domingo, 27 de enero de 2013

El juego de los dioses


¡Perdón que me haya ausentado por tanto tiempo! Pero la escuela me trae como loca y además, como paso a prepa, las inscripciones y los exámenes de admisión también... sé que había dicho lo del maratón, pero al paso que voy, creo que a duras penas voy a poder publicar capítulos entre semana, entonces lo más probable es que todo el mes de febrero publique muy poco. 

Aún así, gracias por seguir leyendo la historia y les pido que por favor me tengan paciencia. 






Allí fue cuando abrí los ojos y pude ver cómo se abrió paso un destello proveniente del cielo. La luz cayó al suelo y se fue convirtiendo en una silueta plateada que de un momento a otro podía verse la figura humana de curvas suaves y cabellos largos.

Quedé maravillada ¡La diosa Diana! Y corriendo detrás de ella, llegó Mina, que parecía hecha de estrellas. De cuerpo invisible pero manchas brillantes y ojos azules como el cielo y como los de su hermano.

Sentí alivio por un momento.

La luz plateada que emanaba la diosa Diana se convirtió en un rayo que corrió a mi auxilio, entrando a mi cuerpo.

De la frente de Mina salió tanta energía como la de su madre y chocó contra mi cuerpo. Y de un momento a otro fueron materializándose nuevas siluetas que parecían tierra, viento, luz, nieve, animales… Eran tantas las siluetas que empezaban a llenarme de su energía. Era como si dentro de mí se librara una pelea tan fuerte que hasta empecé a perder el conocimiento.

Por un lado sentía dolor, pero por el otro alivio.

-¿Qué quieren de mí?- pregunté.

Pero las palabras no salieron de mis labios, sino que quedaron encerradas en mi mente.

-Tu sangre- dijeron algunos.

-Tu salvación- dijeron otros.

Y lentamente la pregunta de aquel viaje, la pregunta que sellaba mi destino se fue respondiendo.

-¿Por qué quieren mi sangre?

-Eres hija de una madre, pero huérfana de padre, eres de sangre inmortal. Tu poder es tan fuerte como el de tu madre, la creadora. Que dio inicio a la vida de agua y a la vida en el cielo y separó ambas razas para que la una comprendiera el ciclo natural y la otra lo protegiera. Y el padre, que ejerce las decisiones inflexibles, pero justas, que creó junto a la madre, no te tiene bajo su custodia por mañas de la madre, que creó en su ceno sin consultar al padre, para empezar con una nueva raza y energía que pueda sucederla cuando llegué su ciclo final.- decían todas las voces monótonas al unísono.

Veía imágenes cruzar mi mente, recuerdos ajenos. Tierra que se convertía en montañas y montañas que creaban nubes que escondían recelosamente el cielo de la gente del agua, que construía desde pequeñas casas hasta gigantescos templos, mientras que los animales a su alrededor cumplían el ciclo de la vida. Era tiempo interminable, imágenes nítidas y recuerdos inexistentes, que empezaban a hacer mella en mí.

-Σραπαδε ¿Es mi madre?- musité.

-Eres parte de ella- contestaron todas las voces al unísono.

¿Era posible que la naturaleza fuera mi madre? ¿Era posible que el destino no fuera mi padre como el de todos los demás?

-Quien tenga tu sangre será tan poderoso como la madre Tierra y será sucesor de tu madre a su debido tiempo- concluyeron las voces dentro de mi cabeza.

Un escalofrío cruzó mi cuerpo entero. Aquello explicaba el sacrificio. Moriría.

Pero no tuve miedo.

-Es ella…- susurraban entonces unas voces.

-La tenemos…- decían otras.

Era un caos total el que sucedía en mi mente. Sentía que explotaría ¡Ni mis propios pensamientos podían distinguirse ya de tanto caos! Y mi cuerpo… mi cuerpo estaba adormilado. No sentía nada en absoluto a pesar de que la energía de todos los dioses siguiera centrada en mí. Pero no había miedo ni desesperación que me invadieran. Me sentía poderosa, cargada de energía.

Entonces aparecí en una habitación gigantesca, de columnas plateadas y ventanales por los que entraba una luz dorada y cegadora. El lugar era de techos tan altos, que daba la sensación de que era infinito. A mí alrededor se empezaron a materializar todos y cada uno de los dioses, mirándome expectantes.

-Que empiece el juego…- se escuchó una voz que me caló hasta los huesos.

Y al instante desaparecieron todos.

-¿Qué sucede?- grité desconcertada.

No entendía nada. Pero a los pocos instantes aparecieron unas gradas a mí alrededor, en las que se sentaba cada uno de los dioses. Fôgôς, el dios del fuego, Diana, la diosa de la luna y la fertilidad, Μαητια, la diosa del agua, Βεrκας, el protector de los animales, Ερrε, el dios del oráculo y de las estrellas, Ġεηι, la diosa mensajera y del aire… y una infinidad de dioses y diosas más. Quedé anonadad ¡Era increíble! ¡Estaba frente a ellos! Aunque todavía estaba con la incertidumbre de lo que pudiera ocurrir. Diana levantó una mano y me sonrió con un cariño maternal que me infundió confianza.

-Tienes derecho a elegir a alguien que te acompañe durante el juego.- dijo sin que sus labios se movieran un ápice.

¡Obviamente la elegiría a ella! Era mi diosa protectora, la que guiaba a mi pueblo. Le debía tal respeto… pero dudé al percatarme de dos siluetas a lo lejos, que me miraban fijamente.

Mina y…

Σs’κα.

Escruté con la mirada a todos los dioses, que esperaban pacientemente mi decisión.

Me reverencié ante ellos.

-Me gustaría elegir al muchacho que me protegió desde el comienzo de esta travesía.- sentencié.

Fôgôς soltó una carcajada estridente.

-Sus deseos son órdenes…- dijo fríamente al tiempo que las gradas se iban desvaneciendo lentamente con todo y dioses.

