domingo, 25 de noviembre de 2012

El escape


Bueno, chicas bloggeras ;) Lau, Cami, Mindy, cuando vi sus comentarios, me emocioné mucho ^.^ Me encantaron !!! Y decidí publicar la siguiente parte del capítulo. Ahora seré breve, porque no sé qué expresar más que mi total agradecimiento :D :D :D :D Les agradezco muchísimo, en serio. 

Este capítulo va a ser algo especial, porque le voy a poner canciones a algunas partes. ;) Sólo es cuestión de darle click a las palabras subrayadas y les aparecerá directamente la página de youtube. 


· 1. Canción ·


Y sin perder más tiempo, salimos corriendo hacia el puente, que temblaba peligrosamente. Una furiosa ola revolcó las sogas que lo sostenían, rompiéndose entonces de un lado. Divisé al otro lado una silueta humana que parecía hacernos señas.

Σs’κα aceleró el paso.

Miré con una tristeza infinita cómo aquel hermoso lugar sagrado se derrumbaba en pedazos, cuando llegamos a pisar el primer madero. Y de zancadas estuvimos a punto de cruzar la mitad, pero obligué a Σs’κα a parar de improvisto antes de que otra gigantesca piedra cayera sobre nosotros.

-¡No, princesa!- gritó viendo cómo la piedra partía los maderos y por ende el puente.- ¡Hubiéramos logrado pasar!

Entonces Σs’κα saltó al pedazo de piedra gigante y corrimos. Yo nada más sentía cómo mis entrañas se revolvían y las mariposas revoloteaban en mi estómago al ritmo de la caída. Temblando por dentro por la simple idea de que en cualquier momento caeríamos a las furiosas aguas que revolcaban todo a su paso.

-¡Salta!- dijo.

Y sin siquiera calcular salté con él a la nada, gritando desesperada.

-¡Nos vas a matar!

Cerré los ojos con fuerza, pensando en lo loco que estaba Σs’κα si pensaba que nadando saldríamos de allí.

Pero, contra mis sospechas, mi burbuja chocó contra la pared de piedra, haciéndonos rebotar.

Nos quedamos colgando. Me aferré a la cintura de Σs’κα con fuerte desesperación y abrí los ojos para ver qué era lo que nos sostenía. Y entonces entendí qué era lo que Σs’κα pretendía. Sostenido de la soga que había partido el techo de piedra, todavía teníamos oportunidad de escalar con ayuda de los maderos rotos hasta la puerta.

Sentía su fuerte brazo alrededor de mi cintura. Era tan firme que supe que no caería y sin perder ni un instante más, me sostuve de un madero roto y me así del siguiente.

Empezamos a escalar a pesar de los fuertes temblores y las piedras que caían. Pero no sabía si mantener las esperanzas, pues la pared parecía a punto de derrumbarse y el camino que nos faltaba todavía era largo.

-Lo vamos a lograr- dijo Σs’κα a pesar del estruendo, como si hubiera leído mis pensamientos.

Y envalentonada por su optimismo, apreté el paso.

Al mirar hacia arriba descubrí que otra piedra caería sobre nosotros…

Σs’κα no traía protección…

Me abalancé sobre sus hombros, aferrándome a su cuello.

La burbuja nos protegió a los dos, haciendo que la piedra rebotara y cayera a las turbias aguas.

-Gracias- musitó con la voz entrecortada.

Demoré unos instantes en recuperarme. Entonces volvimos a la acción, cuando una de las sogas se rompió. Ambos aceleramos el paso. Íbamos a tal velocidad, que mis brazos empezaron a arderme al igual que mis piernas.

Subir se había vuelto más difícil a causa de la nueva inclinación de los maderos, que tendían más hacia el agua. Así que Σs’κα dejó que yo pasara primero, pues sólo había espacio para uno.

Y allí ocurrió la desgracia. Cuando me disponía a tomar el siguiente madero, éste se rompió y caí.

-¡Princesa!-gritó Σs’κα.

Fue tal mi miedo que sentí como si mi corazón se hubiera quedado en mi antiguo paradero. Y desesperada, intenté asirme a lo que fuera, pero el sudor e mis manos me hacía resbalar, hasta que finalmente caí sobre él y ambos nos precipitamos hacia abajo.

Fue como un milagro de los dioses, cuando Σs’κα logró sostenerse de la única soga sobrante y tomó mi mano antes de que fuera demasiado tarde. A continuación su cabeza chocó contra la pared, mientras a mí la burbuja me protegió. Vi sangre en su rostro y sus ojos cerrados. Su mano empezó a resbalar.

-¡No! ¡Σs’κα! ¡Resiste!

Pero al pronunciar la última palabra, su mano se soltó y ambos nos precipitamos nuevamente hacia el agua. Era una caída que se me hizo eterna.

Las lágrimas que se derramaban por mi rostro se secaban tan rápido como salían. Era absurdo.

Y como si fuera un presagio de mi muerte, sentí nostalgia por mi familia, por mi pueblo, recordé la primera vez que salí a cazar sola o una vez jugando con Μεπ en el agua. Maldije la travesía, maldije a los dioses, maldije aquel recinto embrujado, maldije a las sogas por romperse, y escuché cómo caíamos en la ola, que nos revolcó y nos hundió hasta el fondo.

Pasaron varios instantes. La piel se me puso de gallina.

Aún podía respirar. Aún estaba seca. Aún seguíamos en el fondo…

¡La burbuja!

Miré nuestras manos entrelazadas y su rostro sangrante.

-Σs’κα…- susurré con la voz quebrada por la conmoción- despierta.

Limpié suavemente su herida, cuando abrió sus ojos con un gran esfuerzo y me miró atentamente.

Sonreí aliviada.

-No vuelvas a llamarme estúpida ni princesa en lo que resta de tu existencia ¿Me entendiste?- lo reproché, borrando mi sonrisa y mirándolo con seriedad.

Sonrió con su característica altanería mientras se incorporaba.

-Si salimos vivos de aquí lo tendré en mente- contestó al tiempo que miraba a su alrededor.

Y a pesar de la catástrofe que tomaba lugar en la superficie, quedé maravillada ante aquel paisaje marino gigantesco. Había algas y runas antiguas por todos lados, que gracias a la burbuja podía ver con claridad.

Una sonrisa radiante se extendió por mi rostro. Tal vez si tenía que morir allí no estaría tan mal. Podría llegar a disfrutarlo incluso.

