miércoles, 25 de abril de 2012

Superar miedos


Bueno, no sé si está largo el capítulo, pero es que lo tenía todo escrito en Word y la verdad es que no sabía hasta dónde pararle, entonces, sencillamente tomé casi toda la escena. Muchas gracias por los comentarios de la entrada pasada :D :D :D 

Espero con ansias saber qué les pareció el capítulo ;) 


-Para ti también tenemos novedades, jovencito…

Escuchar aquella voz llamó completamente mi atención. El comerciante Aaron hablaba por primera vez desde que habíamos vuelto a entrar.

Σs’κα le lanzó una mirada rabiosa.

-¿Sí?- contestó fríamente.

-Si te retiras, retírate también del soterra, tu insolencia no es permitida en Airgua.- replicó Aaron con suficiencia.

Y supe que si yo fuera hija del dios del fuego también ardería de rabia. ¡Y Aaron parecía tan inocente al principio! Ahora estaba completamente en contra de Σs’κα y mía.

-¿Dónde está la hospitalidad de airgua?- me sorprendí replicando.

Aaron me dedicó una mirada cortante, pero no contestó.

-Él no es de airgua- sentenció Σs’κα.

Hasta desde mi paradero noté cómo las pupilas de Aaron se dilataban tanto como las de un reptil.

-¡Insolente!- gritó perdiendo los pocos vestigios de calma que había logrado mantener.

“Ya somos dos que pensamos lo mismo”… De repente la duda en la sala parecía palpable.

-Aaron… si me permites, estas lunas has estado demasiado extraño.- dijo uno de sus compañeros con cierta inseguridad en la voz.

Varios asintieron con la cabeza.

-Está poseído…- continuó Σs’κα sin perderlo de vista.

Aquellas palabras me sorprendieron más de lo que ya estaba. Empezaba a preguntarme si no era que Σs’κα ya estaba exagerando, pero salí de dudas cuando Aaron empezó a reír, dejando que su risa resonara por el recinto. Sus manos temblaban. Y con ellas, daba la sensación de que el piso también.

Los comerciantes y los guerreros a su alrededor se alejaron automáticamente.

-No quería que esto terminara en una masacre, pero no me dejas otra opción, muchacho.-dijo con una voz completamente diferente.- Confieso, conozco de la búsqueda de la cazadora errante y de su origen real. Me prometieron más de lo que podría conseguir en un ciclo entero y pienso entregarla…

Varios soltaron gritos de exclamación, de asombro y desconcierto.

Noté que no era mi imaginación, en realidad temblaba todo y fue entonces cuando se empezó a escuchar un zumbido en la lejanía, que a cada instante, parecía acercarse más.

Todos aguardamos, expectantes.

Pero fue un error. Un error, que se llevó muchas vidas en ese mismo momento. De la pared empezaron a salir manchas negras, que atraparon a las primeras figuras humanas que encontraron. Y las devoraron sin dejar siquiera restos. Rápido y sin hacer ni un solo ruido. Entre ellos Aaron.

Sentí náuseas y un cierto remordimiento por aquellos muertos. Había sido tan rápido que estaba segura que ninguno se había dado cuenta de que había muerto siquiera. 

El primero en reaccionar fue Μεπ, que, entre aquel zumbido estridente, le gritó a sus guerreros que corrieran al tiempo que venía hacia mí.

Me tomó del brazo y me llevó a rastras antes de que yo pudiera reaccionar correctamente y correr por mi cuenta.

La mancha negra se dirigía hacia nosotros con una rapidez inhumana. De los ocho que corrían detrás de nosotros, dos se perdieron en la negrura. Razón suficiente para acelerar el paso.

El miedo me embargó por dentro.

-¡Vamos, princesa!- gritó Μεπ.

Dejé que mis piernas siguieran con el camino.

-Μεπ… tenemos que avisarle a los demás o morirán…- dije con la respiración entrecortada.

En ese momento doblamos junto con el resto y caí en la cuenta de que alguien más faltaba… Σs’κα.

