jueves, 29 de diciembre de 2011

Las decisiones del ħαδο

Bueno, pues, siempre me ocurre que siento que algo le falta a la historia... :/ hahahaha pero bueno, pues, les confesaré que antes traía otros planes en mente. Le iba a llamar viaje alrededor del mundo, y en lugar de ser historias largas o, mejor dicho, novelas, iban a ser pequeños relatos -la idea comenzó porque descubrí que la inspiración me traía muchísimas ideas a la cabeza, pero que eran sólo comienzos que no tenían final, por eso es que serían sencillamente historias que me llegaran a la cabeza-. Este en particular iba a ser corto. La cosa es que la imaginación me dio para más lejos y bueno, pues, de un pequeño relato, pasamos a una novela :/ :/ :/ El problema de que fuera a ser un relato, es que a veces me da la sensación de que la historia se queda corta. Porque como iba a ser "corta" la historia hahaha pues, tenía que ser más breve... y pues... aquí estamos.

Muchísimas gracias, Lu y Mindy, que ya me mandaron sus historias :3 :3 :3 ¡¡Ya las estoy leyendoooo!! Y bueno pues, a todas las demás ¡Anímense! ;)

Espero que les guste el capítulo :D :D


Entonces salió la segunda silueta justo detrás de mí. Me percaté de que había dos más a cada lado, que empezaban a salir de entre la penumbra.

Rápidamente me puse la capucha, recordando que no debían ver mi rostro. Me puse en posición de ataque, preguntándome a cuántos peligros más tendría que enfrentarme después de éste.

-¿Qué trae a un cazador encapuchado por aquí?- preguntó el ladrón frente a mí a sus compañeros.

Todos soltaron una carcajada.

-¿No tienes pertenencias?- preguntó el que estaba detrás.

Empecé a dar vueltas, observando sus movimientos, calculando mis posibilidades. Podía sentir las vibraciones en la tierra. Comenzaban acorralándome, pero alguno tendría que atacarme primero… sólo había que esperar el momento preciso.

Y justo en aquel instante, el que estaba detrás de mí, aceleró el paso. Rápidamente me volví y con el cuchillo, herí su hombro derecho y su palma izquierda.

La sonrisa burlona de los cuatro hombres desapareció.

-No es bueno que te abstengas o te irá peor- dijo uno de ellos.

¡Gracias a Diana! Mis nervios seguían intactos, pero mis sentidos estaban alerta… lo único que me fallaban eran las fuerzas.

El hombre arremetió, por lo que herí su mejilla y le di una patada en el estómago que le sacó el aire, provocando que cayera al piso.

-¡Tú elegiste!- gritó el que parecía el jefe antes de que los tres saltaran contra mí al mismo tiempo.

Rápidamente me quité, hiriendo a uno con el cuchillo en la antepierna, justo tras la rodilla. El hombre cayó al piso como su compañero y se retorció de dolor, soltando un grito lastimero, mientras los dos restantes me miraban rabiosos. No retrocedí ni un solo paso. Mina había dicho claramente que no me moviera de mi paradero…

Pero sus movimientos fueron tan rápidos que quedé aturdida. El primero me dio un puñetazo en el estómago, mientras que el segundo me tomaba de atrás por el cuello. Lo apretó con fuerza, quitándome el aire, provocando que mis pulmones no recibieran más oxígeno.

-Esto es por mis dos compañeros- me susurró al oído presionando con mayor fuerza.

Me moví con violencia. Pataleé, intenté dar golpes a ciegas, pero todo era en vano. A cada momento me debilitaba más. La capucha resbaló de mi rostro, dejando al descubierto mi identidad. Mis ojos empezaban a ver borroso, el aire ya se iba, ni siquiera podía sentir mi cuerpo.

-¡Espera!- dijo inesperadamente el ladrón- ¡Es mujer!

La presión ejercida sobre mi cuello desapareció después de esas palabras. El hombre se acercó a mí, tomándome por la barbilla. Desvié la mirada a pesar de que mis fuerzas a penas me daban para sostenerme en pie.

-Bella como una rosa… ¿Sabes, princesa Καητο, que te buscan por todos lados?- su aliento apestaba a alcohol.

Lo tenía tan cerca que hasta podía ver la mugre en su enmarañada y sucia barba.

-¿Cómo sabe que es ella, Garret?- preguntó el hombre que aún me sostenía ambos brazos detrás de la espalda.

-Quítale la capa y lo descubrirás por ti mismo, imbécil- le contestó bruscamente el hombre, que a cada momento apretaba con más fuerza mi barbilla.

Mi destrozado ánimo sólo me dio para escupirle en la cara y pisar el pie del otro, que soltó un alarido, soltándome. Di media vuelta y rápidamente salí corriendo, quitando al adolorido hombre de un empujón. Todavía tenía la sensación de que aquellas sucias manos presionaban salvajemente mi barbilla.

Pero entonces alguien jaló de mi capa, que amarrada por un listón a mi cuello, provocó que soltara un grito ahogado y cayera al piso.

-¿A dónde crees que vas, jovencita? ¿Sabes cuánto dan de recompensa por traerte viva?- dijo el tal Garret con un tono que más que nada era amenazador.

Me limité a fulminarlo con la mirada.

Quizás mi identidad me había salvado la vida en aquel instante, pero no había nada que pudiera salvarme de lo que parecía avecinarse y mucho menos mis fuerzas, que en aquel momento me hacían desfallecer ¡¿Por qué no había acompañado a Mina?! Quizás si hubiera sido así, no tendría los problemas que tenía ahora.

-¡Amárrenla!- ordenó Garret a sus compañeros.

Miré desorientada a mí alrededor, tirada en el piso como estaba, mis fuerzas ya no me servían de nada. Los cuatro hombres se acercaron a mí. Uno de ellos cojeando. Amarraron fuertemente mis dos manos y mis tobillos a una rama gigantesca que habían cortado de un árbol y entre tres, ya que uno de ellos no caminaba bien, cargaron la rama. Tremendo esfuerzo el que tenía que hacer para que aquello no me doliera ¡Iba de cabeza como si fueran a asarme! ¡Qué forma de tratar a una princesa!

