad se volvió palpable. Al poco rato mi rostro empezó a sudar y supe que
nos estábamos acercando a la puerta. Me permití lanzar una mirada hacia atrás,
descubriendo con cierto alivio que le llevábamos ventaja a la negrura, pero
éramos menos. Y a pesar del ardor que empezaba a sentir en mis piernas, parar
de correr era imposible.
Se
escuchó una explosión como la del recinto principal, provocando un temblor
intenso. Varios nos tambaleamos inesperadamente hacia atrás.
Fue
como una descarga de energía que recorrió mis piernas, dejándolas momentáneamente
inútiles. Sólo tardó un instante, en el que incluso la negrura pareció
retroceder, mientras nos incorporábamos y continuábamos corriendo.
El
guerrero señaló triunfante una puerta tenuemente iluminada frente a nosotros,
pero el alivio no recorrió mi cuerpo cuando escuché gritos humanos de nuevo. La
negrura volvía a atacar y no teníamos forma de enfrentarla; atacar con el arco
sólo mataría a uno de la infinidad de bichos que parecían nadar en un mar
negro, aunque la realidad era que nunca hubo ningún mar negro.
Cruzamos
la puerta chocando ahora contra una ola de calor húmedo. Sentí que mi sudor se
volvía pegajoso.
Lo
único que había allí era una pared escarpada y llena de fisuras, como si del
otro lado estuviera conteniendo algo que por la presión hacía que pareciera a
punto de explotar. El problema era que no sabía qué había del otro lado, porque
no había logrado abrir la puerta aún.
“Hazlo” intenté convencerme a mí misma, pero el
miedo al frío volvió a invadirme por dentro.
Escuché
gritos de desesperación detrás de mí.
-¡No
hay puerta!- sollozó una mujer.
-¡Vamos
a morir todos!
El
niño entre los brazos del guerrero me lanzó una mirada suplicante, como si
supiera que yo era la llave de aquella puerta invisible. Pero por primera vez,
mis piernas se reusaron a responderme.
Aquel
miedo que me invadió la primera vez regresó y se metió a mis entrañas como si
tuviera garras.
Los
gritos y los sollozos lastimeros se acentuaron.
-Princesa,-
dijo el guerrero con desesperación- usted debe abrir la puerta.
“Vamos, Καητσ” pensé obligándome con una
fuerza casi inhumana a caminar hacia la pared “Se pierden vidas”… Cada grito
que escuchaba me dolía hasta el alma.
Extendí
mi mano y palpé la piedra buscando la fisura. Mis manos temblaban, pero no
estaba dispuesta a volverle a fallar a mi pueblo.
Entonces
encontré la marca tallada en la piedra, pero antes de que pudiera reaccionar,
una tercera explosión, esta vez más cercana, provocó un temblor que me hizo
caer hacia atrás entre la gente.
La
desesperación general hizo que recibiera rasguños en los brazos y un jalón de
mi trenza.
Algo
más se acercaba, podía percibirlo en el suelo. Detrás de aquel zumbido
aterrador había algo más.
Cerré
mis ojos y me dejé llevar por el instinto, intentando ver a través de la masa
de gente que obstruía la vista de mis verdaderos ojos. Llegué a percibir a la
negrura y para mi gran sorpresa, un hoyo a lo lejos que a cada momento se hacía
más grande. Y supe que estábamos perdidos. Seguramente aquello era lo que
provocaba las explosiones. Y sin dudarlo ni un instante más, me incorporé y
salí de entre la gente.
De
repente el calor me parecía demasiado sofocante. Pero era un calor inhumano.
Alguien
detrás de mí me empujó hacia delante, haciéndome perder la visión áurica y para
empeorar las cosas, el sentido de la orientación. Entre cabezas no podía
localizar la pared.
Pronto
y sin desearlo, me encontré frente a la negrura.
“No debo rendirme, es la última
oportunidad, no debo rendirme” pensé en vano, porque abrirme paso entre la gente era como
intentar cruzar una pared.
Me
volví nuevamente hacia la negrura, estaba tan cerca que podía reconocer las
patitas de los bichos y sus cabecitas.
Eran
unas creaturas abominables que acabarían con nuestras vidas en cualquier
momento y ¡Maldita sea! ¡Yo no podía hacer nada!