Mi miedo se acentuó a tal grado que de repente el aire no me era suficiente.

Miré desorientada hacia atrás.

-¡Princesa!- gritó Μεπ frenando unos instantes después.- ¿Qué haces, Καητσ? ¡Corre!

-¡Σs’κα!- grité cuando los seis hombres nos rebasaron.

Noté de reojo cómo Μεπ detenía a uno de sus guerreros.

-Despierta a las mujeres y niños y sácalos de aquí.- le ordenó.

El zumbido se escuchaba en la lejanía, pero la negrura aún no nos alcanzaba. ¡¿Dónde rayos se había quedado Σs’κα?!

Sentí la mano desesperada de Μεπ sobre mi hombro.

-Es muy tarde, Καητσ… debió correr la misma suerte que los otros en el recinto…- dijo Μεπ con pesar.

Tragué saliva sintiendo un vacío en mi estómago… ¿Σs’κα muerto?... no sabía en realidad cómo sentirme al respecto.

La negrura empezó a tomar el pasillo, por lo que, no me resistí ni un segundo más y dejé que Μεπ me jalara.

Corrimos todo lo que nuestras piernas nos permitían. Pero la negrura parecía más rápida y a cada instante se acercaba más y más. Mis piernas se cansaban y sentía la vista nublada. Hasta que llegó un momento en el que sentí que mis piernas ya no me sostendrían.

Se empezaron a escuchar gritos que resonaron en los pasillos. Era la gente de airgua que corría por sus vidas, lo mismo que yo debía hacer por la mía. Y a pesar de saber que la negrura venía detrás de mí, sentí una oleada de seguridad cuando sentí que Μεπ tomaba mi mano y la estrechaba mientras continuábamos con nuestra carrera, hasta que llegamos al recinto principal, en donde mujeres, niños y hombres ya corrían hacia la salida. Cargando sus pocas pertenencias, una fila humana gigantesca se empezaba a formar en el pasillo de la salida y la desesperación de la gente y los gritos se acentuaron cuando la negrura llegó detrás de nosotros.

Μεπ se paró de improvisto, provocando que me tambaleara sorprendida. Me sonrió sin que la felicidad le llegara a los ojos.

-Quiero que me escuches, Καητσ, no quiero ponerte en este peligro, pero, mucha gente morirá y…

-Tengo que abrir la salida secreta, lo entiendo…- terminé por él entendiendo por qué no se le notaba tan contento.

-Sabes por dónde ir ¿cierto?- preguntó rápidamente.

Su pecho subía y bajaba irregularmente a causa del esfuerzo y su flequillo negro cubría parte de su ojo izquierdo, recordándome tanto al niño con el que jugaba a la orilla del río.

-Lo haría, pero no quiero dejarte, Μεπ…

Ya estaba tan cerca la negrura que hasta descubrí que aquella negrura era en realidad una masa de bichos de seis patas, que se amontonaban los unos sobre los otros intentando llegar a su siguiente presa.

Apreté la mano de Μεπ que correspondió con otro suave apretón.

-Aún no es tarde, tú te llevas a la mitad y yo a la otra… Καητσ… no importa si vienen por ti, debes salvarte ¿Bien?- dijo con un hilo de voz al escrutarme con la mirada.

No pude más que asentir con la cabeza, mirando por última vez aquellos hermosos ojos color miel.

“Ahora o nunca…” pensé antes de pararme de puntitas y besar suavemente sus labios. Él correspondió con una pasión abrumadora, a pesar de que durara tan poco. Sentí una corriente eléctrica que se quedó con él cuando nuestras manos se separaron y cada uno corrió en una dirección distinta.

-¡Corran! ¡Vamos a la salida de emergencias!- grité con todas mis fuerzas, esperando a que la gente me siguiera.

Noté que del otro lado, Μεπ gritaba órdenes a sus soldados y les señalaba en mi dirección.

Con un movimiento de mano, les indiqué que me siguieran y finalmente, gran parte de la multitud me siguió.

