domingo, 10 de marzo de 2013

¿?


Bueno, blogger@s, que haya terminado una historia no significa que vaya a dejar de escribir, sólo necesitaba un tiempo para comenzar con la siguiente y bueno ¡Está dando frutos! 

Las que ya llevan tiempo leyendo el blog deben saber que cuando acabo una historia, siempre pongo el último capítulo y el epílogo. Ahora no he puesto el epílogo de ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘, pero lo publicaré lo más pronto posible. Mientras tanto díganme qué tal les parece esta nueva historia y ¡Ayúdenme a buscar un título! ;) 


VUELTA 126 después del solsticio de verano en la Tierra

Allí donde la luz es escasa parecía irónico que aquel recinto gigante pudiera ser tan claro y blanco, estructurado con paneles tan altos como grandes edificios de diez pisos, blancos como la cal. Parecía hermosamente infinito si uno miraba hacia arriba, por su techo cónico  hecho especialmente de vidrio para que las estrellas pudieran proyectar su luz también.
La tierra tembló violentamente, pero los individuos que transitaban el lugar cargando maletas, bolsos y cajas, ya estaban acostumbrados a aquello. Incluso al monstruo blanco de un tamaño descomunal que salió por las puertas inferiores situadas en el suelo, allí donde un gran letrero rezaba  “TÚNEL 3”.

-“A todos los pasajeros de ESTELA 341, con destino a la Tierra, favor de abordar inmediatamente”- anunció una voz masculina por el altavoz.

Un hombre y una joven cargados de una maleta cada uno, escuchaban atentamente.

-¿Segura que quieres hacerlo, hija?- preguntó el hombre volviéndose hacia ella.

Ella sonrió con tranquilidad, a pesar de que sus ojos reflejaban una cierta emoción.

El hombre correspondió  a su sonrisa, mirándola fijamente e intentando ocultar su preocupación. Ahora ya era mayor, bella, radiante, de ojos color avellana como los de su madre, como los de su abuela. Lo lograría.

Entonces miró hacia el cielo estrellado, el planeta donde nunca era de día mostraba claramente el lado oscuro del planeta Tierra, su destino.

Ambos soltaron un profundo suspiro.

Lo que el hombre no sabía era que su hija no pretendía únicamente conocer la Tierra.
En ese momento se escucharon llamados que atendían a su nombre. Ya era hora; fue el golpe que los devolvió a la realidad.

La joven se aferró al brazo de su padre observando la estación. Comenzaron a caminar en contra del gentío, abriéndose paso entre cuerpos y maletas. En la nave, a un costado de su cuerpo ovalado, podía leerse “ESTELA 341”.

El suelo comenzó a temblar de nuevo cuando se abrió la compuerta continua, el TÚNEL 4, y salió una nave tres veces más grande que la propia “ESTELA 341” provocando ataques de tos a los que pasaban cerca. Ésta era, contrario a todo en la estación, de un gris opaco que se acercaba más al negro.

La joven se detuvo por un momento con cierto estupor, observando a los seis cuerpos uniformados que descendieron con una sincronización escalofriante y demasiado poco humana.

-gailte…- dijo para sí, sintiendo su propio temblor en los labios.

A los gailte nadie los veía. Nadie en la luna se les acercaba jamás. Y ésta no era la excepción. La gente miraba hacia otros lados, como si no existieran. Se abrían paso como por casualidad.

-Hija… - dijo alguien detrás de ella- Sentela, vamos- la apremió su padre con una cierta desesperación.

Pero en ese momento bajaron máquinas del mismo color que la nave y siguieron a los centinelas con la misma sincronización escalofriante. Sentela no los perdió de vista hasta que llegaron al lado opuesto del recinto y entraron por unos portales casi tan altos como el techo, escondidos entre columnas.

Los portones se cerraron tras de ellos, dejándole la sensación de que sólo habían sido una aparición, como si nunca hubieran estado.

-“ESTELA 341 zarpará en pocos minutos”- se escuchó por el altavoz.

-¡Sentela!- repitió su padre sacudiéndola violentamente por el hombro.

Ella se volvió con lentitud y ambos abordaron finalmente al tiempo que la tierra comenzaba a temblar de nuevo.

Era la primera vez que veía a un gailte. Había escuchado tanto de ellos, pero nunca había visto a uno en verdad. Pero no dejó que aquello le afectara, en la Tierra vería a muchísimos más…


Las compuertas se cerraron en silencio mientras Sentela miraba maravillada el interior de “ESTELA 341”, olvidando el pequeño incidente. Se encontraban en aquel momento en la recepción de pasajeros. Una sala circular de pisos y paredes blancas. Había siete puertas, todas blancas, sin ninguna marca, perfectamente iguales. Justo al centro descansaba una mesa tan blanca como todo lo demás.


Los pasos de su padre resonaron cuando éste se acercó y tocó la mesa, presionando la palma de su mano libre.


-Astro Leos, ochenta años, agricultor en jefe, encargado del sector 360- dijo una voz femenina excesivamente amable, cuyo origen ninguno de los dos pudo adivinar. 

-Correcto- repuso Astro con la seguridad de quien ya lo ha hecho antes.


Una luz naranja iluminó momentáneamente el contorno de su mano antes de trazar una línea que señaló la puerta frente a ellos. Ésta, al recibir la luz mostró unos grabados que asemejaban la perilla de una puerta.


-Tu mano, hija- dijo Astro sonriendo con su dentadura perfecta.


El hombre solía decir que aquellos eran sus años de mayor productividad. Y en efecto, no había arrugas, jorobas, ni cansancio en su andar.


