miércoles, 18 de mayo de 2011

La visita

¡Hola a todas! :/ :/ :/ Perdón que no haya publicado antes, pero... la inspiración no ha querido volver hasta ahora. Ya sé que ha pasado mucho tiempo ¡¡Y discúlpenme por eso!! En realidad que lo siento. No sé si ahora mi inspiración sea continua y tampoco sé si puedo prometerles que regularizaré las publicaciones. Intentaré en lo posible publicar ;) Ya estamos en vacaciones y tengo tiempo de sobra :D :D :D :D Pronto me voy a ir a estudiar a Alemania, y no sé cómo vaya a estar la cosa por allá, pero intentaré publicar ;) espero que les guste el capítulo, la historia está a punto de llegar a su fin.


Miré a mí alrededor, impregnándome de la tristeza. El aire repentinamente me pareció frío.

Me acerqué a la recepción con cierto recelo.

-Buenas tardes, jovencita.- saludó amablemente la señora.

Sonreí tímidamente.

-Estoy buscando al señor Fontana.- expliqué lentamente.

-¿Sabes en qué habitación se encuentra?- preguntó la señora.

Maldije para mis adentros ¡Había olvidado preguntarle a Fabián!

-No...- contesté.- Deme un minuto, por favor.

La señora sonrió cálidamente.

-Tarda lo que necesites, cariño.

Saqué mi celular de mi bolsillo y marqué el número rápidamente.

Un pitido.

Dos pitidos.

Tres pitidos.

¡Y aquella vocecita femenina que informaba que mi llamada sería transferida al buzón!

Suspiré pesarosa y metí el celular de vuelta a mi bolsillo.

-No sé en qué habitación se...

-En la 415- informó alguien detrás de mí.

Me volví lentamente, desconcertada por volver a escuchar aquella voz ¡Fabián y Danny eran en realidad muy parecidos en varios aspectos!

Sonreí y lo abracé.

-¡Fabián!- exclamé conteniendo la emoción.

Él me rodeó suavemente con sus brazos.

-No pensé que te aparecerías después de lo que pasó con mi hermano- comentó.

Reí por lo bajo al soltarlo.

-Vendré si me lo piden ustedes. Que tenga problemas con tu hermano, no significa que a ustedes dos no los quiera- me excusé.

Fabián sonrió débilmente.

Traía un semblante cansado y adolorido.

Bajé mi mirada hacia mis pies, intentando no cruzarme con la suya. Sus ojos estaban demacrados, ya fuera por el cansancio o el sufrimiento. Todo en él dejaba un dejo de tristeza.

-¿Cómo está...- contuve el aire antes de continuar- ¿Cómo está tu padre?

Fabián no contestó de inmediato.

Lentamente levanté la cabeza y lo escruté con la mirada.

-Recién operado del corazón... a penas despertó hace unas horas- se limitó a contestar.

Tuve que inclinarme forzosamente hacia él para poder escuchar sus palabras.

Lo pensé por un momento.

-¿Puedo verlo?- pregunté finalmente.

Se dibujó una diminuta sonrisa en la comisura de sus labios.

-¡Para eso estás aquí!

-Disculpe, señorita- nos interrumpió la recepcionista.

Me volví lentamente.

-¿Trae identificación?

Negué con la cabeza.

La señora me miró con sincera preocupación.

-¿Qué edad tiene usted?

-17 años- contesté lentamente.

La señora negó con la cabeza.

-Por regla general, aquella área está restringida para los jóvenes menores de 18 años.- se disculpó la señora.

-¡Oh, no!- murmuré.

-El paciente será transferido a otra habitación en unas cuántas horas, las visitas serán de siete a ocho de la noche.- informó.

Aquellas palabras me dieron de golpe. Faltaban tres horas.

Di un suspiré.

-Gracias- dije con un hilo de voz.

Fabián pasó su brazo por mis hombros y me llevó directamente a un asiento de la sala de espera.

-¿Qué te parece si te invito un café mientras esperamos?- propuso.

Reí y recordé que acababa de tomarme uno.

-¿Qué te parece si mejor es una dona?- contesté con otra pregunta.

