lunes, 31 de octubre de 2011

La muerte

Continuandoo con los días de publicación :D :D :D Aquí les pongo la siguiente parte de ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘. Esperoo que les guste ;)


Escuché aquellas temerarias risas interrumpidas entonces por un rugido atronador que no parecía de la bestia, pero no me atreví a abrir los ojos.

El pestilente aliento del oso todavía rozaba mi rostro, mareándome un poco, pero pronto, el peso del animal desapareció ¡¿Me habían salvado?! ¡¿O habría muerto ya?!

Lentamente abrí los ojos.

El oso me daba la espalda observando fijamente algo fuera del alcance de mi vista.

Todavía sentía el dolor en mi espalda, palpitante, como si mi corazón estuviera allí.

“Actúa por instinto” pensé incorporándome tan rápido como pude al salir del trance, descubrí el cuchillo tirado en el piso, por lo que lo tomé y corrí hacia el oso, descubriendo entonces a mi salvador.

El leopardo de las nieves que había perseguido por tantos días estaba en posición de ataque, rugiendo fuertemente al espíritu, que lo observaba fijamente.

-Tu última flecha, querida, mientras yo lo distraigo ¿Entendido?- dijo rápidamente el leopardo.

Quedé rígida en mi lugar ¡¿El leopardo hablaba?! Tanto tiempo persiguiéndolo y ahora me cuestionaba si debía hacerle caso… Era mi enemigo, mi presa ¿Por qué habría de hacerle caso?

-Soy hembra, querida y has lo que te ordeno- dijo el leopardo con una voz suave, pero firme.

No me detuve a pensarlo ni un minuto más. El cuchillo resbaló de mis manos mientras sacaba mi arco y mi flecha, colocándola con rapidez… apunté. “Pero la flecha es para el leopardo…” dijo una vocecita en mi interior.

El oso se volvió lentamente hacia mí.

-La flecha es para el leopardo- coreó mis pensamientos.

Pero hice oídos sordos, no caería en aquel extraño hechizo… no de nuevo. Esperé el momento indicado, mis manos debían ser rápidas, precisas.

Entonces el leopardo se abalanzó sobre el oso, que forcejó con él, intentando tirarlo de su espalda, pero por más sacudidas que daba o mordidas a ciegas, el leopardo seguía aferrado a él.

“La flecha es para el leopardo…” Repitió la vocecita.

Mi arco dudó, mis manos temblaron. Era mi oportunidad, así llevaría al leopardo a casa y pasaría la prueba. Era la primera vez que estábamos tan cerca.

-¡Dispara!- gritó el leopardo.

El oso rió a carcajadas al ver el arco vacilando entre mis manos.

El leopardo me había salvado de la muerte, había salvado mi vida y eso ya era mucho. Le debía lo mismo…

Pronto el oso llegó a niveles más frenéticos, se movía con violencia, hasta que optó por pararse en dos patas y sacudirse… aún así, el leopardo no se quitaba. El oso rugió con fuerza, casi tronando mis tímpanos.

O una decisión o la otra. El corazón o la razón... la fuerza de voluntad. Era el momento.

-¡Dispara!- chilló el leopardo.

Sus patas empezaban a resbalarse, el oso parecía estarle ganando. Se movía provocando temblores en el piso.

Entonces tomé firmemente el arco y la flecha, jalé la cuerda, calculé hacia mi presa. El calor que transmitía el arco se pasaba a mi brazo. Sentía el poder como si fuéramos uno sólo. Solté la flecha.

El leopardo rugió con desesperación y hubo un fuerte destello de luz ¿Habría dado en el blanco?

viernes, 21 de octubre de 2011

⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘

Perdón que no me haya reportado desde hacía tanto tiempo, pero he tenido algunos problemas y la verdad es que la inspiración tampoco ha querido llegarme. Pero he decidido que voy a seguir con Any y Danny, pero al mismo tiempo que empezamos con la princesa Kanto. Este es un proyecto que llevo haciendo desde hacía algunos meses y que me encantaría compartir con ustedes ;) jajajajaja a ver qué opinan, aquí les dejo el primer capítulo. Seguramente con esta historia los días habituales de publicación van a volver a la normalidad.


