jueves, 24 de marzo de 2011

LLegada inesperada

Sé que hoy es jueves, pero tenía que publicarlo desde hoy porque mañana voy a estar ocupada todo el día y no voy a tener tiempo, entonces ¡Aquí está el siguiente capítulo! Creo que está lleno de sorpresas, ni si quiera yo me esperaba que diera este giro a historia jajaja pero creo que pronto va a llegar a un final ;) Espero que les guste, por cierto que hoy contarán dos personajes; Any y Danny.



En ese instante sonó el timbre.

Ambos nos volvimos justo en el mismo momento, terminando rígidos en nuestros lugares.

Fabián salió repentinamente de la cocina y abrió la puerta.

Escuché una voz femenina saludando cordialmente a Fabián.

Pude observar de reojo cómo los músculos de Danny se tensaban gradualmente.

Lo tomé de la mano, intentando tranquilizarlo. Por un momento pareció funcionar hasta que Fabián le dio paso a la chica y Danny y ella pudieron intercambiar miradas...

Supe que ella era la chica que se le había insinuado a Danny.

-¡Janet!- exclamó Danny sin ningún ápice de felicidad.

Ella corrió hasta él y lo abrazó con un ímpetu que prendió fuego en mi interior, despertó al instante a los bien conocidos celos.

Se sacudieron de forma violenta, provocando que nuestras manos entrelazadas se soltaran.

La fulminé con la mirada, pero ella parecía más concentrada en abrazarlo que en mirarme.

-Janet, por favor, tenemos que hablar...- le pidió Danny secamente.

-Dannonino ¿A poco no me extrañaste?- preguntó la tal Janet, haciendo pucheros al soltarlo.

Estaban peligrosamente cerca, lo que acrecentaba mis celos.

Mis manos se crisparon en puños.

-¿Qué haces aquí?- le preguntó con severidad.

Quizás mi único consuelo era que él no estaba feliz verla al igual que yo.

-Bueno, aprovechando que las vacaciones empiezan en una semana, quise venir a acompañarte ¡Me prometiste que algún día me presentarías a tu familia!- se excusó con fingida indignación.

-¿Por qué no me avisaste?- preguntó Danny notablemente molesto.

Janet frunció el ceño, nuevamente haciendo pucheros.

-Porque quería que fuera sorpresa...- murmuró dolida.

Danny sonrió forzadamente.

-Te lo agradezco, pero este...

-¿Quién es ella?- lo interrumpió señalándome a mí.

Danny me miró inexpresivo ¿Qué significaba eso?

-Ella es mi no...

-Soy su amiga- aseguré extendiendo la mano.

¡¿PERO POR QUÉ HABÍA TENIDO ESA REACCIÓN?!

Ni sonrió ni me dedicó ni una sola mirada, ni si quiera extendió su mano.

Bajé la mía lentamente y suspiré arrepentida por haber interrumpido a Danny.

Entonces ella se volvió hacia Danny.

-Conste que tengo una semana, así que quiero que me muestres todos los lugares de los que me has contado- lo convino juguetona.

-Claro, doctora Janet- dijo con repentina camaradería.

Lo miré desconcertada, incapaz de mediar palabra. Me vi incitada a carraspear y preguntarle si aún iríamos al parque, pero la rabia había secado mi garganta.

-Bien, pues ¿Qué esperamos?- dijo ella con entusiasmo mirando a su alrededor.

¡Como si no fuera obvio que faltaba yo.

Danny no me dedicó ni una mirada, era como si hubiera caído en un hechizo y su mirada estuviera atrapada entre aquellos malignos ojos. Me sentí impotente al no saber qué hacer...

-Será mejor que me vaya...- murmuré al borde de las lágrimas.
Ni si quiera un simple adiós me dedicó... ninguno de los dos... Mi ánimo se me fue a los pies. Me fui arrastrándolos, incapaz de volverme, por miedo a que las lágrimas se desbordaran por mis mejillas. Lo último que escuché antes de salir, provocó que rompiera en llanto: "¿Y si seguimos en lo que nos quedamos antes de que te fueras?". Corrí escaleras abajo ¿Qué importaba si me iba por el elevador? Eran dos pisos, no era mucho para correr. Me precipité, buscando en el bolsillo del pantalón mi celular y algo de dinero para pagar un taxi que me sacara lo antes posible de allí.