Fabián coreó mi risa.

-Entonces una dona será.- accedió guiñándome un ojo.

Fueron tres largas horas de un plática agradable que me recordó los viejos tiempos, cuando nos sentábamos Danny, Fabián, su padre y yo a platicar hasta llegada la madrugada. Habláramos de lo que habláramos, siempre era agradable y divertido. Aquello me dio tanta nostalgia, extrañaba terriblemente a Danny... por más que lo negara, pero ¡Era la realidad! Lo extrañaba. Empezaba a arrepentirme de mi decisión... y entonces recordé a Mateus. Había sido lo correcto.

Pronto Fabián y yo caminábamos por un pasillo de piso de mármol con paredes llenas de ventanas que daban a la tranquila calle. Pasamos por la habitación 410... luego por la puerta de la habitación 413... y allí estaba la 415.

Me volví dudosa hacia Fabián, que puso la mano sobre la perilla y la giró lentamente, como si quisiera aumentar los nervios que empezaban a carcomerme por dentro. Había una sola pregunta que no dejaba de rondar por mi cabeza... ¿Cómo se vería? Mi pregunta se respondió al entrar a aquella habitación tan comercial, de piso de madera y paredes blancas, con una cama a mi lado derecho y un sillón en la pared de enfrente, bajo una ventana que daba hacia la calle. El papá de Fabián dormitaba sobre la cama, con una expresión de profundo dolor en el rostro, surcado en arrugas. Sus brazos reposaban a ambos costados de su cuerpo.

Me acerqué lentamente y me senté en el borde izquierdo de la cama, sin quitarle la vista de encima. Aquel hombre era tan parecido a sus dos hijos. Sus labios eran rellenos y rosados como los de sus hijos, mientras que sus pómulos marcados resaltaban sus ojos verdes, que en aquel momento no podía contemplar.

Lentamente tomé su mano y la estreché con suavidad.

-Es un hombre cansado...- comentó Fabián- Después de perder a mamá y... bueno...- carraspeó- perderte a ti... no ha vuelto a ser el mismo. La enfermedad lo está consumiendo lentamente.

Asentí pesarosa, incapaz de encontrar palabras ¿Qué pasaba si Danny y Fabián se quedaban huérfanos de padre y de madre? Cierto que ambos podían cuidarse perfectamente y ya eran mayores de edad, pero, era un golpe fuerte. Dos personas que representan tanto en tu vida cotidiana y que un día desaparezcan sin la oportunidad de volver ¡Que una conexión tan fuerte se rompiera, era en realidad doloroso!

Y entonces sus ojos se abrieron. Se veía cansado, en realidad. A pesar de que su respiración era acompasada, él sufría.

El silencio reinó por un largo rato mientras una sonrisa se iba dibujando en la comisura de sus labios.

lunes, 16 de mayo de 2011

Recuerdos borrosos

¡Lo lamento! Pensé que se había publicado ya el capítulo, pero parece ser que no... :S Pero creo que más vale tarde que nunca... jejeje ¡¡Lo siento!! Pero aquí les dejo el capítulo, finalmente ¡Después de tanto! jijijiji Espero que les guste.


Se pierde la noción del tiempo
, fue lo primero que recordé.

¡La había perdido! Pensé con pesar aquella helada noche de invierno.

Mis ojos estaban abiertos a pesar de la penumbra. Lo único que se escuchaba era mi acompasada respiración.

Entonces sonó el teléfono. Me incorporé cansinamente, pero mis pasos se aceleraron a su objetivo cuando una fuerte punzada de dolor cruzó por mi pecho.

Me precipité a tomar el teléfono cuando lo tuve enfrente.

-Hallo, es ist Danny- dije esperando respuesta.

-¿Danny Fontana?- preguntó una voz masculina y monótona desde el otro lado de la línea.

Por un momento había deseado que hubiese sido ella...

-Él habla- me limité a contestar.

-Señor Fontana, hablo del hospital Ángeles de Interlomas para informarle que su padre está internado, después de haber recibido un paro cardiaco.

No fui capaz de contestar inmediatamente.

