¡Ya sé! Hace muucho que no publico, pero es que han pasado muuchas cosas y no me he podido pasar lo suficiente como para ponerles un capítulo nuevo !! Ya voy a publicar el epílogo de ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘, pero primero las dejo aquí, con el cuarto capítulo.
Espero que lo disfruten como siempre. Saludos a tod@s.
-¡Schnuppy!-
exclamó Sentela sin esconder su felicidad.
¡Qué astuto era
Max! Astro no sospecharía nada.
-Sschnuppy se
echó a los brazos de su mejor amiga, aunque fuera veinte años mayor.
Se estrecharon
con fuerza.
-Supe de su
visita y quise darles una pequeña srpresa- dijo al soltar a Sentela y volverse
hacia Astro para abrazarlo también.
El hombre la
rodeó torpemente con los brazos incapaz de creer que se encontraba frente a la
misma chica que pensó que vería por última vez hace 20 años.
-Pensé que ya…-
quiso decir “habías muerto”, pero se abstuvo- que ya no te volvería a ver.
Schnuppy sonrió
radiante con un dejo de orgullo en sus labios.
-Soy la misma
de siempre, señor. Nada ha cambiado. Necesitan humanos para la correcta
administración de los alimentos ¡No crea que me dejaría desechar tan
fácilmente!
Astro soltó una
carcajada cargada de alivio, aunque su mirada permanecía inquieta, escrutando
aquellas finas y delicadas facciones pálidas, buscando algún indicio de que
ella ya no fuera humana.
-Papá ¿Puede
acompañarnos? ¡Ella podría mostrarme la ciudad mientras tú hablas sobre
negocios!
Sentela fijó
sus ojos en los de su padre, descubriendo la duda reflejada en ellos.
-Hay un bello
jardín en casa del señor Klemm. Es tan grande que verlo en un día es casi
imposible- intentó persuadirla su padre.
-Por favor,
señor Leos. Creo que sacaríamos más provecho si Sentela conociera la ciudad.
No
es nada peligrosa- insistió Schnuppy- la conozco como la palma de mi mano.
-Ay, Sentela…
¿Y si te llevaran como al hombre en la nave?
Ella negó con
la cabeza.
-No te
preocupes, papá. Traigo un permiso, soy intocable.
Astro supo que
su terca y testaruda hija no dejaría de insistir hasta lograr lo que quería.
-Lo hablaremos
llegando a la residencia del señor Klemm, hija. Y sin peros…- dijo Astro
tajante, dando el tema por terminado.
Schnuppy le
guiñó un ojo a su amiga. Pero Sentela no se confiaba tanto. La preocupación en
los ojos de su padre era inminente. Él no quería que salieran solas.
Continuaron
caminando hacia la salida, con Schnuppy agarrada del brazo de Sentela sonriendo
radiante aún ¡Y es que había extrañado a su amiga! Aunque ella fuera 20 años
mayor, habían aprendido y vivido tantas cosas juntas, que la consideraba más
como hermana, que a las suyas propias.
La sala a la
que entraron a continuación, estaba llena de arcos blancos, como los marcos de
las puertas, acomodados en filas. Sentela observó cómo la gente cruzaba por los
arcos y seguía una luz brillante en el suelo.
Su padre
continuó caminando sin sorprenderse de lo que veía, pues ya estaba acostumbrado
a ello. Ambas chicas lo siguieron a paso lento. Sentela no dejaba de mirar
maravillada a su alrededor. Era tal su concentración, que no se daba cuenta del
hombre que venía siguiéndoles la pista. Aunque éste era bueno para pasar
desapercibido. Era su trabajo.
En ese momento,
Astro se paró bajo un arco dos cabezas más alto que él, y esperó. Una nueva voz
femenina lo recibió con la frialdad característica de una máquina.
-Astro Leos, ochenta años, agricultor en jefe, encargado del sector 360. Esperamos
que haya tenido un viaje placentero. Su destino lo encontrará por el siguiente
camino.
Y cuando dijo estas palabras, una luz naranja se prendió en el suelo
blanco y siguió un camino recto, resaltando entre varias luces que también
trazaban su camino. Sentela siguió la luz, intrigada. Schnuppy estaba pisándole
los talones, evaluando su reacción con diversión. Continuaron caminando
mientras Sentela se pregunta hacia dónde los llevaría, si irían a otra
habitación tan grande como las últimas dos en las que había estado… o ¿Saldrían
finalmente a la ciudad?