¿Debía confiar en Danny? Fue lo primero que me pregunté al salir a la calle. El Danny que yo amaba no estaba en aquel lugar, por lo menos no durante el momento en el que llegó la queridísima -nótese el sarcasmo- Janet. Mi duda se volvió... ¿Cómo iba a recuperarlo?
Sollocé en silencio caminando por la acera, quizás en lugar de ir en taxi debía llamar a mis papás, pero sabía lo que aquello causaría ¡Nunca más podría volver a ver a Danny! Mis pasitos empezaron a volverse trote hasta que corría. Pasé cuadras y cuadras hasta llegar a aquel parque en el que me enamoré de él. Aquel parque donde todo había sido diferente, especial por un momento.

Estaba vacío.

Demasiadas preguntas empezaron a juntarse en mi cabeza ¿Me habría amado en serio? ¿Aún debía creerle? ¿No sería otro Danny muy parecido al que yo amaba? ¿Estaría soñando?

Me senté en uno de los columpios y miré el edificio que tenía a mi izquierda. Aún mantenía un letrero desgastado por el tiempo que claramente decía: "CLAUSURADO"... Mateus...

Me incorporé de un salto con la vista nublada por las lágrimas. Me las enjugué y corrí hacia el edificio.

Las calles estaban desiertas, una que otra vez pasaban carros... sólo rara vez.

Al quedar frente a la puerta giratoria, recordé aquella primera vez.

Al entrar no me sorprendió que hubiera una fuente con una escultura de oro en el centro. Un hombre que tomaba la cintura de una bella joven y se preparaba para besarla. Caminamos por una alfombra roja que nos condujo a un escritorio. La recepcionista nos miró por un momento.

Arranqué las tablas de madera que cubrían la puerta, quité el candado viejo y rompí el letrero de: "CLAUSURADO". El interior del edificio estaba en la penumbra. El piso de mármol, a la única luz que se filtraba por la puerta, se veía lleno de polvo. Me pregunté si había ratas...

Pude ver que al centro había una manta blanca en lugar de aquella hermosa fuente. Lentamente di unos cuantos pasos hacia adelante. Me percaté de que había papeles tirados en el piso, plumas, lápices. Era como si alguien hubiera entrado a buscar algo y en su desesperación fuese quitando todo a su paso cayera como cayera.

Di unos cuantos pasos más, extendiendo la mano hacia la manta blanca y pura.

Repentinamente toda luz se fue.

Mi corazón se soltó desbocado. Ahogué un grito ¿Qué había sido aquello?

Me volví bruscamente, pero la habitación se veía envuelta por la oscuridad, por lo que ni si quiera podía ver mis propios zapatos.

Caminé a tientas, instintivamente buscando luz, pero temerosa de terminar chocando con algo o... alguien. Mis labios empezaron a temblar, sentí frío, un frío que me caló hasta los huesos.

¿Por qué había entrado? ¿Cómo se me había ocurrido semejante tontería?

Quise gritar, pero mi garganta se había secado por completo.

Mis nervios estaban a flor de punta, entonces escuché pasos... pasos que corrían en el piso superior.

Los nervios empezaron a carcomerme por dentro. Me precipité, con la respiración agitada y sudando a la gota gorda ¡Debía encontrar la salida!

Entonces sentí un frío aliento que rozaba mi nuca, una presencia silenciosa... Di un grito desgarrador...



Bueno, aquí cuenta Danny :P ;)


Parpadeé varias veces y me volví instintivamente hacia Any, pero ella había desaparecido ¡Ya no estaba allí!

Me volví hacia Janet.

-¿A dónde se fue Any?

Se encogió de hombros y se volvió hacia la puerta con indiferencia.

-Salió hace unos minutos- contestó con desinterés.

Entonces entendí todo y maldije para mis adentros ¡La había lastimado y no me había dado cuenta! Pero qué rayos me pasaba.

Corrí precipitadamente hacia la puerta, rogando porque pudiera alcanzarla. La duda empezó a invadirme.

Lo único que logré ver antes de correr escaleras abajo, fue el rostro desconcertado de Janet, que se había quedado rígida en su lugar.

Le di poca importancia, hasta que llegué a la calle, miré a mí alrededor, buscándola con la mirada.

Maldije para mis adentros, maldije en voz baja ¡Se había ido! Había perdido mi oportunidad... había perdido mi razón de vida...

Un dolor punzante en el pecho, me indicó que algo andaba mal ¡Me alarmé! ¿Sería Any? Entonces tuve una idea.