Mis latidos lentamente se fueron acelerando ¡Tal como había ocurrido con mi madre!

-Por supuesto ¿Estará mi hermano cerca?- murmuré.

Se escuchó un hondo suspiro del otro lado de la línea y luego cómo el teléfono se pasaba de una mano a otra.

-¿Bueno?- dijo la bien conocida voz de mi hermano.

-No sé si pueda volver a salir del instituto. Haber faltado dos largas semanas me ha atrasado mucho.- expliqué lentamente.

-Papá te necesita, no ha querido mejorar.- contestó Fabián suplicante, con la voz notablemente forzada.

-¿Qué ocurrió exactamente?- pregunté finalmente.

-Estábamos platicando en la cocina, cuando él cayó y se dio un fuerte golpe en la cabeza. Perdió la consciencia. Los doctores dicen que perdió mucha sangre- explicó ahora él.

Supe que su voz se escuchaba quebrada no por la tristeza, ni por el dolor, sino por la rabia. Fabián se escuchaba amenazador, cortante, algo poco común en él.

-Haré todo lo posible- prometí antes de colgar.

Tallé mis ojos con pasmosa lentitud y respiré hondo.

El cuarto quedó en completo silencio. Ni siquiera mi respiración. Mi cabeza empezó a dar vueltas. Recuerdos confusos embargaron mi mente.

Me abrazó y yo le devolví el abrazo fuertemente. Sentí sus cálidas lágrimas resbalar por mi suéter.

-Danny…- murmuró con la voz quebrada- lo siento tanto.

-No sé cómo decírtelo… es sólo que… me gustaría que me acompañaras a la… incineración.- murmuré conteniendo la rabia.

Rabia de que no había podido hacer nada por mi mamá, rabia de que la había perdido para siempre. Aquella mujer despampanante que tanto había velado por mi hermano y por mí.

Me percaté entonces de que Any me miraba con preocupación, pero asintió lentamente, sin perderme de vista. Sus ojos empezaban a anegarse de lágrimas.

-Te acompañaré- murmuró.

Vi en ella su apoyo incondicional, sus hermosos ojos... deseé limpiar sus lágrimas. Ella en realidad sufría y veía lo que yo sufría, como si hubiera una conexión.

-No sabes cuánto significa esto para mí.- agradecí finalmente.

La tenía a mi lado, ella lo había demostrado con ese gesto y eso era algo que yo apreciaba mucho.


Había perdido a Any. Y una segunda punzada de dolor cruzó mi pecho, pero aquel no era un presentimiento, aquel era dolor que venía de mi corazón.

Mi único consuelo era que tenía el presentimiento de que Any todavía me amaba.




Ahora volvemos a México jajajaja ¡No estoy segura de haber mencionado alguna vez en qué lugar se desarrolla la historia! jajajaja Pero es que no me decidía en qué lugar podía ser, entonces, después de pensarlo largo rato ;) ¡Aquí estamos! :P jajajaja Espero que les gusten los recuerdos de Any.


La lluvia se intensificó. Las gotas golpeteaban rítmicamente la ventanilla del coche. Yo me limitaba a ver hacia afuera, perdida en mis pensamientos, recordando aquel día que Danny me besó antes de la incineración de su madre. Recuerdos lejanos, recuerdos que ya no debían tener sentido para mí. Pero lo tenían y mucho, por más que quisiera negarme. Pero sobre todo, estaba confundida ¿Qué hacía? ¿Por qué iba? ¡Yo ya no amaba a Danny! Pero una vocecita en mi interior me reprochó. Ciertamente, querer a Fabián y a su padre era independiente de si quería a Danny o no... "Pero tú aún lo amas" dijo la vocecita indignada. Muy bien, debía admitirlo. Yo lo amaba, él era mi alma gemela, inevitablemente había una conexión que tampoco podía ignorar.