Reí bajo el estruendo de la caída de rocas. Fue sólo un instante antes de que mi mirada se posara en una cueva detrás de nosotros.

Mi emoción me obligó a abrazar a Σs’κα con una fuerza asfixiante y reír a carcajadas por el alivio.

-¿Qué te pasa?- preguntó desconcertado.

Pero para mi sorpresa, me devolvió el abrazo estrechándome con una suavidad que ya me empezaba a ser familiar.

-Detrás de ti- le susurré al oído.

Se giró conmigo entre sus brazos. Percibí su reacción de júbilo cuando sus brazos estuvieron a punto de dejarme sin aire.

Repentinamente sentí la tensión en su pecho. Me soltó de improvisto y me jaló de la mano hacia la cueva con insistencia, como si algo hubiera ocurrido. Y en efecto, el agua que nos rodeaba se convirtió en una ola titánica y la cueva quedó libre de ésta. Pero si aquella era nuestra salvación, había que pagarla con sudor, pues, del techo, comenzó a caer una piedra que a aquella distancia parecía pequeña, y conforme se iba acercando, iba creciendo.

Las apariencias engañan.

Σs’κα aceleró el paso. Pero seguirlo me costaba con el alma, pues mis miembros estaban adoloridos y entumecidos. El aire me faltaba ¡Ya era demasiado el esfuerzo que había hecho! Deseaba gritarlo, pedir una pausa y que todo se detuviera, pero era inútil. Y Σs’κα parecía tener los pies mejor puestos en la tierra que yo, pues me jalaba con una fuerza devastadora, obligándome a seguir adelante.

La primera parte del techo cayó justo en el momento en que la monstruosa ola parecía rugir al tiempo que colisionaban.

Un estruendo ensordecedor anunció que pronto todo terminaría bajo el agua. Y como despertando de un sueño, mis piernas aceleraron el paso finalmente, mientras mi corazón palpitaba desenfrenado, sintiendo la sombra del techo que empezaba a cubrirnos. Éramos como pequeñas hormigas a punto de ser aplastadas por la rama de un árbol.

La sola idea me causaba escalofríos.   

El techo fue más rápido y quedamos bajo éste, a poca distancia de la cueva. Golpeé la burbuja con rabia, pero mis puños chocaron contra el cristal.

Σs’κα no se demoró más y sacando una potente llama de su mano libre, hizo que nos impulsáramos hacia delante. Saliendo de nuestro estancamiento.

Cruzamos el umbral de la cueva como rayos, seguidos del estruendo que entonces provocó la piedra al chocar contra el piso, cubriendo la entrada y evitando así que entrara agua.

Σs’κα mantuvo la llama viva alumbrando a nuestro alrededor. Era una habitación circular de paredes negras ¡Pero esta vez no caería en la desesperación tan rápido! Primero debíamos comprobar si había una salida por el techo, como en el soterra de airgua.

Sólo se escuchaban nuestras respiraciones entrecortadas. El alivio que salía de ellas, pero aún así, todavía no estábamos a salvo. No quise pensar en lo peor, pero pronto mi cerebro, abrumado por el terror, me recordó que lo más probable era que nunca saldríamos de allí, porque, en el techo, por más desesperante que me pareciera, no había ninguna salida.

La subida parecía interminable, y por los temblores que se segregaban en la pared, supe que subir tampoco era una opción, a menos que subiéramos con la rapidez de un rayo.

-Es imposible subir- dijo Σs’κα como habiendo leído mis pensamientos.

Respiré con frustración, dejando que el aire saliera con ímpetu. Sentía la garganta seca y las lágrimas que todavía se acumulaban en mis ojos.

-¿Sabes? Ése es uno de tus problemas…- musitó Σs’κα con esa frialdad tan propia de él.

El suelo pareció temblar ante sus palabras.

Lo miré desconcertada.

-¿A qué te refieres, vuelo libre?- pregunté entre dientes.

Me encaró sin perder la seriedad.

-¡Que te rindes tan rápido! ¡Lucha hasta el último momento!- contestó levantando la voz.

-¡Éste es el último momento!- exploté ofendida.- ¡Estamos atorados en una cueva sin salida!

Entonces una roca del ancho de la cueva empezó a caer desde las alturas. Fue tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de gritar. Pero, como siempre, cuando parecía que quedaríamos aplastados bajo semejante peso, la burbuja la sostuvo, dejándome inmóvil.

Σs’κα soltó un grito rabioso mientras golpeaba la pared con sus puños, lo que provocó la caída de otra tanda de rocas. Que no hizo más que aumentar el peso que mis hombros parecían cargar.

-¡¿Por qué, maldita sea, te metes en estos problemas, princesa?!

Y a pesar de la situación crítica en la que nos encontrábamos, mi orgullo provocó que mi espíritu se encolerizara.

-¡Yo no me los busco! ¿Sí? ¡Además de que tú eres mi protector! ¡Se supone que tú deberías salvarme de estos peligros! ¡Eres un hijo de dioses! Es más ¡Eres el primer hijo de un dios! ¡Tienes la fuerza para deshacerte de cualquier obstáculo! ¿Y me dices que yo soy la que tiene problemas? ¡Yo no soy a la que en el último momento se le ocurre culpar a los demás! ¡Tú tienes fuego! ¡Eres vuelo libre!- grité recordando fugazmente aquel día que caíamos por la montaña- ¡Así que piensa en una solución en lugar de descargar tu rabia sobre mí!

Las mugres lágrimas se desbordaban de mis ojos, raspando mi garganta al salir. Me era imposible ver su rostro, pues su flama se había extinguido, lo que agradecía con el alma, pues odiaría que me viera llorar.

Lentamente el silencio empezó a reinar.

Yo esperaba su reacción.

-Abrázate a mí- dijo más bien como una orden.

Aquella respuesta me desconcertó por completo ¿Era su último deseo antes de morir?

-¿Pero qué…?

-¡Ahora!- me interrumpió.

Busqué su torso en la oscuridad, hasta que sentí su duro abdomen y aún con el desconcierto, me aferré a él, soltando lágrimas en silencio. Cerré los ojos cuando sentí un calor abrazador.

La piedra sobre nuestras cabezas se desquebrajó con un fuerte estruendo. Sentí la luz que empezaba a formarse en la habitación a pesar de cerrar los ojos con una fuerza que me lastimaba.