Saqué el celular de mi bolsillo y marqué el celular que, si no fuera de vida o muerte, nunca hubiera marcado.

El desquisiante pitido me sacó de mis casillas.

-¿Diga?- contestó finalmente una voz del otro lado de la línea.

-¿Roger?- pregunté con inevitable frialdad.

-¿Qué quieres?- contestó a la defensiva.

-¿No has hablado con Any?- le pregunté rápidamente- ¿No sabes dónde está?

El dolor de pecho se intensificó.

Tuve el presentimiento de que era en el parque, algo pasaba en el parque... Corrí mientras esperaba respuesta del otro lado de la línea.

-¿Para qué quieres saber?

Me desesperé más de lo que ya estaba.

-¡Sólo dime, no hay tiempo de explicaciones!- exclamé rabioso, incapaz de controlarme.

¡Any estaba en peligro y Roger como si nada!

-No- contestó finalmente- no he hablado con ella...

Se interrumpió a media frase.

-¿Qué le has hecho?- preguntó con un tono que dejaba entre ver satisfacción combinada con miedo.

Suspiré.

-No la encuentro y necesito que me ayudes a buscarla...- admití conteniendo el dolor.

No escuché nada del otro lado de la línea.

-¿Roger?- murmuré.

Y aún así, nadie contestó nada...



viernes, 18 de marzo de 2011

Mi ángel guardián

Bueno, a duras penas logro cumplirlo, pero aquí les dejo el siguiente capítulo. Empiezo a tener dudas sobre esta historia porque me está llegando inspiración para hacer una nueva, pero lo más seguro es que no deje esta inconclusa, la terminaré cueste lo que cueste ;) Aún así, les iré poniendo el adelanto de la otra en la próxima entrada ;) Muchas gracias por todo su apoyo y espero que disfruten del capítulo.


El camino a su casa fue silencioso. Me limité a observar por la ventana todo el rato. Eso sí, él tomaba mi mano con tanta normalidad, pero... dentro de mí... mi corazón estaba acelerado, desbocado. No dejaba de latir con fuerza, su tacto siempre me provocaba esa reacción y estaba segura que no era de esas cosas a las que la gente se acostumbraba.

Al llegar frente al edificio, Danny estacionó el auto, luego se bajó, lo rodeó y me abrió la puerta como buen caballero.

Me escrutaba intensamente con la mirada, como si no se quisiera perder ninguno de mis movimientos.

Me sentí halagada.

-Tengo que regresar antes de las ocho- le advertí con ademán juguetón.

Danny sonrió de oreja a oreja.

-Eso no es problema, herma...- se interrumpió a media oración.

-Desconocida para ti- le pedí.

Ambos reímos.

-Lo siento, es que su rostro me recuerda mucho a mi querida hermanita del alma- me explicó.

Suspiré con nostalgia, bajando la vista para que no viera mi sonrisa.

-¿Del alma?- susurré conmovida.

-Sí- se acercó peligrosamente a mí, tomando con fuerza mi mentón- Si supieras todo lo que ella hizo por mí.

-No estoy segura de que ella lo crea de esa forma- murmuré, hipnotizada por aquel verde esmeralda.

Danny dio un suspiró y soltó suavemente mi mentón. Su expresión mostraba impotencia y sufrimiento.

Aquello me dolió sobremanera, pero ¡Yo no sabía qué hacer! Solo ahora lograba asimilar lo que acababa de comentarle.

-Danny...- susurré- por favor, no me malinterpretes... Quiero que sepas, que siento que yo no hice nada por ti, comparado con lo que tú hiciste por mí.

Danny soltó una carcajada.

-Lo sé- dijo conteniendo la risa- eso es lo que me frustra.

Su repentino cambio de humor me dejó desconcertada.

Me tomó de la cintura, me atrajo hacia sí y besó suavemente mi frente.

-Lo sé- repitió

-Entonces ¿Por qué te frustra?- quise saber.

Sus labios se contrajeron en una diminuta sonrisa.

-Porque no sé cómo decirte que estás equivocada, no sé cómo dártelo a entender.- explicó lentamente.

No pude evitar sonreír.

-Lamento tener que ser yo la que lo arruine todo, pero sabes que soy terca y que no lo creo.

-No, no lo sé, porque eres desconocida para mí- contradijo.

Reí con voz queda.

Caminamos hacia la entrada del edificio, Danny abrió la puerta y me dio el paso.

-Gracias- murmuré antes de entrar.