Y como aquella primera vez, empecé a sentir dolor, su dolor. El dolor de mi hermano. Sabía que él sufría, lo sentía a pesar de que él estuviera en Alemania. Y me lamenté, yo debía amar a Jack... entonces la misma pregunta volvió a embargar mi mente ¿Qué hacía? Pero no dudaba de mi decisión de ir al hospital, sino de mi decisión de haber aceptado a Jack como mi novio. Lentamente empezaba a darme cuenta de que lo había usado. Y empecé a sentirme culpable ¿Era normal que mis mejores amigos terminaran siendo mis novios? Y ahí iba otra vez la vocecita de metiche: "Roger... olvidas a Roger" El enojo de Roger era el que más me dolía... y a Miranda también. Roger, el amigo incondicional que nunca pude corresponder. Roger y Jack siempre fueron buenas opciones, me dan más de lo que hubiera pedido... pero Danny. Lamentablemente, siempre tuve preferencia por Danny. Nunca hubo otra opción.

Aquí estoy.

Dos años después de conocerlo.

Su padre enfermo, después de haber perdido a su madre.

-Aquí estoy...- dije para mí misma.

El conductor del taxi se volvió extrañado hacia mí, pero le resté importancia.

Me concentré en las gotitas que recorrían el frío vidrio. Mi aliento opacaba el vidrio. El día había entristecido.

Y perdí la noción del tiempo, cometiendo el error de volver atrás a mis recuerdos.

-Hemos llegado- anunció el hombre, sacándome de mi ensimismamiento.

-Gracias- susurré.

Abrí la puerta, aún fuera de mí.

El hospital parecía muy concurrido. Gente entrando y saliendo, con diferentes expresiones. Algunas de alivio, otras de dolor, preocupación...

miércoles, 11 de mayo de 2011

¡Lo lamento!

¡Lo lamento! Esta entrada es rápida, para justificarme por no haber publicado desde hace tanto tiempo... :/ jejejeje Bueno, pues... la semana pasada me pidió el chico que tanto me gusta que fuéramos novios :D :D :D :D :D Entonces, tantas cosas, mis amigas, que piensan que ya nunca estoy con ellas, las clases que se me hacen eternas, las tardes que me las paso hablando con él me han robado muuucho tiempo :D :/ jejejeje Llevo parte del próximo capítulo, entonces, creo que podré publicarlo pronto ¡Les agradezco muuucho su paciencia!

viernes, 6 de mayo de 2011

La llamada

¡Por fin! :D :D :D :D jejejeje ¡¡Al fin terminé el capítulo!! Creo que está muuy corto, pero espero que les guste ;) Muchas gracias por sus comentarios ;) :) :) Como a cualquier escritora, me ayudan a salir adelante. Espero que les guste:

-¿Me da un mocca frappuccino, por favor?- pedí.

Jack me rodeó la cintura por detrás y besó suavemente mi mejilla.

La vendedora nos miró inquisitiva.

-¿Algo más?- preguntó de mala gana.

-No, eso es todo, gracias- contesté con una sonrisa involuntariamente forzada.

Entregué el dinero.

-Lo recogen en la barra- informó señalando vagamente una mesa de mármol al fondo, junto a un letrero del procesamiento del café.

Me dirigí hacia la barra con Jack pisándome los talones.

Me recargué sobre el frío mármol y cerré mis cansados ojos, intentando no perder la compostura.

-¿Tú no querías nada?- murmuré preocupada.

Lentamente abrí los ojos.

Jack negó con la cabeza y se encogió de hombros.

-No tengo ganas de nada en particular.- contestó.

Me sorprendió la cercanía entre ambos rostros.

Reí quedamente y besé suavemente su mejilla.

-¿Ni si quiera de esto?- pregunté juguetona, presionando suavemente mis labios sobre los suyos.

Tomó mi mano y la apretó con fuerza.

-Eso ya es diferente- repuso.

-¡Mocca frappuccino!- exclamó un muchacho detrás de la barra.

Me volví lentamente.

-Gracias- dije al tomarlo.

El muchacho sonrió cálidamente, a diferencia de la cajera.

Jack y yo caminamos en busca de la mesa en donde se sentaban los demás.

Sora nos sonrió al fondo del local y señaló dos lugares.

Al llegar a la mesa, cada quién se sentó en su respectivo lugar.