Sus dudas se disiparon cuando llegaron a un gran portón tan blanco como
el suelo, que al entrar en contacto con la luz, se abrió, dándoles paso a un
cielo despejado y grandes edificios, en su mayoría blancos. Incluso al fondo se
divisaba un largo puente y cuando Sentela pregunto sobre él, Schnuppy le
explicó que era la vía del flashzug, un medio de transporte similar al tren en
la luna, sólo que mucho más rápido y moderno. Lo siguiente que sus ojos
buscaron automáticamente con la mirada, fueron árboles, pero sólo se encontró
con asfalto gris a sus pies, faroles y transeúntes. Todo era tan… limpio… tan
blanco.
La luz se disipó justo frente al asfalto. Astro miró a su alrededor,
como buscando algo con la mirada. De entre tanta gente caminando, salió un
hombre ataviado con un saco negro, cuyo rostro era casi irreconocible gracias
al sombrero de copa gris que traía puesto. De aquel sombrío rostro, Sentela
pudo atisbar una sonrisa seca.
-Señor Leos, qué gusto verlo de nuevo.- dijo el hombre.
Astro asintió con la cabeza en forma de saludo.
-¡Qué gusto verte, Heinz!
Aunque muy en el fondo aquellas palabras no eran verdad. Astro le tenía
cierta aversión a aquel hombre por su frialdad y su poca amabilidad. Pero
seguramente era por la etapa de la vida en la que se encontraba. Recordó que la
última vez que lo había visto, aún no trataba de esconder su rostro, lo que
significaba que su transformación ya iba más desarrollada. Pronto sería un
gailte.
Sentela extendió su mano, ignorando que aquel hombre no tocaba a nadie.
Éste la miró fijamente sin responder al gesto.
-Un gusto, señorita Leos- dijo con frialdad- he escuchado mucho de
usted.
Sentela regresó su mano lentamente a su regazo, endureciendo su mirada.
Schnuppy ni siquiera se esforzó por presentarse, pues sabía que a los
semihumanos, las formalidades les traían sin cuidado.
Heinz dio media vuelta y caminó entre la gente sin preocuparse si
alguien lo seguía o no.
Astro se colocó junto a su hija y le palmeó el hombro.
-Ya no estás en la Tierra, cariño, acostúmbrate.
Sentela negó con la cabeza en desacuerdo, pero mantuvo la boca cerrada.
-No esperes que nadie te salude ni te pregunte por tu bienestar. Aquí no
es necesario preguntarlo, porque ellos lo perciben- le recomendó al ver que su
hija no contestaba.
Caminaron por anchas calles viendo siempre edificios blancos y gente de
un lado para otro sin parar. Sentela no sabía cómo reconocer cuáles eran casas
y cuáles eran locales. La gente ni siquiera portaba bolsas del mandado, sólo
caminaban.
No se atrevió a intercambiar ni una sola palabra con su amiga en aquel
silencio de voces. Nadie se hablaba, nadie se saludaba, ni siquiera parecía que
hubiera parejas. Cada uno caminaba por su cuenta y no se preocupaba por su
entorno.
Sintió un vacío en su pecho cuando pasaron junto a un parque, donde
había jardineras blancas llenos de flores coloridas y uno que otro árbol. Era
el único lugar en el que el asfalto era en realidad baldosas de un color rojizo
más acercado al anaranjado.
-Son artificiales, Sen.- le susurró Schnuppy al oído.
Y su pequeña felicidad desapareció tan rápido como llegó.
Al pasar el parque, volvieron a la monotonía de colores. Sentela
descubrió que se acercaban a las vías del tren, cuando se encontraron bajo
éstas. La estructura era en realidad impresionante. Grandes y anchas columnas
blancas sostenían las vías, que se encontraban a más de 30 m por arriba del
suelo.
Heinz se dirigió hacia una de las columnas, que estaba rodeada de gente,
y abriéndose paso a empujones, llegó a una puerta cristalina que daba al
interior de la columna. Ya dentro, se encontraron junto a varias personas en
una habitación circular, en cuyo centro había una mesa blanca.
Heinz se dirigió para allá y frente a la mesa, colocó su mano sobre la
superficie. La mesa se encendió en varios colores y después de consultar algo
que Sentela no entendía, regresó junto a sus acompañantes sonriendo sin que sus
ojos mostraran alguna emoción.