Subimos las escaleras en lugar de usar el elevador... ¡Aquel lugar me era tan familiar! Por un momento me dominó la nostalgia, hacía tanto que no venía aquí. Pero a pesar de todo, el tiempo parecía no haber cambiado nada. Como siempre, había una maceta en cada piso, y en el primer piso había una tabla de anuncios, que la realidad es que tenía un aspecto desolado y triste, pues no había ningún anuncio pegado, más que un menú de pizzas a domicilio.

Justo en el segundo piso estaba el departamento de Danny, Fabián y su papá.

Danny sacó las llaves al quedar frente a la puerta, y las metió por aquella ranura. Forcejeó hasta que la chapa cedió.

Me dio el paso. Contuve el aire antes de entrar.

Los recuerdos me llegaron de golpe, como un balde de agua fría.

Me detuve en el umbral de la puerta.

Danny se volvió hacia mí.

Inesperadamente las lágrimas empezaron a desbordarse por mis mejillas.

-¿Qué pasa?- me preguntó alarmado.

Negué con la cabeza, intentando contener las lágrimas.

-Son sólo recuerdos.

Danny sonrió con picardía.

-¿Buenos o malos?- preguntó con curiosidad.

Su sonrisa se ensanchó.

-Buenos...- murmuré.

-¡Hola, chicos!- dijo Fabián saliendo de la cocina.

Parecía gratamente sorprendido.

-¡Vaya! No me lo esperaba después del drama en tu fiesta.

Sonreí.

-¡Hola, Fabián!- dijimos ambos al unísono.

Danny y yo reímos, pero Fabián se limitó a fruncir el ceño.

-¿Quieres algo de tomar, Tami?- preguntó.

Le saqué la lengua, en señal de juego.

-No, gracias.

Se encogió de hombros.

-Si necesitan algo estaré en la cocina.

-Gracias- dijo Danny antes siquiera de que yo pudiera abrir la boca.

Me limité a asentir con aprobación.

Fabián entró nuevamente a la cocina. Entonces me pregunté dónde estaría su padre.

Y como siempre, Danny pareció leerme el pensamiento.

-Tiene un nuevo trabajo...- murmuró con un tono de desagrado que me sorprendió.

-¿Y no te gusta?- quise adivinar.

-Sale demasiado de viaje- se limitó a contestar.

Supe que no me daría otra explicación.

-Es chistoso, pero el destino quiere que estemos juntos...- susurré dirigiéndome hacia la terraza.- A veces así lo siento...

Se adelantó a abrirme la puerta con una sonrisa en el rostro.

-Si lo sientes, es porque es cierto.- aseguró Danny con una seriedad que no encajaba con aquella hermosa sonrisa.

-Yo no quería perder a Jack, pero parece que el destino así lo desea...- seguí especulando.- no quiere que estemos juntos.

El viento alborotó mi cabello, refrescándome el rostro ¡Aquel era un paisaje hermoso! Detrás de todas esas casa y edificios podía divisar una montaña que resaltaba con los rayos del Sol, que ya empezaba a esconderse.

-¿Y tú quieres luchar por tenerlo?- me preguntó Danny.

Suspiré.

-Sé que soy terca y ahora descubro que también soy egoísta ¡No los puedo tener a los dos! Pero yo los quiero a los dos.- expliqué lentamente.

Danny rió apagadamente.

-Yo no soy nadie para contradecirte ni limitar tus deseos.- dijo con indiferencia- Aunque desearía que nada más me quisieras a mí, sé que para ti es complicado y no pienso complicártelo más, pero que te quede claro ¡Si te vuelve a lastimar ese infeliz, no se salva!

Reí entrecortadamente, intentando contener las lágrimas ¿Por qué era tan perfecto? ¡Era como mi ángel guardián! Me cuidaría, de eso estuve segura incluso antes de que nuestras miradas se encontraran.

Sonrió sin que la felicidad le llegara a los ojos.

Y entonces me sentí culpable, porque no sólo sufría yo, sino que hasta lo hacía sufrir a él... a él... y a Jack.

-Será mejor que...

Colocó suavemente un dedo sobre mis labios.

-Ni lo piense, desconocida. Se queda aquí, porque la necesito. Quiero conocerla y no la voy a dejar escapar tan fácilmente- me interrumpió.

Sonreí conmovida, con las lágrimas nublando mi vista.

-¡No me hagas esto, Danny!- sollocé.

Puso cara de pocos amigos.