Antes de quedar inconsciente pude ver que la luna a penas iba a la mitad del camino.

A intervalos en el camino mis ojos se entreabrían. Pero mi cabeza no se volteaba como le ordenaba y mis inútiles fuerzas no eran suficientes para forcejear, así que me limitaba a mirar. Mi rostro estaba vergonzosamente descubierto, al igual que mi vestido blanco y la marca plateada alrededor de mi brazo.

-Entraremos por atrás del templo- había escuchado que decía uno de ellos.

-¿Qué hacemos si alguien nos ve con ella?- preguntó otro.

Entonces me quitaron la capa y la pusieron de manera que cubría mi vestido y mi rostro.

-Es hermosa…- murmuró uno con descaro.

Mi vista quedó privada, por lo que dejé que mis miembros se destensaran. El dolor en mis muñecas y en mis tobillos era tal, que las lágrimas resbalaron por mi rostro, pero no dije nada. Quién sabe qué sería de mí, pero era mejor esto que tener que ver a mi tribu después del fracaso. Entonces recordé que los únicos que sabían de esta extraña misión eran mis padres y la diosa Diana… quizás no hubiese sido tan malo ver los rostros de mi familia cargados de decepción. Ayer estuve a punto de morir, pero el ħαδο había decidido que hoy sería mi muerte.

El frío empezaba a ser más fuerte y por la forma en la que inclinaban la rama, supe que íbamos cuesta arriba.

Cerré mis ojos con fuerza, deseando quedar inconsciente y librarme por un momento del dolor, pero mi cuerpo parecía hacer lo contrario a lo pedido. A cada momento el dolor se intensificaba. Y el tiempo ~que lo controlaba el dios Ċrση~ parecía eterno. Pronto mis lágrimas se secaron y mi ánimo me dio paz por un largo rato. Si tan sólo pudiera ver la luna…

El lugar por el que íbamos parecía iluminado, supe entonces que ya estábamos en el templo.

-El gran señor está cerca- dijo una voz masculina que transmitía tranquilidad.- fue a visitar al quemador…

Con escuchar aquellas palabras supe que estábamos en el templo del dios del Fuego, enemigo de la diosa luna Diana. Las tribus que eran protegidos por el dios del Fuego eran enemigas de las tribus que eran protegidas por la diosa Diana, como nosotros… como yo.

-Traemos una sorpresa para él.- informó Garret.

Con sólo pensar en aquel nombre, sentía náuseas.

-Esperen a que salga del oratorio- pidió la nueva voz con severidad.

Fue un largo y desesperante tiempo que tuvimos que esperar. Mis miembros temblaban no sólo por el dolor, sino que también por los nervios, por la incertidumbre de mi destino.

-¡Suéltenla!- ordenó Garret.

Lo primero que soltaron fueron las sogas de mis tobillos. Cuando mis pies tocaron suelo sentí tanto alivio, que no pude evitar sonreír.

Entonces me quitaron la capa y desamarraron mis muñecas.

Mis ojos se tardaron un rato en acostumbrarse a la nueva luz, pero lo primero que vieron fue la sangre de mis muñecas. Miré hacia mis pies descalzos y pude ver que mis tobillos sangraban al igual que las muñecas.

-¡Levántate!- me ordenó uno de los ladrones- ¡Y ponte la capa!

Me incorporé con pasmosa lentitud, hasta quedar completamente erguida. Miré mi cinturón, pero el cuchillo ya no estaba. Maldije para mis adentros; o me lo habían quitado, o se había quedado tirado en el bosque.

Me puse la capa con la misma lentitud con la que me había incorporado.

Uno de los ladrones golpeó mi rostro.

-¡Apúrate!- dijo rabioso.

Imaginé que sería el que había quedado cojo, pues había sido el más brusco hasta ahora… seguramente como venganza.

Mi pómulo empezó a sangrar.

Amarré el cordel de la capa alrededor de mi cuello y cubrí mi rostro, mirando al piso. Las heridas palpitaban como si fueran mi corazón. Incluso la que tenía en la espalda, ocasionada por las garras del oso la noche pasada. Más que nada, en aquel momento deseaba un baño… a parte de querer escapar. Pero mis fuerzas a penas me daban para mantenerme en pie.

Y por primera vez me fijé en el hombre que nos había recibido. Era de alta edad, calvo y vestido humildemente con un único taparrabos. Debía ser el monje del templo. Muy pocas civilizaciones tenían templos en dónde adorar a sus dioses. La mayoría se juntaba alrededor de las fogatas y hacía sacrificios, mientras que unos pocos dejaban que los monjes se encargaran de los sacrificios en los lejanos templos.

El hombre me miraba con compasión ¿Sabría él qué haría el “gran señor” conmigo como prisionera?

lunes, 26 de diciembre de 2011

El nuevo protector

Bueno, pues... :D :D :D Feliz Navidad a todas ;) Aquí les dejo el siguiente capítulo que espero que les guste.

Lu, te lo dediqué con gusto ¡Muchas gracias por tus palabras!

Y Gig! K'rrera, Mindy ¡Me alegra mucho que me hayas mandado tu historia! ;) ;)


La maravilla de estas montañas era que justo en la cúspide no había más que nieve. Los ancestros decían que en las montañas habían nacido los dioses más poderosos, entre ellos, la veneranda Diana que era diosa de la tierra y la fertilidad, además de la noche. Las civilizaciones que habitaban por allá eran conocidas como ĸαπσrš o pueblos magistrales. Contaban las leyendas que el que llegaba hasta allá nunca volvía, pero al parecer las leyendas estaban equivocadas. Si Mina no me mentía, entonces ella venía de aquellos pueblos y aún así podía bajar con nosotros, los ŋöη’καπ, pueblos de agua. Agua, porque agua era nuestro origen, nuestra fuente de vida.