Y entonces salimos disparados hacia arriba. Lo supe por las mariposas que sentía en el estómago; aquella incómoda sensación de velocidad que me provocaba náuseas.

Apreté los ojos con mayor fuerza intentando controlar aquella incómoda sensación…

Un solo pensamiento cruzó por mi mente.

¡Estábamos volando!

Íbamos a tal velocidad que mi garganta se secó y el grito se quedó atorado hasta que sentí el impacto contra el techo, que se desquebrajó con tanta facilidad como la piedra que habíamos tenido hacía unos instantes sobre la cabeza y salimos disparados hacia arriba, chocando con un siguiente techo. La burbuja rebotó y nos devolvió al suelo, pero antes de tocar la dura y fría piedra, la burbuja se desvaneció y la sensación de vértigo se volvió más aguda. En especial cuando mis ojos se abrieron y el suelo fue lo primero con lo que se encontraron.

Al chocar mi cuerpo contra el suelo negro y frío, sentí como si las mariposas hubieran salido escupidas por mi boca, sustituidas entonces por un dolor intenso y la falta de aire.

Un golpe seco a mi lado me hizo reaccionar. Quise ver qué había provocado aquel sonido, pero la oscuridad no me lo permitía. Hasta que mi marca comenzó a brillar y con ella el recinto en el que nos encontrábamos.

Σs’κα yacía a mi lado mirando al techo con los brazos sobre el estómago.

Nuevamente lo único audible eran nuestras respiraciones.

Tardé un largo rato en percatarme de dónde nos encontrábamos. Estábamos en el pasillo que daba a la salida. Justo a mi costado izquierdo estaba la puerta que daba al recinto del que acabábamos de escapar, sellado por una montaña de rocas.

El suelo tembló y supe que el peligro aún no terminaba.

-Σs’κα- musité rompiendo el silencio- salgamos de aquí…

Me incorporé con cierta dificultad, sintiendo todo mi cuerpo adolorido. Pero intenté despejar mi mente y centrarme en encontrar la salida.

Σs’κα me imitó con mayor dificultad, pero cuando estuvo en pie, corrió y yo pisándole los talones.

Al volver la vista supe que habíamos tomado la decisión correcta.

Justo en el instante en el que dejamos el pasillo atrás, se escuchó una gran explosión y entonces el revolcar de las olas de agua.

Aceleramos automáticamente.

-¡¿Qué pasó con los otros?!- grité intentando superar el estruendo que cada vez se hacía más fuerte.

-¡Debieron haber salido desde hace ya rato! ¡Le dije a Äρσητε que pusiera a los otros a salvo desde el principio!- contestó sin aliento.

No pude preguntar nada más pues mi concentración se fue más bien a mis piernas, que corrían a zancadas, intentando salvar también al resto de mi cuerpo.

Doblamos nuevamente la esquina, siguiendo los caminos iluminados y presionados por la ola que se avecinaba detrás de nosotros. Mis oídos zumbaban al ritmo de mi corazón acelerado. Pero la esperanza se volvió dominante cuando a lo lejos divisamos la luz del día que se filtraba por un arco gigante que debía ser la entrada.

-¡La capucha!- gritó Σs’κα cuando divisamos figuras humanas.

¡Nos esperaban aún!

Rápidamente coloqué la capucha sobre mi cabeza sin rechistar, cuando sentí las primeras gotas de agua salpicar mi espalda.

Ya casi, ya casi… pensé.

-¡Cúbranse!- gritó Σs’κα refiriéndose a los hombres que nos esperaban.

Pero estos no reaccionaron ¡¿Qué rayos hacían?!

-¡Cúbranse!- repitió Σs’κα al tiempo que el arco aumentaba de tamaño y mis pies aún descalzos empezaban a mojarse también.

Recordé las botas que había dejado en el recinto...

Los hombres parecieron caer en cuenta finalmente, pues corrieron a un extremo de la entrada y se pegaron contra la pared.

Entonces mi primer pie tocó tierra firme y antes de que pudiera saborear aquella victoria, sentí su fuerte mano jalarme hacia el extremo contrario del arco, y sin previo aviso, me pegó contra la pared cubriéndome con su cuerpo.

El agua salió por el arco con un rugido monstruoso, como habiendo tomado vida. Su sonido y su fuerza eran tan increíbles y tan comparables con los de un dios. De repente caí en la cuenta de la verdad de los ηöη’καπ. El agua era su fuente de vida, pero también podía ser su destrucción…

· 2. Canción ·

Permanecimos en aquella posición por un rato que se me hizo eterno. El agua y su violenta potencia parecían infinitos. Pero sentir los latidos de su corazón sobre mi espalda me brindaron, para mi gran sorpresa, una cierta tranquilidad, que me permitió guardar la compostura. Hasta podía contar sus latidos.

Eran tan fuertes y sentía la dureza de su pecho contra mi piel ¿Sería aquello lo que me hacía sentir tan segura?

Acurruqué mi rostro entre su fornido brazo y apreté los ojos. Deseando, por un instante, que el tiempo se detuviera y que pudiera quedarme en aquella postura el resto de la eternidad. Porque, a pesar del peligro inminente que se encontraba a tan solo unos palmos de nuestro paradero, a pesar de ser ignorante de mi problema con los dioses, me sentía totalmente segura.

¡Era la seguridad que llevaba anhelando desde que había sido atacada por el espíritu reencarnado en el oso!

No pude evitar dibujar una media sonrisa, cuando el agua empezó a disminuir y con ella la presión que ejercía, hasta que sólo quedaron charcos que llegaban a la altura de mi tobillo. Todo aquello lo descubrí al entreabrir mis ojos y espiar entre sus brazos.

Entonces, de improvisto, como si le hubiera dado un golpe, se alejó de mí varios pasos, hasta que quedé totalmente desprotegida.

Me sostuvo la mirada por un rato que se me hizo eterno con aquellos enigmáticos ojos azules.

-Tu rostro- musité aterrada, viendo la sangre que se derramaba de su frente.

Pero antes de que pudiera reaccionar de alguna otra manera, se escucharon pasos, que perturbaron la aparente tranquilidad de las aguas de los charcos y se acercaron a nosotros. 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La madre Tierra


Bueno, pues este capítulo es especialmente largo, porque no sabía hasta dónde acortarle, pero... cuando encuentren el tiempo ;) Ya saben, pásense a leer un rato :D 

Muchas gracias por tu comentario, Lau ¿En serio te parece que Äρσητε tiene interés por la princesa? ^.^ Intentaré publicar más seguido.