-¿Qué estoy haciendo?- preguntó desconcertado.

-Ser bueno conmigo, no lo merezco...- contesté con un hilo de voz.

Soltó una carcajada.

-Soy bueno con quien me plazca.- repuso.

Reí entrecortadamente.

Tomó mi rostro entre sus manos.

-Sé lo mucho que estás sufriendo ahora y todo por mi culpa, pero, si te sirve algo ¡Te amaré elijas lo que elijas!- aseguró con una voz suave.

Limpió las lágrimas que empezaban a desbordarse por mis mejillas y besó ambas con cariño.

-¿Que no conoces el significado de almas gemelas?- preguntó, intentando aligerar el ambiente.

Sonreí.

-Me lo vas a tener que enseñar.

Me correspondió con aquella sonrisa que tanto me encantaba.


lunes, 14 de marzo de 2011

Pacto

Bueno, sólo les agradezco por los comentarios del capítulo pasado :P jejeje hoy no tengo mucho que comentar más que "Espero que lo disfruten" ;).


Caminábamos por la acera aquel crudo invierno, solo unos días después de mi cumpleaños.
La realidad es que, al siguiente día, después de la pelea con Jack, descubrí que no era el único que estaba molesto con Danny y conmigo. La realidad es que nunca hubiera esperado aquello de Roger... o quizás sí. Recordaba fugazmente que Miranda alguna vez me había mencionado que Roger estaba enamorado de mí, pero yo no le había escuchado. El problema fue que no me dirigió la palabra en todo el día, por más que le insistí, por más que le pregunté la razón. Miranda, que parecía intentar mantener una charla relajada, me comentó fugazmente que estaba enojado por la vuelta de Danny, que no era nada personal. Incluso mi papá le tenía pavor a la idea de que me encontrara con Danny, pero, después de largas discusiones, había accedido a que lo pudiera ver por lo menos una vez más.

Sacudí la cabeza, no quería recordar nada más, no ahora, que estaba junto a él.

Lentamente me volví hacia él con cierta duda.

Me tomó la mano infundiéndome valor.

Suspiré antes de comenzar.

-¿Qué vamos a hacer?- pregunté vacilante.

Danny sonrió, pero aquellos labios perfectamente proporcionados no profirieron ni una sola palabra.

Me escrutó con la mirada por largos segundos, pero rehuí la mía de la suya, temerosa de que me dispersara las ideas que meticulosamente había ordenado.

Lentamente su sonrisa se fue desvaneciendo y su semblante se volvió serio... triste. Aquellos ojos verde esmeralda perdieron su hermoso brillo.

Cuando entreabrió los labios supe que iba a contestar.

Esperé pacientemente, pero los minutos se me hicieron eternos.

Contuve la respiración.

-Me iré- dijo con fingida indiferencia.

Solté el aire bruscamente.

-Te irás- repetí con un hilo de voz.

Colocó nuestras manos entrelazadas sobre mi mejilla.

La acarició con la yema de los dedos y cerró los ojos, cerrando además aquellas hermosas puertas a su alma.

Su rostro quedó inexpresivo... Ni felicidad, pero tampoco tristeza. Me pregunté qué pensaría en aquel momento, pero no fui capaz de mediar palabra. Su tacto me tenía aturdida.

-Tengo que continuar con mis estudios.- soltó finalmente.

Mis labios se contrajeron en una mueca de disgusto.

-¿Qué?- preguntó recuperando repentinamente el buen humor.

-¡Vas a volver con ella!- exclamé con voz temblorosa.

Se detuvo en seco sin perder la sonrisa.

Me volví desconcertada.

Me atrajo hacia sí con suavidad hasta que quedé acorralada entre sus musculosos brazos.

Esta vez no puede rehuir su mirada. Su cautivadores ojos me habían atrapado entre sus redes. Su aliento embriagador alocaba mis sentidos.

Dio el primer roce, presionando suavemente sus labios sobre los míos.

Quedé abrumada, aturdida.

Sonrió con picardía antes de dar el segundo ataque.

Esta vez fue más duradero.

Mis latidos se soltaron desbocados. Mis ideas se dispersaron.

-¿Confías en mí?- preguntó con su voz aterciopelada.

-Yo... un segundo...- alcancé a articular.

¡Era demasiado débil para pedirle que me soltara y poder ordenar mis ideas!

Quise fulminarlo con la mirada, pero fue imposible.

Cerré los ojos, logrando antes ver su sonrisa burlona.