-Los dioses inventaron la leyenda para que los pueblos de agua no intentaran subir a las tierras sagradas- explicó Mina al leer mis pensamientos.- prefieren no ser molestados.

La miré desconcertada.

-¿Quieres decir que los dioses prefieren evitarnos?- pregunté dolida.

-No, sólo prefieren tenerlos en un solo lugar. Así pueden verlos y cuidarlos todo el tiempo- aclaró.

Asentí lentamente.

-¿Y qué hay de los ĸαπσrš?

-No son pueblos de gente, son pueblos de seres y dioses.- contestó a mi pregunta.

-¿Y la gente de agua que ha ido hasta allá?- quise saber- ¿Qué es de los que llegan allá?

-Son sometidos a una prueba. Mantienen su forma humana los que pasan la prueba- contestó.

¿Sería por eso que Mina estaba convertida en un leopardo? ¿No habría pasado la prueba?

-Mi caso es diferente- dijo al leer mis pensamientos.

Su tono era amenazador, reservado, así que, como la primera vez, preferí no ahondar en el tema.

-Hoy va a haber luna llena- comenté.

Mina rió.

-La diosa Diana dijo que te mandaría un nuevo protector cuando la luna esté en el punto más alto.- dijo Mina.

Suspiré.

-¿Y te volveré a ver?- pregunté con pesar.

Mina rió.

-Si llegan a tiempo, seguramente- contestó guiñándome un ojo.

Entonces noté que sus ojos eran azul celeste, como el cielo.

Solté un segundo suspiro.

-¿Puedo cazar?

Mina asintió.

-¡Pero no tienes flechas, querida!- exclamó de repente.

Sonreí.

-Es bueno ser princesa- fue todo lo que dije, antes de sacar mi arco.

Seguramente leyó mis pensamientos, pues no preguntó nada más.

Caminé entre los árboles, mirando atentamente a mí alrededor. Sentía la vida, desde los animales más pequeños escondidos en el suelo hasta los que estaban en los árboles. No necesitaba uno grande, sería demasiado para mí, no tendría la oportunidad de aprovecharlo todo.

Entonces recordé.

-¡Oh, lo siento!- me disculpé- olvidé preguntarte ¿Comes lo mismo que nosotros?

Miré a mí alrededor, pero no había rastro de Mina ¡Pero qué extraño!

Sacudí la cabeza y continué con mi búsqueda.

Concentré mi energía, cerré mis ojos, las presencias se aparecían ante mí como siluetas plateadas, ya que mi energía era plateada como mi marca. Había una ardilla sobre el árbol a mi lado, escondida en su madriguera, mientras que bajo éste, se escondía un zorro cuidando de sus crías, más lejos podía notar un ave, un poco más grande que mi mano.

Tensé el arco, mi flecha era energía pura de mi ser. La podía ver a pesar de tener los ojos cerrados. La silueta de ésta se dibujaba en el arco.

Apunté, parando mi marcha y observando mi presa con atención. Ésta parecía tan tranquila, ajena al temprano arrebato de su vida.

Metí aire en mis pulmones, juntando la fuerza suficiente en ambos brazos.

Solté la flecha, que salió disparada directamente al blanco. El ave cayó desplomada entre los arbustos.

“Nunca dejes que te invada el futuro ni el pasado, el pasado es arrepentimiento y el futuro es remordimiento. Si piensas sobre la vida de tu presa, dejarás que el sentimiento le gane a la razón, al igual que si piensas en las consecuencias de tus actos en la vida de la presa. Tu pensamiento debe estar en el presente, tu presente, donde sabes que aquel cuerpo te presta sus servicios, donde sabes que es necesario para ti.” Siempre decía mi maestro, el hombre que me había enseñado el arte de la caza.

Guardé el arco en la aljaba y abrí los ojos.

Mi respiración era agitada. Tomé aire tres veces antes de caminar lentamente hacia el arbusto donde había caído el ave.

-Λδ ανιηē- murmuré para mí misma tomándolo de las delgadas patitas.

Su cuerpecito inerte se balanceó suavemente, pero ya no había ni rastro de la flecha. Esto me costaría una noche entera de descanso.

-¿Flechas de plata?- preguntó Mina trepada en un árbol cercano.- ¿Y visión áurica?

Asentí lentamente.

-Es peligroso, cazadora. Deberías usarlo para casos que representen las flechas de plata tu última opción.- me instruyó.

Asentí lentamente por segunda vez.

-Tienes razón- coincidí.

-Será mejor que descansemos aquí. Prendamos una fogata para calentar tu comida.- propuso.

La miré extrañada.

-¿No tenemos un punto de encuentro con mi nuevo protector?- pregunté.

Mina rió.

-Lo teníamos, ahora lo prioritario es que te recuperes, cazadora.- contestó- yo iré por el protector y lo guiaré hasta aquí, pero tendrás que prometerme que no te moverás ¿Entendido?

-Esperaré cuanto sea necesario- aseguré.

Mina bajó del árbol.

Me pregunté cómo era que mi visión no la había marcado sobre el árbol.

-Yo no tengo aura, cariño. La perdí- contestó a mi pregunta.- me iré ahora para llegar a tiempo.

Asentí.

-Nos vemos, Mina- me despedí.

Ella me miró por largos segundos, como si dudara de su decisión, antes de desaparecer entre los árboles.

Miré a mí alrededor, sacando mi cuchillo de su funda. Corté algunas ramas de los árboles más próximos y con algunas hojas secas que encontré en el piso, formé una pila. Froté dos rocas sobre ésta, hasta que salieron chispas que prendieron el fuego.

-Vατ ηα ηενιö, ηöŋ νεrα cυ’rrτα δι ħεm. Vατ τυ’υπεω- murmuré mientras que con otra rama, tomaba el cuerpecito del ave, ya desplumado, y lo ponía al fuego.