Entonces sentí una presencia a mi lado. Me volví lentamente y me encontré con sus ojos. Él me miraba con sincera preocupación en el rostro.

Empezó a darme la sensación de que la luz en la habitación iba desapareciendo lentamente, hasta que fue tenue. A penas permitiéndome ver mis pies.

Mi arco y una aljaba con flechas doradas apareció sobre mis manos. Mis nervios se pusieron de punta. No entendía a qué se referían con  el “juego”.

Le sostuve la mirada, buscando una respuesta en sus ojos, pero lo único que encontré fue preocupación.

Σs’κα bajó la mirada y tomó mi mano libre, entrelazando nuestros dedos. Nunca hubiera esperado que su tacto me infundiera semejante seguridad. Un escalofrío cruzó mi cuerpo entero.

Me encaró sonriendo con su característica burla, aunque me dio la sensación de que la felicidad no le llegaba a los ojos.

-Te protegeré con mi vida, princesa- aseguró con voz monótona, reverenciándose.

Supe entonces cuál era su miedo. Aquel juego significaba mi fin.

-Lo vamos a lograr, Σs’κα- intenté tranquilizarlo justo en el instante que unas paredes de piedra negra empezaban a emerger del suelo, creciendo tan altas que nos nublaron la vista más de lo que ya la teníamos.

Σs’κα me jaló de la mano, empezando a correr.

-Debes fijarte en todo lo que viene, princesa. Siempre habrá un peligro en este juego. Y debes saber distinguir quién está de tu lado y quién no.- me instruyó Σs’κα al tiempo que doblábamos la esquina.

Mis sentidos se pusieron completamente alerta. A cualquier sonido, cualquier cosa que mis ojos vieran o que mi cuerpo sintiera, me aseguraba de que no fuera nada que pudiera lastimarnos.

Metí mi arco en la aljaba y me la colgué cruzada al hombro. Pude ver que Σs’κα traía sus dos espadas enfundadas al hombro. 

Entonces llegó nuestro primer peligro.

-Cuídate de las flechas que uses, princesa.- dijo Σs’κα, parando en seco.

Ambos miramos a los seres de cenizas que se acercaban hacia nosotros.

-¿Por qué?- pregunté.

-Porque si se acaban tendremos que buscar más cuando estés indefensa y eso no nos ayudará en nada- contestó rápidamente al tiempo que desenfundaba sus espadas.

Lo imité, desenfundando mi arco y sacando una flecha. Σs’κα fue el primero en entrar en acción. Le dio de llano en el estómago ~Si es que a eso se le podía llamar estómago~ A uno de los seres, que se retorció y se desvaneció. Entonces arremetió contra otro, que pareció más astuto y se adhirió a la espada como una funda. Σs’κα arremetió con su segunda espada y liberó la primera, listo para atacar al tercer ser, a pesar de que daba la impresión de que eran muchos más.

Quise atacar pero en aquel instante, algo se adhirió a mi pie y me tiró al suelo, arrastrándome lejos de donde estaba Σs’κα. Miré hacia atrás y me encontré con una planta gigantesca con fauces enormes que amenazaba con comerme. Sus raíces eran tan grandes, que a duras penas se abría paso entre las estrechas paredes que la rodeaban.

Rápidamente me dispuse a disparar con el arco cuando escuché el grito de Σs’κα.

-¡No dispares!

Intenté soltarme pero en vano, las raíces me tenían tan fuertemente amarrada. Era tal la presión, que mis piernas empezaron a adormecerse. Me tenían inmovilizada hasta la cadera, por lo que opté por romper la raíz con la punta de mi arco. Y tomando fuerzas, encajé la punta en ésta, que era incluso más gruesa que mi cadera. La planta soltó un alarido feroz y ejerció un poco más de presión.

Gemí de dolor.

-¡¿Entonces qué hago?!- chillé.

-¡Dispara en la boca!- gritó Σs’κα de vuelta.

¡¿En la boca?! Las fauces se abrieron amenazantes. La raíz cada vez se acercaba más, por lo que podía captar con detalle los dientes y la saliva de la planta. Me entraron las náuseas, pero supe que no tenía de otra si quería salvar mi vida. Saqué una flecha y tensé el arco, apuntando allí donde se veía el corazón palpitante, que parecía dos veces más grande que mi cabeza. La planta rugió, salpicándome de su saliva y nublándome la vista. Maldije para mis adentros y echándole a la suerte, solté la flecha.

La raíz me soltó y caí en su boca, pero antes siquiera de poder ser tragada, la planta soltó un alarido que casi me deja sorda y se volvió en una sombra negra que se desvaneció a los pocos instantes. Cubrí mi rostro y cerré los ojos. Aquel rugido todavía resonaba en mi mente.

Pero el silencio todavía era perturbado por las acometidas de Σs’κα con la espada. Me incorporé con piernas temblorosas y me percaté de que él aún necesitaba ayuda. Corrí en su auxilio.

Él no me dedicó ni una sola mirada, pero lanzó su espada y la caché por el mango. Sonreí inconscientemente, recordando aquella vez que me había lanzado el cuchillo ¡Pero qué puntería tenía!

Entonces arremetí contra uno de los seres de cenizas, que se desvaneció con el toque de la espada y continué con el siguiente, dándole esta vez un poco más abajo del estómago. Pero los seres seguían reproduciéndose y reproduciéndose, convirtiéndose en miles. Parecía que sería una pelea interminable, pero ninguno de los dos paró de arremeter. Y cuando a uno le atrapaban la espada, el otro ya estaba listo para ayudar. El problema fue cuando ya nos tenían rodeados y con las dos espadas inservibles. Σs’κα y yo terminamos espalda con espalda.

Mi respiración era agitada. Tragué saliva.

-¿No puedes usar fuego o algo así?- le pregunté con dificultad.