Cruzamos el pasillo corriendo cuando se escuchó una explosión proveniente del recinto principal. Pero nadie se detuvo, la negrura era rápida y mientras más ventaja le lleváramos era mejor.

Un guerrero se adelantó a mi lado y me sonrió con un niño entre sus brazos.

-¿Sabe el camino, princesa?- me preguntó.

Negué con la cabeza.

-Yo la guiaré…- aseguró tomando la delantera.

Y a pesar del pánico que reinaba, la gente corría detrás de nosotros sin amontonarse. 

Pero para empeorar las cosas, las paredes a nuestro alrededor empezaron a desquebrajarse y de ellas salieron bichos tan grandes como la uña de mi dedo pulgar.

El miedo volvió a invadirme, pero mis piernas aceleraron automáticamente el paso a pesar del cansancio que empezaba a sentir por dentro.

Traía cargando la incertidumbre de cómo podría estar Μεπεσ… si aún vivía o había corrido la misma suerte que Σs’κα…

Σs’κα... hijo del dios del fuego… muerto.

Entonces se escuchó un grito desgarrador, que parecía proveniente de atrás.

La negrura se había comido a alguien.

Todo el orden que había reinado hasta el momento se rompió por completo.

-¡Mi niño!- chilló una mujer.

Y justo en ese instante, los unos a los otros empezaron a rebasarse.

Miré al guerrero, que aún sostenía al pequeño entre sus brazos y le indiqué con la cabeza que aceleráramos el paso.

Los gritos se volvieron estridentes, pero no fui capaz de mirar hacia atrás, escuchar aquel estridente zumbido ya me era suficiente. Abrumaba mis oídos y hacía temblar mi cuerpo.

Entonces dimos vuelta a la izquierda y una ola de calor chocó contra mi rostro. La humedad se volvió palpable. Al poco rato mi rostro empezó a sudar y supe que nos estábamos acercando a la puerta. Me permití lanzar una mirada hacia atrás, descubriendo con cierto alivio que le llevábamos ventaja a la negrura, pero éramos menos. Y a pesar del ardor que empezaba a sentir en mis piernas, parar de correr era imposible.

Se escuchó una explosión como la del recinto principal, provocando un temblor intenso. Varios nos tambaleamos inesperadamente hacia atrás.

Fue como una descarga de energía que recorrió mis piernas, dejándolas momentáneamente inútiles. Sólo tardó un instante, en el que incluso la negrura pareció retroceder, mientras nos incorporábamos y continuábamos corriendo.

El guerrero señaló triunfante una puerta tenuemente iluminada frente a nosotros, pero el alivio no recorrió mi cuerpo cuando escuché gritos humanos de nuevo. La negrura volvía a atacar y no teníamos forma de enfrentarla; atacar con el arco sólo mataría a uno de la infinidad de bichos que parecían nadar en un mar negro, aunque la realidad era que nunca hubo ningún mar negro.

Cruzamos la puerta chocando ahora contra una ola de calor húmedo. Sentí que mi sudor se volvía pegajoso.

Lo único que había allí era una pared escarpada y llena de fisuras, como si del otro lado estuviera conteniendo algo que por la presión hacía que pareciera a punto de explotar. El problema era que no sabía qué había del otro lado, porque no había logrado abrir la puerta aún.

“Hazlo” intenté convencerme a mí misma, pero el miedo al frío volvió a invadirme por dentro.

Escuché gritos de desesperación detrás de mí.

-¡No hay puerta!- sollozó una mujer.

-¡Vamos a morir todos!

El niño entre los brazos del guerrero me lanzó una mirada suplicante, como si supiera que yo era la llave de aquella puerta invisible. Pero por primera vez, mis piernas se reusaron a responderme.

Aquel miedo que me invadió la primera vez regresó y se metió a mis entrañas como si tuviera garras.

Los gritos y los sollozos lastimeros se acentuaron.

-Princesa,- dijo el guerrero con desesperación- usted debe abrir la puerta.

“Vamos, Καητσ” pensé obligándome con una fuerza casi inhumana a caminar hacia la pared “Se pierden vidas”… Cada grito que escuchaba me dolía hasta el alma.

