lunes, 27 de diciembre de 2010

Un nuevo comienzo

Primero que nada quiero disculparme por no haber publicado el otro capítulo el viernes, pero como era navidad no tuve tiempo jejejeje ¡¡Lo siento!! Y aún así, este es el último capítulo de la temporada... :( Por una parte estoy medio triste, porque ya no va a ser lo mismo que antes, pero por otra jejejeje ¡¡¡Estoy feliz!!! Porque la nueva temporada va a estar cargada de nuevos problemas para estar juntos y aún así se amarán como siempre... nada los podrá separar. Pero, voy a dejar la nueva temporada para la próxima semana, para que empiece con el nuevo año ;) Así que no se me olvide ¡¡¡Feliz navidad a todas y también año nuevo!!! Disfruten como nunca, pues el tiempo no se detiene.

Y por último, gracias por todo el apoyo, que... un blog sin seguidoras no tendría chiste... porque las seguidoras son las que animan al escritor a seguir adelante y es una teoría que gracias a ustedes he comprobado ¡¡¡Muchas gracias a todas!!!




Corrí riendo a carcajadas por aquel parque tan viejo. Me escondí tras un árbol, intentando regularizar mi acelerada respiración. Sentía los golpes de mi corazón.

El viento alborotó mi cabello y entonces, sin previo aviso, unas fuertes manos rodearon mi cintura y me levantaron en los aires.

Di vagas patadas y golpes al aire, a sabiendas de que, por más que lo intentara, él nunca me soltaría.

Empezó a dar vueltas y vueltas conmigo entre sus brazos. Aquel vértigo del primer día, cuando nos vimos por primera vez y él empezó a columpiarme, volvió en aquel momento con una intesidad abrumadora.

-¡Basta!- rogué divertida.

Entonces ambos soltamos una carcajada.

Danny me dejó sobre el piso, pero sin soltar mi cintura. Me revolvió el cabello y besó mi mejilla. Provocando que el poco control que tenía sobre mis latidos se perdiera. Nuevamente se volvieron desbocados. Esos labios me quemaban a cada roce.

Me deshice suavemente de su abrazo y corrí colina abajo, hasta los columpios.

Le sonreí con picardía. Él me miraba desconcertado desde el punto más alto, rígido en su lugar.

Para cuando me di cuenta, él ya me tenía nuevamente entre sus brazos. Me estrechó con fuerza, emanando un cariño turbador, dejándome sin aire.

Contuve la respiración, evitando su mirada.

Me cargó como a un bebé y me llevó junto a un árbol. Se sentó y dejó que me acurrucara, pero, en cambio, sostuve su mirada. Sus ojos verde esmeralda siempre me cautivaban y ésta no era la excepción. Destellaron con dulzura. Sus labios formaron una sonrisa más pícara que la mía y tomándome por sorpresa, rozaron suavemente los míos. Mi tono de piel subió notablemente hasta quedar rojo como un tomate. Danny rió y besó mi frente.

-hermanita- susurró divertido.

Quise levantarme con aire indignado, pero él no me soltó, provocando que ambos perdiéramos el equilibrio. Empezamos a rodar cuesta abajo, de nuevo hacia los columpios. Uno sobre el otro, hasta quedar Danny sobre mí.

Sonrió triunfante.

Aquellos hombros anchos, esos brazos fuertes, me daban la sensación de una protección que nunca había experimentado en mi vida. Sólo Danny lograba eso, fuera donde fuera. Su pecho subía y bajaba con irregularidad, alternando al mío y a mis latidos desbocados.

Esa sonrisa triunfante y cargada de una confianza y tranquilidad me robaron otra sonrisa.

-Te amo como a nadie- susurró con voz aterciopelada.

Esas palabras me dejaron sin aire. Nunca me podría acostumbrar a ellas. Eran las más hermosas que había escuchado y gloriosas al venir de aquellos labios.

-Te amo como a nadie- coincidí con la voz entrecortada.

Besó lentamente mi pómulo y luego el otro. Rozando mi nariz con la suya, besó mis párpados y se detuvo en mis labios. Mis ojos estaban cerrados.

Entonces siguió con su recorrido, besándome bajo la comisura de mis labios, provocándome. Anhelé que esos labios estuvieran sobre los míos, pero no abrí los ojos. No en aquel momento más que glorioso, cuando mi sangre hervía y mis sentidos estaban de cabeza.

-Mi hermanita del alma- me susurró al oído, acariciándome con su voz.

Perdí el habla al instante.

Y para agrandar mi agradable confusión de sentidos, por fin esos labios presionaron los míos, hasta que nuestras respiraciones se combinaron. Perdí la noción del tiempo. Me vi envuelta en su hechizante encanto. Sólo podía percibir sus labios sobre los míos. No podía si quiera moverme. Me tenía inmovilizada tanto física como mentalmente. Mis latidos, más desbocados que antes, chocaban con los suyos, que parecían tan acelerados como los míos. Esto ponía mi mundo de cabeza. Podía percibir su aliento acariciador, sus cálidos labios... estaba tan mareada que olvidé respirar.

Entonces se separó con los ojos relucientes, reflejando la fogocidad de los míos. Sonrió con notable diversión, e incapaz de moverme, tuve que sostenerle la mirada, haciendo más evidente que estaba sonrojada.

-Danny...- escuché una voz tan familiar que volví a la realidad de golpe.

Era una voz que no había escuchado desde hacía más de un año.

-Ya puedes soltar a mi hija.- continuó tranquilamente.

Danny rodó ágilmente, hasta quedar a mi lado, incorporándose al momento. Me extendió la mano, pero fui incapaz de moverme... ¿Era posible que mi padre estuviera frente a mí?

-¿Papá?- murmuré para asegurarme de que esto no fuera un sueño.

Asintió con una sonrisa en el rostro.

Dio unos pasos hacia mí, pero no pude reaccionar. Aquella aparición me había dejado completamente desconcertada.

Contuve el aire.

-Ven, cariño- dijo abriendo sus brazos para mí.

Lágrimas de feliz rabia se desbordaron por mis mejillas.

-Nos dejaste- susurré dolida.

Sus rostro se descompuso al escuchar aquellas palabras. Todo atisbo de sonrisa desapareció tan rápido como llegó.

-No quería dejarlas en la calle y me fui en busca de trabajo.- se excusó cabizbajo.

Negué con la cabeza.

-Mamá lloró días y noches... y yo sufrí con ella ¿Por qué no nos avisaste? Por lo menos debiste dejar una nota- repuse.

Asintió lentamente.

-Es cuestión de orgullo, cariño. Me prometí que no las volvería a ver hasta tener dinero y lo he cumplido al pie de la letra- contestó.

-¿Dónde trabajas?- murmuré lentamente.

Me incorporé con dificultad. Danny se aproximó a mí y me tomó por los hombros ¡Agradecía que él estuviera para sostenerme en aquel momento! Las piernas empezaban a flaquearme.

-No muy lejos de aquí. Soy gerente de una compañía de telas- explicó distraídamente.

Me observó de pies a cabeza con un cariño paternal.

No pude soportarlo más.

Corrí a sus brazos y me acurruqué en ellos sollozando en silencio. Me rodeó torpemente con los brazos y me besó entre el cabello.

-¡Has crecido mucho, cariño! ¡Y te ves hermosa!- dijo.

Reí entrecortadamente.

-Yo te veo igual- bromeé.

Ambos reímos.

De repente paró de golpe. Seguí su mirada, que me llevó directamente a Danny.

-Gracias, muchacho- dijo seriamente.

Danny asintió sonriente.

-Ahora sé que ella estará en buenas manos si me tengo que volver a ir.- continuó sin perder la seriedad.

-Es un honor escuchar esas palabras de usted, señor Sabas- dijo cortésmente.

Papá soltó una carcajada.

-Puedes decirme Richard, Danny- dijo guiñándole un ojo.

-Muy bien, Richard- contestó Danny con un atisbo de diversión en los ojos.

-Pueden seguir con lo suyo, cariño- me susurró papá al oído.

Me apreté más a él.

-¿Cómo lo tomó mamá?- pregunté con la curiosidad reluciendo en mis ojos.

Papá suspiró con pesar.

-Me sacó de la casa... pero... ¡Debiste ver sus hermosos ojos! Haberla visto me sorprendió más que ese asunto de ya no ser bienvenido. Se veía tan bella. Daré lo que sea por recuperar su corazón- contestó entusiasmado.

Sonreí.

-¿Mientras tanto dónde te vas a quedar?- pregunté escrutándolo con la mirada.

-En casa de tus tíos, con Alex y Amy.- contestó.

Correspondió mi sonrisa con otra reluciente ¡No era un hombre que se rindiera fácilmente! Me sentí orgullosa de él.

-Me los saludas... ¡Y no olvides!- dije guiñándole un ojo- que yo estoy de tu lado. Te ayudaré a volver a casa.

Me estrechó con fuerza.