Él negó con la cabeza.

-Haría más cenizas de las que ya hay- contestó entre dientes.

La ceniza empezó a rodear mi brazo, hasta llegar a mi hombro. No pude evitar alarmarme.

-Σs’κα…- musité sacudiendo mi brazo en vano.

Estaban tan cerca de nosotros, que ya nos era imposible movernos.

-Espera…- susurró sin perder la calma.

Fue allí cuando la luz llegó del techo y se llevó todas las cenizas, incluyendo las que estaban en mi brazo. Un instante cegador. Quedé confundida cuando la oscuridad volvió a reinar. A duras penas logrando acostumbrar mi vista. Pero Σs’κα no me dio tiempo de un respiro, sino que me tomó por el codo y corrió, llevándome a mí casi a rastras.

-Vamos, Καητσ, tenemos que salir de aquí.- me incitó.

Respiré hondo e intenté reunir las fuerzas necesarias para correr detrás de él.

De repente, la oscuridad fue completa y perdí el rastro de Σs’κα.

-¡Princesa!- escuché a lo lejos- ¡¿Dónde estás?!

-¡Σs’κα!- grité de vuelta, pero esta vez ya no recibí respuesta.

Me alarmé sobremanera, buscando insistente con la mirada a pesar de no ver nada.- ¡Σs’κα!

Solté un alarido cuando sentí una fría mano sobre mi hombro. Me volví bruscamente y me encontré con Sôrα. Ella me sonrió con una dulzura escalofriante.

-¿Sôrα?- dijo alguien un palmo más atrás que ella.

La luz empezaba a volverse suficiente para poder percibir que alguien se acercaba.

-Σs’κα, vine por ti.- contestó Sôrα, dándome la espalda.- ¿Vendrás conmigo?

Entonces lo pude ver. Él le sonrió con cariño y extendió su mano.

-¡Cuánto me alegra volverte a ver!- exclamó atrayéndola hacia él y tomándola por la cadera.

Sôrα sonrió conmovida.

-No quiero que estés en este peligro, vuelve a casa, Σs’κα- le suplicó con la voz quebrada.

Miré a Σs’κα con desconcierto.

Él le correspondió la sonrisa y acercó sus labios a los de ella.

-Por ti iría a cualquier lado- contestó Σs’κα con un amor infinito.

Se fundieron en un beso apasionado que me dio de llano en el corazón ¿Entonces todo había sido una gran mentira? Quise separarlos, quería que fuera yo quien estuviera entre sus brazos y no Sôrα, pero veía la pasión y el amor… y no fui capaz.

-Καητσ…- escuché una voz terriblemente familiar detrás de mí.

Me volví con rigidez.

Μεπ me sonrió con tristeza y extendió su mano. Pero antes de que pudiera corresponderle, un guerrero de la tribu enemiga apareció repentinamente detrás de él ¿Por qué los dioses traían a nuestros seres queridos? ¡¿Qué rayos hacía Μεπ aquí?!

-¡Μεπ!- grité con la voz cargada de miedo.

Mi grito fue en vano. El guerrero le encajó el cuchillo por la espalda.

Μεπ me miró con una expresión cargada de sufrimiento.

-Me dejaste…- musitó antes de caer inerte al suelo.

-¡No!- chillé con las lágrimas aflorando en mis ojos- ¡No!

Corrí hacia él y me hinqué a su lado, tomando su cabeza entre mis manos.

-No te dejé, Μεπ…- sollocé.

Pero sus ojos miraban sin vida hacia el techo infinito y sus labios permanecían entreabiertos.

-Te necesito…- musité colocando mi frente sobre la suya, fría.

Entonces dos manos se posaron sobre mis hombros. Me volví desconcertada. Mi padre y mi madre me miraron con decepción en el rostro.

-Nos fallaste- dijeron al unísono.- Ya no eres bienvenida a tu hogar.

Me percaté de los pueblerinos de Airgua, que nos observaban desde lejos. La mujer más vieja salió de entre ellos.

-Ya no tienes hogar- sentenció lanzándome una mirada de reproche.

“Les fallé, lo sé, les fallé… les fallé…” me repetía una y otra vez. Cerré los ojos y sollocé en silencio “Les fallé, los dejé a todos”.

-Entrégate- dijeron los tres con una sincronía escalofriante.

Yo sólo deseaba calmar mi dolor y si aquella era la única opción…

Me incorporé lentamente y abrí los ojos, encarándolos. Todos me miraban con frialdad. Y sintiéndome intimidad, di un segundo paso hacia delante.

-El hogar no tiene un espacio fijo, princesa, - dijo alguien detrás de mí- el hogar es donde tú sientas calidez y seguridad, como cuando estás frente a una hoguera. Caliente, pero cómoda.

Me volví con extremada lentitud, encontrándome con el comerciante de Airgua, el que nos había traicionado. Éste me sonrió con complicidad, ataviado como aquel día de la fiesta, mostrando sus tatuajes alrededor del cuerpo, con aquellas extrañas plumas en la cabeza ¿Por qué me sonreía? ¿No él estaba muerto? ¿No él nos había atacado a muerte para entregarme a los dioses?

¡Sentía que mi cabeza explotaría! ¡No sabía a quién escuchar! ¡Estaba perdida!
Miró hacia atrás y sonrió de oreja a oreja. Seguí su mirada y me encontré con Σs’κα dándonos la espalda.

De repente toda inseguridad desapareció de mí. Todo el dolor desapareció por un instante. A mis pies les costó moverse, pero pronto ya corría hacia él.

-¡Princesa!- escuché desde todos lados.

Miré a mí alrededor con cierto desconcierto, encontrándome con seis Σs’καs distintos. El encanto se rompió de golpe.