Cαżαdοrα εrrαητε⌘

Mi brazo estaba marcado. Allí, incluso de lejos, se veía la marca plateada, que cruzaba como una enredadera por mi brazo, comenzando desde mi palma hasta mi hombro. Era la marca de un cazador. Mi tribu por generaciones había puesto esta marca a los cazadores para diferenciarse de otras tribus. Y yo había sido enviada a cazar un leopardo de las nieves al que ya llevaba siguiéndole la pista desde hacía varios días. Tenía la ligera sospecha de que alguien más le iba siguiendo la pista, pero decidí que me concentraría sólo en mi presa… o eso pensé, hasta que me detuve a descansar frente al cauce del río.

El cielo nocturno estaba tan claro como el agua, especialmente la gigantesca y hermosa luna ¡Qué espectáculo era verla desde aquí abajo! La luna, la diosa Diana, por supuesto ¿Sería que aquella noche estaba feliz? Diosa de la tierra, la fertilidad y el amor en nuestra tribu, era quien guiaba nuestras acciones. Ella me había dicho el camino que debía seguir. Mis padres decían que era un honor y yo coincidía con ellos. La diosa Diana me había dado una grandiosa oportunidad para vivir, para ser libre.

Me senté sobre una piedra, quitándome cuidadosamente mi arco. Las flechas eran de luz, luz que sólo se conseguía en el manantial subterráneo, por la única ranura por la que entraba la luz. Allí colocábamos las flechas y después de un largo rito, las flechas se volvían de luz. Un solo tiro y matabas a cualquiera, pero eran contadas, por lo que, era necesario tirar con cautela y conscientemente de las consecuencias. Mi arco, decía la mujer más vieja de la tribu, era como mi mano derecha, al momento de tocarlo, independientemente de que fuera a la luz del día o durante la noche, brilla intensamente junto a mi marca, que en aquel momento estaba cubierta por mi capa. Ésta llegaba hasta mis pies, cubriéndome por completo, ya que como podrán imaginarse, la luz de mi marca y de mi arco me delataban fácilmente.

Lentamente me fui acercando al agua del río, hasta que mis manos pudieron tomar un poco, llevándola hasta mi boca. Mis días de ayuno. La única comida permitida durante la caza eran las moras silvestres en aquellas montañas nevadas y llenas de bosque.

Después de tomar el agua pertinente, lavé mi rostro, refrescándolo. Mis energías eran más fuertes durante la noche.

Entonces sentí la presencia de alguien más… cerré los ojos. Sentía el temblor, pisadas, fuertes… no las ligeras pisadas del leopardo. Robusto, pesado. Eso sólo podía ser un oso.

Abrí los ojos, volteándome lentamente. Se escuchó un fuerte rugido en la penumbra del bosque.

Y era un oso hambriento.

Instintivamente tomé mi arco con mi última flecha metida en la aljaba, colgándomelo nuevamente en la espalda, lo desenfunde, seguido de la flecha.

Entonces medité sobre mi acción.

Suspiré metiendo el arco y la flecha de vuelta. Era para el leopardo.

Saqué mi cuchillo, guardado en la funda de mi cinturón de piel. Me puse en posición de ataque y esperé el encuentro.

Los temblores en la tierra cada vez se hacían más fuertes, el oso se aproximaba.

Mi mano sostenía firmemente el cuchillo. Muchos en el pueblo habían dicho que usara con sabiduría las únicas dos flechas que recibiría. Si no volvía con el leopardo, no había vuelta a mi pueblo, a mi hogar.

Pero al ver al oso, quedé petrificada… no era cualquier oso… era un oso de la tribu ĉοvëητĥ … o en otras palabras, la tribu enemiga ¿Cómo era posible que soltaran al gigantesco animal? Esto no era normal y que estuviera hambriento tampoco.

El oso se paró en dos patas, rugiendo con una fuerza estridente, que hasta mis miembros hizo temblar. En su pecho pude ver su escudo; definitivamente era de los ĉοvëητĥ sostenido por dos correas que recorrían ambos hombros del oso y otras dos que recorrían ambos costados hasta unirse las cuatro en la espalda, bajo una montura artesanal con escritos seguramente sagrados que brillaban con tanta intensidad como mi marca. Las fauces de aquel animal eran gigantescas. Y yo no salía de mi rigidez.