-Gracias, cariño. No sé qué haría sin ti... tu sabes que quiero mucho a tu madre- agradeció.

-Lo sé- me limité a contestar- por eso te ayudo.

Me dio un duradero beso en la frente antes de mirar a Danny por última vez, soltarme, dar media vuelta e irse hacia su auto, estacionado en la acera. No lo perdí de vista hasta que desapareció en la esquina del edificio, que para mi gran satisfacción decía en grande, con letras negras y gordas: "CLAUSURADO".

Sus manos fuertes me rodearon la cintura. Danny me abrazó suavemente por detrás.

-Mateus ya no volverá a molestarnos- afirmó.

Asentí con entusiasmo.

-Gracias por salvarme, Danny- susurré recordando el día que desperté.

Recordé también el día que salí del hospital, con una venda en el pecho, que a penas iba a ser retirada la próxima semana. Los doctores me habían repetido una y otra vez, que había sido un milagro que hubiera despertado, pues, cuando me atendieron yo ya no tenía pulso y mi corazón ya no latía, para que repentinamente volviera a la vida.

Desde el día que conocí a Danny, hasta el día que tuvimos nuestro primer encuentro en el mismo parque, y por llegar tarde, los hombres de Mateus me habían atacado...

Pasé suavemente mi mano por la suya y descubrí la cicatriz que tenía en el antebrazo derecho. Una fina línea rosada, que había cicatrizado hacía tiempo.

Reí.

-Me has salvado la vida dos veces- observé, centrada aún esa cicatriz.

-Y la salvaría cuantas veces fuera necesario, no hay nada qué agradecer- afirmó dulcemente.

Ya no habría más peligros. Estando con él me sentía a salvo. Él me había asegurado desde el día que estuvimos en el hospital que me amaba como a nadie y yo le creía, porque yo también lo amaba de esa manera. Ya no tenía forma de recordar cómo era mi vida antes de que él llegara a ella... y no tenía intención de recordarlo. Así como estaba amaba mi vida y no la hubiera cambiado ni por el más valioso de los tesoros materiales del mundo.

viernes, 24 de diciembre de 2010

El regreso

"¡Quiero y debo volver!" Pensaba una y otra vez con insistencia. Había librado una larga lucha con la muerte, que amenazaba tomarme y llevarme para siempre, pero... no... yo no podía... tenía asuntos pendientes con los demás y no podía irme. Recordar que Danny... sólo pensar... no volverlo a ver... Aquello me había armado de valor suficiente para enfrentar lo que parecía inevitable. Y ahora, estaba tan perdida. Perdida en una negrura que ni me alarmaba, pero tampoco me ponía feliz. No sabía por dónde volver a mi cuerpo, a mi escencia. Caminaba a ciegas, incapaz de ver si quiera mis propios pies ¿Pero caminar? No, ni si quiera caminar, estaba en estado de levitación, porque parecía ser que no tenía brazos ni piernas, no los sentía.

Entonces apareció una luz en aquella oscuridad aplastante, una luz cegadora, incitándome a aproximarme.

Extendí la mano lentamente, pero parecía que a cada paso que daba, la luz se movía hacia atrás un tanto más.

Quise gritarle, pero me percaté entonces de que tampoco tenía boca. En aquel momento todo tuvo repentinamente sentido para mí. No sentía nada porque... yo ya no era humana. Era alma sin cuerpo, vagando por un camino interminable. Me sentí desfallecer ¿Ahora cómo encontraría el camino?

"Danny, te prometo que voy a volver. Te lo prometo, hermano."
Pensé con todas mis fuerzas. Debía volver con él a como diera lugar ¿Por qué? No lo recordaba ¡Ahora había tantas cosas que no podía recordar! El rostro de mi madre, por ejemplo. Sólo recordaba aquellos labios carmesí color intenso, pero... no en un rostro, sino en una mancha blanca, como un lienso, esperando ser pintado.

Di otro paso, pero la luz se alejó. Repetí la acción un centenar de veces, pero ocurría lo mismo y eso me desalentaba a seguir adelante ¿Cómo rayos alcanzaría a la luz? Supliqué en silencio que encontrara el camino. Empezaba a perder las esperanzas de lograrlo, pues cada vez se alejaba más de mí, hasta tal punto que la luz era un punto luminoso en la lejanía.

"¡Vámonos, alma viajera! Olvida todas tus penas y ven a este mundo de tranquila felicidad"

Ofreció una voz dulce a lo lejos. Pero no le hice caso. Volvería con mi familia, con mis amigos ¡Sobre todo con Danny!

Entonces, justo en el momento que me negué rotundamente, se abrió una puerta ante mí... dudé en entrar ¡Yo no quería ir a ese mundo, quería volver al mío! Pero algo me dijo que esa puerta daba al mundo que tanto anhelaba. Caminé lentamente hasta cruzar aquella línea que dividía a la muerte de la vida, y entonces me sentí exultante ¿Lo habría logrado?

La sensación de tener cuerpo y alma unidos me llenó de una calidez abrazadora, que se intencificó como fuego justo en mi mano derecha.

-Any- escuché a lo lejos.

¡Pero si podía escuchar! ¡Podía sentir! ¿Dónde estaba?

Me dispuse a abrir los ojos lentamente. Una luz cegadora me obligó a parpadear hasta que mis ojos se acostumbraron a ella.

Apreté débilmente la mano que provocaba que la mía ardiera en llamas de calidez.

-Danny- dije en un susurro casi inaudible.

-Hermanita- contestó aquella voz perfecta.

Eso era música para mis oídos.

Entonces lo miré por primera vez. Él me escrutaba con la mirada.

-¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? ¿Yo? ¿Qué...? ¿Y Mateus?

Colocó suavemente un dedo sobre mis labios, provocando que callara.

Tenía tantas preguntas atropellándose en mi cabeza. Sentía un dolor terrible en el pecho, pero no recordaba nada de lo ocurrido, sólo recordaba esa risa malvada que escuché antes de caer en la oscuridad.

Escuché voces fuera, por primera vez me di cuenta de que estaba en una habitación de paredes blancas y piso de mosaicos. No había nada más que una mesita al fondo y la camilla en la que me encontraba recostada.

La puerta frente a nosotros se abrió de golpe.

El dolor de pecho y cabeza se intencificó. Empezaba a perder mi cuerpo nuevamente. Aquella idea me aterró ¡Me quería quedar aquí, con Danny! No quería volver a aquella oscuridad aplastante.

-Danny- articulé- no me dejes...

-¡Esto es un milagro!- alcancé a escuchar antes de caer nuevamente en la inconsciencia.

...

Un suave susurro me arrullaba en aquel momento. Al abrir los ojos Danny me observaba con la preocupación reflejada en el rostro. Pero él era el causante de tan lindos susurros.

Quise incorporarme y abrazarlo, tenía la sensación de no haberlo visto en años, pero un fuerte dolor en el pecho y en la cabeza me obligaron a quedarme en la posición que estaba.

No me atreví a romper el silencio que reinaba en aquel momento.

Danny acarició mi mejilla con un cariño turbador, que provocó que mis mejillas se tornaran a un rojo carmesí.

Rió suavemente.

Supe que esa risa aterciopelada era el más perfecto de los sonidos, era lo único que deseaba escuchar en aquel momento.

-Me diste un susto terrible, hermanita- susurró taladrándome con la mirada.

El tono de mis mejillas subió notablemente.

Él sonrió con picardía.

-No recuerdo nada- confesé avergonzada.

Se incorporó lentamente y me besó entre el cabello. No perdí la oportunidad y le di un beso cerca de los labios. Un dolor en la espalda que hasta ahora desconocía, provocó que gimiera.

Danny me empujó suavemente contra el colchón. Sus ojos me sostuvieron la mirada por un largo rato.

-Ahora estás muy débil, pero te prometo que cuando salgamos del hospital te contaré todo tal cual fue ¿Bien?

Asentí de mala gana ¡Como si estuviera tan débil! Pero mi mal humor no duró mucho. Aquellos ojos verdes destellaban de felicidad y era algo a lo que no me podía resistir.

-Gracias- dije después de un largo silencio.

-¿Por qué?- preguntó sorprendido.

-Porque me has acompañado todo este tiempo. No sé qué hubiera hecho sin ti.- dije ruborizándome por segunda vez.

Se dibujó una sonrisita en la comisura de aquellos labios perfectamene proporcionados. Entonces mis latidos se aceleraron ¡Lo tenía enfrente como a un Dios! No podía creerlo... de un momento para otro, después de tantas semanas de lucha... ¡Él estaba aquí, conmigo! ¡Cuidándome de algo que yo ni si quiera conocía. Quise gritar de alegría.

-Ambos luchábamos por lo mismo, hermanita, y dos son más que uno.- contestó sencillamente, con una nota de orgullo en la voz.

Apretó mi mano con cariñosa complicidad.

-Pero me salvaste de Mateus...- protesté en un susurro.