Tragué saliva ¿Sería alguno de ellos el verdadero?


domingo, 13 de enero de 2013

La canalización


Bueno, a partir del viernes va a comenzar el maratón. De cualquier manera no pude resistirme para publicar este capítulo. :D :D :D 

Lu !! Me pasé por tu blog y comencé a leer la historia :D :D ^.^ estoy encantadísima !!!

Mindy :( :( :( ¿Qué ha pasado contigo? ¡¡¿Por qué no publicas?!! ¡¡Extraño leerte!! Gracias por seguir pasándote por el blog y por comentar !! 

Así que, espero que se entretengan porque yo estoy súper feliz de que mi computadora tenga cargador de nuevo !! Ahora sí puedo hacer de las mías :D :D :D 
Ya saben, que espero que les guste el capítulo, porque van a pasar cosas muuuy inesperadas.




Σs’κα me soltó finalmente del hechizo de su mirada al dejarme libre.
Pero ni mi pulso se calmaba ¿Qué era lo que en realidad sentía? ¿Amor u odio? ¡Debía ser odio! ¡El hijo del fuego era enemigo de la hija del agua! ¡Era lo natural! ¡Era lo que debía ser! Debía odiarlo con toda mi fuerza, como la primera vez que lo vi. Y entonces recordé fugazmente cómo me salvó de caer en manos equivocadas la primera vez que nos encontramos. Debía admitir que a pesar de su aspecto, por un momento me sentí segura… sólo por un momento y un momento que había pasado hacía tiempo. Un momento que quedaba en el pasado y no podía influir el futuro.
De haber sabido cuándo amaneció, creo que hubiera estado más tranquila, pero el cielo y las estrellas no cambiaban. La noche y el día eran uno sólo y el tiempo no era nada. O al menos, no para los pobladores de aquellas tierras, porque para mí era eterno, infinito, aterrador, como siempre, parecía que el camino era interminable… pero para mi gran pesar. Junto a él, no tenía dudas de que llegaríamos. Mis modales me obligaban a quedarme callada, a pesar de que por dentro pedía a gritos descansar. Äκσ’κεωαδ fue el primero en perder de todos. Seguramente su sed y su cansancio hicieron que rugiera con una fuerza atronadora.

-Para- le exigí a Σs’κα, que no dudó ni un segundo en desobedecerme.

Me acerqué a Äκσ’κεωαδ y acaricié suavemente su hocico.

-Shhh…- lo arrullé.- Pronto vamos a llegar- mentí.

Me volví a medias hacia Σs’κα.




-No lo va a lograr, necesitamos darle agua.- musité dolida.

Σs’κα no se inmutó. Y sin dirigirme ni una sola palabra, caminó hacia delante.

Lo miré con desdén ¡¿Ahora me hacía la ley del hielo?! Pero inesperadamente paró y se volvió hacia nosotros con una rapidez desconcertante.

Sus ojos me miraron con súplica por un momento antes de ponerse en una extraña posición y empezar a hacer movimientos. Lo miré embelezada. Eran movimientos suaves, sincronizados, pues al segundo que su pie cambiaba de posición todo su cuerpo se iba adaptando, como en una especie de danza. Mi atracción se volvió gigantesca, una atracción que ni yo podía controlar.

Sus ojos se cerraron. Y sus movimientos se volvieron más firmes y rápidos. Al ritmo de aquella melodía silenciosa.

Entonces sus brazos descubiertos cobraron un color rojo. Como si su piel se agrietara. Con una luz deslumbrante. Era como si entre aquellas grietas hubiera lava. Y al momento que sus movimientos se volvían más fuertes y su luz más deslumbrante, el calor empezaba a volverse sofocante.

Allí fue cuando abrió los ojos y toda debilidad en mi desapareció por completo. Entré en un trance del que no podía deshacerme y aunque hubiera podido, no hubiera querido.

Sus ojos eran rojos, ya no había pupila, ni retina, todo completamente rojo. Descubrí que las marcas en su cuerpo eran eso. Marcas como la mía. Y el rojo en su cuerpo se volvió dorado. Ya no había grietas, sino escrituras antiguas marcadas en su piel.

Mi cuerpo empezó a moverse al ritmo del suyo, con una suavidad desconocida para mí. Poco a poco mi cuerpo se fue acercando al suyo y mi marca brilló con intensidad, contagiándosela a todo mi cuerpo, pronto mi cuerpo también tenía la marca y mis ojos no veían más que luz ¿Estarían plateados como los suyos dorados?

Entonces llegó la colisión. Sentí sus dedos entrelazarse con los míos. Sentí su calidez y pude ver, no con ojos, pero con mis sentidos, cómo mi energía plateada se entrecruzaba con la suya dorada, formando un círculo alrededor de nosotros, hasta que se convirtió en una danza entre luces que de poquito a poco empezaba a abarcar más y más. Hasta que repentinamente se juntó toda la energía. Que empezó a correr por mis venas, por mis pies, por mis manos, por mi corazón…
Mis pies caminaron hacia Äκσ’κεωαδ, que miraba, aterrado, la escena. Sentía el calor de Σs’κα todavía en mi mano cuando, uno junto al otro, nos acercamos al gigantesco oso y extendimos la mano hacia él al mismo tiempo.

La última y más grande colisión explosionó allí. Al momento que nuestras manos tocaron el pelaje de Äκσ’κεωαδ, éste cambió a ser de un plateado metálico y un dorado brillante, como una armadura. El brillo se convirtió en deslumbrante, pero nada me hacía retroceder. Había una fuerza increíble metida en alguna parte de mi ser. Aquella era una sensación maravillosa. Mi cuerpo consumía la energía con avidez.

Y, en un tiempo que se me hizo eterno, la energía se fue apagando hasta consumarse por completo. Mis ojos se cerraron y mi marca dejó de brillar con su característica intensidad.

El silencio fue sepulcral. Mi mano cayó a mi costado y mis pensamientos se volvieron algo confusos.

-Conducción de energía…- musité desconcertada- Mis padres dijeron que no se podía.