Extendí mi mano y palpé la piedra buscando la fisura. Mis manos temblaban, pero no estaba dispuesta a volverle a fallar a mi pueblo.

Entonces encontré la marca tallada en la piedra, pero antes de que pudiera reaccionar, una tercera explosión, esta vez más cercana, provocó un temblor que me hizo caer hacia atrás entre la gente.

La desesperación general hizo que recibiera rasguños en los brazos y un jalón de mi trenza.

Algo más se acercaba, podía percibirlo en el suelo. Detrás de aquel zumbido aterrador había algo más.

Cerré mis ojos y me dejé llevar por el instinto, intentando ver a través de la masa de gente que obstruía la vista de mis verdaderos ojos. Llegué a percibir a la negrura y para mi gran sorpresa, un hoyo a lo lejos que a cada momento se hacía más grande. Y supe que estábamos perdidos. Seguramente aquello era lo que provocaba las explosiones. Y sin dudarlo ni un instante más, me incorporé y salí de entre la gente.

De repente el calor me parecía demasiado sofocante. Pero era un calor inhumano.

Alguien detrás de mí me empujó hacia delante, haciéndome perder la visión áurica y para empeorar las cosas, el sentido de la orientación. Entre cabezas no podía localizar la pared.

Pronto y sin desearlo, me encontré frente a la negrura.

“No debo rendirme, es la última oportunidad, no debo rendirme” pensé en vano, porque abrirme paso entre la gente era como intentar cruzar una pared.

Me volví nuevamente hacia la negrura, estaba tan cerca que podía reconocer las patitas de los bichos y sus cabecitas.

Eran unas creaturas abominables que acabarían con nuestras vidas en cualquier momento y ¡Maldita sea! ¡Yo no podía hacer nada!

miércoles, 18 de abril de 2012

Como un balde de agua fría (Parte dos)


Cha Cha cha chán... :D :D :D :D hahahaha ¡¡Hola!! ;) Blogger@s, anónimo... hahahaha Bueno, pues, cómo pueden leer del título y seguramente suponer, estoy de vuelta. Ya ha pasado un ratín, pero ya decía yo que volvería en algún momento y bueno, pues, para mi sorpresa, me descubrí escribiendo capítulos y capítulos de la historia durante Semana Santa y semana de Pascua :3 Además de que me inspiró mucho la idea de que Además me encontré con DOS seguidoras más que antes :O :O Estoy muy contenta, en serio que saber de aquello me incita mucho a seguir adelante. 

La segunda seguidora no sé exactamente quién es, pero le doy la bienvenida ;) y bueno, a Tamarita :D Ya le había dado la bienvenida, perooo... ¡¡Bienvenida de nuevo!!

Ya luego me contarán qué les pareció el capítulo ;) y bueno, cualquier pregunta, aquí me tienen. 



-En vista de que la princesa ha fallado su misión, pero presenta razones válidas para nosotros, queremos discutir la situación a solas por un momento- se adelantó uno de los guerreros, mirando seriamente a Μεπεσ.

Éste asintió lentamente con la cabeza antes de volverse hacia mí.

-Les pediremos que salgan un momento al pasillo…- nos dijo dirigiéndose más bien hacia mí.- Princesa, haré todo lo posible para que las puertas del hogar estén abiertas para ti de nuevo. Así cuando vuelvas podrás llegar a casa… a donde perteneces.

Sonreí conmovida mientras me paraba de puntitas y besaba suavemente su mejilla.

-Gracias, Μεπ, patéale el trasero a Aaron por mí- musité.

Una gran sonrisa se dibujó en su rostro, correspondiendo a la mía.

-Lo haré si es necesario- aseguró abrazándome suavemente por la cadera.

Entonces miró a alguien detrás de mí con cierta rivalidad.

Me volví lentamente encontrándome con un Σs’κα cruzado de brazos.

-El ςëηητřα Aaron tiene algo en mente en contra de la princesa… Así que tendrás que persuadir al consejo de que se quede de nuestro lado.- lo instruyó.