-Y tú me salvaste de mi propia muerte- repuso sonriente.

Negué aterrada con la cabeza ¿De su muerte? No... ¿Él muerto?

-¡No!- pensé en voz alta.- ¡Danny! ¡Prométeme que si muero tú seguirás con tu vida!

Las lágrimas de desesperación se desbordaron al instante por mis mejillas.

Sacudió la cabeza con desaprobación.

-Any- susurró acariciándome con suavidad- Nunca me había sentido así por nadie. Tú eres la única chica que ha puesto mi mundo de cabeza. Te amo, porque eres mi hermanita del alma, te ganaste mi corazón desde la primera vez que te vi y no te dejaré ir tan fácilmente. Es algo que no te puedo prometer y estoy seguro que tú a mí tampoco me lo prometerías.

Entonces las lágrimas se convirtieron en lágrimas de felicidad. Turbada y confundida, ambos nos escrutamos con la mirada, que aquellos ojos verde esmeralda me sostuvieron como nunca lo habían hecho. No me importó todo el dolor que sentía en aquel momento. Me eché a sus brazos y me acurruqué en su regazo.

-Tienes razón- susurré con la voz entrecortada de la emoción- Yo tampoco te lo prometería. Tú tuviste mi corazón siempre... y ahora te agradezco que lo hayas cuidado.

-No hay nada que me haga más feliz- me susurró al oído con picardía.

Busqué sus labios débilmente, exahusta por el movimiento tan brusco que había hecho. Danny entendió al instante y no dudó en corresponder con un duradero beso que me quemó los labios dulcemente hasta dejarme sin aliento ¡Nunca me cansaría de aquellos besos! Mi cabeza empezó a dar vueltas por el mareo de aquel beso que tanto había esperado desde que me habían capturado. Perdí la noción del tiempo y del lugar. Todo pareció tan irreal, incluso aquellos labios que se movían al ritmo de los míos. Entonces me sentí terriblemente cansada y desprovista de energía ¡Sólo Danny lograba hacerme sentir así!
Nos separamos lentamente.

-Duerme, Any, que debes recuperar fuerzas.- me pidió.

Negué con la cabeza, pero los párpados empezaron a pesarme.

-Danny- susurró débilmente.

-¿Qué pasó, hermanita?

-No me dejes- pedí ahora en un susurro casi inaudible.

-No me iré- prometió.

Entonces una paz interior llenó mi ser sigilosamente y a los pocos minutos me quedé dormida con Danny arrullándome entre sus fuertes y protectores brazos.

La última esperanza

Bueno, ya lo he decidido :D :D :D Mañana es el último día de maratón y es el penúltimo capítulo jejejeje muchas gracias por los comentarios.


La pistola vaciló entre mis manos.


-No lo mates- dijo aquella voz perfecta en mi interior.

Maldije en voz baja ¿Debía hacerle caso? La pistola resbaló de mis manos y cayó a mis pies con un fuerte estruendo que resonó por toda la habitación.


-¡Eso no es de hombres! ¡Debiste matarme!- dijo Mateus con la voz entrecortadamente burlona.


Aquel fuego volvió a mí con una intesidad repentina.


Lo golpé nuevamente en el rostro. Si sonó algún "Crack" no supe de dónde fue, pero, con él, me traía sin ningún cuidado.


Dio un último suspiró antes de quedar inconsciente.


Entonces me volví hacia el cuerpo de Any, que seguía en la misma posición que antes. Aquello desinfló todo mi valor. Se veía tan vulnerable y aún así, tan hermosa como siempre, a pesar de estar... a pesar de que ella...


Apreté mis ojos, evitando las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Caminé lentamente hasta llegar frente a ella, deseoso de que esto sólo fuera un mal sueño, pero una fuerte y dolorosa punzada en mi pecho me recordó que no... que esto era la horrible y cruel realidad. Tomé su cuerpo con delicadeza y lo estreché con fuerza, colocando mi cabeza cerca de su corazón para ver si aún palpitaba, pero, en cambio, vi un hoyo. La bala había dado en el corazón... Su sangre seguía tibia, pero ya no salía más... ¡La había perdido! Mi camisa se tornó a un rojo intenso.


Las lágrimas fueron más fuertes, desbordándose lentamente, hasta llegar a mi mentón y caer sobre ella.


La besé. Sí, besé aquellos fríos y pálidos labios sin vida, pero ya no hubo calidez. Ella ya no estaba allí. Ya no más.


Sentí que el aire de aquella habitación me aplastaba, por primera vez lo percibí putrefacto... parecía que ella no era la única que estaba aquí. Deseé salir lo antes posible de allí.


Caminé directamente a la puerta y salí a la luz de la única lámpara que alumbraba el largo pasillo al elevador.


Tragué con dificultad y seguí con mi camino hasta llegar frente al elevador, que, al pulsar el botón, se abrieron las puertas de par en par. Entré y esperé aquellos dolorosos segundos a que el elevador llegara a la planta baja.


Aquel sonidito desquiciante avisó que habíamos llegado y las puertas se abrieron. La recepcionista, que parecía que se quedaría hasta tarde, dio un grito ahogado y tomó el teléfono. La miré amenazante y me acerqué lentamente.


-Si vas a llamar a la policía, diles que el hombre que buscaban esta inconsciente en el último piso.- ordené fríamente.


Ella asintió sin hacer una pregunta.


Sus manos temblaban tanto que tardó un minuto en poder marcar el número correcto.


Después de dar largas explicaciones con la voz aguda del miedo, colgó y me observó apremiante.


-Y antes de irme- continué, taladrándola con la mirada.- llama al hospital. Necesitamos una ambulancia urgentemente.


-Pero ella...


-No- la interrumpí bruscamente- No te atrevas a decir esa palabra.


Asintió temerosa, encogiéndose en su asiento.


Le di la espalda y salí del edificio. Toda ferocidad y frialdad desapareció.


"¿Qué voy a hacer sin ti, Any?"
Pensé para mis adentros con un terrible dolor. Si tan sólo hubiera llegado antes... ahora entendía el significado de mis sueños. Siempre había sabido que era en Londres. De haberlo descubierto antes nada de esto hubiera pasado, pero no... fui tan tonto como para no darme cuenta.

Sentí un terrible odio hacia esa recepcionista y hacia los que me recibieron en aquel sombrío vestíbulo... quizás... si me hubieran dicho antes... si me hubieran dejado subir antes... Any... estaría radiante, escondida entre mis brazos. Sus mejillas estarían sonrosadas por tanta adrenalina... temblaría como un monito asustado. Entonces no dudaría en abrazarla. La hubiera rodeado fuertemente con mis brazos y la hubiera estrechado en señal de que todo había pasado. Sentiría sus manos rodearme también y a causa de tanta cercanía, lograría sentir sus latidos desbocados por el susto que habíamos pasado... y si no me equivocaba... también estarían de aquella manera por estar conmigo, como los míos se tornaban cuando ella estaba junto a mí. A pesar del peligro de haber pasado, me sentiría dichoso de volverla a ver, de volver a tocarla, sentirla entre mis brazos y saber que no le pasaría nada. No mientras estuviera en mi custodia. Hubiera vela por ella más que antes. Si por mí hubiera sido, habría dormido en su habitación, pero...


Ya no habría más. Ella ya no estaba. No volvería a escuchar su dulce voz, que me ponía los pelos de punta, no vería a esos hermosos labios color carmesí tornarse a una sonrisa encantadora pero juguetona. No vería aquellos perfectos ojos azules, que parecían traslucir algo más de lo que ella aparentaba ser. No la volvería a tener entre mis brazos y eso me dolía sobremanera. No sabía cómo soportaría tanto dolor.
"Ella ya no está" Repetí para mis adentros, "Ella ya no está".

Entonces escuché un fuerte sonido en la lejanía, que a los pocos minutos se volvió más cercano. En la esquina logré divisar un auto blanco, con una cruz del lado derecho, sonando una sirena, que al verme, se apagó y se estacionó frente a nostros. Bajaron varios hombres vestidos de blanco cargando una camilla al interior del edificio ¿Pero qué rayos les había dicho la recepcionista?


-¡Sorry!- exclamé notablemente molesto.


Los hombres se acercaron.


-Who can speak Spanish?- pregunté escrutándolos con la mirada.


Uno de ellos se adelantó y sonrió con orgullo.


-Yo, señor-contestó.


-Necesito ayuda con esta chica, por favor. Sé que ha perdido mucha sangre y que lo más probable sea que la bala le haya dado en el corazón... pero ¡Por favor!- supliqué- ¡Ayúdenme! ¡Es mi última esperanza!


El rostro de todos mostraba compasión.


-Veremos qué se puede hacer.- dijo el señor poco convencido.


Entonces, con un ademán de parte de él, entre todos tomaron a Any y la colocaron sobre la camilla, corriendo hasta la ambulancia, donde la subieron y empezaron a atenderla.


