viernes, 18 de marzo de 2011

Mi ángel guardián

Bueno, a duras penas logro cumplirlo, pero aquí les dejo el siguiente capítulo. Empiezo a tener dudas sobre esta historia porque me está llegando inspiración para hacer una nueva, pero lo más seguro es que no deje esta inconclusa, la terminaré cueste lo que cueste ;) Aún así, les iré poniendo el adelanto de la otra en la próxima entrada ;) Muchas gracias por todo su apoyo y espero que disfruten del capítulo.


El camino a su casa fue silencioso. Me limité a observar por la ventana todo el rato. Eso sí, él tomaba mi mano con tanta normalidad, pero... dentro de mí... mi corazón estaba acelerado, desbocado. No dejaba de latir con fuerza, su tacto siempre me provocaba esa reacción y estaba segura que no era de esas cosas a las que la gente se acostumbraba.

Al llegar frente al edificio, Danny estacionó el auto, luego se bajó, lo rodeó y me abrió la puerta como buen caballero.

Me escrutaba intensamente con la mirada, como si no se quisiera perder ninguno de mis movimientos.

Me sentí halagada.

-Tengo que regresar antes de las ocho- le advertí con ademán juguetón.

Danny sonrió de oreja a oreja.

-Eso no es problema, herma...- se interrumpió a media oración.

-Desconocida para ti- le pedí.

Ambos reímos.

-Lo siento, es que su rostro me recuerda mucho a mi querida hermanita del alma- me explicó.

Suspiré con nostalgia, bajando la vista para que no viera mi sonrisa.

-¿Del alma?- susurré conmovida.

-Sí- se acercó peligrosamente a mí, tomando con fuerza mi mentón- Si supieras todo lo que ella hizo por mí.

-No estoy segura de que ella lo crea de esa forma- murmuré, hipnotizada por aquel verde esmeralda.

Danny dio un suspiró y soltó suavemente mi mentón. Su expresión mostraba impotencia y sufrimiento.

Aquello me dolió sobremanera, pero ¡Yo no sabía qué hacer! Solo ahora lograba asimilar lo que acababa de comentarle.

-Danny...- susurré- por favor, no me malinterpretes... Quiero que sepas, que siento que yo no hice nada por ti, comparado con lo que tú hiciste por mí.

Danny soltó una carcajada.

-Lo sé- dijo conteniendo la risa- eso es lo que me frustra.

Su repentino cambio de humor me dejó desconcertada.

Me tomó de la cintura, me atrajo hacia sí y besó suavemente mi frente.

-Lo sé- repitió

-Entonces ¿Por qué te frustra?- quise saber.

Sus labios se contrajeron en una diminuta sonrisa.

-Porque no sé cómo decirte que estás equivocada, no sé cómo dártelo a entender.- explicó lentamente.

No pude evitar sonreír.

-Lamento tener que ser yo la que lo arruine todo, pero sabes que soy terca y que no lo creo.

-No, no lo sé, porque eres desconocida para mí- contradijo.

Reí con voz queda.

Caminamos hacia la entrada del edificio, Danny abrió la puerta y me dio el paso.

-Gracias- murmuré antes de entrar.

Subimos las escaleras en lugar de usar el elevador... ¡Aquel lugar me era tan familiar! Por un momento me dominó la nostalgia, hacía tanto que no venía aquí. Pero a pesar de todo, el tiempo parecía no haber cambiado nada. Como siempre, había una maceta en cada piso, y en el primer piso había una tabla de anuncios, que la realidad es que tenía un aspecto desolado y triste, pues no había ningún anuncio pegado, más que un menú de pizzas a domicilio.

Justo en el segundo piso estaba el departamento de Danny, Fabián y su papá.

Danny sacó las llaves al quedar frente a la puerta, y las metió por aquella ranura. Forcejeó hasta que la chapa cedió.

Me dio el paso. Contuve el aire antes de entrar.

Los recuerdos me llegaron de golpe, como un balde de agua fría.

Me detuve en el umbral de la puerta.

Danny se volvió hacia mí.

Inesperadamente las lágrimas empezaron a desbordarse por mis mejillas.

-¿Qué pasa?- me preguntó alarmado.

