lunes, 20 de diciembre de 2010

Un segundo mensaje

¡¡¡Aquí seguimos con el maratón!!! Sólo quiero decirles que muchas gracias por seguirme desde los primeros capítulos hasta ahora, que ya está a punto de terminar la temporada jejejeje


Me senté con impaciencia en la silla ¿Ahora qué rayos tenía que hacer? Tanto rato sentado en el avión me había trastornado. Sólo quería saber que ella en realidad estaba en aquel edificio. El oficial Town'swood había dicho claramente que ella estaría en un edificio perteneciente a Mateus cerca de la casa del Parlamento. Era el más alto de todos a su alrededor, había dicho, y además, negro, la fachada completamente negra.


Había intentado hablar con los policías, pero sin éxito, todos me decían lo mismo: "Cuando sea tu turno, arreglaremos el asunto". Y pensar que Any podría estar tan mal... pensar que hasta muerta podría estar. Mi único consuelo era que si eso hubiera pasado, irremediablemente lo hubiera sentido. Tenía que resignarme a aceptar mi naturaleza... ese sentido de la percepción me avisaba cuando algo muy malo pasaba y la muerte de Any era motivo suficiente. Pero ¡Gracias a Dios! Aún no había sentido una punzada fuerte y eso, de acuerdo a la situación, era bueno, muy bueno.

Uno de los oficiales salió de su oficina. Me incorporé al instante.

-¡Sir!- exclamé.

Éste se volvió con fastidio.

"He again" murmuró más para sí, pero aún así entendí perfectamente.

-Sorry, sir, but I have to find that girl, she have been desapeard for three weeks.- insistí con mi terrible inglés.

-You have to wait, sir. We have a lot of work and American girls aren't our problem- repuso notablemente molesto.

-I can't wait- insistí.

-I can't do anything now, ok? I'm really busy.

Maldije en voz baja forzando una sonrisa.

-Thank you- dije con fría cortesía.

Éste dio un seco asentimiento y caminó deprisa. Seguramente quería evitarme.

Volví a mi asiento y cerré los ojos ¿Ahora qué haría?






Bueno, aquí les dejo la parte contada por Any jejejeje:


Un silencio aterrador reinó durante nuestro trayecto en el elevador. Tomás y yo intrigados por lo que podría haber dentro de aquel piso prohibido y Ella encogida del miedo en la esquina más apartada de la puerta. Parecía a punto de colpasar, por lo que le di aire con las manos.

-¿Estás bien?- susurré.

Ella asintió con dificultad.

-Sí- articuló con los labios.

Aquel silencio sepulcral empezaba a llenarme de terror. Extendí mi mano y ella la tomó con delicadeza. Tomás la tomó del otro brazo y juntos la ayudamos a incorporarse. Se recargó en mi hombro y cerró los ojos.

El timbrazo nos sobresaltó a los tres.

-Hemos llegado- susurró Ella con sudor frío en la frente- suerte, chicos.

-Gracias- murmuré saliendo después de Tomás, que tenía un ademán protector.

El pasillo, a penas alumbrado por una lámpara al fondo, daba la sensación de estar en un calavozo que olía peor que a putrefacción. Instintivamente tapé mi nariz con una fuerza que me dolió sobremanera. Los nervios empezaban a traicionarme.

Caminamos largo rato hasta divisar una puerta mucho más grande que la del antiguo piso, tan grande, que se me figuró como el castillo del dragón que custodia a la princesa. Era una puerta de una madera perfectamente tallada, con paneles negros a sus lados. Lo único que le faltaba a ese ambiente sombrío eran las antorchas.

La lámpara sobre nosotros vaciló por un momento, dejándonos en la oscuridad absoluta, hasta que recuperó su luz, que iluminaba vagamente nuestros alrededores.

Me pregunté si Mateus en realidad estaba aquí. Pero mis dudas se disiparon cuando Tomás tocó la puerta y ésta se abrió lentamente con un pequeño crujido. Entonces tomé el brazo de Tomás y me aferré como un pequeño mono desesperado, deseando que ese brazo fuera de Danny...

Suspiré con nostalgia...

¡Danny! Si conseguía mi libertad, lo primero que haría sería buscar la manera de comunicarme con él.

Aquel pensamiento me armó de un valor desconocido por mí. Me solté lentamente del brazo de Tomás, que vigilaba la habitación en penumbra, vagamente iluminada ahora por la luna expuesta en la gigantesca ventana del fondo.

De manera que con aquella luz pude ver cajas y cajas, estantes y cortinas, todo en desorden.
Pasé la mano por una de las cajas, llenando mi mano de polvo, me lo sacudí en el pantalón rápidamente.

-Pensé que no vendrías, cariño- dijo una voz lejana, pero potente.

Miré a mí alrededor, confundida.

Entonces logré divisar una silueta uniforme al otro lado de la habitación, custodiando la puerta.

-Debía hablar contigo, Mateus- repuse con poca cortesía.

Soltó una carcajada escalofriante, acercándose cada vez más a nosotros.

-Me imagino que será por tu libertad ¿O me equivoco?- insinuó con malicia.

-Sí- contesté firmemente.