"Por favor, que viva. Te lo ruego, haré lo que sea
" dije para mis adentros, pero ¿A quién se lo decía? No lo sabía, se lo pedía a cualquiera que pudiera escucharme. El hombre que me atendió
al principio, salió de la ambulancia.


-Lo siento, señor...- vaciló por un momento- pero ya no hay nada que podamos hacer- dijo tímidamente.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

La separación

Sentí un dolor terrible cuando la bala cruzó mi alma. Fue tan doloroso que ni si quiera pude gritar de agonía. A lo lejos vi a Danny, sufriendo como yo, pero me pareció imposible... o... ¿Él lo habría presentido y habría llegado? De haber podido hubiera llorado, lo estaba haciendo sufrir... lo había hecho sufrir. Pero ya no sentía mi cuerpo. No había calidez, pero tampoco frío, no había fuerza, pero tampoco debilidad. La bala había terminado con mi vida en menos de un minuto. Mis esperanzas por volver a Danny alguna vez... a mi mamá, a mi papá, a mis primos, a mis amigos... pero, sobre todo a Danny, se desvanecieron. Sentí una nostalgia dolorosa al recordar los buenos momentos que pasabamos juntos. Pero no podía más, la bala me había arrancado la vida sin darme una segunda oportunidad.

En aquel momento, haber sentido dolor físico hubiera sido un alivio, porque eso significaría que seguía viva, pero, mi único dolor era de alma, porque no volvería a ver a nadie. No estaría nunca más entre los brazos de Danny, ni sentiría sus cálidos labios presionar suavemente los míos...
¡Qué desdichada era! Ni si quiera había podido estar dos días junto a él cuando nos hicimos novios. A penas había podido apoyarlo por el asunto de su madre y luego me habían raptado, para que, finalmente, el esposo que "tanto me amaba" me matara por celos a un muchacho inocente que seguramente estaba pasando lo mismo que yo... pero no sentí rabia... me di cuenta de que todo sentimiento antiguo lo había perdido. No podía sentir rabia pero tampoco felicidad, ahora ni si quiera dolor. Ya no recordaba por quién sufría y no tenía la más mínima intención de hacerlo ¿Para qué? Me estaba sumiendo en un sueño estremecedoramente tranquilo.

"No volverás a sentir nada ni saber nada nunca más"

Dijo una voz lejana que pronto se desvaneció como un eco. Mi vida aquí, en el mundo de los humanos, había terminado, pero ya no tenía miedo, ya no había dolor. Esas palabras ya no tenían significado para mí.


Otra vez cuenta Danny jejejeje pero les digo que estoy dudando si darle vida a Any o no :( jejejeje ¡¡Ya verán mis razones más adelante!!

Corrí desesperadamente hasta su cuerpo. Lo tomé suavemente entre mis brazos, temeroso de que pudiera desmoronarse en cualquier momento.

-Mateus- susurré con una rabia y un dolor contenidos dentro de mi alma destrozada.

¡La había perdido! ¡Era certero aquel horrible presentimiento! ¡La había perdido y la mariposa me había enviado para recoger su cuerpo! Me incorporé con la adrenalina corriendo por mis venas... pero antes que nada... ¡Vengaría su muerte!

La coloqué suavemente entre unas cajas de cartón, amontonadas a nuestro lado izquierdo.

Entonces una risa maliciosa se escuchó desde el otro lado de la habitación.

-Tú eres hijo del señor Fontana ¿Verdad, muchacho?- escuché aquella voz a sólo unos centímetros de mí.

-No te tengo miedo- siseé soltando el dolor que tanto me oprimía el pecho- la mataste y vas a pagar, Mateus.

Soltó una sonora carcajada que resonó por toda la habitación, pero ya no provenía a unos pasos de mí, sino lejos, ahora en otra parte de la habitación.

-Sí, la maté- confesó con indiferencia- Pero lo tenía merecido.

Gruñí más que rabioso.

-Nadie tiene merecido morir de esa manera- contesté fríamente.- Nadie y mucho menos ella. El amor no es un crimen.

-Tú no conoces el amor, chico- dijo.

Por primera vez logré divisar su rostro. Estando frente a mí era sencillo atacarlo.

Tenía una sonrisa de suficiencia que me sacó de mis casillas. Fue aquella mirada la que despertó un fuego en mi interior, un fuego que estaba dispuesto a quemar todo lo que se pusiera a su paso. Sus llamas eran acariciadoras, pero maliciosas, juguetonas, pero nada miscericordiosas. Y ahora, su objetivo, era nada menos que el hombre que tenían en frente, que con tanta facilidad podían tomar entre sus garras y quemarlo hasta el lugar más recóndito de ese cuerpo sin alma. Sentí sed de sufrimiento y la oportunidad se me presentaba con burla, por lo que me abalancé sobre él sin pensarlo dos veces, pero cuando mis dedos rozaron sus hombros él ya había desaparecido, dejándome con el amargo recuerdo de su rostro.

-No tan rápido, Fontana.- dijo a lo lejos.

Lo busqué con la mirada cargada de furia y desconcierto.

Parecía que se burlaba de mi situación cuando volví a escuchar esas horribles carcajadas.

-No puedes contra mí- siguió con una voz monótona- no aquí.

-¡Eres un cobarde!- grité sin poder contenerme.

Golpeé un estante que se partió en dos y se desmoronó con un gran estruendo.

Y ¡Para colmo! Las carcajadas que a cada momento me sacaban más de quicio, volvieron a resonar en la fría y sola habitación. El eco chocó contra el gigantesco techo, que seguramente era de más de siete metros de altura. Cajas y cajas, estantes, escritorios, parecía un mundo sin fin. Estaba todo fuera de mi conocimiento... y eso... para mi mala suerte... era un punto a su favor.

-¿Yo?- volvió a reír a carcajadas- ¿Un cobarde? Te equivocas, amigo mío, soy maestro de la estrategia y tus conocimientos no te van a servir para salir de ésta... entonces...

Sentí su frío aliento detrás de mí.

-Hagamos un trato.- susurró.

Me volví bruscamente, pero nuevamente se había ido.

-Sales, pero sin el cuerpo de la chica.- continuó como si nada hubiera pasado.

Bufé temblando de rabia.

¿Creía que yo haría eso? ¿Dejar a Any con ese infeliz? Sacudí la cabeza. El fleco me cubrió la cara.

-Estás cayendo en su trampa.- dijo una voz hermosa, perfecta, para ser exacto, muy en mi interior.- dile que es un trato. Deja mi cuerpo y sal con vida.

A
quella reconfortante presencia desapareció a los pocos segundos.

-No- contesté firmemente, desobedeciendo a la voz.

-Bien, muchacho. Tú lo pediste...- dijo.

Escuché unos pasos que se acercaban lentamente.

-¿Danny, no? Mi esposa hablaba mucho de ti en sueños- comentó.

Nuevamente tuve su rostro a la vista a menos de tres metros.

Hervía de rabia. Seguramente la había obligado a dormir en la misma cama.

-¡Pero no te preocupes!- me consoló con sorna- No es que hayamos dormido en la misma habitación. Ella tenía que estudiar y yo que trabajar. Así cada quién tenía su habitación.
Me dispuse a protestar.

-Pero la tenía bien vigilada y créeme que después de ver cuánto te adoraba disfrutaría mucho tu muerte.- continuó.- ella es la única que se ha resistido a mis encantos y a mi dinero.

Suspiró con fingida tristeza.

-Ella sólo era un capricho mío, hay mujeres mucho más guapas e inteligentes- siguió.

Entonces ya no me pude contener y le di de llano en el rostro deformado por la poca cordura que tenía. Un hilito de sangre resbaló por su rostro hasta caer a mis pies, dejando una pequeña mancha. No perdí la oportunidad y le di otro golpe, pero ahora en el estómago, que provocó que saliera disparado hacia atrás. Las cajas en las que cayó se desmoronaron sobre él, que perdió el conocimiento por un breve lapso de tiempo que me sirvió para darle otro golpe en la cara, directamente en la barbilla. Sacó una pistola de su funda con manos temblorosas, pero se la quité con poco esfuerzo, casi rompiendo su mano.

Apunté sin más rodeos a su rostro, a su sucio rostro. Iba a tener la satisfacción de vengar la muerte de mi hermanita del alma.





martes, 21 de diciembre de 2010

Un segundo mensaje ^parte 2^

Bueno, esto es contando por Danny, para que no haya ninguna confusión :D :D mUUUUUchas gracias por los comentarios.


Caí de rodillas, era un dolor tan fuerte, que supe al instante de qué se trataba, porque... nunca, nunca antes había sentido aquello.

Me retorcí, aullando de agonía, incapaz de soportar más el dolor. Gemí con la respiración entrecortada. "
Any no" supliqué, "Any no".

Escuché voces y gritos a mí alrededor.