Μεπεσ frunció el ceño.

-¿Cómo puedes estar seguro de que todo eso es verdad?- inquirió- El hombre ha sido comerciante desde que tengo memoria, pertenece a airgua tanto como todos aquí.

-Pues estás tan ciego como todos aquí, si es que no has notado que él está completamente a favor de que saquen a la princesa.- dijo Σs’κα con burla.

Μεπ lo fulminó con la mirada.

-Desconfía de ustedes porque levantaste la voz contra él. Tal vez si aprendieras a cerrar la boca, la princesa no estaría metida en tantos problemas.- lo reprochó Μεπ.

Pero yo negué con la cabeza. Era un argumento convincente, pero Aaron se había puesto a la defensiva desde el momento que Σs’κα le sonsacó que me perseguía ¡Él mismo se delató diciendo que me perseguía por mi sangre! Además de que Σs’κα tenía visión áurica. Podía ver las intenciones de cualquiera.

Y aunque estábamos peleados y era mi enemigo, terminé dándole la razón…

-Μεπ, Σs’κα tiene razón. A mí también me parece que algo raro se trae entre manos…- dije bajando un poco más la voz.

-¡No me digas que crees sus inventos!- se volvió decepcionado hacia mí.

-¿Por qué inventaría algo así?- repuse a la defensiva.

-Más bien hablamos de suposiciones, aún así, no hay manera de asegurarlo- aclaró Μεπ.

-Pregúntaselo- dijo Σs’κα entre dientes- Obsérvalo. Ni siquiera estoy seguro de que sea hijo del agua.

Aquella confesión me sorprendió ¡¿Se refería entonces a que podría ser un ser de los καποrζ?! Una repentina preocupación por la seguridad de mi compañero de la infancia me invadió lentamente. Pero Μεπ bufó aún sin convencerse.

Lo busqué con la mirada, hasta que finalmente me encontré con sus ojos color avellana.

-No confíes en Σs’κα, pero confía en mí, Μεπ. Ese hombre está siguiendo las peticiones de los dioses. Piénsalo, en el momento en el que Σs’κα insinuó que quería raptarme, se delató diciendo que me perseguía por mi sangre. Nadie sabe eso más que los que me persiguen…- dije con una seriedad que hasta a mí me sorprendió.

El rostro de Μεπ palideció por un instante y pareció ceder.

-Bien, les creo…- murmuró vencido.

Se volvió a mirar hacia el círculo antes de dedicarme una última mirada y dar media vuelta para dirigirse a la mesa.

-Cuídate- musité con un hilo de voz.

Suspiré con preocupación y me volví hacia Σs’κα con lentitud. Ambos dimos vuelta al mismo tiempo para salir del recinto, cruzando el umbral de piedra y saliendo a aquellos sombríos pasillos a penas iluminados por antorchas. 

Σs’κα fruncía el ceño con irritación.

-¿En vista de que presenta razones válidas?- imitó al guerrero sin un ápice de gracia- ¡No hay nada qué discutir, maldita sea!

-Están inseguros…- contesté intentando que bajara la voz.

Aunque me dolía un poco que por el simple hecho de haber fallado la misión desconfiaran ya de mí.

-¿Es tan difícil?- preguntó sarcástico.- Tienen las pruebas frente a sus narices…

-Confían más en Aaron que en mí ahora y no podemos cambiar eso…- murmuré dolida.

-Es estúpido…- dijo Σs’κα casi escupiendo las palabras.

Le lancé una mirada irritada.

-Son las leyes, Σs’κα- repliqué.

-¿Les estás dando la razón?- dijo con la voz temblorosa.

-No…- contesté entre dientes- te estoy pidiendo que tengas un poco de respeto y paciencia.

Miré el cuchillo entre mis manos y tragué saliva. Todavía brillaba un poco. 

La incertidumbre empezaba a crecer en mí ¿Qué tanto tendrían que discutir en realidad?

-No nos creerán…- musitó con amargura en la voz, rompiendo a la vez el silencio.