“Gracias por tus servicios, hermano de agua, fluye con paz. Gracias veneranda diosa”

Esperé largos minutos hasta que el Sol empezó a desaparecer en el horizonte. El pellejo ya estaba dorado, así que lo saqué del fuego y esperé a que se enfriara ¡Qué manjar era esto! Hacía ya más de dos días que no comía más que frutas silvestres.

Cerré por un rato los ojos, disfrutando de los últimos rayos de Sol que alumbraban mi pálido rostro.

Me quité la capucha para que mi piel absorbiera mejor. Era tal el alivio que sentía, que por un momento olvidé que estaba en medio del bosque, lejos de mi hogar.

El olor de la carne dorada me penetró. Abrí los ojos con extremada lentitud y tomé el ave con ambas manos. Comer me ayudaría a recuperar gran parte de mis fuerzas.

Pero me disponía a dar mi primer mordida cuando sentí una presencia cercana. Miré detrás de mí, pero no lograba ver nada en el escondite que era la sombra que formaban los árboles. Pronto la luna salió del lado opuesto al Sol. “Diana ya está contigo” pensé mientras dejaba mi alimento sobre el piso. Me incorporé con dificultad y saqué mi cuchillo.

La primer silueta salió de entre las sombras. Obviamente era humana. Era un contorno inconfundible.

-Ladrones- dije para mí misma.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Concurso

~Formulario~

Nombre:

Blog y link:

Nombre de la historia participante:

~Requisitos~

El único requisito (A parte de los datos) es que el/la protagonista tenga ojos verdes. El número máximo de páginas (oficialmente) son 10 páginas, pero en caso de que al final le falte un poco más, se pueden las once.

La fecha límite es el 8 de enero, así que tienen mucho tiempo para mandar sus historias. Me anima mucho la idea de que participen.

Pero aquí le vamos a cambiar un poco... Las historias que me lleguen, las publicaré en el blog (Si las escritoras están de acuerdo) y entre todas votaremos por la que más les convenzca. Pero todo eso comenzará hasta el 8 de enero ;)

Les mando mucho saludos,
Inés/Nessy


La diosa Luna

Bueno pues, este capítulo se lo dedico a Luciana de Fire Girl, por todo su apoyo. Aquí continuamos con Cαżαdοrα εrrαητε⌘, ya con su tercer capítulo ;) Espero que les guste la nueva historia ya con nuestros nuevos personajes, que por cierto todavía no los cambio en la parte de abajo, entonces no podrán ver cómo se llaman, pero... hehehe ya me encargaré. hahaha y haciéndole publicidad al concurso ¡Anímense, bloggeras! Estoy muy contenta :D :D porque... ¡Ya me llegaron unas cuantas historias! ;) Pero ya no les hago más cuento. Aquí está el capítulo:


La luz me deslumbró por un momento. Y cuando se extinguió me costó un poco adecuar mis ojos a la penumbra. El oso yacía inerte en el piso...

El leopardo caminó sigilosamente hacia mí.

-Tomaste la decisión correcta- aseguró el leopardo inclinando la cabeza hacia abajo como en una reverencia.

Pude notar a pesar de la oscuridad, que cerca de su oreja había una mancha en forma de luna.

-La diosa Diana…- murmuré sorprendida.- ¿Eres… tú… la…?- tartamudeé.

-¡Por supuesto que no!- rió con tanta dulzura.

Su voz era tan inhumana como la del oso, pero aquello no le quitaba que era hermosa y tranquilizante.

Y a pesar de todo, mi respiración era entrecortada, yo todavía sostenía el arco en alto.

-Puedes bajarlo, ya no hay peligro, querida- aseguró mirándome directamente a los ojos.

Lentamente bajé el arco.

-¿Te envió ella?- quise saber.

El leopardo meneó la cabeza.

-En cierto modo, tiene algo que ver con ella- se limitó a contestar.

Mis sentidos se pusieron alerta. Las preguntas se amontonaban en mi cabeza ¿De dónde venía? ¿Por qué me había salvado? ¿Cómo era que podía hablar? ¿Sería un espíritu? ¿Por qué tenía la marca de la diosa Diana?

-Gracias- fue todo lo que pude decir.

Sus ojos me penetraron.

-Sé que tienes muchas preguntas, pero lamento decirte que no puedo contestar ninguna de ellas…- se disculpó.

Mis labios temblaron, mi cuerpo estaba tenso, la idea del fracaso nublaba mi mente ¡No podía matar a mi salvadora! Pero eso significaba el destierro de mi tribu.

Suspiré con pesar.

¿Ya para qué volver? Sería mejor empezar a acostumbrarme a mi vida de cazadora errante.

-No tiene que ser así, querida- dijo el leopardo leyendo mis pensamientos- a propósito, mi nombre es Mina.

Asentí lentamente.

-Soy la cazadora Καητσ.- dije con una leve pero lenta inclinación de cabeza- me has salvado la vida, por lo tanto no continuaré con mi tarea y te dejaré ser libre…

Mina soltó una carcajada.

-Sé que no sólo eres una cazadora, querida…- aseguró.

La miré desconcertada aunque sabía que no podía ver mi rostro gracias a la capucha.

-Sólo soy una cazadora- la interrumpí.

Ella negó con su gigantesca cabeza de felino.

-Tú eres la princesa de la tribu airgua.- continuó.

Rápidamente tomé el cuchillo que había caído a mis pies y me puse en posición de ataque.

-Nadie debe saber esa información…- la amenacé.

Mina sacudió la cabeza.

-Cuidado con eso, que es fácil herir. En donde yo vivo no hay secretos.- dijo lentamente atenta al cuchillo.

Reí sarcástica.

-Ni privacidad…- comenté.

Se encogió de hombros.