Cerré los ojos, trastornado y dolido, las últimas cargas pasaron por mi cuerpo como si un rayo hubiera caído directamente sobre mí.


-Are you okay?- preguntó una voz dulce y femenina.


Asentí lentamente.


-Yes, I'm fine.- susurré conteniendo un nuevo gemido.


-You don't look fine. I'll call to the hospital.- dijo poco convencida de mi respuesta.


-Any- susurré.- Any, no me hagas esto.


-¡Oh! ¿Hablas español?- exclamó sorprendida.


Nuevamente asentí.


-¡Qué alivio!- dijo suspirando- Hace tiempo que no hablo con uno de los míos.


Una nueva descarga dio contra mi cuerpo, imposibilitándome escuchar a la chica.


-¡Cierto! Debo hablar al hospital.- dijo sobresaltada.


Escuché muchas voces, todas en susurros. No me atreví a abrir los ojos.


Any... ¿Sería posible? ¿Iría ya tan tarde?


Entonces los murmullos fueron sustituidos por gritos de susto y asombro. Me vi obligado a abrir los ojos.


¡Quedé tan desconcertado frente a lo que mis ojos veían en aquel momento! Aquellas suaves y delicadas patitas soltaban polvillo al pasar sobre mi saco negro. Era una mariposa azul, tan azul como los ojos de Any. Desde un tono claro hasta aquel tono que tanto me cautivaba, envuelta en un polvillo dorado, con patitas negras y un cuerpo tan negro como las patas. Los temblores desaparecieron repentinamente. Lentamente me incorporé. La mariposa se adaptó a mi movimiento colocándose en mi hombro con un leve vuelo. Puse mi mano y la mariposa subió a mi dedo. Logré divisar unos ojos grandes y negros, pero tan diferentes a cualquier animal que había visto. Un destello de lucidez pasó por aquellos ojos y entonces tuve un presentimiento reconfortante. Con la mariposa pasaría algo bueno.


Me volví hacia la chica que me había atendido hacía unos segundos. Ella parecía estupefacta. Rígida en su lugar, el celular había resbalado de sus manos hasta caer en el piso, roto a la mitad.

Entonces la mariposa desplegó sus hermosas alas y voló fuera del círculo que nos rodeaba.

-Gracias- le dije rápidamente a la joven antes de salir tras la mariposa.


Sencillamente me recordaba tanto a Any, quizás el color, quizás aquella desenvoltura al vuelo, pero, finalmente, ésa era MI Any.


Corrí tanto como mis piernas me lo permitía, con la mariposa al frente tenía la seguridad que la encontraría. Pasamos entre parques, calles muy estrechas, calles anchas y glorietas. Pasamos frente a la gigantesca casa del Parlamento que más bien parecía castillo y corrí entre calles empedradas. La mariposa iba dejando un rastro a donde quiera que fuera, por lo que, si me atrasaba, podría ver el camino de polvo. Crucé la calle sin fijarme en el alto, y finalmente quedé frente a un edificio de una fachada negra, combinándose con el ambiente de la noche. No reparé en ningún otro detalle, metiéndome lo más rápido que pude.


Para aquel momento la mariposa ya había desaparecido. Se percibía un ambiente tranquilo pero sombrío. La recepcionista esperaba detrás del mostrador con una sonrisa forzada.


Me acerqué con la respiración acelerada.


-Busco al señor Mateus- dijo intentando aplacar los desbocados latidos de mi corazón.


La señora, con una tranquilidad desquiciante negó rotundamente con la cabeza.


-A estas horas debería estar con su esposa cenando- contestó suavemente.


Sus ojos brillaron de fingida alegría. Parecía que algo me escondía.


-Sí, bueno ¿Y no a nadie que pueda recibirme?- pregunté.


Volvió a negar con la cabeza.


-Todos se van a casa ahora, señor, entonces, si no quiere que llame a seguridad, por favor, salga inmediatamente- pidió con una dulzura amenazante.


Aquellas palabras me desconcertaron, pero antes de que pudiera decir algo, las puertas del elevador se abrieron.


Ambos nos volvimos.


De ella salieron cinco hombres fornidos y de aspecto intimidante guiados por una joven de aspecto asustado. Sus ojos estaban invadidos por el terror, sin menor señal de tranquilidad, como todos los demás.


Un presentimiento me dijo que ella era lo que buscaba.


-Lo siento, señorita- dije corriendo a su lado.


Ella me miró con desconfianza.


-¿Qué quiere?- dijo, en cambio, un muchacho detrás de ella.


-Busco a Any Sabas Hale y me preguntaba si la conocen.- expliqué lentamente.


Un destello de reconocimiento pasó por los ojos de la joven, pero el muchacho quedó inexpresivo.


-No- contestó finalmente- no la conocemos.


¿Cuál era el fin de mentir? Adopté la expresión más amenazante que pude.


-¿Dónde está?- siseé molesto.


La joven se volvió dudosa hacia el muchacho, que me miraba igual de amenazante.


-No es de caballeros hablarle así a una joven- la defendió el muchacho.


-Tampoco es de caballeros decir mentiras- respondí secamente- ¿Dónde está?


La joven rompió en sollozos.


Aquello fue suficiente para suavizar la expresión de ambos. El muchacho la rodeó dulcemente con los brazos.


-No llores, Adelaida.- la consoló.


Ella negó con la cabeza.


-Alex, no puedo. Es mi culpa... tu escuchaste...- dijo con la voz entrecortada.


-¿Escuchar qué?- pregunté rápidamente.


-No es de su incumbencia. Ahora, si no le molesta, salga de aquí- dijo el tal "Alex" tan amenazante como hacía unos segundos.


-Si tiene que ver con Any, por supuesto que sí.- contesté molesto.


-Basta- chilló Adelaida.


Ambos nos callamos de mala gana, fulminándonos mutuamente con la mirada.


Entonces me encaró, parecía dominada por el terror.


-¿Ella era su amiga?- preguntó escrutándome con la mirada.


Asentí lentamente, intrigado por aquella mirada tan fría y dulce a la vez.


-Sí, lo es- dije apremiante.


-Pues...- Adelaida respiró hondo-escuchamos un grito varios pisos arriba y sospechamos que era de ella... y que... bueno...


Rompió en llanto otra vez.


-¿Quieren decir que ella...?- tragué con dificultad, incapaz de pronunciar aquella horrible palabra.


Adelaida asintió entre sollozos.


-Y todo fue mi culpa por traerla aquí. No debí... pero el señor Mateus es muy estricto respecto a las órdenes... y yo... y yo...


Negué con la cabeza, dejando la frase inconclusa. Sus últimas palabras volaron el aire como eco.


-¿Dónde está?- pregunté con la mayor dulzura que fui capaz de usar.


No me pasaron inadvertidas las miradas de terror de todos los presentes. Incluso la recepcionista, que era la más lejana de todos.


Entonces uno de los muchachos se acercó a mí.


-En el piso prohibido- se limitó a contestar.


La duda se reflejó en mi rostro ¿El piso prohibido?


-¿Cuál de todos es?- pregunté escrutando a cada uno con la mirada, esperando una respuesta.


Nadie se movió de su lugar. El único sonido que se escuchaba eran los sollozos de Adelaida, que a cada momento se volvían más fuertes y desesperados.


-Por favor- rogué, pero todos siguieron en la misma posición.


- Es el último- dijo finalmente el muchacho, rompiendo el silencio- es el último.


Para aquel momento ya salía corriendo.


Las puertas del elevador se abrieron al instante. Pulsé el botón que marcaba el piso 20 y esperé con impaciencia a que llegara. Cada número pasaba con una lentitud desconcertante.


19... ¡20!


Las puertas no tuvieron tiempo si quiera de abrirse por completo. Corrí por el pasillo que estaba casi en la penumbra a excepción de una lámpara colgada del techo que iluminaba en realidad poco.


La puerta era tan grande, que, al abrirla, pesó sobremanera... mi esperanza de volverla a ver se agrandó ¡Después de tanto tiempo!


Pero... al verla quedé rígido en mi lugar, toda esperanza desapareció por completo. La luna alumbraba su frágil y pequeño cuerpo inerte en el piso, entonces las descargas volvieron a mi cuerpo... ella ya estaba muerta.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Un segundo mensaje

¡¡¡Aquí seguimos con el maratón!!! Sólo quiero decirles que muchas gracias por seguirme desde los primeros capítulos hasta ahora, que ya está a punto de terminar la temporada jejejeje


Me senté con impaciencia en la silla ¿Ahora qué rayos tenía que hacer? Tanto rato sentado en el avión me había trastornado. Sólo quería saber que ella en realidad estaba en aquel edificio. El oficial Town'swood había dicho claramente que ella estaría en un edificio perteneciente a Mateus cerca de la casa del Parlamento. Era el más alto de todos a su alrededor, había dicho, y además, negro, la fachada completamente negra.