Aquí los dejo, para que comiencen el capítulo ¡Espero que lo disfruten tanto como yo al escribirlo! :D  




Ese día lo pasé en reposo total. Σs’κα no dejaba que me levantara ni siquiera para caminar dentro de la lona. Me trajo comida y me cubrió con una manta, esperando que el dolor de cabeza pasara. La tarde prácticamente la pasé sola. Σs’κα se fue, con la consigna de que no me durmiera y no saliera hasta que él volviera, por lo que, resignada y acalorada, me quedé entre la cobija, mirando únicamente hacia el techo. Empezaba a amanecer cuando los cazadores volvieron de la exploración. Me enteré por Äρσητε que habían cazado cuatro venados y que el primer grupo de caza, partiría en unas horas para llevar la comida al hogar. Me sentí inservible, otra razón para que los cazadores me odiaran más de lo que ya lo hacían… Pero Äρσητε me consoló, diciéndome que yo estaría en el último grupo de caza por órdenes de su padre, así que todavía podría hacer algo. Después me contó que Μιευε, ya recuperando la movilidad, se jactaba de haberme ganado y que yo era tan débil que con un solo golpe suyo, ya estaba a punto de morir. Hablaba tan mal de mí, que los cazadores aún me tenían cierta desconfianza, aunque algunos otros, después de ver lo sucedido, preferían mantenerse callados, sin estar ni de un lado ni del otro. Fue un alivio tener a Äρσητε conmigo esa mañana. No poder hacer nada era una tortura, en realidad, era mi infierno personal. Y Σs’κα, como compañero de cuarto, tampoco ayudaba mucho. Escuchaba los relatos de Äρσητε sentado en una esquina, trabajando aún en la talla de madera. No comentaba nada ni le dedicaba ninguna mirada a nadie, por lo que, era como si no estuviera allí, e incluso, cuando Äρσητε se dio cuenta de que me estaba quedando dormida y salió de la lona, Σs’κα continuó con su trabajo sin comentar nada. Mi pequeña depresión por la inmovilidad me impedía dormir. La actitud de Σs’κα volvía a la normalidad. No fue que me levanté hasta la siguiente mañana, cuando todos partían de nuevo. Me fue sencillo adaptarme a sus formas. Traía mi arco y mis ocho flechas junto con el cuchillo. Mi única molestia era Μιευε, que, por órdenes de Äρσητε, también se iría hasta el último grupo.

-Σs’κα ya me dijo tu verdadera situación- me susurró Äρσητε al oído.

Sonreí, pero no dije nada. Los cazadores iban detrás de nosotros, aunque manteniendo una distancia prudente.

-Seguramente esto ha de ser una pesadilla para ti- comentó- y si te sirve de consuelo, en el viaje de vuelta todos mis hermanos y sobrinos sabrán de tu verdadera identidad ¿Estás de acuerdo con eso?- consultó.

Asentí rápidamente.

En realidad, desde la pelea con Μιευε nadie volvió a burlarse de mí. Si hablaban a mis espaldas, ni siquiera me enteraba, porque ni el propio Μιευε se acercaba a mí. El único que me hablaba era Äρσητε, porque Σs’κα no musitaba palabra, y si era así, era con otros cazadores, pero no necesitaba que me hablara nadie más.

-Padre- dijo uno de los cazadores que iba adelante con Σs’κα- Estamos cerca…

-¡Todos guarden silencio!- ordenó Äρσητε.

Caminamos pisando suave, pero, lo que vimos a continuación no era una manada de venados como hubiera estado esperando, sino más bien una construcción de piedra gigantesca que me recordaba a los templos de mi pueblo. No pude más que mirar con la boca abierta, al tiempo que caminábamos por un empedrado que dirigía a una entrada oscura.

La magia del lugar penetró mi cuerpo como si tuviera vida propia, provocándome escalofríos. Sentí la energía proveniente del suelo con la sensación de que era una espesura que se podía cortar con el cuchillo.

Cuando nos acercamos a la estructura, la puerta, que de lejos parecía de mi tamaño, ahora era tan grande que estaba segura que por ella podía entrar hasta un pino ya grande. Como los que había en el bosque en las tierras de los non’katt, que parecía que podían tocar las puntas de las montañas. Un viento que parecía venir por dentro agitó mi capucha. La sostuve con firmeza, sintiendo cómo el viento recorría mis vestimentas y me hacía tiritar ante su fuerza. Su silbido nos ahuyentaba, me hizo retroceder dos pasos. Pero mis ojos se vieron atraídos por las marcas que había en las paredes de piedra. Marcas como las de la salida del soterra, marcas como las del banwe, marcas como las de mi brazo.
Extendí la mano maravillada, preguntándome cómo era posible que algo tan grande no se viera en la montaña de los dioses. Cómo era posible que la niebla en la punta pudiera esconder tantas maravillas ¡Era completamente un mundo distinto!

Lentamente recorrí las fisuras, reconociendo la textura rugosa y la frialdad. Era una ciudad de muertos. Sentía las vibras, podía percibir los leves y constantes temblores en el suelo. El vacío y el silencio que reinaba en el aire.

Recorrí gran parte de la pared, sin importarme si alguien me seguía, sin mirar atrás, adentrándome en la oscuridad. Ni siquiera mis pasos resonaban, el silencio era absoluto.

Aquella misteriosa energía vigorizó mis huesos y cruzó primero por mis manos, por mis brazos, pasó mi corazón y salió por mis pies. Era un peso más, un pequeño peso que me incitaba a continuar caminando.

Cerré los ojos, asustándome al darme cuenta de que no veía nada más que el aire vacío. Ni siquiera las paredes, era una oscuridad absorbente… Y en ese instante, mi marca se iluminó, iluminando además el pasillo.

Abrí los ojos y caminé un poco más. Parecía interminable.

De repente alguien apareció a mi lado. Lo iluminé con cautela, descubriendo a Äρσητε que me miraba con atención.

Se acercó a mi oído.

-Es la ciudad de los dioses caídos, princesa. Aquí yacen los que murieron en batallas. Es por eso que las puertas son tan grandes, pues los dioses llegaron en su forma natural a enterrar a los suyos cuando los non’katt a penas comenzaron a poblar tierras.- murmuró como si el silencio fuera sagrado en aquel lugar.
Para mi pueblo, el silencio era una forma de respeto.