-¿Recibiste noticias?- le pregunté a Miranda, inclinándome disimuladamente hacia ella.

No contestó de inmediato, como si asimilara la situación.

Me pasó el celular por debajo de la mesa. En la pantalla había un mensaje:


Miri, no puedo ir, mis papas tienen una cena y dbo acompañarlooos. iia sabes q a parte no iría + Jack, me enoja verloo. Tampoco tngo ganas d ablar + ustedes.

Soy sincero +tigo.


Solté un hondo suspiro y le devolví el celular a Miranda, que tenía la mirada perdida en las suaves gotitas que empezaban a golpetear contra el vidrio de la ventana.

-¡Ya va a empezar a llover!- comentó Sora volviéndose igualmente hacia la ventana.

Jack la imitó.

-Últimamente el clima ha estado muy extraño.- coincidió Jack.

-¡Claro! Verano no es época de lluvias.

-¿Cómo es el clima por allá?- pregunté intentando disimular mi preocupación.

-Húmedo, pero cálida...- lo pensó por un momento- tropical, en realidad.

Reí.

-Entonces el frío te ha de haber tomado de golpe- afirmé.

Sora rió conmigo.

-¡Claro que no, tontita! ¿Ya olvidaste que aquí viví toda mi infancia?- repuso.

Recordé vagamente los días que saltábamos en los charcos de lluvia, con botas e impermeables, todas reían.

-¡Qué buenos tiempos eran aquellos!- exclamé.

Sora asintió.

-La secundaria con tantos exámenes, que nos juntábamos para estudiar juntas.- recordó Sora.

-¡Y todos los muchachos que andaban por ti!- agregué.

Sora se sonrojó levemente.

Jack y yo soltamos una carcajada.

-La ciudad ha cambiado mucho desde que la dejé- murmuró Sora.

Me incliné hacia ella, a pesar de que estaba hasta el otro lado de la mesa.

-Los cambios son constantes e inevitables, es sólo cuestión de adaptarse.- dije.

Ella sonrió.

Entonces mi celular empezó a sonar.

Lo saqué rápidamente del bolsillo de mi chamarra. Pulsé el botón para contestar, sin siquiera ver de quién se trataba.

-¡Any!- exclamó una voz terriblemente familiar.- ¡Pensé que no contestarías después de todo lo que ha pasado!

Quedé rígida en mi lugar, incapaz de mediar palabra.

-¿Any?- preguntó aquella voz desde la otra línea.

-Fabián... ¿Qué pasó?- fue todo lo que alcancé a decir.

-¡Te necesito en el hospital que está a dos cuadras de nuestra casa! Mi padre tuvo un infarto.- explicó breve y rápidamente.

-¿Y...- respiré hondo antes de pronunciar aquel nombre-... Danny?

-Hablé al instituto, pero para ellos ahorita es la madrugada, él seguía dormido. Le avisarán mañana por la mañana... lo más probable es que llegue en tres días.- aseguró.

Suspiré aliviada.

-Muy bien, enseguida voy- vacilé antes de continuar- ¿Cómo está su padre?

-En recuperación- murmuró Fabián.

-Nos vemos- me despedí antes de colgar y mirar extrañada a los presentes en la mesa.

Jack, Miranda y Sora me miraban fijamente con la interrogación dibujada en el rostro.

Entonces caí en la cuenta de que nos habíamos venido caminando.

-Necesito llegar al hospital- murmuré volviéndome hacia Jack.

Él pareció sopesarlo por un momento.

-Supongo que pediré un taxi.- contestó incorporándose lentamente de su asiento.

-Gracias.

Me volví hacia Sora.

-¿Qué pasó?- preguntó notablemente confundida.

-El papá de un viejo amigo está en el hospital y debo ayudar un poco- me limité a contestar.

No le diría del papá de quién se trataba.

Sora rió tranquilamente.

-Siempre que nos vamos a ver, algo pasa, querida.- comentó.

Reí.

-¡Perdón! Yo tampoco entiendo qué pasa.- me disculpé.

Sora sonrió.

-Será mejor que vayas a acompañar a tu viejo amigo.