-Es lo de menos. Pero baja tu arma, cazadora, que no pretendo hacerte daño.- me amenazó.

Suspiré.

-Será mejor que me vaya…- musité guardando el cuchillo en su funda.

Guardé mi arco en la aljaba y le di la espalda a Mina, metiéndome entre la maleza de los árboles. Escalé por el árbol que había tirado el oso y crucé al otro lado pisando ramas a cada paso que daba hasta que llegué a un claro del bosque.

Condenada a la soledad eterna, eso era lo que pasaba. No volvería a ver ni a mis hermanos ni a mis padres ¡Qué triste realidad! Recordé fugazmente la primera vez que mi padre me entregó mi arco. Desde entonces, siempre sentía una calidez abrasadora cada vez que lo tenía entre mis manos. Ahora había perdido las dos únicas flechas que me habían dado para mi travesía. Una después de ser atacada por el dragón de tierra y otra después de ser atacada por un espíritu cazador que había reencarnado en un oso de tamaño descomunal ¿Por qué me hacían esto? Estaba segura que a ningún cazador le habían puesto tantos obstáculos, de haberlo sabido, hubiera traído más flechas aunque la tradición lo prohibiera.

Continué por un camino sinuoso obviamente creado por humanos que seguramente llevaba a las rutas de comercio. Mi vuelta hubiese sido en tres días… pero ahora… ya no había vuelta.

“Ser condenado a la soledad es lo peor que a un humano le puede pasar” había dicho el sabio del pueblo.

“La capa negra como la oscuridad de la noche y las vestimentas blancas como la luz del día. Nadie podrá ver tu rostro ni tus vestimentas o sabrán tu procedencia y querrán matarte” había dicho en cambio la más vieja de las mujeres.

Hacía tres días que había partido y ya había fracasado.

Mis pasos eran firmes, quién sabe a dónde iría o con quién. No tenía donde ni nadie. Estaba sola. En otros tres días podría volver a cazar cualquier animal y podría descansar. Ése era mi único consuelo. Mientras perdurara lo lograría.

Pronto el camino me llevó hacia el río. Metí mi pie seguido del otro. El agua me llegaba a la cintura, pero la corriente era leve, así que crucé a la otra orilla sin ningún problema. Salí con la mitad del cuerpo mojado, pero no era nada que me impidiera seguir con mi travesía por el bosque.

Entré nuevamente a la maleza del bosque sin detenerme en ningún momento hasta que el alba de un nuevo día empezó a asomar por el horizonte. Sentía que alguien seguía mi rastro desde que había dejado a Mina junto al cadáver del oso. Empezaba a sentirme agobiada, por lo que desenfundé mi cuchillo volviéndome hacia atrás, dónde más fuerte sentía la mirada de mi silencioso perseguidor.

Cerré los ojos y sentí la tierra a mis pies. Había una presencia conocida escondida entre la maleza. Ligera pero pesada…

-Mina, puedes salir, ya sé que me estás siguiendo.- grité hacia los árboles.

Su pata blanca con manchas negras asomó entre los árboles seguida de su cabeza y el resto de su cuerpo.

-Muy astuta, querida. Sólo quería asegurarme de que estuvieras bien- se excusó.

Sonreí conmovida.

-Entonces…- especulé- ¿Todo este tiempo me has estado cuidando?

Mina asintió lentamente.

-Te hemos estado cuidando…- me corrigió.

Fruncí el ceño en la oscuridad de la capucha.

-¿Hemos?- pregunté curiosa.

Mina asintió lentamente.

-Hay muchos peligros en el bosque para una joven princesa como tú.- explicó lentamente.

Algunas cosas empezaban a tener sentido en aquel momento.

-¿Quieres decir que por eso he recibido el ataque del dragón de tierra y del espíritu cazador?- Mina asintió lentamente- ¿Y todo este tiempo he estado intentando matar a mi protectora?- Mina asintió por segunda vez.

Me sentí tan arrepentida en aquel momento ¿Todo el tiempo persiguiendo a mi protectora? ¡Qué tonta había sido!

Mina sacudió la cabeza.

-No te culpes por algo que no sabías. Era parte del plan hacerte creer que yo era tu presa, debías seguirme, pero lo arruiné todo cuando salí al encuentro del oso.- intentó consolarme.

Ahora era yo quien sacudía la cabeza lentamente.

-¿Mis padres sabían de esto?- pregunté.

-Nadie más que la diosa Diana y tus padres.- contestó.

¡¿Mis padres?! ¡Pero qué confuso! ¿Qué rayos pasaba? ¿Era esto en realidad una prueba?

-Por ahora seré yo quien te cuide, pero he fracasado en mi misión. Revelé parte de mi identidad, así que te cambiará de protector- dijo ignorando mis pensamientos.

-¡Oh, no! Me gusta que tú seas mi protectora, quédate tú, por favor, Mina- le supliqué.

Mina negó lentamente con la cabeza.

-Lo siento, pero no es mi decisión.- se disculpó contrariada.

Miré mis pies descalzos.

-Gracias por todo, Mina…- susurré.

Ella se encogió de hombros.

-No hay de qué, cariño- contestó divertida.

Pero mi curiosidad aún no se saciaba.

-¿Cómo es que hablas? ¿Te aferraste a tu vida al morir?- pregunté curiosa.

Mina comenzó a caminar.

Le seguí el paso.

-No…- contestó lentamente- alguien se enojó conmigo y me robó mi apariencia humana al convertirme en leopardo.

Mi curiosidad no parecía saciada, pero preferí no preguntar nada más, aquel tema parecía muy delicado.

-¿A dónde vamos?- pregunté después de un largo silencio.

-A mi tribu- se limitó a contestar Mina.

Empezaba a acostumbrarme a sus respuestas incompletas, siempre dejaba cierto misterio al final. Siempre parecía que faltaba algo más.

-¿Cuál es tu tribu?- insistí.

Mina rió suavemente.