Miré todavía más maravillada a mi alrededor.

-Ni los propios dioses saben de la verdad de esta historia, pero se dice que aquí sacrificó Črοησς a Σραπαδε para que su sangre creara los ríos y los lagos, sus ojos vieran el cielo y con sus piernas y brazos pudieran nacer tierras y montañas. Con sus primeras lágrimas cayó la nieve que ahora cubre cerros. Y aunque su cuerpo terminara inmóvil, su espíritu se volvió libre para cuidar de la parte que le falta.- me explicó con una voz que parecía que no escuchaban mis oídos, sino mi corazón.

Lentamente, el pasillo que parecía interminable se fue convirtiendo en un arco que dio pasó a una habitación gigantesca. Era tan grande que no podía ver sus paredes al otro lado, pero el sonido del agua llamó mi atención. Era el primer sonido que escuchaba en aquel lugar. Miré a mis pies y me encontré con un deslave que precipitaba a una corriente de aguas claras y transparentes iluminadas por marcas brillantes como el oro, talladas en los suelos perfectamente formados. En el centro descubrí la fuente del agua, que era como una montaña en medio de aquel recinto, poblada de un pasto verde como la esmeralda. Descubrí que la montaña nacía de escalones de piedra gigantes, para pies que eran el doble de grande que mi propio tamaño. El nivel del agua llegaba casi hasta el último escalón. Y finalmente descubrí un puente. Y como atraída por las misteriosas fuerzas que había en aquel lugar, caminé hasta llegar a los primeros maderos y continué hacia delante. El viento soplaba como si siguiéramos en la superficie, creando unos increíbles sonidos que parecían música para los oídos.

Empecé a sentir un cosquilleo en el brazo y cuando dirigí mi mirada hacia él, descubrí que mi marca empezaba a extenderse hasta mi cuello, mi pecho y mi otro brazo.

Estaba estupefacta ¿Qué me sucedía? Pero algo en mí me decía que siguiera caminando y así lo hice. 

Se empezaron a escuchar gritos a mis espaldas, pero mis oídos eran ya sordos y no entendían las palabras.

Entonces mi primer pie tocó el maravilloso pasto verde esmeralda. Me quité las botas de nieve y sentí la frescura bajo mis pies ¡Qué bueno que no había tenido que subir los escalones! Eran hasta más altos que yo…

Cerré los ojos, pero seguía viendo una negrura aplastante que me obligó a abrirlos de nuevo.

-¡Princesa!

La fuente era más grande de lo que hubiera pensado. Era como un lago de aguas azules, pero transparentes, en cuyo centro había una mesa de piedra con runas antiguas, de las que se decía que eran las que usaban los dioses para hacer tratados.

Eran celestiales, eran un misterio jugoso, que me invitaba a tomar ávidamente una prueba de que fueran verdad. Por primera vez desde hacía varias lunas me sentía en casa. Y como si la roca tuviera vida, me pidió que guardara respeto y descubriera mi verdadero rostro. Y sin saber si aquello era mi imaginación o era sencillamente real, dejé que mis pies tocaran el agua, que no estaba ni fría ni caliente, y me quité lentamente la capucha. Caminando sin prisa alguna hacia la piedra.

-¡Princesa, detente, maldita sea!- escuché a lo lejos.

“No lo escuches” me decía algo en mi interior. Y sin mirar hacia atrás, di dos pasos más extendiendo mi mano para acortar la poca distancia que me separaba de aquellas hipnotizantes runas.

-¡Morirás! ¡Regresa para acá ahora mismo!

La superficie era rugosa por las fisuras marcadas con un oro intenso que me deslumbraba. Era un oro líquido que fluía como si aquel lugar tuviera vida y aquella fuera su propia sangre. Al instante la luz de mi marca se combinó con la de las runas y fluyó paralelamente. La luminosidad del recinto disminuyó, como en una hermosa noche de luna llena. El agua se levantó en furiosas olas. Pero el contacto seguía allí. La piedra era un corazón palpitante y cargado de energía y cuando observé el techo bajo el que me encontraba, descubrí un rostro de ojos dorados tallado en la piedra, que me observaba.

Las bravas olas se revolcaban en el pasto verde y provocaban que la tranquila agua a mis pies, se estremeciera.

La energía dorada entró entonces a mi brazo, vigorizando mis huesos, mis entrañas y mi espíritu, dándome la sensación de ser capaz de cualquier cosa.

-¡Princesa!- volví a escuchar a pesar del estruendo que provocaban las olas.

-Mi amada sangre- dijo una voz que resonó sobre todos los sonidos.

¡Era el rostro de piedra que me miraba con los ojos de oro! Y tuve el presentimiento de que aquí encontraría todas las respuestas que me faltaban.

-¡¿Quién eres?!- grité reverenciándome ante ella, pero sin dejar de tocar la piedra.
El rostro sonrió, dejando entre ver una luz luminosa.

-Soy la madre de todo en este mundo- contestó al tiempo que su voz provocaba que todo temblara y las olas se volvieran más amenazantes.

-¿Σραπαδε?

La sonrisa se ensanchó, deslumbrándome.

-Te estaba esperando.

La miré incrédula, pero aún así, mantuve mi voz firme.

-¿Qué es lo que quieren los dioses de mí? ¿Qué es lo que quieres de mí?- pregunté.

-El viaje que has hecho no ha sido en vano. Cualquier otro que no hubieras sido tú, habría muerto al tocar el agua, porque Črοησς la envenenó con ζďυπϑ para que mi corazón no fuera a caer en manos equivocadas. Yo me sacrifiqué por los míos y pronto lo harás tú también. Por todos los tuyos.- dijo con una monotonía escalofriante que me hacía temblar involuntariamente.

-Pero a pesar de tu sacrificio, eres eterna y poderosa- repuse con un hilo de voz.

Estaba completamente consciente de que ella podía escucharme.

-Te equivocas. El tiempo se acaba. A cada momento mi corazón se debilita más. Mi tarea es la más difícil de todas, pero a la vez la más hermosa.

Entonces su brillante boca se llenó de agua, y ésta cayó en cascada sobre mi paradero, pero una burbuja invisible parecía protegerme, pues ni una sola gota me tocó.