-Mεπ sabrá controlarlo.- aseguré.

Σs’κα bufó.

-Si él mismo no nos creía…

-Pero ya lo hace y así como lo convencimos, convencerá a los otros- contradije subiendo un poco la voz.

Entonces a mi nariz llegó un hedor a chamuscado. Miré a Σs’κα recargado sobre la pared. Humo negro salía de sus manos cerradas en puños.

-Si Μεπεσ no hubiera pedido la reunión de jefes, no estaríamos metidos en esto.- dijo entre dientes.

Lo miré rabiosa.

-No busques culpables, que él sólo lo hacía para ayudar.- lo reproché.

-Ni siquiera deberíamos estar aquí, para empezar…- continuó, ignorando mi protesta.

-Deberías estar agradecido de que nos hayan recibido, porque bien Μεπεσ pudo haberme rechazado desde el principio.

Soltó una carcajada estridente y cargada de un sarcasmo que dolió.

-Por enamorado…- dijo más para sí mismo.

Fruncí el ceño.

-¿Qué?- solté con tanta sequedad como él a pesar de que por dentro me sentía perpleja.

Aquello pareció divertirle. Se cruzó de brazos y miró hacia otro lado, como si intentara contener la risa.

-Ustedes los de airgua en serio que están ciegos- dijo con repentina seriedad, algo que no encajaba para nada con su expresión.

Pero como siempre, su glorioso comentario me dio de llano en el orgullo.

-¿Alguna vez te han dicho que la gente arrogante se queda sola?- repliqué envenenando cada una de las palabras.

Σs’κα se volvió hacia mí.

-Algo que los de airgua nunca harían por cobardía- dijo con una frialdad que me caló hasta los huesos.

Aún así no retrocedí.

-Nunca se nos ha pasado ni nunca se nos pasará por la cabeza ser como el dios del fuego ni sus descendientes- repuse.

Σs’κα me miró como la serpiente a su presa, con una maldad que amenazaba con hacerme retroceder.

-No me compares con mi padre, princesita.- musitó con el desafío dibujado en sus ojos.

Estos refulgieron, como si una tormenta se desencarnara allí dentro.

No pude evitar decir lo primero que me llegó a la cabeza.

-Eres igual a él…

Su movimiento fue tan rápido, que ni siquiera lo noté, hasta que sentí el dolor en mi mano golpeada. El cuchillo había salido volando, encajándose en la pared de piedra.
Justo en aquel instante sentí un dolor tan intenso en el estómago que me retorcí hacia atrás, abrazándome con ambos brazos. Pero aquello no fue suficiente para amortiguar el dolor, que parecía extenderse por cada parte de mi cuerpo sin piedad alguna. Una herida que parecía profunda se abrió en mi brazo izquierdo, empezando por mi muñeca. Sentí un dolor tan fuerte, que solté un grito ahogado, e incapaz de mantenerme ningún instante más en pie, caí de rodillas al suelo.

Σs’κα me miró horrorizado.

-¡¿Qué sucede?!- gritó completamente desconcertado.

¡¿No era él el que estaba haciendo esto en mí?!

El dolor se intensificó y pensar de repente me era imposible. Apreté los dientes, intentando contener el dolor y el grito que amenazaba con salir de mi boca.

La herida ya estaba cerca de llegar a mi codo, sangrando con rapidez. Y entonces caí en la cuenta de que era el cuchillo.

Intenté advertirle a Σs’κα, pero las palabras no salieron de mis labios a causa del dolor.

Se hincó junto a mí y tomó mi brazo. Por primera vez desde que nos habíamos encontrado, vi su rostro surcado por el pánico.

Miré hacia el cuchillo y él siguió la dirección de mi mirada. Se incorporó como un rayo y corrió a desencajarlo de la pared.

Grité con dolor cuando el cuchillo salió de entre la piedra.

Pero cerré los ojos con un cierto alivio, rogando por que se fuera el dolor. Hasta que lentamente, la herida en mi brazo dejó de abrirse y finalmente el dolor se fue.