Sus patas cayeron de vuelta al piso con ímpetu, provocando un temblor. Las aves escondidas entre las hojas de los árboles salieron volando y graznando. El pequeño alboroto en el bosque duró poco tiempo, dejando en su lugar un silencio cargado de tensión. Los ojos de la bestia mostraban una inteligencia infinita, calculadora.

Rugió por segunda vez.

A simple vista podía ser un oso normal, pero la realidad era que de normal no tenía nada más que su apariencia. Era un guerrero que había reencarnado en un animal, pues a fuerza de apegarse a la vida, su precio era servir a su tribu para mantener una figura material.

La tercera vez fue más fuerte que las otras. Supe que el momento de luchar había llegado. Apreté el cuchillo entre mi mano con mayor firmeza, observando cada movimiento del animal. Siendo guerrero, podía tener varias estrategias, pero mis cinco sentidos ya estaban alerta.

El oso dio un primer paso, mirándome como si con los ojos pudiera comerme, su rugido se volvió acariciador, como si quisiera arrullarme… pero ¿Qué iba a dejar yo que me engañara? Trucos de caza… quizás no había sido en vida un guerrero, sino un cazador.

-Pensé que en la oscuridad no me descubrirías, cazadora- dijo el oso con una voz que no era precisamente humana.

Era penetrante, te llegaba hasta el alma aquella voz aterciopelada, como si pudiera convencer al corazón de lo contrario a la mente.

-Ciertamente en vida fui un cazador. Ahora mi trabajo es llevarte a mi tribu por órdenes del jefe mayor.- dijo lentamente, acercándose un poco más cada vez.

¡No tenía oportunidades de escapar! No podía retroceder o caería al río, pero tampoco podía caminar enfrente, pues estaba el oso. A mis costados tampoco había opción, pues el río formaba un semicírculo, bloqueándome no sólo atrás, sino que también a ambos lados.

-Leyendo tu mente será imposible escapar, cazadora mugrienta de la tribu αιrġυα.- dijo jactándose de su extraordinario poder para leer mentes.

Cerré los ojos “La única forma de matar a un espíritu que invade un cuerpo ajeno, es dándole en el corazón antes que en cualquier otro lado o la magia no funcionará…” había dicho el sabio de la tribu.

-Bien informada estás ¡Ya veo!- comentó después de leer mis pensamientos.

La adrenalina ya corría por mi cuerpo, debía actuar rápido para ganarle a mis pensamientos.

“Invadirá tus sentimientos, te nublará la razón si te concentras en él y en sus palabras.” Otro importante punto que había recordado justo antes de las primeras palabras de la bestia.

El oso estaba tan cerca, que alargando el brazo podría haberlo tocado con la punta de los dedos.

De improvisto salté hacia delante por arriba del oso, dando rápidas volteretas para aumentar la velocidad y el alcance de mi caída. Mis pies cayeron en el piso sin perder el equilibrio.

Me volví rápidamente hacia el oso, que había quedado tras de mí al mismo tiempo que él se volvía.

Sus filosas garras intentaron arañar mi rostro, pero al tiempo que sus patas se movían, mi cuerpo también, esquivando exitosamente sus acometidas.

Pronto topé con el tronco de un árbol, las garras seguían intentando arañarme, así que corrí detrás del árbol.

-¡Cobarde! Primero no te quitas la capa para que pueda ver el rostro de mi contrincante y luego te escondes tras un árbol- dijo aquella voz chillona con rabia.

Pero mi concentración estaba en no caerme del árbol que estaba escalando. Mi mano derecha se asió de la primer rama que estaba a su alcance, mientras con la izquierda me sostenía de un hoyo en la corteza. Mis pies no vacilaban al subir ni mis manos. Le hice espacio a mi mano izquierda junto a la derecha y así mi cuerpo hacia la rama. Lo único que no me esperaba era la garra del oso, que por más que intenté esquivarla, rasgó mi capa hasta llegar a mi piel. Contuve el grito de dolor que mi cuerpo imploraba por soltar, mientras subía hasta la rama.

Mi respiración era entrecortada, pero no me detuve.