-¡Espera! ¡Tengo preguntas!

Pero entonces los temblores se volvieron incontrolables, provocando que me tambaleara hacia atrás y perdiera la conexión. Mi marca regresó a la normalidad. Y en ese instante las runas doradas volvieron a iluminar el recinto.

Cuando me volví hacia atrás, me encontré con unos ojos azules que me miraban con acusación. Caminé hacia él, viendo cómo el agua seguía salpicando sin tocarme.

-¡Maldita sea, maldita sea! ¡Princesa! ¡Sigues siendo igual de estúpida que al principio!- me gritó Σs’κα rabioso- ¡El lugar se derrumba! ¡Corre!

Lo fulminé con la mirada.

-¡No me faltes al respeto!

Y para rematar mi enojo, cuando él intentó tomar mi mano, salió disparado hacia atrás.

¡Era la burbuja! Y supe que era mi elección si quería dejarlo entrar o no. Aunque después de lo que me había dicho no sabía si en realidad lo dejaría entrar… El lugar tembló una vez más y supe que no nos quedaba de otra.

Corrí hacia él y le extendí una mano para que la tomara, pero él retrocedió mirándome con rabia y cautela a la vez.

-Sólo toma mi mano- le supliqué sintiendo cómo la tierra a nuestros pies parecía romperse.

La extendí un poco más y vi por primera vez la duda en sus ojos, y me asusté.

Sus ojos se tornaron de miedo absoluto dirigiéndose hacia algo que venía de arriba.

Y al seguir la dirección de su mirada entendí el miedo. Una piedra de un tamaño exuberante caería sobre mí.

Me lancé sobre él, haciendo que entrara a aquella esfera de la extraña fuerza mística.

Sentí su respiración acelerada en mi oído y el impacto de la piedra que rebotó con la burbuja y cayó al agua.

-Vámonos, princesa, vámonos ahora- me susurró al oído al tiempo que se incorporaba y me ayudaba. 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

El saltamontes no es de fiar


Bueno, pues lo puse extra largo para recompensarlos por su paciencia. La verdad es que ya tengo la historia súper escrita, y no puedo esperar porque llegue el próximo capítulo, pero así como con ustedes, me quedaré con la intriga hasta la próxima semana ;) :D :D :D 

Ya vi los comentarios y quedé encantada con ustedes tres chicas ¡Me encanta que siempre comenten! Odio tener que decirlo así, pero sin comentarios no podría seguir con la historia ;) 

Espero que les guste el capítulo y se entretengan un rato. Yo, como siempre :S :S tengo que terminar tarea >.<




Al despertar el calor era sofocante. Mis adormilados ojos buscaron al causante de tal calor.

Σs’κα estaba sentado a mi lado, en la cama continua, tallando algo en madera con… un cuchillo.

Me fijé bien.

¡Era mi cuchillo! Seguramente lo había tomado ayer en la noche ya que yo no había ido a reclamarlo.

-¿Me devuelves…?

-¿No tienes hambre?- me interrumpió.

Lo miré desconcertada.

-¿Pero de qué…?

-Nadie ha despertado, puedes tomar comida mientras tanto- me interrumpió por segunda vez.

-¿No notarían que les falta comida?- pregunté incrédula.

-Sobró ayer la suficiente como para que no se den cuenta.- contestó más concentrado en su tarea.

Guardé silencio, sopesando la idea de ir por comida.

-¿Qué haces?- quise saber mirando su trabajo con atención.

-No te importa- contestó secamente.

Entonces lo fulminé con la mirada.

-Me importa por el hecho de que para ello estás utilizando mi cuchillo.- repuse.

-El cual nadie reclamó ayer en la noche después de hacer una escenita de princesa mimada.

Y otra vez venía con sus comentarios que me daban en el orgullo ¿Sería su pasatiempos?

-De ti no se burla nadie, Σs’κα. Es por eso que no lo entiendes.

-No se burla nadie porque yo me burlo de todos- dijo sonriendo con altanería.

-¿Y crees que así te ganarás el respeto de los demás?- dije con voz temblorosa.

-¿Qué me importa el respeto de los demás? Ni siquiera tu amabilidad ha funcionado para ganarse el respeto de los otros, así que ¿Cuál es la diferencia?

-¿Ni siquiera tu respeto?- pregunté con una curiosidad tímida.

-No- espetó más bien concentrado en su trabajo.

Si sabía que aquella iba a ser su respuesta ¿Por qué me dolía tanto?

-¿Qué pasó con el muchacho atento de las otras noches?- pregunté indignada.

Por primera vez su concentración pasó a mí y para mi gran sorpresa ~nótese el marcado sarcasmo~ sonreía con diversión.

-¿Cuáles noches?- inquirió aún sonriente.

Lo fulminé con la mirada, buscando la mentira en sus ojos, a pesar de que sólo veía incredulidad, como si sus palabras y su cariño nunca hubieran ocurrido.

-Primero parece que nos llevamos bien y de repente usas ese tono tuyo tan petulante y crees que me puedes tratar como si fuera uno de esos patanes de allí afuera ¿Recuerdas que soy mujer?- exploté.

Nuevamente se volvió hacia la figura que empezaba a avistarse en la madera.

-Baja la voz o vas a despertar a los “patanes”- comentó sarcástico.

-Olvídalo- musité incorporándome con brusquedad- voy por comida.

-Espera- pidió Σs’κα.

Me volví lentamente.

-¿Qué quieres?

Σs’κα le dio ágilmente una vuelta a mi cuchillo. Su mano terminó con el filo, exponiendo el mango para que yo lo tomara.

-La próxima vez que decidas romper un jarrón, no olvides recogerlo, tu cuchillo es como tu mano derecha- me instruyó.

Tomé mi cuchillo, ignorando su comentario, y salí de dos zancadas de la lona.

¡Esto era una pesadilla! Y todavía faltaban tres lunas para que terminara. Y con el engreído de Σs’κα “¡Ay! Soy libre de hacer lo que se me antoje”… ¡¿Cómo rayos podría soportar todo esto?!

Pero no valía la pena lamentarse de eso, no me ayudaría en nada.

Entonces guardé el cuchillo en su funda y miré a mí alrededor. Σs’κα había olvidado el detalle de decirme dónde estaba la comida.