-Tu misión ya no tiene sentido después de haberme conocido, así que puedes comer como lo hacías antes y puedes dormir.- me instruyó sin dar respuesta a mi pregunta- Lo único que no puedes hacer es quitarte tu capa, porque a pesar de todo, tu identidad debe seguir siendo secreta a cualquier ojo, sino, habrá muchos que intentarán matarte.

Asentí lentamente. Mina parecía tan confiable después de todo, era dulce, decidida. Me imaginé cómo pudo haber sido con su apariencia humana. Me imaginaba una chica alta y de cabello negro al igual que sus ojos.

Rió.

-¡Es chistoso que pienses sobre mi apariencia!- comentó divertida- hace tiempo que la gente había olvidado mi maldición.

Reí con ella.

-¿Qué se siente ser un leopardo?- pregunté intrigada.

-Tú haces muchas preguntas, querida- dijo lentamente.

La miré fijamente.

-Es extraño caminar en cuatro patas… y no tener manos. Pero con el tiempo le vas encontrando el uso…- empezó, interrumpiéndose al final.

-¿El uso a qué?- la incité.

-A la boca, a las garras, a las orejas, incluso a la cola. Lo único que me queda de humano es mi voz.- concluyó.

Caminamos un largo trecho sin mediar palabra. Algo en mi interior me decía que las respuestas saldrían sin necesidad de preguntas.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Epílogo: Un mes después...

Si se cuenta como capítulo oficial o no :3 Hahahaha no lo sé (Y tampoco sé por qué tengo trauma con la palabra oficial, pero...) hahahaha Soy mala, lo sé :P pero aquí les dejo el epílogo:


El calor no era sofocante, era en realidad cómodo, mientras que el sol brillaba con tal intensidad que me alegraba de haber encontrado un lugar bajo la palmera. El sonido de las olas era tan relajante que cerré los ojos y me recosté, descansando tan plácidamente que por un momento me quedé dormida.

Vacaciones.

¡Vaya que eran para relajarse! Con Mateus muerto el caso ya estaba resuelto y Danny yo podíamos vivir en paz, además de que ahora era claro que ya no estaba una Janet que se interpusiera, porque Jack había logrado atraparla con sus encantos, mientras que el señor Fontana había salido del hospital, sano y radiante, feliz de que sus dos hijos hubieran encontrado pareja. Sora había vuelto las últimas semanas de clases a Guatemala al igual que Danny y Janet a Alemania y en las vacaciones, para celebrar el triunfo, mis padres rentaron una casa en Acapulco e invitaron a Roger y a Miranda, a Jack y a Janet, a Sora y a Fabián, a Alex y Adelaida, al señor Fontana, y, por supuesto, a Danny y a mí.

Apreté los ojos y descancé por unos cuantos minutos; eternos, pero deliciosos.

El sonido de las olas del mar, de los barcos a lo lejos, de las gaviotas y de las hojas de las palmeras moviéndose al ritmo del abrazador viento, me abrumaron por completo. La traqnuilidad parecía volver a ser mi compañera después de tanto tiempo.

Me sobresalté cuando mi mano cayó de mi regazo bruscamente.

Abrí los ojos con pereza y solté un bostezo cuando un cuerpo duro cayó inesperadamente sobre el mío.

Mis latidos se aceleraron al sentir su corazón directamente sobre el mío.

-¿Descansaste, hermanita?- me susurró al oído.

Sonreí mientras buscaba sus labios. Y él, adivinando mis intenciones, presionó dulcemente los suyos sobre los míos.

Reí para mis adentros ¿Y creía que con eso me iba a conformar?

Su aliento era embriagador y su respiración tan cálida, que no podía pensar más que en sus labios sobre los míos.

Pero nos separamos lentamente, al tiempo que Danny me escrutaba con la mirada… ¿Cuántas veces me había quedado atrapada entre aquellos ojos verde esmeralda?

-¿Vienes a comer?- preguntó con tranquilidad.

Me mordí el labio antes de contestar.

-¿Hicieron de comer?- musité.

Danny sonrió con picardía, incorporándose.

-¿Cómo va tu brazo?- contestó con otra pregunta.

Bajé mi mirada, observé mi brazo envuelto en vendas y solté un suspiro.

-Me siento inútil- me quejé.

¡Es que casi no podía moverlo! La herida que Mateus me había hecho había resultado más profunda de lo esperado.

Danny soltó una carcajada y tomando mi brazo ileso, me ayudó a incorporarme sin aparente esfuerzo.

Su piel era caliente y para mi mayor aturdimiento, ver su espalda ancha y su pecho duro provocó que mis latidos se aceleraran más de lo que ya estaban.

Mis mejillas se fueron colorando lentamente… era demasiado perfecto para ser real.

Pero para mi desconcierto, su mirada se volvió repentinamente seria.

Soltó mi mano con suavidad y me dio la espalda, mirando hacia el mar.

-Nunca pensé que el amor me llevaría a matar a un hombre- dijo sin inmutarse.

Pensé por un momento en sus palabras, acercándome con extremada lentitud.

-Con la muerte de Mateus no solo salvaste nuestras vidas- intenté consolarlo.

Acaricié suavemente su espalda, mientras con la otra mano tomaba la suya.

-No me arrepiento- aseguró sonriendo radiante- en realidad me alegro de haber encontrado a mi alma gemela.

Correspondí a su sonrisa.

-Pero es curioso… desde la muerte de Mateus no he tenido malos presentimientos- continuó sin perder la sonrisa.

Volvió su rostro hacia el horizonte, lejos en las olas.

Un cosquilleo cruzó mi cuerpo al sentir su repentina felicidad.

El agua me invitaba a entrar, y sin perder la oportunidad, di unos pasos hacia delante justo donde el agua rozaba los dedos de mis pies.

-¿Y los buenos presentimientos?- pregunté más concentrada en el agua.

Danny no contestó.