Pero lo más sorprendente de todo era que mis fuerzas no flaqueaban, sino que parecían interminables.

-No fue conducción, princesa.- dijo Σs’κα con repentina frialdad.

Me volví lentamente hacia él. Sus ojos me atraparon. Y por primera vez en todo el viaje, sonrió de oreja a oreja. Sus dientes eran blancos y relucientes.

-Fue canalización.- concluyó.

Mis ojos se abrieron como platos.

-Imposible… Σs’κα… tú estás con Šoŗα…- aseguré con la voz temblorosa.- sólo funciona con tu igual.

-Lo sé, si no, no hubiera funcionado- repuso con una dulzura que me derritió por dentro.

Suspiró con fuerza, endureciendo la voz.

-Nunca lo admitiría… pero ya no puedo engañarme más y mucho menos puedo seguir engañándote a ti- vaciló un poco-... Quiero tu bien.

Me miró como esperando mi reacción.

Asentí con la cabeza. Intentando articular por lo menos una oración coherente.

-Por supuesto, eres mi protector…

-No, no.- me interrumpió- quiero tu bien por sobre todas las cosas. Quiero hacerte feliz de todas las maneras posibles… y quise desde el momento en el que nuestra energía se volvió una y la flecha convirtió el árbol en cenizas.- hizo una pequeña pausa- ni siquiera yo me lo puedo explicar. Pero siempre supe que tú no podrías amarme nunca y desear lo mismo por mí, porque éramos y seguimos siendo “enemigos mortales”. Así que decidí tratarte como tal, porque eso era lo que tú querías y lo que a ti te hacía sentir bien…- pareció rememorar varios momentos en los que nos peleamos, perdiendo su mirada en algún punto fijo- pero luego veía el dolor en tus ojos y dudaba de haber tomado la decisión correcta, sólo que nunca me retracté, porque sabía que para ti era lo mejor… e intentaba convencerme de que éramos enemigos mortales, de que Šoŗα me esperaba para que la continuara amando como si fuéramos uno. Pero con el paso de las lunas se me empezó a volver imposible. Te iba conociendo e iba descubriendo la similitud entre ambos. Nos peleábamos y descubría tu gran capacidad para soportar mi mal genio y descubrí que, a parte de Šoŗα, eras la única con la que podía mostrarme tal cual era. Y aún así, debía intentar por todos los medios ignorar esos sentimientos, porque… terminaremos separados. Me reencontré con Šoŗα y la abracé y la besé como antes, pero no sentí lo mismo. Algo había cambiado y ella lo notó. Lo hablamos después de la boda y ambos notamos que lo mejor era separarse a pesar de todo lo que habíamos esperado. Que, a pesar de aún amarnos, ya no era lo mismo. Y allí descubrí que en realidad mi corazón ya no le pertenecía… descubrí que… mi corazón te pertenecía- dijo con un cariño desconocido en él.- Sólo que, como no tengo experiencia en estas confesiones, no sabía cómo decírtelo. Y lo arruiné todo con mi mal genio. Te lastimé y lo siento.

Sus ojos me penetraban. Sus facciones se suavizaron. Sentía mi boca abierta y mi mirada atónita ¡¿Me había quedado dormida?!... ¿Era esto verdad?

Su sonrisa se volvió traviesa y me vi obligada a cerrar la boca ¿Cómo reaccionar?

La emoción empezó a invadirme.

-Yo…

Pero me vi interrumpida cuando Σs’κα se lanzó bruscamente sobre mí y ambos caímos al suelo inesperadamente. Una flecha de fuego había caído justo en mi antiguo paradero.

Me asusté. Todo el encanto se rompió en aquel instante ¡Algo nos atacaba!... o alguien…

Una silueta se empezó a formar del suelo, justo a unos metros de nosotros. La cabeza, los hombros, el tronco, los brazos, todo negro, sombrío. Pero en lugar de frío hacía calor. Un calor que empezaba a volverse sofocante.

-La encontraste, hijo.- dijo una voz que no podía ser posible que viniera de la silueta, pues ésta no tenía boca.

Y de poquito a poco empecé a darme cuenta de que aquello eran cenizas.

Lentamente Σs’κα se incorporó y me ayudó a incorporarme, dándole la espalda a su padre.

-Déjame- dijo Σs’κα entre dientes.

Su padre rió a carcajadas, mientras la figura de cenizas se iba haciendo más y más grande.

-Tú bien sabes que entregándome a la princesa, tendrás nuevamente la libertad de entrar al reino de los dioses y a sus alrededores- dijo su papá con burla.

Y de repente las cenizas se fueron transformando en una mano de tamaño exuberante que se dirigió hacia mi paradero.

Las manos de Σs’κα se encendieron en un fuego que rápidamente salió disparado hacia las cenizas. Y cuando ambos chocaron, provocaron una explosión que me sacó volando hacia atrás. El golpe me dio justo en el hombro, provocándome un dolor fuerte. Miré mi hombro, que sangraba levemente. Me incorporé con los latidos acelerados. La adrenalina empezaba a correr por mis venas.

-¡Muévete!- gritó inesperadamente Σs’κα.

No dudé ni un segundo y di una voltereta hacia delante. Pude notar cómo una segunda mano de cenizas intentaba atraparme.

-No puedes vencerme, hijo, y lo sabes.- lo provocó su padre.

Entonces me volví hacia Σs’κα antes de que la mano arremetiera contra mí. Su rostro mostraba frialdad pura y ni pizca de cansancio. Su mano izquierda arremetió contra la segunda mano de cenizas.

El sonido fue tan atronador y desgarrador, como cuando desgarras un metal, y las ondas de calor fueron tan altas que salí nuevamente disparada hacia atrás.

Rápidamente me puse boca abajo y cubrí mi cabeza.