Pude ver en sus ojos que ella sabía de quién se trataba a pesar de mis breves palabras.

Miranda se incorporó.

-Supongo que dejaremos la plática para otro día. Al fin y al cabo, Sora se queda todavía una semana más.

Asentí lentamente y me incorporé también.

-Todo se va a arreglar- le dije abrazándola.

Ella me devolvió vagamente el abrazo.

Me dispuse a abrazar a Sora, quien me devolvió el abrazo con fuerte cariño.

-Cuídate- me aconsejó.

Sonreí.

-Tú también.

Al salir del local, Jack me esperaba con la puerta abierta de un taxi.

Me acerqué a abrazarlo.

-¿Quieres que te acompañe?- preguntó.

Al mirarlo a los ojos, pude ver el esfuerzo que le había costado formular aquella pregunta.

-¡No te preocupes! Yo puedo encargarme de esto. Nos veremos en un rato ¿Te pareces?

Sus facciones se suavizaron.

-Muy bien- se limitó a contestar besándome suavemente en los labios.

Disfruté aquel momento por sólo unos segundos. Acaricié su mejilla y entré al auto. Jack cerró la puerta y se acercó nuevamente al Starbucks, sin perderme de vista.

Sonreí con pesar y me volví hacia el conductor para darle la dirección.

lunes, 2 de mayo de 2011

almas distancias

¡Yay! A ver si puedo recuperar la continuidad, ahora que volvemos a clases, la perspectiva me parece muy complicada ;) Pero me aplicaré ¡Es que ahora estoy tan atrasada! Perdón si no he comentando en ningún blog, pero ahora sí que estoy perdida en varias historias ;) Si me dan un rato más, me acostumbraré. Por ahora, aquí les dejo el capítulo y como siempre ¡Muchas gracias por su apoyo! :D :D :D :D :D :D


-¡Hasta que llegan, tortolitos!- exclamó Miranda más airada que por teléfono.

-Lo siento, tuvimos algunos problemas en el camino- se disculpó Jack guiñándome un ojo con disimulo.

Reí entre dientes y abracé a Miranda.

-¡Tranquila! Ya estamos aquí...

-¡Muchachos!- exclamó ahora una voz tan familiar, que los pelos se me pusieron de punta.

Lentamente solté a Miranda y me volví hacia Sora, que sonreía de oreja a oreja con aquella calidez tan propia de ella.

Corrí a sus brazos y la estreché con fuerza.

-¡Sora!- grité emocionada.

Ambas dimos brinquitos de felicidad.

Varias personas en el café posaron su atención en nosotras.

Entonces me di cuenta de cuánto la había extrañado. Mi buena amiga de la infancia estaba frente a mí.

-¿Cómo te ha ido?- preguntamos ambas al unísono.

Soltamos dos carcajadas.

-Bien- contestó ella.

-¡Qué bueno!

-¿Y a ti?- preguntó con sincera curiosidad y preocupación.

-Mejor que nunca- mentí intentando ser lo más convincente posible.

Contuve el aire, temerosa de ver su reacción.

-¡Me alegro! ¡Y también me alegro de que hayas recibido mi carta!- dijo contenta.

Supe que no había notado nada y me sentí aliviada.

-¡Vaya que tú siempre me sorprendes! Primero una carta y ahora tú en persona- comenté juguetona.

Ella rió por lo bajo.

-¿Y en algún momento me vas a presentar a tu nuevo novio?- preguntó evaluando a Jack con la mirada.

Supe que en cuanto tuviera la oportunidad me hablaría sobre él con lujo de detalles.

Me volví lentamente hacia Jack y sonreí.

-Sora, él es Jack- tomé su mano- Jack, ella es Sora, otra amiga de la infancia.

Jack, con su mano libre, estrechó la mano de Sora.

-Es un placer, Sora- dijo diplomáticamente.

Reí para mis adentros. Jack siempre tan caballeroso.

Entonces me volví hacia Miranda. Allí me percaté de que su expresión mostraba preocupación.

Solté a Jack, dejándolo en el principio de una conversación que parecía se volvería muy animada.