Tomé la siguiente rama y me columpié hasta dar una voltereta y caer en la rama de a lado. Llegué hasta la copa del árbol después de algunas otras volteretas, pronto pude ver al oso con mayor detalle. Mantuve el equilibrio en cuclillas. Mi mano aún sostenía el cuchillo. Escuchaba los rugidos rabiosos de la bestia y sentía el temblor del árbol por los violentos golpes del oso contra éste. En un oso normal, el árbol nunca caería, pero con un oso tan descomunal y habitado por un ser sobrenatural no había forma de mantenerse en pie.

En menos de lo que hubiera esperado el árbol se balanceó hacia un lado y otro.

Entonces salté a la copa del árbol continuo, que ¡Gracias a la diosa Diana! No era mucho más alto que éste. Pero el oso acometió con la misma energía que con el primero hasta tirarlo, por lo que salté al siguiente. Me percaté de que el antiguo árbol tenía un tronco tan grueso que le obstruía el paso al oso, por lo que, aproveché la oportunidad y empecé a bajar del árbol. Me tomé de la rama con ambas manos, dejando que el resto del cuerpo cayera. Me solté, pisando con firmeza la siguiente rama. Calculé dónde venía la siguiente rama, di un salto, dando una media vuelta en el aire, así me tomé de una rama más abajo y balanceándome con la agilidad de un mono, caí en una rama baja que estaba más adelante.

Primero miré hacia el piso y luego hacia el oso, que seguía peleando con las ramas del árbol caído.

Entonces di un impulso y salté, dando un voltereta y cayendo sin perder el equilibrio. Mis rodillas se doblaron para soportar el impacto de tan alta altura, provocando que la capucha de mi capa cayera. Mi rostro quedó al descubierto. Por primera vez me alarmé ¡El oso no debía ver mi rostro! Rápidamente lo cubrí con la capucha.

Se escuchó un rugido triunfante, al tiempo que el oso saltaba impetuosamente el árbol y corría hacia mí con las fauces abiertas.

Retrocedí unos pasos, levantando el cuchillo. “Sólo tengo una oportunidad” pensé.

El oso se paró en dos patas como al llegar y rugió con fuerza, golpeando la mano que sostenía el cuchillo. Éste salió volando lejos de mi alcance.

Maldije para mis adentros y retrocedí dos pasos.

La risa del oso era mucho más escalofriante que su voz o incluso que sus estridentes rugidos.

-Perdida, estás perdida…- escuché por primera vez.

Mi primer error. El miedo me fue invadiendo lentamente, dejándome paralizada.

Ojos refulgiendo de maldad, fauces atroces…

Mi mente ya no pensaba en posibilidades de escape, estaba nublada del miedo. La única imagen presente era ésa, la del oso, la de la bestia.

El oso rugió con fuerza antes de abalanzarse sobre mí, pero seguramente la diosa me protegía, pues la capucha no cayó de mi rostro, sino que lo cubrió más. No podía ver los ojos del animal, pero sí las fauces.

Mi cuerpo empezó a temblar involuntariamente.

¡Qué rápido terminaba mi vida! A penas cumpliendo veintiún años, deseosa de vivir miles de años más y aquí estoy. Entre las garras de un oso gigantesco en el que reencarnó un cazador ¡Qué mundo más complejo me había tocado! Pero sonreí para mis adentros. Mi espíritu era aventurero. La experiencia de vivir en el bosque había sido maravillosa, de luchar contra guerreros amigos para aprender del manejo de armas, de trabajar entre las mujeres para conocer de la supervivencia y el cariño, de correr libre entre los árboles y nadar plácidamente en los ríos, saltando a las cascadas. Mi vida empezaba a pasar en cámara, veía recuerdos tristes, felices, recuerdos preciados, algunos supuestamente olvidados… mis padres, mis dos hermanos mayores, el sabio del pueblo y la mujer más vieja.

Las fauces parecían incluso más grandes que mi rostro, entonces cerré los ojos. No podía acometer o el espíritu se volvería invencible… sólo dándole en el corazón… “Por favor, espíritu, escucha mi última plegaria, que sea una muerte rápida” Fue lo único coherente que pude pensar.