-Piénsalo… volver con Šσrα sin esconderte. Tener nuevamente los placeres del hogar. Ver todo desde arriba y aprender de los secretos del padre y la madre.- intentó persuadirlo su padre.

Levanté mi cabeza con el rostro sudoroso y manchado de cenizas.

-Σs’κα- susurré desesperada- déjalo. Deja que me lleve…

Pero era imposible que él me pudiera escuchar a tanta distancia y con tantos sonidos estridentes.

-Princesa, escapa con el oso y váyanse al pueblo antes de las puertas del hogar de los dioses- gritó Σs’κα.

Me incorporé con esfuerzo y sopesé las posibilidades.

Mis latidos eran tan fuertes que pensar parecía imposible. Di dos pasos hacia delante.

-¡Καητσ!- gritó Σs’κα molesto- ¡Haz lo que te digo o todo el viaje habrá sido en vano!

Aquello funcionó para que mis pasos cesaran. Veía a Σs’κα debilitarse poco a poco…

La única y solitaria lágrima resbaló por mi mejilla hasta llegar a mi mentón y caer al suelo.

Extendí ambos brazos hacia mis costados y grité con todas mis fuerzas.

-¡Llévame contigo, dios del fuego!

-¡Princesa, no!- gritó Σs’κα con fiereza.- ¡Quédate donde estás!

Entonces las cenizas atravesaron mi cuerpo entero como las olas chocan contra la costa. Sentí como si el aire ya no entrara a mis pulmones, asfixiada, vacía. E inesperadamente mi marca brilló con intensidad y pareció extenderse por todo mi cuerpo como una enfermedad mortecina, su acostumbrado color plateado era nada menos que verde grisáceo.

Cerré los ojos y erguí la cabeza con la frente dirigida hacia el cielo superior. Allí donde todo parecía infinito e indiferente a lo que estaba sucediendo… tal vez porque podía encontrar cierta tranquilidad. Sentía un punzante dolor en el pecho.

-¡Basta, padre!- gritó Σs’κα rabioso.

Y de repente sentí fuego en mi interior. Era tal la fuerza de ambos elementos que sentí cómo de repente mis pies se elevaban del suelo.

Pude escuchar las risas estridentes de Fοġos, risas que penetraban y auguraban sufrimiento. 

miércoles, 9 de enero de 2013

El hijo del fuego y la hija del agua


Recuperé mi computadora !! Pareciera un milagro para mí hahaha que ya la extrañaba :( :( :( ;) así que ya puedo publicar capítulos y les puedo ir avisando que esta semana serán muy continuos, porque, como siempre que mis historias están a punto de llegar a su fin, me gusta poner maratones ¿Qué piensan al respecto? 


Me despertaron los gritos. Gente que me llamaba.

Me incorporé de un brinco y miré a mí alrededor aún con el recuerdo de lo sucedido durante la fiesta de Šoŗα.

Respiré hondo, intentando calmar los sollozos.

Entonces se escucharon pasos que venían directamente hacia mí.

-¡Princesa Καητσ! ¡Al fin te encuentro!- me saludó Äρσητε apareciendo en el umbral del establo.- ¡Me figuraba que estarías aquí! Prepara al oso, tienes que irte.

Lo miré desconcertada.

-¿Qué sucedió?- pregunté incrédula.

Äρσητε me miró con lástima por un momento.

-Μιενε estaba molesto… y le avisó a los dioses de tu presencia en nuestra morada. Debemos sacarte de aquí antes de que lleguen.- explicó rápidamente.

Negué con la cabeza, incapaz de creer lo que escuchaba.

-¿Pero cómo?- musité.

Se escuchaban gritos en la lejanía, de voces que pronunciaban mi nombre con preocupación.

-Fue a la puerta de los dioses durante la fiesta y avisó de tu estancia con nosotros.

Äρσητε colocó una mano sobre mi hombro.

-No me quiero ir…- sollocé.

Soltó un hondo suspiro.

-Eres protegida de la diosa Diana, por lo tanto, no hay nada qué temer.- me consoló.- ahora prepara al oso, avisaré que te he encontrado.

-¿Iré sola?- pregunté con la voz temblorosa.

Äρσητε sonrió sin que la felicidad le llegara a los ojos.

-Intenté persuadir a mi padre, pero, irás con Σs’κα- contestó con pesar.

Asentí lentamente, mientras bajaba la mirada para esconder mis lágrimas.

-Él te aprecia mucho, princesa, no permitiría que nada te pasara y mucho menos estando a su cuidado. Σs’κα es un guerrero invencible.- aseguró Äρσητε.

Lo abracé fuertemente.

-Gracias, Äρσητε, tus cuidados y tu compañía me son muy gratos.

Me devolvió el abrazo.

Pensaba pagárselo de regreso, pero algo en mi interior me decía que lo más probable era que no volvería.

Los llamados fuera del establo cada vez se hacían más cercanos.

-Cuídate, princesa- y a pesar de querer ignorarlo, pude notar el miedo en su voz.

Lo solté y me volví hacia Äκσ’ κεωαδ.

-¿Listo, amigo?... Es hora de irse- informé tomando la pesada silla.

Se la puse con extremado cuidado y la amarré bajo su panza.

Äκσ’ κεωαδ rugió con fuerza. Aquel rugido sonaba orgulloso, listo para partir. Jalé la correa que venía de la silla, conduciendo a Äκσ’ κεωαδ fuera del establo.

Äρσητε ya había salido para entonces. Y los gritos fuera habían cesado. La luz del Sol me deslumbró por un momento. Varias muchachas se acercaron a mí. Aturdiéndome con sus voces, que se confundían unas con otras. No podía entender lo que me decían.

-Su capa- dijo inesperadamente Μηεη, saliendo de entre sus hermanas, primas y tías.

Sonreí mientras la tomaba de entre sus tiernas manitas.

-Gracias, Μηεη.- dije a penas logrando estrechar su mano entre tantas mujeres.