-Es injusto- protesté con un hilo de voz.

Sus labios rozaron mi frente.

-¿Qué es injusto?- preguntó con inocencia.

-Eres convenenciero- contesté con pasmosa lentitud.

Al notar la cercanía entre ambos, mis mejillas se ruborizaron.

-¿Algo más?- preguntó frunciendo el ceño.

-Yo...- tartamudeé.

¡Estaba segura de que quería decirle algo más! El tiempo empezaba a escaparse de mis manos.

-¿Confías en mí?- me susurró al oído.

Respiré hondo.

-Sí- contesté igual, en un susurro.

Su mirada rehuyó la mía.

Aquel semblante triste volvió a sustituir a la felicidad.

Su dedo pulgar formaba círculos en mi palma.

-También puedes confiar en mí- aseguré intentando adivinar sus pensamientos.

Sonrió sin que la felicidad le llegara a los ojos.

-Lo sé- alcancé a ver aquel destello verde en sus ojos- pero no confío en él.

Solté una carcajada cargada de alivio.

-Es eso...

Y aún así, él no me correspondió la sonrisa.

Suspiré. Solté nuestras manos entrelazadas y tomé su mentón, obligándolo a verme a los ojos.

-Jack es...- lo pensé por un momento- él no haría algo que no me guste... y recuerda... estamos peleados, no creo que me habla en meses...- susurré dolida.

Se zafó fácilmente de mi agarre, dándome a espalda, pero sin soltar mi mano derecha.

Jugueteó por un momento con nuestros dedos.

Me adelanté un paso y lo abracé por atrás.

-Danny, si confías en mi sano juicio, entonces también debes confiar en él.- hice una pausa- porque yo lo hago.

Tomó mi mano izquierda, y estrechando ambas, se movió ágilmente de forma que yo quedé entre sus brazos.

Lo observé desconcertada.

él sonrió pícaramente y besó mi mejilla.

-Es lo justo- sentenció- yo confío en ti y tú en mí.

-Estoy de acuerdo- concluí.

Entonces continuamos caminando.

-Vamos a mi casa, estoy seguro que hace tiempo que no ves a mi padre y a Fabián- dijo.

Sonreí de oreja a oreja.

-Estás en lo cierto.

martes, 1 de marzo de 2011

El oído de tierra

Bueno, como les dije antes, traigo otra historia en mente :D :D :D :D :D Aquí les dejo más o menos la introducción, el lunes voy a poner una encuesta, para ver si les gusta o no ;) :D :D :D :D O si prefieren, entonces les voy a pedir que comenten para saber su opinión :D :D :D :D :D :D


Bailar era mi pasión. Tomaba clases tres veces a la semana, una y otra vez. El balet era parte de mí. Lo sentía a cada paso, a cada movimiento. El despliegue, la fuerza al levantarse en puntitas. Lástima que mis papás nunca pudieron apreciar bien mi gusto, pues él estaba ciego y ella era sorda. Aunque a veces papá me decía que con solo escuchar la música sabía que yo bailaba excelente. Y a pesar de todo, no había forma de que deseara tener otros papás. Para mí ellos eran perfectos, para mí aquellos ojos cristalinos de una azul celeste, que observaban a su alrededor con atención, eran los más expresivos que había visto en cualquier rostro. Y aquellos oídos que parecían observar más incluso que el propio ojo de un felino, me dejaban siempre intrigada.
Aquel día sentía como si el tiempo se fuera a terminar. Era mi recital, era el momento, pero... al salir al bailar, sentí su mirada posada sobre mí. Me imaginaba sus ojos verdes observándome con sigilo. Y a pesar de que yo lo buscaba con la mirada ¡No lograba encontrarlo! Él me veía pero yo no lo veía a él. Sólo tenía el presentimiento de que aquella noche no sería tan exitosa como deseaba, sentía que aquella noche ya nada sería lo mismo. Y en efecto, en aquel momento, hubo una explosión en la entrada del teatro y para mi gran sorpresa ¡Era papá! La única diferencia era que antes no tenía alas y ahora tenía unas prominentes alas que parecían de plata... como un ángel.
Nadie hizo ni un sólo ruido, nadie pronunció ni una palabra. Mi corazón palpitó desbocado, porque yo sentía miedo.
Una espada dorada cruzó la habitación, fue tan rápido, que ni siquiera supe de dónde sacó papá la suya.
Entonces pude verlo y me sentí traicionada, era nada más y nada menos que Ayax...