-¿Ocurre algo?- murmuré escrutándola con la mirada.

Ella negó con la cabeza.

-No es nada- mintió notablemente nerviosa.

Coloqué una mano sobre su hombro.

-¿Y Roger?- dije dando en el blanco.

Su expresión se descompuso de golpe.

-No quiso venir cuando supo que venía Jack- explicó lentamente.

Solté un hondo suspiro.

-Ya será para otra- intenté consolarla.

Ella se encogió de hombros con indiferencia, pero, al ver sus ojos, supe que aquello le dolía más de lo que aparentaba.

-Esperaba que hoy sí quisiera venir.- comentó con un hilo de voz.

Sus ojos se anegaron de lágrimas.

-Ya lo conoces, cancela al último momento.

Ella negó rotundamente con la cabeza.

-No es eso... es que hace más de dos semanas que ha estado indispuesto. No habla por teléfono, no nos dirige la palabra en el colegio. Sencillamente no lo entiendo, somos mejores amigos- sollozó.

La rodeé suavemente con los brazos.

-Hablaré con él ¿Te parece?- propuse.

Ella asintió, escondiendo su rostro en mi hombro.

Aunque por dentro sabía que sería una platica complicada, casi imposible.





Otra vez nos viene a contar Danny ;) Hay una parte en la que Danny dice: "Celebro el cumpleaños de mi novia", pero no le hagan caso, es solo una excusa. Janet no cumple ese día.

Janet manchó mi nariz con el chocolate del fondue.

Ambos reímos a carcajadas.

Rematé con un pedazo de fresa sobre su pómulo izquierdo, que luego besé saboreando el dulce aroma frutal de Janet.

-No debimos venir por chocolate ¿Ya te diste cuenta de cómo nos mira el gerente?- se quejó Janet entre risas.

Reí con ella y sacudí mi cabello, que salpicó chocolate en su rostro.

-¡Basta!- exclamó divertida.

El hombre nos miraba desde un rincón apartado de las mesas llenas de comensales. Por primera vez dejó su posición y se acercó a nosotros con aire autoritario.

-Con todo respeto, jovencitos. La comida es para comer, no para jugar- dijo sacando un pañuelo del bolsillo de su saco y limpiando el chocolate vertido sobre la mesa.

Ambos paramos de reír lentamente.

-Lo lamento, señor- dije recobrando la compostura.- Celebro el cumpleaños de mi novia.

El gerente puso una mueca rabiosa.

-Pues celébrelo en casa si van a jugar con comida- murmuró.

Saqué mi cartera de la chaqueta.

-Nos podría traer la cuenta, por favor- se adelantó Janet, conteniendo la risa.

El hombre la miró inquisitivo antes de dar la vuelta y desaparecer entre meseros.

Ambos soltamos nuevamente carcajadas y nos tomamos de la mano.

-Me gustó mi cumpleaños- comentó escrutándome con la mirada, sus ojos azules me miraban intensamente.

Mis labios se contrajeron en una sonrisa torcida, antes de desviar la mirada. Sentí un leve dolor en el pecho... y a pesar de saber a qué se debía, decidí ignorarlo.

Un mesero colocó la cuenta sobre la mesa ¡Qué rápido había llegado! ¡Vaya que nos querían fuera!

Coloqué la cantidad exacta sobre la mesa y unas cuantas monedas para el mesero, que agradeció vagamente y se llevó el dinero consigo.

Me volví hacia Janet.

-¿Quieres ir caminando?- pregunté desafiante.

Janet soltó mi mano y colocó sus manos dramáticamente sobre su vientre.

-Hacer ejercicio nos podría ayudar con la digestión- bromeó.

-¡Vamos, princesita!- la apremié incorporándome.

Ella puso pucheros.

-¿Y si me caigo?- preguntó con fingida tristeza.

Me acerqué lentamente a ella. Nuestros rostros quedaron a pocos centímetros.

-Te llevaría cargando, si es necesario- la consolé besando suavemente sus labios.

Y por un momento... por un momento deseé que aquellos fueran los labios de Any y a quien tuviera que cargar fuera a ella. Entonces me sentí culpable.