Una de ellas me entregó una bolsita, pero no pude entender sus palabras. Y de entre otras, cayó una bolsa más grande y pesada en mis manos.

-Gracias- agradecí buscando con la mirada a la muchacha, pero no logré verla.

Entonces pude ver a Šοŗα que me sonreía con una tristeza infinita. Me abrí paso entre las mujeres y alcancé a estrechar sus manos con suavidad.

-Te prometo que Σs’κα volverá sano y salvo…- aseguré.

Šoŗα sonrió mientras sus ojos se anegaban de lágrimas.

-No temo por él…- dijo- temo por ti, princesa. Discúlpame por lo sucedido ayer, me dijiste que no sería una buena idea y no te hice caso.

Suspiré y la abracé vacilante.

Ella era una chica hermosa con sus rulos dorados y su tierna sonrisa. Sería excelente esposa para Σs’κα y si yo no volvía, pues sabía que lo dejaba en buenas manos.

-No te disculpes, lo hacías con buenas intenciones- dije al soltarla.

Mis ojos se anegaron de lágrimas. Si no fuera que amábamos al mismo hombre, quizás seríamos muy buenas amigas.

La multitud nos separó. Todas me pedían que me cuidara, estrechaban mis manos y me abrazaban sin siquiera conocerlas, pero a pesar de todo, agradecía su hospitalidad y su cariño. Y cuando por fin pude llegar hasta la casa, me encontré con Œητια’τοηα en la entrada. Con el Sol brillando contra su rostro, a penas la reconocía. Parecía en realidad una diosa. Entonces todo el tumulto desapareció, todas me abrieron paso para poder despedirme de la gran madre. Y mientras me acercaba, Œητια’τοηι apareció, colocándose junto a su esposa. Juntos me sonrieron y cuando estuve lo suficientemente cerca, Œητια’τοηα me extendió un paquete.

-No deben detenerse por ningún motivo, así que les preparé la comida.- explicó Œητια’τοηα con un cariño maternal que se reflejaba en su rostro.

-Deberás cubrirte con la capa, princesa. Mi querida mujer ya le entregó a Σs’κα la crema para curar tu herida en el brazo.- continuó Œητια’τοηι estrechando suavemente los hombros de su mujer.

Sonreí. Mis ojos, que de por sí ya estaban húmedos, soltaron las primeras dos lágrimas que recorrieron mis mejillas.

-¿Cómo supieron de mi herida?- pregunté curiosa.

Œητια’τοηι me guiñó un ojo.

-Σs’κα nos contó.- contestó sonriente.

Aquella respuesta me sorprendió sobremanera. Mis latidos se aceleraron por un momento y las lágrimas se volvieron más insistentes ¿Σs’κα preocupándose por mí? ¿Otra vez?

-Será un viaje de tres lunas ya que van a pie. No podemos darles el medio que usó Μιευε, ya que los dioses llegan por el mismo.- dijo Œητια’τοηα.

Tomé el paquete conmocionada por el momento.

-Por los dioses no tendrán que preocuparse si se van ahorita.- concluyó Œητια’τοηι sonriéndome cálidamente.

Mis manos estaban rebosantes. Puse el cargamento sobre el lomo de Äκσ’κεωαδ y me dirigí hacia ambos.

Si antes era un griterío de voces, ahora el silencio era sepulcral. Niños y hombres se habían reunido con las mujeres y observaban expectantes.

-Les pedí a mis hijas que hicieran un vestido nuevo para ti, basado en el que dejaste tú mientras te ibas de caza, cuando consideres necesario, úsalo.- me instruyó Œητια’τοηα mientras me abría sus brazos.

Corrí a ellos. Por un momento me recordaron a los de mi madre.

-Gracias, Œητια’τοηι y Œητια’τοηα- dije desde el alma- por su hospitalidad y su cariño. Les estoy eternamente agradecida.

Œητια’τοηα sollozó en silencio y me miró con compasión.

-Siempre te recordaremos- susurró acariciando mi mejilla con cariño.

En aquellos ojos supe que ella sabía que no me volvería a ver. Bajé la mirada mientras caminaba hacia Œητια’τοηι.

-Sus hijos son…

-No me digas, hija mía, me deshonra saber que mi propio sobrino haya hecho semejante cosa. Será reprendido cuando vuelva.- aseguró estrechándome con fuerza.

Negué con la cabeza.

-Nadie tiene que ser reprendido, Œητια’τοηι, el ħαδσ quiso que mi destino fuera así- me despedí.

-Hubiera sido lindo que te quedaras más tiempo- se despidió también.

Reí entrecortadamente.

-Cuando vuelva…

-¡Ay, mi niña! No sé si tengas regreso- me interrumpió Œητια’τοηι con voz monótona.

Lo miré desconcertada.

-¿De qué habla?- pregunté con un hilo de voz.

Me soltó lentamente ¿Sabrían ellos la verdad que me llevaban escondida desde que había comenzado el viaje?

-Pensé que Σs’κα ya te lo había dicho.- contestó con nerviosismo.

-Σs’κα no me ha dicho nada…

¡Σs’κα nunca me dijo por qué los dioses me necesitaban! Me sentí molesta ¿Dónde rayos estaba?

Y como si lo hubiera llamado, escuché su perfecta voz detrás de mí.

-Es hora de irnos, princesa.

Me volví lentamente y sus ojos se cruzaron con los míos. En ellos descubrí sufrimiento, tristeza, dolor y también descubrí mis ojos dolidos reflejados explícitamente en ellos.

Me robó el aliento por un instante. Traía su larga capa de color rojo y vestía su armadura de cuero, que se amoldaba a sus perfectos músculos. Pero no pude más que fulminarlo con la mirada ¿Más dolor quería causarme? Le di la espalda.

-Gracias, Œητια’τοηι, gracias, Œητια’τοηα, gracias por todo.- dije con una leve inclinación de cabeza en señal de respeto.