-Estamos a tiempo. El flashzug llegará en un minuto.- informó.
Astro asintió con la cabeza. Lo que Sentela no entendía era cómo
llegarían hasta arriba, si seguían al nivel de la calle. Pero aunque se vio
tentada a preguntar, se mantuvo en silencio, pues de los presentes, parecía que
eran los únicos que hacían ruido.
Aún así, su silencio fue recompensado cuando la puerta de cristal se
selló y Schnuppy se tambaleó hacia atrás con ella por el repentino ascenso que
dio la cámara. Iban hacia arriba.
Frenaron de improvisto y Sentela se tambaleó entonces contra una señora,
que la fulminó con la mirada.
-Lo siento- se disculpó Sentela torpemente antes de regresar a su lugar.
¿Cómo podían mantenerse en equilibrio? Pero todo sucedía tan rápido. En
ese mismo instante se abrió el techo como si fuera una puerta mientras se
materializaban escaleras flotantes al centro. Una por una, la gente fue
subiendo a un vagón completamente blanco, pero con asientos de piel marrón.
Sentela se alegró de que al menos hubiera otro color y observó atentamente cómo
Schnuppy subía las escaleras, que se sumían con su peso, e intentó imitarla,
pero los escalones temblaron bajo sus pies.
Alentó su paso, concentrándose en cada movimiento, y al llegar al vagón
se emocionó ante la perspectiva de sentarse junto a una ventana. Así podría
contar árboles…
Schnuppy ya la esperaba. Y como si hubiera leído sus pensamientos, le
apartaba un lugar junto a la ventana. Palmeó el asiento sonriente, invitándola
a sentarse.
Sentela correspondió su sonrisa y cruzando el pasillo, se sentó junto a
ella.
A diferencia del extraño elevador, el tren arrancó con un movimiento
casi imperceptible.
Ambas no se demoraron ni un segundo en ver por la ventana.
-Aún quedan vestigios de las antiguas civilizaciones humanas, Sen. Como
el puente de piedra que antes servía para cruzar el río Danubio.- murmuró
Schnuppy señalando un canal a lo lejos.
No había más que edificios blancos a parte del canal.
-Antes de la llegada de los gailte y la unificación de todos los continentes,
esta parte de la Tierra era Alemania. Dicen que todavía se distinguen algunos
rasgos del antiguo idioma en las palabras.- explicó Schnuppy todavía sin
levantar la voz.
-Contemos los árboles que veamos. Aunque sean artificiales- propuso
Sentela.
-Encontraremos más en las afueras de la ciudad.- aseguró Schnuppy- allí…
la gente es más… conservadora, si es el término correcto.
Sentela no comprendió aquellas palabras del todo hasta que descubrió la
marcada diferencia entre las afueras y la ciudad, que se hizo notar desde el
momento en que llegaron a esa parte. Para entonces llevaban tres árboles
contados. A Sentela no le extrañaba su fuerte dificultad para respirar…
Pero en las afueras, las casas se podían distinguir. Incluso Sentela ya
podía atreverse a llamarles así, pues tenían techos definidos, aún de tejas y
ventanas de cristal con marcos de madera, aunque las paredes fueran en parte
blancas, en parte de ladrillo. Contaron tres árboles en una sola calle y
descubrieron un parque poblado de flores que era más concurrido que el de la
ciudad. Sentela se alegró de ver algunos niños.
-Aquí… aquí viven los que van en los primeros procesos de evolución, los
que todavía sienten.- dijo Schnuppy- ¡Otro árbol!- exclamó emocionada,
olvidándose de bajar la voz.
Miró a su alrededor temerosa de haber llamado la atención, pero nadie le
dedicó ni una sola mirada, ni de reconocimiento siquiera.
Todavía estuvieron sentadas un buen rato, habiendo llegado
sorprendentemente a los 39 árboles, cuando las casas dejaron de verse,
sustituidas por terrenos baldíos y tierras secas. Vieron interminables llanuras
desiertas, hasta que el tren se paró y Heinz y Astro fueron los únicos en
levantarse.