La respiración de ambos era entrecortada.

Ninguno medió palabra.

Σs’κα rápidamente se hincó junto a mí y dejando con especial cuidado el cuchillo sobre el suelo, atendió mi herida cortando un pedazo de su capa roja y envolviéndolo alrededor de ésta. Sus manos fueron más suaves y cálidas de lo que esperaba. Fue rápido, eficaz y silencioso.

Aún así yo no podía entender lo que sucedía.

Miré horrorizada el cuchillo.

-¿Qué sucedió?- dije con la voz entrecortada.

Σs’κα no contestó de inmediato, apretando un poco más la venda improvisada que empezaba a retener mi sangre.

-Sólo los dioses pueden hacer ese tipo de sortilegios…

Por un instante tuve la sensación de que había rabia escondida detrás de su voz gutural.

Aún así lo miré con la interrogación en los ojos, pero él no se dignó a corresponder mi mirada.

-Sólo he visto que haya ocurrido dos veces, hace más de trescientos ciclos lunares*, cuatrocientos, tal vez… no lo recuerdo- explicó con extremada lentitud.

De repente me pregunté cuánto habría vivido Σs’κα, desde cuándo había comenzado a caminar por nuestro mundo. Pero esperé pacientemente a que continuara.

Sus ojos se perdieron en la sangre que goteaba de mi brazo, como si en aquel momento estuviera recordando lo ocurrido.

-A veces los dioses le entregan a los ηöη’καπ objetos. Cσςρë, ϖāπι… objetos pequeños, fáciles de cargar, que cuando entran en contacto con su dueño se vuelven parte de uno.- hizo una pequeña pausa- Pueden significar tu muerte o tu salvación. Todo lo que toque aquel objeto te dolerá como si te hubieran golpeado a ti. Pero, si el objeto…- su voz se volvió tan suave como un susurro- toca tu sangre antes de morir, entonces, la herida se curará y te salvarás… Sólo sirve una vez, pero te garantiza una segunda oportunidad.

“Úsalo al final” recordé…

¿Cuál de todos los dioses que reinaban allá arriba me había enviado aquel cuchillo? Y sobre todo ¿Con cuál propósito? ¿Quería darme una segunda oportunidad o quería volverme vulnerable a cualquier cosa? Porque si algo tenía claro, era que aquello era suicida, si no lo tenía bien protegido y caía en manos equivocadas podía morir al instante. 

-¿Crees que… quien me envió el cuchillo…- tragué saliva- está de mi lado?

Σs’κα soltó mi brazo y tocó la sangre en el suelo con su dedo índice. Su rostro estaba inexpresivo y sus movimientos parecían más fieros y gatunos que humanos.

Observé atentamente cómo se llevaba el dedo a la boca.

Sus ojos refulgieron.

-Tu sangre es tan preciada que darte un arma así sería inútil para los que te persiguen. Perderías sangre con mucha facilidad- contestó finalmente mirándome con gravedad.

En ese instante se escucharon pasos detrás de nosotros. Σs’κα me entregó el cuchillo, indicándome con la mirada que lo guardara. Dudé, antes de meterlo junto a mi cuchillo de caza.

Él se incorporó con agilidad, extendiéndome una mano. Negué con la cabeza, incorporándome por mi cuenta.

Pude notar la sonrisa burlona que se formaba en la comisura de sus labios.

-Σs’κα…- musité ignorando su gesto.

Él frunció el ceño cruzándose de brazos.

Se escucharon voces detrás de nosotros.

-Discúlpame por lo que dije.

¡Cuánto trabajo me costó decir esa sencilla oración! Pero la culpa de que había hablado de más me carcomía por dentro, aunque tarde o temprano me arrepentiría ¡No podía evitarlo! Él me hacía comportarme tan extraño… porque se suponía que era mi enemigo, pero me veía en la necesidad de disculparme por lo que le había dicho.

Aquello fue razón suficiente para que su característica sonrisa malévola y a la vez angelical se extendiera por su rostro.