En el centro del campamento aún quedaban los restos de la fogata y alrededor, estaban todas las lonas, entre ellas una gigantesca que me figuraba sería la de la comida. El único problema que veía, era que al lado, amarrados de un tronco, estaban los osos polares.

Con pasos sigilosos, me dirigí hacia la lona.

Mis cinco sentidos estaban alerta a cualquier cosa. Cualquier movimiento, cualquier sonido. Sentía bajo mis pies la vida en la tierra, oía levemente los suspiros entre sueños de los cazadores y sobre todo, al estar tan cerca de los osos polares, podía jurar que veía exactamente dónde estaban sus corazones. Pero mi idea no era matarlos.

Ambos estaban despiertos, por lo que me miraban fijamente. Uno de ellos rugió suavemente y pude ver en sus ojos que no pasaría nada.

Sonreí mientras me acercaba con lentitud a ellos y acariciaba, cautelosa, su sedoso pelaje blanco. Sus cabezas, a pesar de estar parados en cuatro patas, me llegaban al hombro y eran el doble de grandes que mi propia cabeza ¡Qué maravilla de animales, en realidad! Sus lomos sobrepasaban mi altura y con las sillas de montar les daba el aspecto de ser monstruosamente enormes. Pero podía ver en su semblante la tranquilidad.

Los acaricié por detrás de las orejas.

Entonces sentí una presencia detrás de mí. Mi mano se colocó automáticamente sobre mi cuchillo.

-Son del tamaño exacto para transportar a los dioses. Contaba la leyenda que los dioses tenían dos hembras y tres machos. Con ellos se hicieron dos parejas, una de ellas fue entregada a mi padre y la otra fue bajada al mundo de la gente de agua en lugares tan lejanos, que muy pocos conocen de su existencia. Pero los dioses supieron que, siendo tan grandes, desequilibraban el tamaño natural, así que, los ejemplares en tu mundo, son tan grandes como un oso en el bosque, pues fueron empequeñecidos. Es por eso que los llaman osos polares- dijo alguien detrás de mí.

Me volví lentamente. Mi curiosidad me hacía preguntarme qué había pasado con el tercer macho, pero mantuve la boca cerrada.

Äρσητε me miraba con atención.

-Pasé a visitar a Σs’κα y me comentó que estabas hambriento- contestó a la pregunta que empezaba a formularse en mi mente.

Me limité a asentir con la cabeza y continué acariciando a los osos polares originales de los dioses. En realidad tenían un porte noble y un gran parecido a los osos con la gente del agua.

-¿Quieres sopa de ayer?- preguntó Äρσητε.

Asentí con la cabeza por segunda vez.

Äρσητε sonrió mientras se introducía en la lona. Por dentro sentí cierto alivio al saber que para conseguir comida no había tenido que robar.

Al poco tiempo, Äρσητε salió con un plato hondo de madera y una cuchara.

-Gracias- articulé con los labios a los osos.

Uno de ellos rugió con un cierto respeto. Fue un rugido que a penas Äρσητε y yo pudimos escuchar.

-Parece que les agradas- comentó entregándome el plato- fría o caliente, la sopa de mamá siempre sabe bien.

Asentí lentamente con la cabeza y me llevé una cucharada a la boca.

Äρσητε me miraba fijamente, como si quisiera descubrir mi identidad. Pero me cuidé de comer con la mano izquierda, para que no viera la marca en la otra.

-Lástima que no puedas hablar.- dijo con cierta sequedad.- así podrías patear libremente a esos estúpidos.

Sonreí mientras me llevaba otra cucharada. “Sería un placer” pensé para mis adentros.

-Pero es que hay algo que no cuadra en ti… ¿Seguro que nadie puede ver tu rostro? Creo que sería más fácil entenderte si pudiera ver tu rostro…

Negué rápidamente con la cabeza y di dos pasos hacia atrás.

-Tus movimientos…- lo pensó por un momento- son tan ligeros… como si fueras una…- carraspeó- una mujer.

El plato cayó inconscientemente de entre mis manos ¿Él ya sospechaba algo?

Di dos pasos más hacia atrás. Pero entonces sentí una tercera presencia humana.

Mis nervios se pusieron de punta.

El tal Μιευε se colocó detrás de Äρσητε.

-Yo no hablaría con él si fuera tú o te pegará su debilidad- dijo Μιευε mirándome de pies a cabeza con desprecio.

-Μιευε…- lo reprochó Äρσητε- deja a Đακαř en paz y vete a recoger tus cosas, vamos a comenzar la cacería.

-¿Y si no quiero?- lo desafió.

¡Dulce venganza! Desenfundé mi cuchillo y me puse en posición de ataque.

Μιευε rió a carcajadas mientras desenfundaba su cuchillo también.

-¿Me estás retando, niñita?- preguntó con malicia.

Sonreí de oreja a oreja, era hora de darle una lección.

Di un salto y pasando sobre sus cabezas dando volteretas en el aire, caí cerca del círculo de la fogata.

-¡No huyas, cobarde!- gritó Μιευε rabioso.

¿Creía que huiría? Pues estaba equivocado, sólo me encargaba de encontrar un lugar adecuado para la pelea.

Μιευε salió de entre las lonas listo para arremeter con un cuchillo. Al parecer, Σs’κα era el único de todos que traía espadas.  

Entonces Μιευε arremetió contra mí gritando con rabia. Fue sólo cuestión de dar dos pasos a mi costado en el momento adecuado y Μιευε pasó de largo. Se detuvo y volviéndose con fiereza, sus ojos salvajes y calculadores me tuvieron en la mira. La fuerza bruta y la razón en una balanza. La fuerza bruta ganaba sin duda.

Quiso encajar el cuchillo sobre mi pecho, pero me agaché. El aire que provocó semejante movimiento casi deja mi rostro al descubierto, pero al ser yo tan pequeña y él tan grande, pasé por debajo de sus piernas con rapidez. Me incorporé con agilidad y dando un salto hacia atrás, me impulsé con su dura cabeza y di dos volteretas hasta caer frente a él.

-Eres tan escurridizo como un sucio saltamontes- me provocó- Pero nada se compara a mi fuerza.

“¿Y la astucia?” pensé. Μιευε esta vez se acercó a mí con cautela.

-Ya no podrás escapar de mí, saltamontes.- musitó sin esconder su aversión.

De una patada saqué su cuchillo volando. Éste cayó en la maleza del bosque.

-¡¿Y crees que lo necesito?!- me gritó con la locura en los ojos.