-Cuídate mucho- dijeron ambos al unísono.

Tomé aire y di la media vuelta. Todos se despidieron con un movimiento de mano. Al parecer, aquella numerosa familia se despedía de mí para siempre.

Σs’κα, Äκσ’κεωαδ y yo caminamos y caminamos hasta que la casa desapareció de nuestras vistas. Pero las lágrimas seguían allí. Intentaba sollozar en silencio para no darle el gusto a Σs’κα de burlarse de mí, pero a pesar de todo. Él no comentó nada, ni se volvió a mirarme en ningún momento. Se limitaba a jalar de la correa de Äκσ’κεωαδ con suavidad y a mirar hacia delante. Íbamos por valles gigantescos, de montañas que parecían de agua y árboles cuyas hojas se agitaban con el inexistente viento. El aire tenía un peculiar olor que penetraba, un olor que aturdía después de aspirarlo un rato. Y el suelo, el suelo era vasto, era el cielo azul celeste con nubes bajo los pies… podía sentir el vértigo. Aquellas eran tierras desconocidas para mí. Las nubes de las montañas en lugar de estar en la cúspide, estaban hasta abajo, cubriendo la base de éstas. Y arriba de nosotros, el cielo era estrellado y despejado. Toda la luz venía de debajo de nosotros.

Pero a pesar de tener muchas preguntas, no me digné a romper el silencio. No hablaría con él hasta que no se disculpara.

Supe que anochecía cuando el suelo se puso tan estrellado como el cielo y a pesar de no tener luna, la luz de las estrellas era suficiente para ver las siluetas de Äκσ’κεωαδ y Σs’κα delante de mí. Para entonces, mis sollozos ya se habían calmado, pero mi orgullo era tal, que seguía guardando silencio. La mente me decía que me alejara de él, pero el corazón anhelaba estar a su lado, esconderme en su regazo y sentirme protegida entre sus brazos. Todo a pesar de que estuviera roto… todo eso a pesar de que él estuviera con otra. Me maldecía a mí misma por tener esa tonta atracción hacia él. Yo no le interesaba y eso lo tenía claro, mi mente no entendía por qué mi corazón aún se aceleraba cuando veía su fornida y ancha espalda o cuando mis ojos se cruzaban con los suyos.

Ya no podía soportarlo más.

-¿Están Œητια’τσηα y Œητια’τσηι en peligro?-rompí el gélido silencio.

Pero Σs’κα no pareció querer contestar mi pregunta.

-No lo sé…- se limitó a decir.

-No quiero ponerlos en peligro- musité.

Mi corazón estaba desbocado por la incertidumbre ¿Habrían llegado los dioses ya a casa de Œητια’τσηα y Œητια’τσηι? ¿Qué sería de ellos en este momento?

Entonces Σs’κα se volvió lentamente hacia mí. Y automáticamente di una voltereta hacia atrás mientras sacaba mi cuchillo. Y al caer de puntitas me puse en guardia.

-Yo no lo intentaría si fuera tú, princesa.- siseó Σs’κα con una sonrisa maliciosa en su perfecto rostro.

Las lágrimas empezaron a desbordarse por mis mejillas. Sus palabras despertaron todos mis sentidos, haciendo mella en mí.

-No me conoces, hijo del fuego- musité conteniendo el enojo.

-Entonces ataca, hija del agua, ataca y sabremos quién de los dos es más fuerte- me retó Σs’κα.

No necesité una segunda provocación para saltar como un tigre contra su presa.

Σs’κα esquivó exitosamente mi movimiento. Repentinamente tenía una espada en cada mano, irguiéndolas con agilidad.

Sentí el calor que mi marca empezó a emanar. Mi capa cayó al suelo cuando Σs’κα arremetió contra mí y como saltamontes, salté sobre él, impulsando mis brazos con su cabeza.

Y allí estaba la marca, brillando con una intensidad desconocida para mí. Mis pies se movieron con la agilidad de una cazadora y mis brazos se pusieron en posición de ataque. Dedos firmes, y mirada atenta y fiera.

Ambos empezamos a caminar, sin perdernos de vista, sin dar ni un paso adelante ni un paso atrás. Su mirada pasó de mis ojos a mi cuerpo y supe que calculaba sus posibilidades tanto como yo lo hacía.

Dos vueltas.

Mi corazón se aceleró, esperando el instante. Mi instinto me decía que ya llegaba el momento de atacar.

Di una voltereta en el aire. Mis brazos empujaron su duro pecho e hicieron que él se tambaleara hacia atrás, mientras robaba el cuchillo de mi mano y lo lanzaba lejos.

Rápidamente retrocedí con ágiles movimientos y calculé exactamente sus puntos débiles.

Pero antes de que pudiera reaccionar, sus manos tomaron inesperadamente mis brazos y poniendo todo su peso sobre mí, ambos caímos al suelo. Él sobre mí, escrutándome fijamente con la mirada. Tenía tantas posibilidades de escapar y aún así, aquellos ojos azules me detuvieron.

Quedé inmóvil, perturbada. Con el corazón acelerado ¿Pero por el reciente ejercicio?

-Ya no puedes hacer nada, princesa- susurró.

Su cálido aliento me abrumó más de lo que ya estaba. Me había vuelto a vencer…

-Eres mía por segunda vez- coreó mis pensamientos con un misterio que encendió mi curiosidad al instante.

Sus labios estaban tan cerca de los míos y su nariz rozaba la mía.

-Suéltame- musité en cambio.

Σs’κα me escrutó atentamente con la mirada, sin aparente emoción.

Era una pelea de miradas. Pero la atracción era tan fuerte que ni mi propia mente podía detenerme. Mi corazón se desbocaba a cada segundo que pasaba, a cada instante que la distancia entre nosotros se iba terminando.

-El hijo del fuego ganó…- dije con un hilo de voz- así que debemos continuar.