El silencio reinó por largos minutos. Hasta que finalmente sentí sus brazos tomarme por debajo de los hombros y por la antepierna.

-Has de saber mejor que yo…- bromeó al alzarme y adentrarse al mar, hasta que el agua rozaba su cintura y mojaba la parte inferior de mi traje de baño.

Reí frunciendo el ceño.

Danny se limitó a sonreír de oreja a oreja.

-¡No soy una bebé!- protesté.

Pero el agua era más fría cada vez que nos adentrábamos más, al punto de que automáticamente me así de su cuello.

-No…- coincidió sonriente.

-Ni tu muñeca, ni tu princesa…- continué.

-Eres mi chica- concluyó por mí.

Me sonrojé lentamente.

Danny escrutó mi rostro intensamente con la mirada, sonriendo ante mi sonrojo.

La brisa salada alborotó mis cabellos, mientras las olas chocaban contra nosotros. Pronto ya estaba empapada de pies a cabeza, pero Danny no retrocedía ante las olas por más fuertes que fueran.

-Hace tiempo que no nado- comenté al tiempo que Danny me dejaba en el agua.

La venda ya estaba empapada… ¿Qué mas daba?

Las olas chocaron contra mi espalda, obligándome a estar completamente pegada a él.

Y aún así, entre sus brazos estaba segura de que la corriente no me llevaría.

Él me estrechó con suavidad.

¡Era más tranquilizador que mi siesta! Estar junto a él parecía que se había vuelto una necesidad para mí.

Respiró hondo.

-Hacía tiempo que no sentía tanta tranquilidad…- dijo como si hubiera leído mis pensamientos.

Sus ojos se cruzaron con los míos y por un momento, un escalofrío recorrió mi espalda. Me penetró, como si quisiera ver más atrás de mí. Pero estaba tan atrapada... era una atracción inexplicable. Y abrumada y confundida por tanta cercanía, dejé que sus labios se fundieran con los míos en un apasionado beso, que a cada caricia, suave, y tentadora, destilaba un amor infinito. Un amor que ni Danny, ni yo habíamos expresado jamás en palabras, pero que hasta ahora, no me había dado cuenta que siempre había estado allí.

Los latidos de mi corazón se soltaron alocados. Era tal su fuerza, que sentía que mi pecho iba a explotar. Pero mi mente estaba hecha un caos. Sólo captaba aquel aliento embriagador y aquellos labios presionando los míos.

-¡Viene la ola!- escuché a alguien detrás de Danny.

Reaccionamos un poco tarde, obligados a separarnos por el agua, que, inesperadamente, cayó fuertemente sobre nosotros.

Salí a la superficie con Danny tomándome de la mano. Mi cabello estaba alborotado.

Fabián y Sora rieron a carcajadas, mientras nadaban hacia nosotros. A lo lejos pude ver cómo una pareja más se metía al mar.

-No se queden con el ambiente romántico... ¡Nosotros también queremos!- protestó Sora, que nos salpicó con el agua.

Danny y yo reímos, antes de intercambiar una mirada cómplice y salpicarla con ímpetu.

-¡Ey! ¡No se metan con mi novia!- soltó Fabián salpicándonos.

Los cuatro reímos a carcajadas, cuando Roger y Miranda se unieron a nosotros tomados de la mano.

Sora le dio un dulce beso a su novio en la mejilla.

-¡Si se supone que la fiesta es allá!- exclamó Roger- ¡Es hora de comer!

-¿También los mandaron a avisarle a este par de tortolitos que ya es hora de comer?- preguntó Fabián frunciendo el ceño.

Roger le lanzó una mirada desafiante.

-Su padre los conoce lo suficiente como para saber que no cumplirían su cometido...- repuso Roger.

Solté una carcajada. Primero Danny me había querido avisar y terminamos en el mar y luego Fabián y se le olvida, junto con Roger que tampoco parecía muy dispuesto a dejar el mar... Sólo faltaba... Pero me vi interrumpida cuando vi llegar a la cuarta pareja, caminando por la playa.

-¡Que se vengan a comer!- gritó Janet parada en la arena.

Jack la abrazaba por detrás.

Todos estallamos en carcajadas. Definitivamente los adultos no confiaban en ninguno de nosotros.

Entonces una ola nos revolcó por segunda vez. Sentí piernas y manos golpearme suavemente, cuando el agua nos trajo a la orilla. Sora y Miranda habían quedado a mi lado. Quise reír, pero me atraganté con el agua y terminé con un ataque de tos que provocó la risa de mis dos mejores amigas. Allí en la orilla, el agua parecía menos brava, pero el sol quemaba como si estuviéramos en un horno.

Me incorporé con extremada lentitud y sentí unos brazos rodear mi cintura por detrás.

Sonreí mientras besaba suavemente la comisura de sus labios.

Miranda se ayudó de mi brazo para incorporarse, pero Sora pareció tener mala suerte, pues sus pies resbalaron y la fuerza con la que intentó aferrarse de la arena, provocó que Miranda terminara mancha de arena de pies a cabeza.

Reí a carcajadas, pero callé cuando sentí cómo Miranda restregaba arena en mi ombligo. La miré con los ojos bien abiertos y sin perder la oportunidad, tomé arena del suelo y quise lanzarla contra Miranda, pero... para mi mala suerte, se estrelló contra Janet. Aunque su actitud hacia mí había cambiado ligeramente, tuve miedo de su reacción. Pero para mi gran sorpresa, Janet sonrió maliciosa, mientras tomaba un bulto de arena y lo lanzaba en mi dirección. Danny yo saltamos a un lado al mismo tiempo.

Adiós trega... pensé antes de hincarme, tomar arena del suelo y lanzarla contra una de mis contrincantes. El grito de Sora me hizo sonreír triunfal, pero el buen sabor se acabó cuando otro bulto de arena se estrelló contra mi espalda.