Sentela colocó finalmente su mano junto a la de su padre. 

La voz femenina volvió a resonar:


-Sentela Leos, 39 años, practicante nivel 3 del sector 360.


Ella miró a su padre con cierta inseguridad.


Él se limitó a asentir con la cabeza, infundiéndole valor.


-Correcto- musitó.


Fue suficiente, pues un destello azul iluminó el contorno de su mano antes de trazar una línea por el suelo en la misma dirección que la de su padre. Los colores se combinaron y la puerta se abrió para un lado, dándoles paso al “vagón” para humanos.


La gente los saludaba con diplomacia a pesar de ser completos extraños. Sentela les sonreía a todos, recordando fugazmente cuando su abuela le dijo que en la era en la que los humanos dominaban la Tierra, la gente no se saludaba si no se conocía.


Astro pronto encontró a su amigo, el hacendado y encargado del sector 259 que amablemente les cedió dos plazas vacantes frente a él.


Se enfrascaron en una conversación sobre sus actuales estados económicos y políticos, que no dejaban de ser un problema que últimamente salía a la luz con demasiada frecuencia y ya era una preocupación colectiva.


Astro estaba seguro de que aquella situación no despertaba el interés de su hija, pero Sentela en realidad fingía leer mientras escuchaba atentamente.


-Nos quieren tirar… quieren que nos volvamos como ellos- se lamentó su padre.


-Es lo que les conviene, Astro- replicó Sternus- si fuéramos como ellos no tendrían que tomarse tantas molestias.


-¿Molestias?- repuso airado- firmaron un pacto hace milenios.


-Precisamente por eso no hemos caído, Astro. Gracias al pacto se mantiene la existencia humana, por lo cual nos necesitan- dijo Sternus palmeando su hombro- Allá los árboles y las flores ya no crecen.


A Sentela le recorrió un escalofrío por la espalda al imaginarse un entorno sin árboles ni animales. Era inimaginable, impensable…


En ese momento la nave pareció dar un vuelco.


Las paredes a los costados prendieron luces rojas y todas las conversaciones se vieron interrumpidas.


-Descenso por túnel 3, favor de mantener las ventanillas cerradas durante el recorrido- dijo la voz femenina que ya los había recibido antes- tiempo estimado para llegar a la estratosfera, tres horas.


Sentela cayó entonces en la cuenta de que los puntos rojos marcaban las ventanas selladas.


Y cuando la mujer dejó de hablar, en el techo gris metálico apareció un gran “3:00:00” en cuenta regresiva.


Soltó un hondo suspiro, regresando a su libro mientras los hombres retomaban su conversación.


-Ahora debo ver a Reymundo Klemm- informó Astro bajando la voz, como temiendo que alguien escuchara aquel nombre- debo intentar reducir el transporte de productos, porque ha provocado huelgas de hambre entre mis trabajadores.


Sternus soltó una sonora carcajada que llamó la atención de varios mirones. Sentela dio inclusive un respingo. Pero al hombre todo aquello le pasó desapercibido.


-Te entiendo, hermano, es parte del negocio.


Y por primera vez Sternus pareció reparar en Sentela, escrutándola de pies a cabeza. En realidad a ella nunca le había caído bien aquel hombre. Tal vez por su mirada penetrante que no auguraba nada bueno, o el tamaño de aquella barriga.


Levantó lentamente la mirada de su libro sintiéndose observada.


La panza de Sternus se hinchó mientras una abierta sonrisa de dientes como de caballo se extendía por su rostro, como habiendo leído los pensamientos de la joven.


-Y ahora también te acompaña tu hija ¿No?


Astro sonrió con cariño a su hija, que a su vez forzó una media sonrisa.


-Ella quiere conocer la Tierra.


Sternus negó con la cabeza en desacuerdo.


-Yo temería si fuera tú, Astro- Sentela lo miró fijamente- los placeres de la Tierra pueden atraparla y no dejarla ir.


Pero a Astro no pareció molestarle aquel comentario para gran alivio de Sentela, cuyas manos temblaban sosteniendo el libro. No fuera que su padre cambiara de opinión y quisiera regresar a su pequeña única hija a casa.


-Mi hija no podría vivir sin la naturaleza como en la que ha crecido- dijo Astro con total seguridad- cuando uno conoce la vitalidad del agua y las plantas aquí, es difícil querer estar en la Tierra. 

-¿Por qué, padre?- preguntó Sentela con repentina curiosidad.


-Te diré, pues… allá los árboles y las flores no pueden crecer. Los animales ya no pueden vivir en una Tierra así.


Ella ya había escuchado todo aquello antes, pero volverlo a escuchar aún le causaba escalofríos.


-Pero ahí lo veo en tus ojos, niña. Tu interés es la política ¿O me equivoco?- insinuó Sternus sin perder la sonrisa- He oído rumores de una nueva resistencia de jóvenes.

Sentela sonrió forzadamente por segunda vez.


Su padre observó la reacción de su hija, aunque en realidad ella se mantenía inexpresiva como siempre. A veces se sorprendía de la frialdad con la que su hija trataba aquellos temas.


-No sabía que había resistencia.- mintió- Pero estoy segura de que no tendrá éxito, como en los últimos mil 800 años. Seguiremos en la misma opresión.


Y con estas palabras, Sentela volvió a esconderse entre las páginas de su libro.


Astro la fulminó con la mirada antes de continuar hablando con Sternus.


Ahora recordaba por qué no le tenía aprecio. Siempre la exponía frente a su padre. Por su culpa ya podría estar abordando una nave que la llevara de regreso a la estación.