-Te sugiero que no lo vuelvas a decir, princesa de airgua.

¡Claro! Sabía que me arrepentiría… bien que lo sabía…

-Ya pueden entrar- dijo Μεπ detrás de mí, antes siquiera de que pudiera replicar.

Me volví lentamente.

Venía escoltado por dos guerreros del círculo, que nos miraban con disculpa en los rostros ¿Pero por qué?

Caminamos por el pasillo hasta entrar de nuevo al recinto. Μεπ se colocó a mi lado y tomó mi brazo vendado, mirándome con inquisición.

Pero no hubo tiempo para explicaciones, pues los hombres sentados a la mesa se incorporaron con una majestuosidad tan propia de airgua y se inclinaron en señal de respeto… ¿Sería de nuevo princesa? Algunos otros se quedaron quietos, mirándonos fijamente, entre ellos el ςëηητřα Aaron, que miraba además significativamente mi brazo vendado.

Inconscientemente lo escondí entre las largas mangas de mi vestido.

-Lo siento, pero no pude convencer a todos.- se disculpó Μεπ en un susurro antes de incorporarse al círculo.

El guerrero que parecía el más viejo de todos tomó la palabra.

-Después de largas discusiones hemos llegado a la conclusión de que la princesa dice la verdad y la falla de su misión por razones únicas en su género son excusa suficiente para confiar todavía en su palabra. Pero de acuerdo al βαηϖε, las puertas se quedarán cerradas para ella.

Sentí cómo mi cuerpo entero se helaba. Fue como si una oleada de hielo cruzara cada una de mis extremidades y las congelara…

¡¿Las puertas cerradas?!

Sentí las lágrimas arder en mi rostro.

“No es momento, Καητσ” pensé en vano.

Aquello significaba no volver a ver a mis padres, perder mi hogar, mi origen y vagar como… vagar como una cazadora errante.

-¿De acuerdo al qué?- espetó Σs’κα repentinamente inexpresivo.

Todas las miradas se dirigieron hacia él, excepto la mía.

Tragué saliva intentando deshacer el nudo que se había formado en mi garganta.

“Mantén la compostura”

-al βαηϖε,- dijo uno de los comerciantes, mirándolo con acusación- el libro sagrado de Airgua.

-Es una pared.- continué, saliendo de milagro de aquella rigidez en la que había entrado- se firmó con la pluma de los dioses, por lo que romper las leyes es imposible.

Σs’κα puso una mano sobre el puente de su nariz y cerró los ojos, masajeándose suavemente. Por un instante pareció decepcionado.

Pero centrarme en más detalles me era imposible. Sentía que de repente todo se iba de cabeza. Sentía que de repente ya no pertenecía allí… me sentía sola, lejana y decepcionada. Tenía que hacer aquel viaje a con los dioses, pero… había tenido que sacrificar mi única razón de existencia. Mi hogar.

Finalmente las lágrimas ganaron y se derramaron silenciosamente por mis mejillas. Las limpié disimuladamente con las mangas de mi vestido.

Noté la mirada de Μεπ posada sobre mí, pero no quise corresponderla. No quería que me viera llorar. “Las princesas no lloran” había dicho mi madre en varias ocasiones… la madre que nunca volvería a ver.

-La ley decreta que si un cazador, pescador o guerrero no cumple la iniciación, la vuelta y la entrada a su tribu se le tiene prohibida.- continuó otro de ellos, ya me tenía sin cuidado de quién se trataba.

-Para nosotros ella puede seguir siendo la princesa, pero para el βαηϖε no más. Y no tenemos más que obedecer las leyes.- concluyó otro.

Respiré hondo.

-Entiendo- dije con más firmeza de la que hubiera esperado- y estoy de acuerdo.

De repente un olor a chamuscado impregnó mi nariz y entendí que Σs’κα empezaba a arder literalmente de rabia.

-Increíble…- dijo Σs’κα entre dientes antes de levantar la voz- me retiro, caballeros, si no es mucha molestia.

-Para ti también tenemos novedades, jovencito…