Y como si los hombres se hubieran puesto de acuerdo, cada uno tomó a su respectiva pareja en brazos y corrió a la piscina de la casa.

Forcejé pero Danny no me soltaba, manteniendo una sonrisa traviesa en el rostro. Las cuatro caímos al mismo tiempo al agua.

-¡No se termina allí!- amenazó Janet saliendo a la superficie, mientras los cuatro hombres se carcajeaban.

-¡Por supuesto que no!- coincidí.

Las dos nos lanzamos al mismo tiempo hacia sus pies y sin perder la oportunidad, jalamos a Roger y a Jack al agua.

Danny y Fabián rieron con más fuerza, pero antes de que pudieran siquiera pronunciar el último "Ja" entre los seis los jalamos al agua.

El primero en salir a la superficie fue Danny, que sacudió su cabello de un lado a otro y me miró desafiante.

Volvió a meterse al agua y sin captar cuál era su intención. Sentí sus hombros bajo mis piernas.

Miré a mí alrededor y pude observar cómo los hombres cargaban a las chicas en sus hombros. Janet y Miranda se enfrentaron, entrelazando las manos. Se empujaron con fuerza, cuando Danny me cargó a mí y justo en ese instante Janet cayó al agua. Inesperadamente Sora nos llegó por atrás y me empujó con fuerza.

Solté un grito cuando sentí que unas manos me sostenían por delante.

Jack sonreía de oreja a oreja.

Reí a carcajadas mientras Danny daba la vuelta, listos para enfrentar a nuestros contrincantes.

Se escuchó entonces el impacto de alguien que se había lanzado al agua, seguido de un segundo.

Todos miramos atentamente las burbujas que se formaban en el agua. Adelaida salió a la superficie junto con Alex.

-¿Es mucho pedir si nos vamos a comer?- preguntó Adelaida, sonriente.

-¡Espera!- pidió Sora antes de empujarme- ahora sí...

Sacudí los brazos intentando mantener el equilibrio, pero terminé cayendo de panzaso junto con Danny.

Danny salió a la superficie riendo a carcajadas.

-¡Buena!- exclamó.

Entonces salí yo a la superficie.

-¡Revancha!- exigí.

Todos reían a carcajadas.

-No quiero ser aguafiestas, chicos, pero ya es el colmo que hayamos mandado a Adelaida y Alex...- dijo el señor Fontana acercándose a la piscina.- ¿Vienen a comer?

Lentamente fuimos guardando silencio, saliendo de uno en uno del agua. Mi cuerpo entero estaba empapado y al parecer, la venda se había perdido en el mar ¡Vaya suerte! Aunque todavía estaba algo afectada por el beso. No podía sacármelo de la cabeza. Me tambaleé un poco y Danny me sostuvo por detrás.

-Tú venda...- susurró preocupado.

Negué con la cabeza mirando mi herida.

-Está bien.- me limité a contestar.

Danny sacudió la cabeza.

-Eres terca...- se quejó.

Fingí fulminarlo con la mirada, pero la sonrisa se me escapó irremediablemente.

-Me haces un favor...- pedí, de repente, sin pensar en lo que decía.

Danny me miró con curiosidad.

-¿Qué tipo de favor?- preguntó a la defensiva.

-Es en realidad una pregunta...

Guardamos silencio por un momento. Los demás se habían adelantado.

-¿Cómo reconoces a tu alma gemela?- solté finalmente.

No contestó de inmediato, dejándome momentáneamente con la intriga.

-¿Has visto el mar y el fuego? ¿O el cielo y la tierra?- dijo con extremada lentitud- Que cuando se rozan, parece imposible que se acerquen, pero siempre hay algo que no los hace vacilar en ningún momento. Parecen opuestos, pero el mar puede convivir con el fuego y el cielo toca la tierra si miras al horizonte. Yo creo que esa persona te hace sentir diferente... pero forma parte de ti. La sientes, percibes sus sentimientos como si fueran los tuyos propios. Me parece extraño que preguntas...- comentó arqueando las cejas.

Sonreí conmovida. Las lágrimas se anegaron en mis ojos.

-Y te hace sentir protegida- concluí por él con más firmeza de la que hubiera esperado.- ¿Crees que llegue otro loco igual que Mateus?

Una leve sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

-Y si muere, mueres con ella...- completó ensanchando su sonrisa- si ocurriera, te prometo que estaré a tu lado.

Sentí su euforia como si fuera mí y no tuve más remedio que corresponder a su sonrisa. Me tomó por la cadera y me atrajo hacia él, antes de besar suavemente mi frente. Sus labios me quemaban, pero me limité a disfrutar de su tacto.

No es que creyera en el amor a primera vista, pero sí creía en las almas gemelas, sencillamente porque había encontrado la mía. Y para mi gran felicidad, algo en sus últimas palabras me decía que todo era verdad.

-¡A comer, tórtolos!- gritó alguien a lo lejos.

Los dos sonreímos al mismo tiempo. Sólo nos quedaba disfrutar lo más posible aquellas maravillosa vacaciones ¿O no?

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:'( :'( :'( Bueno, pues... no me queda más que agradecerles a todas ustedes, seguidoras, por su grandioso apoyo. Que, para ser sincera, nunca hubiera logrado salir adelante, si no fuera por ustedes, que leen la historia. Any y Danny no fueron mi primera creación, pero formaron parte muy importante de todo este tiempo que llevo escribiendo. Disfruté tanto vivir con ellos toda esta trama, que... bueno... es extraño pensar por un momento que aquí, definitivamente, se termina todo. También me tocó compartir mucho con ustedes, me parece, aunque algunas sean nuevas por aquí. Les agradezco muchísimo, porque me siento muy feliz de que el blog llegara a las 31 seguidoras. Todavía me acuerdo cuando mi sueño era llegar a las 15 y ahora tengo el doble.

Espero que hayan disfrutado tanto como yo y que se hayan divertido con Danny y Any, y por supuesto, todos los demás personajes.