Ambas los imitaron; caminaron de vuelta al principio del vagón y bajaron
por el extenso hoyo del suelo las escaleras flotantes. Cuando la última de
ellas pisó el último escalón, las compuertas en el techo se cerraron y se
escuchó el arranque del tren, antes de que comenzaran a descender de
improvisto. Sentela se precipitó sobre Schnuppy que a su vez chocó contra la
pared blanca. Pararon un minuto más tarde, cayendo hacia atrás de nuevo, a
pesar de que a penas habían logrado incorporarse.
Sentela se atrevió a reírse ahora que no estaban frente a tanta gente
silenciosa. Schnuppy dudó antes de verse contagiada y reír también.
-No sé si me pueda acostumbrar a esto…- murmuró Sentela entre dientes,
mientras Astro la ayudaba por el codo- Yo puedo, padre.- aseguró.
Las puertas de cristal quedaron frente a su nariz, hacia la vista de
largas e interminables llanuras ¿Habrían bajado en la parada correcto? No
parecía que hubiera civilización en aquel lugar, ni siquiera una triste casa.
-Será mejor que apretemos el paso- dijo Heinz pasando a su lado.
Las compuertas se abrieron y el aire les pegó en la cara.
Schnuppy rebuscó en su bolsillo hasta que sacó un cubrebocas
transparente que pendía de un tuvo de plástico, cuyo principio todavía se
escondía en su bolsillo.
Respiró hondo.
-Muy astuta, jovencita- se limitó a comentar Heinz antes de comenzar a
caminar por la tierra seca.
Astro lo imitó, sintiendo su creciente dificultad para respirar.
Schnuppy le ofreció su cubrebocas a Sentela, que comenzaba a sentirse
desfallecer. Se lo colocó sobre nariz y boca, dio unos cuantos respiros y se lo
regresó a su amiga antes de comenzar a caminar.
-El oxígeno es escaso…- dijo Heinz sin dar más explicaciones.
Caminaron a penas unos minutos, cuando Sentela comenzó a sentir que las
fuerzas le flaqueaban y la cabeza le daba vueltas.
-¿Podemos detenernos un momento, por favor?- dijo con voz ahogada,
colocando sus manos sobre sus rodillas.
Intentó respirar hondo, pero el aire le faltaba. Schnuppy rápidamente
reaccionó y le colocó el cubrebocas con manos temblorosas.
-Respira, Sen…- murmuró Schnuppy.
-Maldita sea con estas llanuras- masculló, sintiendo el aire entrar a
sus pulmones- me siento desolada y perdida…
-Acostúmbrate, Sen. La Tierra no es como la Luna- repuso Schnuppy al
tiempo que la ayudaba a enderezarse.
Ciertamente en la luna tampoco había oxígeno, pero las cúpulas, las
granjas lunares, eran extensas y allí los árboles y el agua abundaban. El aire
nunca le había faltado de aquella manera.
Cuando miraron hacia delante, divisaron a Heinz a lo lejos, que no había
aminorado la marcha, con Astro pisándole los talones.
-¿A dónde nos lleva? ¡No hay nada aquí!- se quejó Sentela, regresándole
el cubrebocas a su amiga.
Schnuppy guardó silencio ante aquel comentario. Ni ella sabía… pero se
hacia a la idea del lugar al que se aproximaban.
-Nos turnaremos ¿De acuerdo?- propuso al tiempo que se colocaba el
cubrebocas.
Sentela asintió con la cabeza, acelerando el paso. Pensó en lo extraño
de aquella sensación de ver un cielo azul. Debía admitir que era la primera
vez. Recordó que sus maestros siempre habían dicho que aquel efecto era causado
por los gases que salían de la Tierra. Tal espectáculo no existía en la luna,
aunque viera todo el tiempo las estrellas, le gustaba más la claridad de aquel
cielo. Era algo irónico, tomando en cuenta que allí era donde menos quería estar.
Si había decidido venir, era porque la resistencia necesitaba ayuda, ya que
estaban comenzando con los grandes planes. Sería bueno encontrar árboles de
nuevo en aquella Tierra.
Se volvió hacia atrás para ver cuánto habían avanzado. Los rieles
blancos resaltaban claramente a lo lejos, contrastando con el café de las
llanuras. Entonces divisó una figura pequeña, como la de un hombre.
Sintió la urgencia de respirar aire fresco y rápidamente tomó el
cubrebocas.
Respiró hondo y volvió la mirada nuevamente hacia atrás. Algo le faltaba
a su paisaje… y cayó en la cuenta de que la figura había desaparecido ¿Lo
habría soñado?