Reí quedamente y me puse nuevamente en posición de ataque.

“Hay un punto, en tu brazo, que lo dormirá, tiene que ser un golpe preciso.”  Me dijo mi hermano una vez. Si había funcionado una vez con Σs’κα ¿Por qué no funcionaría con él?

Tomé su brazo y le di un firme golpe en el antebrazo, justo donde estaba el nervio. Μιευε soltó un grito aterrador al percatarse de que su brazo no seguía sus órdenes. 


-¡Puedo matarte con el otro brazo!- chilló.

Y más rápido de lo que hubiera esperado me atrajo hacia él y empezó a estrangularme con su brazo.

Me moví violentamente, intentando soltarme en vano. Y con todas mis fuerzas, le di un fuerte golpe entre las piernas. Μιευε me soltó. Pero yo me aferré a su brazo rápidamente y con un golpe seco y preciso, dejé su segundo brazo inservible. Y tomando vuelo, me abalancé sobre él, tirándolo al piso. Me puse en guardia, colocando el cuchillo cerca de su cuello.

-Déjame, saltamontes- suplicó- no quise ofenderte, lo juro, pero déjame vivir.

Lo escruté con la mirada aún bajo la capucha ¿Debía creerle? Su rostro mostraba arrepentimiento. Miré a mí alrededor. Todos los cazadores ya estaban despiertos. Habían salido de sus lonas para ver la pelea.

Entre ellos estaba Σs’κα, con una mirada calculadora y fría.

E inesperadamente, Μιευε, aprovechando mi pequeña desconcentración, me dio un cabezazo. Mi mirada se volvió borrosa, por un momento me sentí desfallecer.

Respiré hondo antes de incorporarme con esfuerzo.

Y con un último movimiento le di un golpe bajo la barbilla que provocó que se desmayara.

Me sentía mareada, pero a pesar de todo, caminé en desequilibrio hasta el bosque y cuando quedé fuera de la vista de los cazadores, me recargué sobre un árbol y cerré los ojos. Las fuerzas empezaban a flaquearme. La noción del tiempo la perdí por completo, me pareció una eternidad la que estuve recargada en el árbol, cuando de repente escuché pasos.

-No duermas, por lo que más quieras, cazadora, no duermas- me suplicó una voz terriblemente familiar.

Pero mis ojos no cedían, permanecían cerrados y mi mente me decía que era momento de descansar.

Sentí sus cálidas manos sobre mi rostro.

-Despierta, has un esfuerzo y despierta- me dijo con voz aterciopelada al oído.

Y en aquella voz tan perfecta, podía percibir la preocupación ¿Era importante que estuviera despierta? Lo único que quería yo en aquel momento era dormir.

-¿Cómo está?- preguntó una segunda voz.

-No reacciona, Äρσητε, trae agua- pidió la voz perfecta.

Se escuchó cómo los pasos se alejaban.

Dos fuertes manos me sacudieron varias veces hasta que mis ojos finalmente se abrieron.

-¿Recuerdas lo que sucedió?

Mi mente parecía estar en blanco, lo único que pensaba yo en aquel momento era que quería dormir. La cabeza me dolía terriblemente.

Negué débilmente.

-¿Quién soy?- insistió.

-Σs’κα- musité- hijo del dios Fοġσs y la diosa Diana.

Σs’κα mostró su dentadura blanca y perfecta al sonreír.

-Ya estás de vuelta- comentó.

Le devolví cansinamente la sonrisa.

Entonces llegó Äρσητε con un pequeño jarrón rebosante de agua. Se hincó junto a mí y me puso una tela mojada sobre la frente.

Era tan fría que fue suficiente para que me despertara por completo.

Lentamente todo iba volviendo a mi mente, desde los osos polares hasta la pelea… incluso las sospechas de Äρσητε. La cabeza me dolió tan fuertemente que automáticamente puse ambas mano sobre mis ojos y los cerré.

-No intentes pensar- me aconsejó Äρσητε- mejor concéntrate en mantenerte despierta.

-No debes saber… yo… no debes verme- dije entrecortadamente.

Äρσητε soltó una carcajada.

-Ya sospechaba yo que no eras hombre, pero ahora necesitas ayuda y si te preocupa que lo sepan los demás.- me guiñó un ojo- Guardaré el secreto hasta que tú me pidas que lo revele.

Me volví hacia Σs’κα, que me escrutaba con la mirada aparentemente inexpresivo.

-Nadie dirá nada hasta el regreso- aseguró sin ningún sentimiento en la voz.

-Debemos llevarla a la lona- dijo Äρσητε volviéndose hacia Σs’κα, que no me quitaba la vista de encima.

Él asintió desviando la mirada.

-Pero nadie debe verla- aceptó.

Äρσητε se dispuso a cargarme, pero Σs’κα lo detuvo.

-¿Qué?- protestó Äρσητε.

-Distrae a los cazadores, yo la llevaré por detrás de la lona- ordenó Σs’κα.

Äρσητε se incorporó sin rechistar y volvió al campamento.

Entonces Σs’κα se volvió hacia mí.

-Te voy a cargar- avisó.

Pasó su brazo izquierdo por debajo de mis piernas y su brazo derecho por debajo de mi nuca. Se incorporó conmigo entre sus brazos y me atrajo suavemente hacia él. Podía sentir los latidos de su corazón. Sorprendentemente me sentía tan segura entre aquellos brazos. Escondí mi rostro en su pecho.

-No te duermas- pidió empezando a caminar.- platícame algo.

El trapo sobre mi frente resbaló, cayendo al piso.

Pensar me dolía sobremanera, por lo que me limité a escuchar los rítmicos latidos de su corazón. Y repentinamente se me ocurrió una pregunta.

-¿Por qué haces esto?- musité.

-¿Cuidarte?- preguntó inquisitivo.

Asentí con la cabeza.

-Porque tengo que llevarte sana y salva con los dioses. No sólo mi padre me tendría desterrado, sino que también mi madre…- lo pensó por un momento- no tendría oportunidad de volver.

Sentí cierta decepción de su respuesta… ¿Por qué? Eso sí no lo sabía.

-¿Qué quieren los dioses de mí?- se me ocurrió de repente.

Pero Σs’κα no contestó de inmediato.

-No lo sé- murmuró.

Algo me decía que mentía, pero decidí no dudar de su respuesta… por el momento.