Había intentado hablar con los policías, pero sin éxito, todos me decían lo mismo: "Cuando sea tu turno, arreglaremos el asunto". Y pensar que Any podría estar tan mal... pensar que hasta muerta podría estar. Mi único consuelo era que si eso hubiera pasado, irremediablemente lo hubiera sentido. Tenía que resignarme a aceptar mi naturaleza... ese sentido de la percepción me avisaba cuando algo muy malo pasaba y la muerte de Any era motivo suficiente. Pero ¡Gracias a Dios! Aún no había sentido una punzada fuerte y eso, de acuerdo a la situación, era bueno, muy bueno.

Uno de los oficiales salió de su oficina. Me incorporé al instante.

-¡Sir!- exclamé.

Éste se volvió con fastidio.

"He again" murmuró más para sí, pero aún así entendí perfectamente.

-Sorry, sir, but I have to find that girl, she have been desapeard for three weeks.- insistí con mi terrible inglés.

-You have to wait, sir. We have a lot of work and American girls aren't our problem- repuso notablemente molesto.

-I can't wait- insistí.

-I can't do anything now, ok? I'm really busy.

Maldije en voz baja forzando una sonrisa.

-Thank you- dije con fría cortesía.

Éste dio un seco asentimiento y caminó deprisa. Seguramente quería evitarme.

Volví a mi asiento y cerré los ojos ¿Ahora qué haría?






Bueno, aquí les dejo la parte contada por Any jejejeje:


Un silencio aterrador reinó durante nuestro trayecto en el elevador. Tomás y yo intrigados por lo que podría haber dentro de aquel piso prohibido y Ella encogida del miedo en la esquina más apartada de la puerta. Parecía a punto de colpasar, por lo que le di aire con las manos.

-¿Estás bien?- susurré.

Ella asintió con dificultad.

-Sí- articuló con los labios.

Aquel silencio sepulcral empezaba a llenarme de terror. Extendí mi mano y ella la tomó con delicadeza. Tomás la tomó del otro brazo y juntos la ayudamos a incorporarse. Se recargó en mi hombro y cerró los ojos.

El timbrazo nos sobresaltó a los tres.

-Hemos llegado- susurró Ella con sudor frío en la frente- suerte, chicos.

-Gracias- murmuré saliendo después de Tomás, que tenía un ademán protector.

El pasillo, a penas alumbrado por una lámpara al fondo, daba la sensación de estar en un calavozo que olía peor que a putrefacción. Instintivamente tapé mi nariz con una fuerza que me dolió sobremanera. Los nervios empezaban a traicionarme.

Caminamos largo rato hasta divisar una puerta mucho más grande que la del antiguo piso, tan grande, que se me figuró como el castillo del dragón que custodia a la princesa. Era una puerta de una madera perfectamente tallada, con paneles negros a sus lados. Lo único que le faltaba a ese ambiente sombrío eran las antorchas.

La lámpara sobre nosotros vaciló por un momento, dejándonos en la oscuridad absoluta, hasta que recuperó su luz, que iluminaba vagamente nuestros alrededores.

Me pregunté si Mateus en realidad estaba aquí. Pero mis dudas se disiparon cuando Tomás tocó la puerta y ésta se abrió lentamente con un pequeño crujido. Entonces tomé el brazo de Tomás y me aferré como un pequeño mono desesperado, deseando que ese brazo fuera de Danny...

Suspiré con nostalgia...

¡Danny! Si conseguía mi libertad, lo primero que haría sería buscar la manera de comunicarme con él.

Aquel pensamiento me armó de un valor desconocido por mí. Me solté lentamente del brazo de Tomás, que vigilaba la habitación en penumbra, vagamente iluminada ahora por la luna expuesta en la gigantesca ventana del fondo.

De manera que con aquella luz pude ver cajas y cajas, estantes y cortinas, todo en desorden.
Pasé la mano por una de las cajas, llenando mi mano de polvo, me lo sacudí en el pantalón rápidamente.

-Pensé que no vendrías, cariño- dijo una voz lejana, pero potente.

Miré a mí alrededor, confundida.

Entonces logré divisar una silueta uniforme al otro lado de la habitación, custodiando la puerta.

-Debía hablar contigo, Mateus- repuse con poca cortesía.

Soltó una carcajada escalofriante, acercándose cada vez más a nosotros.

-Me imagino que será por tu libertad ¿O me equivoco?- insinuó con malicia.

-Sí- contesté firmemente.

Mateus apareció frente a nosotros en un abrir y cerrar de ojos, con ojos fieros y poco cuerdos. Su cabello estaba visiblemente enmarañado, con la corbata mal puesta y la camisa de fuera, sostenía una copa de vino con la mano derecha.

Sonrió con sorna y me observó descaradamente de pies a cabeza.

-Veo que por fin has aceptado mis regalos.- comentó.

Aquella rabia de antes prendió fuego dentro de mí, pero me abstuve de gritarle. Era mi única oportunidad de convencerlo.

-Sí- susurré entre dientes.

Nos dio la espalda, desapareciendo entre cajas y archiveros.

-Me doy cuenta de que la libertad es importante para ti, querida. A menos que seas tan ignorante y no estés enterada de que este piso es prohibido.

Su voz se distorcionó entre tantas cajas.

-Estoy enterada- grité conteniendo la rabia.

Se escuchó una segunda carcajada, que resonó en mi interior como un eco.

-Pues eres muy tonta. Sabrás que el que entra aquí no sale- continuó con una serenidad pasmosa.

En aquel momento todo fue tan rápido, que no tuve tiempo de reaccionar.

El pesado cuerpo de Tomás cayó sobre mí, doliéndome todo hasta la médula. Un ruido sordo y fuerte resonó en la gigantesca habitación. Varias cosas temblaron y las cajas frente a nosotros cayeron al piso. Una de ellas cayó sobre Tomás, que al instante quedó inconsciente con su pesado cuerpo sobre el mío.

Grité de dolor y agonía, pero aquella rección fue lo peor que pude haber hecho.

Escuché pasos que a cada momento se acercaban más y más.

Me removí intentando deshacerme del pesado cuerpo, pero me fue imposible.

Entonces aquel aliento escalofriante quedó a pocos centímetros de mi rostro.

-¡Estás loco!- grité desesperada.

Rió, impregnándome de olor a vino.

Contuve la respiración.

-Dile adiós a tu amiguito- me susurró al oído.

Grité, chillé y sollocé, pero nada de lo que hice funcionó para que aquel sonido que auguraba la muerte no resonará en la habitación. Tomás dio su último aliento, antes de que su pecho dejara de subir y bajar irregularmente.

-¡NO!- sollocé.

Entonces recordé el fétido olor a putrefacción y supe qué significaba. Tomás no era el único cuerpo inerte en esta habitación.

-¡Eres un monstruo! ¡Cómo te atreves! ¡Era sólo un muchacho!- grité dolida.

Aquella odiosa carcajada volvió a resonar en la habitación.

Quería estrangularlo hasta quitarle la vida como le había hecho a muchos otros, pero aquel cuerpo seguía impidiendo que me moviera.

-¡Y guapo por lo que veo! ¿Crees que soy tonto, cariño?- dijo con una voz peligrosamente suave- ¿No te habrás preguntado por qué te metí en un instituto de puras mujeres?

-¡Monstruo!- grité encolerizada- ¡Él era MI guardaespaldas! ¡Tú mismo le encomendaste que me cuidara!

-Pues, cariño... no me arrepiento de mi crimen.- me susurró al oído.- tú eres mía y nadie me quitará lo que poseo.

Un destello posesivo atravesó aquellos ojos malignos.

Escupí en su rostro, incapaz de hacer otra cosa.

Gruñó y se alejó. Aquello era un punto a mi favor.

-Él no pretendía quitarte nada, pretendía cuidarme de ti.-dije temblando de rabia.

-Ahora me queda claro que no podemos negociar tu libertad- dijo burlón, sin perder aquella tranquilidad desconcertante.

Me removí con impaciencia, quería romper ese rostro.

-Ahora, amor mío, si quieres salir de aquí con vida, me quedo con el cuerpo del muchacho.- continuó.

¡¿Pero qué...?!

-No- contesté firmemente.

-¿Segura?- preguntó repentinamente serio.

-Sí- dije con fiereza.

-¡Qué lástima! Eras una de las mujeres más guapas que había conocido.- dijo con desinterés.

Cerré los ojos.

¡Qué corta vida había tenido! ¡Qué rápido terminaba! Mi única opción ahora, era aceptar a la muerta como llegara.

¿Dónde me dio aquella bala? Ya no lo pude distinguir. El sonido atronador y el olor de la pólvora fueron suficientes para terminar con mi vida.

domingo, 19 de diciembre de 2010

No más libertad.

Aquí va el siguiente capítulo del maratón jejejejejeje Muchas gracias por los comentarios y espero que les guste el capítulo :D :D :D :D :D :D :D :D



-¡Lista para la cena, cariño!- exclamó Adelaida entusiasmada.