Negué con la cabeza, intentando contener las lágrimas.

-Son sólo recuerdos.

Danny sonrió con picardía.

-¿Buenos o malos?- preguntó con curiosidad.

Su sonrisa se ensanchó.

-Buenos...- murmuré.

-¡Hola, chicos!- dijo Fabián saliendo de la cocina.

Parecía gratamente sorprendido.

-¡Vaya! No me lo esperaba después del drama en tu fiesta.

Sonreí.

-¡Hola, Fabián!- dijimos ambos al unísono.

Danny y yo reímos, pero Fabián se limitó a fruncir el ceño.

-¿Quieres algo de tomar, Tami?- preguntó.

Le saqué la lengua, en señal de juego.

-No, gracias.

Se encogió de hombros.

-Si necesitan algo estaré en la cocina.

-Gracias- dijo Danny antes siquiera de que yo pudiera abrir la boca.

Me limité a asentir con aprobación.

Fabián entró nuevamente a la cocina. Entonces me pregunté dónde estaría su padre.

Y como siempre, Danny pareció leerme el pensamiento.

-Tiene un nuevo trabajo...- murmuró con un tono de desagrado que me sorprendió.

-¿Y no te gusta?- quise adivinar.

-Sale demasiado de viaje- se limitó a contestar.

Supe que no me daría otra explicación.

-Es chistoso, pero el destino quiere que estemos juntos...- susurré dirigiéndome hacia la terraza.- A veces así lo siento...

Se adelantó a abrirme la puerta con una sonrisa en el rostro.

-Si lo sientes, es porque es cierto.- aseguró Danny con una seriedad que no encajaba con aquella hermosa sonrisa.

-Yo no quería perder a Jack, pero parece que el destino así lo desea...- seguí especulando.- no quiere que estemos juntos.

El viento alborotó mi cabello, refrescándome el rostro ¡Aquel era un paisaje hermoso! Detrás de todas esas casa y edificios podía divisar una montaña que resaltaba con los rayos del Sol, que ya empezaba a esconderse.

-¿Y tú quieres luchar por tenerlo?- me preguntó Danny.

Suspiré.

-Sé que soy terca y ahora descubro que también soy egoísta ¡No los puedo tener a los dos! Pero yo los quiero a los dos.- expliqué lentamente.

Danny rió apagadamente.

-Yo no soy nadie para contradecirte ni limitar tus deseos.- dijo con indiferencia- Aunque desearía que nada más me quisieras a mí, sé que para ti es complicado y no pienso complicártelo más, pero que te quede claro ¡Si te vuelve a lastimar ese infeliz, no se salva!

Reí entrecortadamente, intentando contener las lágrimas ¿Por qué era tan perfecto? ¡Era como mi ángel guardián! Me cuidaría, de eso estuve segura incluso antes de que nuestras miradas se encontraran.

Sonrió sin que la felicidad le llegara a los ojos.

Y entonces me sentí culpable, porque no sólo sufría yo, sino que hasta lo hacía sufrir a él... a él... y a Jack.

-Será mejor que...

Colocó suavemente un dedo sobre mis labios.

-Ni lo piense, desconocida. Se queda aquí, porque la necesito. Quiero conocerla y no la voy a dejar escapar tan fácilmente- me interrumpió.

Sonreí conmovida, con las lágrimas nublando mi vista.

-¡No me hagas esto, Danny!- sollocé.

Puso cara de pocos amigos.

-¿Qué estoy haciendo?- preguntó desconcertado.

-Ser bueno conmigo, no lo merezco...- contesté con un hilo de voz.

Soltó una carcajada.

-Soy bueno con quien me plazca.- repuso.

Reí entrecortadamente.

Tomó mi rostro entre sus manos.

-Sé lo mucho que estás sufriendo ahora y todo por mi culpa, pero, si te sirve algo ¡Te amaré elijas lo que elijas!- aseguró con una voz suave.

Limpió las lágrimas que empezaban a desbordarse por mis mejillas y besó ambas con cariño.

-¿Que no conoces el significado de almas gemelas?- preguntó, intentando aligerar el ambiente.

Sonreí.

-Me lo vas a tener que enseñar.

Me correspondió con aquella sonrisa que tanto me encantaba.


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