Mateus apareció frente a nosotros en un abrir y cerrar de ojos, con ojos fieros y poco cuerdos. Su cabello estaba visiblemente enmarañado, con la corbata mal puesta y la camisa de fuera, sostenía una copa de vino con la mano derecha.

Sonrió con sorna y me observó descaradamente de pies a cabeza.

-Veo que por fin has aceptado mis regalos.- comentó.

Aquella rabia de antes prendió fuego dentro de mí, pero me abstuve de gritarle. Era mi única oportunidad de convencerlo.

-Sí- susurré entre dientes.

Nos dio la espalda, desapareciendo entre cajas y archiveros.

-Me doy cuenta de que la libertad es importante para ti, querida. A menos que seas tan ignorante y no estés enterada de que este piso es prohibido.

Su voz se distorcionó entre tantas cajas.

-Estoy enterada- grité conteniendo la rabia.

Se escuchó una segunda carcajada, que resonó en mi interior como un eco.

-Pues eres muy tonta. Sabrás que el que entra aquí no sale- continuó con una serenidad pasmosa.

En aquel momento todo fue tan rápido, que no tuve tiempo de reaccionar.

El pesado cuerpo de Tomás cayó sobre mí, doliéndome todo hasta la médula. Un ruido sordo y fuerte resonó en la gigantesca habitación. Varias cosas temblaron y las cajas frente a nosotros cayeron al piso. Una de ellas cayó sobre Tomás, que al instante quedó inconsciente con su pesado cuerpo sobre el mío.

Grité de dolor y agonía, pero aquella rección fue lo peor que pude haber hecho.

Escuché pasos que a cada momento se acercaban más y más.

Me removí intentando deshacerme del pesado cuerpo, pero me fue imposible.

Entonces aquel aliento escalofriante quedó a pocos centímetros de mi rostro.

-¡Estás loco!- grité desesperada.

Rió, impregnándome de olor a vino.

Contuve la respiración.

-Dile adiós a tu amiguito- me susurró al oído.

Grité, chillé y sollocé, pero nada de lo que hice funcionó para que aquel sonido que auguraba la muerte no resonará en la habitación. Tomás dio su último aliento, antes de que su pecho dejara de subir y bajar irregularmente.

-¡NO!- sollocé.

Entonces recordé el fétido olor a putrefacción y supe qué significaba. Tomás no era el único cuerpo inerte en esta habitación.

-¡Eres un monstruo! ¡Cómo te atreves! ¡Era sólo un muchacho!- grité dolida.

Aquella odiosa carcajada volvió a resonar en la habitación.

Quería estrangularlo hasta quitarle la vida como le había hecho a muchos otros, pero aquel cuerpo seguía impidiendo que me moviera.

-¡Y guapo por lo que veo! ¿Crees que soy tonto, cariño?- dijo con una voz peligrosamente suave- ¿No te habrás preguntado por qué te metí en un instituto de puras mujeres?

-¡Monstruo!- grité encolerizada- ¡Él era MI guardaespaldas! ¡Tú mismo le encomendaste que me cuidara!

-Pues, cariño... no me arrepiento de mi crimen.- me susurró al oído.- tú eres mía y nadie me quitará lo que poseo.

Un destello posesivo atravesó aquellos ojos malignos.

Escupí en su rostro, incapaz de hacer otra cosa.

Gruñó y se alejó. Aquello era un punto a mi favor.

-Él no pretendía quitarte nada, pretendía cuidarme de ti.-dije temblando de rabia.

-Ahora me queda claro que no podemos negociar tu libertad- dijo burlón, sin perder aquella tranquilidad desconcertante.

Me removí con impaciencia, quería romper ese rostro.

-Ahora, amor mío, si quieres salir de aquí con vida, me quedo con el cuerpo del muchacho.- continuó.

¡¿Pero qué...?!

-No- contesté firmemente.

-¿Segura?- preguntó repentinamente serio.

-Sí- dije con fiereza.

-¡Qué lástima! Eras una de las mujeres más guapas que había conocido.- dijo con desinterés.

Cerré los ojos.

¡Qué corta vida había tenido! ¡Qué rápido terminaba! Mi única opción ahora, era aceptar a la muerta como llegara.

¿Dónde me dio aquella bala? Ya no lo pude distinguir. El sonido atronador y el olor de la pólvora fueron suficientes para terminar con mi vida.

2 comentarios:

  1. NOOO !!!!!! *______*

    No pero ......Arg !!!!!! ¬¬ ODIO CON TODO MI ALMA A ESE VIEJO ESTÚPIDO HIJO DE PUTA , ¿ Como puedo matar a Tomas ?? El era super amable , Qiero matarlo lo odio !!!


    Danny ??!!! , Tiene qe venir lo mas pronto posible


    Publica lo mas pronto posible !!!!!
    Te quiero
    Cuidate
    Bye

    XoXo
    Rosebelle

    ResponderEliminar
  2. me he quedado muda de la sorpresa por aberla disparado sube pronto que estoy deseando leer el proximo capitulo

    ResponderEliminar

¡Me encantan los comentarios! Agradezco que te hayas pasado unos minutos.