Una nueva carga de lágrimas se desbordó por mi rostro.

-¡Pero no llores!- dijo ahora consternada- Se te correrá el maquillaje otra vez...

Asentí lentamente y limpié mis lágrimas con brusquedad.

No lloraría más por Mateus. Necesitaría estar calmada, sin lágrimas, para poder gritarle en la cara lo cobarde y sucio que era.

-¡Alex!- gritó Adelaida.

Como respuesta, entró aquel muchacho de espalda ancha y músculos formidos, que, estaba segura, era la causa de que no hubiera podido entablar una conversación tranquila con las demás chicas del instituto.

Una mueca de desprecio lo delató.

-¡Vamos!- exclamó Adelaida pasando a la molestia- no seas inmaduro y da tu opinión.

Se encogió de hombros.

-No está mal- comentó- pero eso es para mujeres... los hombres no opinamos de moda.

Adelaida lo fulminó con la mirada.

Éste suspiró resignado.

-Sí- dijo de mala gana- se ve "hermosa".

-Gracias por el cumplido- me defendí sarcástica.

-No hay de qué, siempre voy a estar para mentir descaradamente- contestó fríamente.

-Si va a ser así, entonces ¿Para qué te molestaste? De cualquier manera a mí tampoco me agradas mucho- repuse.

-Perdón, pero quería hacer más patente que te odio.- se disculpó con sorna.

Tuve el impulso de sacarle la lengua como una niña pequeña y meterme en el baño, pero no, debía afrontarlo.

-Pues, lo lograste- contesté.

Una sonrisa forzada se dibujó en ambos rostros.

-Bueno,- dijo Adelaida con nerviosismo- mejor... mejor vente, cariño. No querrás llegar tarde.
Asentí con desgana. Si por mi fuera ni si quiera iría.

Adelaida se volvió hacia Alex.

-Nos vamos Alex, avísale a tus hombres- ordenó suavemente.

Alex salió, dándonos la espalda. Deseé lanzarme contra él y derribarlo, pero no podría. Él era gigantesco y a la menor provocación estaba segura de que no dudaría en golpearme, y para gran pesar mío, no sabría cómo protegerme. Sería tonto, no sabía nada de peleas... "Me meteré a clases de defensa personal" Pensé para mis adentros con malicia.

-Eres muy infantil- comentó Adelaida divertida- Ni aunque supieras cómo, lograrías vencerlo... todo lo que ha pasado el pobre... es tan dura que estoy segura que te envidia. Dale una oportunidad.

No quise prometer nada, por lo que guardé silencio, preguntándome para mis adentros cómo se había dado cuenta de mis intenciones.




Ya salíamos del edificio cuando empezó a oscurecer. Recordé el motivo de la visita y me armé de valor. Debía conseguir esa libertad.

Justo en el momento en el que di un paso fuera de aquella cárcel, sentí como si todo hubiera cambiado, el aire que respiraba, el suelo que pisaba. El vértigo de la libertad me embriagó sobremanera. Inconscientemente di saltitos de felicidad. Sólo cuando me percaté de la mirada de desaprobación de Alex, me di cuenta de lo que hacía. Subimos a un auto negro como la noche. Tan alto y mostruoso que me recordó, para mi pesar, la camioneta de Fabián, igual de monstruosa e intimidante. Alex me empujó con brusquedad dentro del auto. Lo fulminé con la mirada, pero él me ignoró olímpicamente.

El camino fue atormentador, Adelaida iba a mi lado intentando darme ánimos, pero cada vez que mencionaba el nombre, volvían aquellas ansias de lanzar cosas.

Justo cuando la luna tomaba su posición astral, paramos frente a un edificio gigantesco y sombrío. La fachada era negra, con una puerta giratoria en la entrada. Sus vidrios eran opacos y tristes, como queriendo recordar una época remota. El frío me caló hasta los huesos, y a causa del vestido que llegaba justo bajo mis rodillas, mi piel se puso de gallina. Alex me flanqueó junto a un muchacho de expresión compasiva, pero aire autoritario, que no perdía la oportunidad de reprocharme por no haber traído un suéter más grueso.

-Te agradezco tu interés por mi bien estar- empecé cortésmente- pero el señor Mateus pidió que fuera este suéter y no tengo otro.

-Le puedo prestar mi chaqueta- insistió.

Sonreí.

-Muchas gracias, Tomás- agradecí- pero así estoy bien.

Me sostuvo la mirada un largo rato hasta que desistió y desvió la mirada.

Al entrar nos recibió un centenar de gente. Todos bien vestidos y educados. Subimos varios pisos por el elevador hasta llegar frente a una puerta gigantesca para un pasillo tan estrecho. Por dentro, el edificio, no parecía tan viejo como por fuera. Las luces, los escritorios, todos daban la sensación de un ambiente moderno y seguro, mientras que la fachada de nostalgia e inseguridad. Adelaida tocó a la puerta.

Aquellos segundos fueron de terrible tensión. Recordé nuevamente aquel rostro frío, de ojos grises. Fueron tan largos aquellos segundos, que deseé salir corriendo como muchas otras veces en este día, pero, aunque yo no quisiera, me habían metido en este juego y yo no era de las que dejaban las cosas a medias.

La puerta se abrió con una lentitud pasmosa. Una joven a penas unos años mayor que yo, seguramente, nos escrutó de pies a cabeza con la mirada. Con el cabello recogido completamente hacia tras, el exceso de gel y la falda negra que llegaba bajo las rodillas, le daban un semblante serio y autoritario.

-¡Alex!- saludó con un fingido entusiasmos- te vemos de vuelta... ¿Quién de ustedes dos es la señorita Baggio?

Adelaida y yo intercambiamos una larga mirada.

-Soy yo- me adelanté.

Extendí la mano. La joven me la estrechó con suavidad.

-Un placer, Any- dijo risueña- soy la secretaria del señor Mateus, Ella.

-El placer es mío- contesté con sinceridad.

¡Qué amable era conmigo! Sonreí divertida.

-¿Está el señor Mateus?- preguntó Adelaida intentando ver sobre el hombro de Ella.

Ella negó con la cabeza.

-Está en el último piso...- dijo con un tono forzado.

Me volví inmediatamente hacia Adelaida, que parecía desconcertada.

-Pero dijo que llegáramos a esta hora- repuso confundida.

-Precisamente por eso estoy aquí- explicó Ella- me pidió que les avisara que había cambio de planes. Hubo una emergencia y tuvo que atenderla.

Mi confusión pasó a ser desconcierto ¿Significaba eso que ya no negociaría mi libertad?

-¿Qué significa todo esto?- quise asegurarme.

-Que el día de hoy se cancela la cena, querida- explicó Adelaida con frustración.
No logré articular ninguna palabra más ¡La cena de mi libertad cancelada! Quedé rígida en mi lugar.

-Aún así quisiera verlo- dije después de un largo e incómodo silencio- aunque no haya cena.

Todas las miradas se posaron sobre mí. Unas cargadas de odio, otras de compasión y hasta algunas de desconcierto.

-Pero, cariño...

-Adelaida- la interrumpí- quiero en realidad negociar mi libertad.

-Pero, la entrada allá arriba está estrictamente prohibida para el personal.

-Yo no soy personal, soy su "esposa" y quiero hablar con él. Primero morir antes que volver igual de limitada- contesté.

-Alguien debe acompañarte, Any- dijo Ella con el terror dibujado en el rostro- nadie, desde que se construyó el edificio, sabe qué hay allá arriba... y las historias que cuentan no son muy agradables.

-¡Yo la acompaño!- exclamó Tomás con un aire infantil.

Ahora todas las miradas se posaron sobre él.

-Mejor enviamos a alguien con má cerebro- murmuró Alex entre dientes.

-Yo estoy de acuerdo- dije con malicia.

Alex ni si quiera se inmutó.

-Yo también- coincidió Adelaida.

Me sonrió con complicidad y le devolví la sonrisa.

-Entonces, vamos- dijo Ella algo dudosa- yo los guiaré.

Me abrí paso entre los seis cuerpotes de los guardaespaldas, pero ahora, el único que siguió detrás de mí, fue Tomás.

Por primera vez me percaté de que tenía unos ojos verdes, pero no esmeralda como los de Danny, sino limón. Un verde limón tan intenso que estaba segura que hasta en la oscuridad podrían brillar.

viernes, 17 de diciembre de 2010

El mensaje

Ahora sí tengo muuuuuchas cosas que comentar jejejeje antes de que empiecen a leer el capítulo... jejejeje tendremos MARATÓN :D de una semana. Mis razones... pues... bueno... después de tanto tiempo sin haber escrito, me pareció una buena forma de agradecerles haciendo el maratón, entonces ¿Qué dicen? Éste será el primer capítulo del maratón.
Como segunda, quisiera darle la bienvenida a la nueva seguidora jejejejeje ¡¡¡MUCHAS GRACIAS POR UNIRTE!!! ¡¡¡Cada nueva seguidora me pone muy feliz, como ya les había dicho antes y ésta no es la excepción!!! Espero que disfrutes de la historia jejejeje
Por tercero: Looooooo siento, chicas... pero no lo puedo evitar... jejeje la temporada casi termina jejejeje ya falta poco para el final. El problema es que estoy teniendo algunos problemas para darle continuación a la historia. pero jejejejeje por mayoría de votos habrá una segunda temporada :D
¡¡¡Belle!!! jajajajajajaja No te preocupes, la historia es apta para niños de siete años también :D jejejejeje el vestido no trae malas intenciones, sólo es para hacer feliz a Any jajajajaja para "comprar su felicidad". Ese día quería sacarla por primera vez del instituto... pero ya verás por qué :D
Mely, jejeje sí, no se ve nada en el capítulo de "la cena" porque aún no le he escrito nada... lo siento, fue un accidente.
Y como último aviso... ¡¡¡Muchas gracias a todas las que leen y a las que comentan!!! Siempre será un honor para mí leer esas palabras de apoyo y saber que les gusta la historia ;) jajajajaja y para no molestar más :D aquí les dejo el capítulo.



Salí del baño con el vestido puesto. Adelaida me elogió intentando subirme el ánimo, pero a cada insinuación de que Mateus era bueno, explotaba en cólera, incapaz de dejar de lanzar cosas contra la pared. El florero de la mesita de noche, la computadora, la almohada, el libro de física y el cepillo de cabello. Todas esas cosas rotas, sin remedio... La almohada desplumada, el libro con hojas empapadas, el cepillo roto a la mitad, el florero en miles de pedacitos y la computadora sin
pantalla ni teclado, empapada por la misma agua del florero.

Adelaida salió precipitadamente de la habitación. Su preocupación podía percibirla, pero ya no estaba para consolar a nadie. Había llorado tanto, que el rimel había quedado derramado sobre mis pómulos... quizás era una reacción muy infantil, quizás debí haber sido más madura y salir con la frente en alto, pero si de esta forma podía evitar ver a Mateus, entonces la pondría en práctica.

Era como su marioneta y eso me ponía rabiosa. Aunque fuera su "esposa", no tenía derecho a controlarme. Uno se casa por gusto y no forzadamente... o por lo menos... no en nuestra religión. Imaginar que había lanzado por la ventana aquel hermoso anillo. Fue una reacción tan repentina y automática, que algunas veces, cuando lo rememoraba, me preguntaba seriamente si no me habría vuelto loca. Desde aquel momento y ¡gracias al cielo! Mateus había sido más precario. Procuró mandarme menos regalos y menos caros. El único regalo que no había sido capaz de destruir, lanzar o regresar, fue un hermoso leopardo blanco como el armiño. Con aquellas manchitas negras que le daban un aspecto celestial. Le había tomado un cariño inmenso a la primera mirada que crucé con aquel inteligente animal. Me recordaba tanto a Danny, como si el mismisimo Danny fuera aquel leopardo, que desde aquel día veía durante las tardes, procurando jugar con él, darle cariño.

De repente se abrió la puerta y entró Alex, uno de los guardaespaldas. Me observó de pies a cabeza con una expresión de compasivo asco.

Le dediqué una mirada desafiante.

-Señorita Baggio, le ruego que se prepare, porque el señor Mateus no tolera que la gente llegue tarde y debemos salir en menos de media hora.- frunció el ceño- y para serle sincero, su aspecto es deplorable.

Negué terminante con la cabeza.

-No saldré de aquí- contesté firmemente.

Alex suspiró con resignación y salió de la habitación, intercambiando algunas palabras con Adelaida.

Al instante sospeché que tramaban algo, pero no me atreví a interrumpir. Me limité a cubrir mi rostro con mis manos y preguntarme nuevamente si aún no me había vuelto loca.

Sentí las suaves manos de Adelaida posarse sobre mis hombros.

-Cariño, será sólo esta vez- me susurró al oído.

Las lágrimas resbalaron por mi mentón.

Volví a negar con la cabeza.

-Adelaida, no quiero- supliqué.

Me abrazó fuertemente.

-Si hubiera otra opción...- se lamentó- pero no la hay. Debes aceptar la situación y enfrentarla.
Los pasos de Alex se acercaron lentamente.

-Señorita... Any.- dijo vacilante- el señor Mateus sólo quiere hablar con usted... y... arreglar su libertad.

Aquellas palabras me desconcertaron sobremanera.

-¿Mi libertad?- susurré conteniendo la respiración.

¿Podría ser cierto o me estarían mintiendo?

-Sí.- se limitó a contestar.

-El señor Mateus sabe que eres desdichada aquí y quería hacer un trato contigo...- continuó Adelaida- Pero no nos corresponde informarte el motivo de la reunión, cariño, por eso no dijimos nada antes.

Asentí lentamente, aún conmocionada por el aviso.

-Ven, cariño, déjame arreglarte esa maraña de cabello que tienes y esos ojos tan tristes... no vale la pena que llores.- susurró cariñosamente dándome un empujoncito hacia el baño.

"¿Mi libertad?"
Me pregunté para mis adentros aún incrédula. "Danny" Pensé al instante.





Contado por Danny:

Tres largas semanas y aún ni una sola noticia de Any. Después de las largas sospechas de su paradero, habíamos coincidido que lo más probable hubiera sido que ella estuviera en Londres con Mateus. Cada vez que recordaba ese nombre me daban ganas de golpear algo, pero siempre reprimía mi rabia. De haberlo tenido enfrente no hubiera vacilado en ninguno momento, le hubiera dado un puñetazo como la primera vez.

-Señor- dijo la mujer sacándome de mis pensamientos- ¿A dónde se dirige?

Sacudí la cabeza y sonreí.

-A Londres- me limpité a contestar.

La joven policía reviso mi pasaporte con detenimiento, observando cada detalle.

-¿Con qué motivo?- siguió con el interrogatorio.

-Acompaño al oficial Town'swood para investigar el caso de una chica desaparecida- no pude evitar pronunciar las últimas dos palabras con desprecio.

"Mateus"
Recordé.

Un destello de reconocimiento en sus ojos no me pasó inadvertido.

-¿El oficial Town'swood, dice?- preguntó incrédula.

-Sí- contesté confundido por aquella reacción.

-Pero... Él fue despedido ayer- susurró igual de confundida que yo.

Esas palabras me tomaron desprevenido.

-¿Perdón?- exclamé desconcertado.

-Sí, bueno... parece que por influencias externas lo sacaron del caso y lo despidieron ¿No le han dicho?- explicó extrañada.

Negué con la cabeza.

-¿A qué se refiere con influencias externas?- pregunté aún sin entender.

-Dicen que alguien lo demandó... y todas las pruebas apuntaban a que él era culpable. Dejará su oficina esta tarde.- siguió.

Parecía satisfecha porque alguien le prestara atención a su historia.

-Pero si hablé con él está mañana...- confecé más confundido aún.

-¿Y no le dijo nada?- preguntó extrañada.

Negué con la cabeza.

-Pues que bueno que se entara, señor, porque si no hubiera hecho un vuelo en vano.- opinó la mujer.

Sacudí la cabeza.

-No es posible...- murmuré.

Entonces el celular empezó a vibrar en mi bolsillo, lo saqué rápidamente y contesté.

-¿Bueno?

-Señor Fontana- escuché una voz familiar del otro lado de la línea- ¿Listo para tomar el vuelo?

-Oficial Town'swood, pero ¿De qué me sirve tomar el vuelo si usted no va?

Escuché una sonora carcajada del otro lado de la línea.

-Entonces ya se enteró- murmuró divertido.

-Sí- me limité a contestar.

Un largo silencio reinó durante un rato.

-Bueno, tarde o temprano se enteraría. Ahora lo atenderá el oficial Wilkes.
-Pero yo lo necesito a usted- me quejé.

-No necesariamente... si le da las pruebas al buen oficial Wilkes, tomará riendas a la situación. En serio que no le miento.

-Usted es el que sabe- repuse empezando a molestarme.

¿Cómo podía tomarlo tan tranquilamente, si Any sufría en aquel momento? Lo podía sentir, aquella dolorosa punzada en el pecho que me recordaba todo tan rápidamente que me costaba asimilarlo. Debía volver a verla.

-Tranquilo, señor Fontana- contestó sereno- Debo admitir que el oficial Wilkes es más astuto que yo en estos menesteres. Le será de mayor ayuda.

Por más que quise, no me atreví a preguntarle el por qué de que hubiera sido despedido.
-Antes de terminar con esto, quiero decirle que... antes de- carraspeó con nerviosismo- antes de que me despidieran logré encontrar información que podría serle útil.

-¿En serio?- pregunté con interés.

-Sí- exclamó entusiasmado- creo que sé cuál es el paradero de la señorita Sabas...