Ayy, ayy, ayy !! :') :') :') Me puse a leer comentarios de entradas pasadas y de hace muchos años y quedé totalmente conmovida !!! :') :') :') Me encantan sus comentarios !!! Además de que me recordaron por qué me encanta tanto seguir escribiendo en blogger. En serio que muuchas gracias !! No sé cómo agradecérselos.
Saludos a todas y espero que esta historia les esté gustando.
Saludos a todas y espero que esta historia les esté gustando.
Sentela se acomodó en su
asiento por última vez antes de que la voz femenina se dejara escuchar
nuevamente por toda la estancia. El alivio general de los viajeros se
proyectaba ya hasta en sus rostros. Al fin llegaban a su destino.
Las ventanas se cerraron
automáticamente mientras la gente seguía instrucciones y buscaba su respectivo
asiento. La sensación de opresión en el pecho invadió sin previo aviso a los
presentes. Sentela sintió cómo la gravedad la empujaba violentamente contra su
respaldo al tiempo que el suelo se iluminaba de un rojo brillante, como si
hirviera por dentro.
Contó los latidos de su
corazón mentalmente y cerró los ojos con fuerza.
Astro soltó un leve gruñido
por la resistencia de su propio cuerpo, que se oponía ante tal opresión que
estaba a punto de dejarlo sin respiración.
Entonces las lucecitas rojas
y parpadeantes marcaron el contorno de las ventanillas selladas.
A los trescientos latidos la
presión en el pecho desapareció tan rápido como había llegado.
Sentela abrió los ojos de
golpe, sintiendo cómo todo su repentinamente pesado cuerpo se proyectaba hacia
delante. A duras penas logró permanecer en su asiento.
Su respiración estaba
agitada, pero ella podía percibirlo, sus nervios no eran por el cambio de
gravedad, eran mariposas en su estómago que le recordaban que al fin vería la
Tierra.
Se volvió lentamente hacia
su padre y le dedicó una media sonrisa, que éste a duras penas pudo
corresponderle, pues intentaba regularizar su descabellada respiración.
La emoción empezó a
embargarla lentamente y la necesidad por bajar de aquella nave se volvió
desesperada.
En ese momento los contornos
de las ventanillas desaparecieron y el suelo volvió a su color blanco
impecable, como si nada hubiera sucedido. La única diferencia era que nadie se
levantaba de su asiento.
-Tiempo estimado de llegada,
treinta minutos- anunció la voz femenina.
Sentela bufó impaciente y
buscó una forma de distraerse, pero con las ventanas cerradas, no le quedó más
que cruzarse de brazos y resignarse a la espera.
Se preguntó qué tanto le
esperaría. Con qué cosas nuevas se encontraría, qué retos tendría que superar y
sonrió inconscientemente ante la idea, sintiendo ya la adrenalina en sus venas.
Sentía con fervor el gran presentimiento de que aquel viaje sería largo e
inolvidable…
No estaba muy lejos de la
realidad.
VUELTA 127 después del
solsticio de verano en la Tierra
Cuando bajaron de la nave,
Sentela se encontró con una estación muchísimo más grande e imponente que la de
la luna. Sus columnas eran de marfil, con acabados de oro y sus techos eran más
altos, decorados finamente con pinturas de personajes desconocidos para ella.
Había ventanales majestuosos que daban hacia una vista de edificios blancos y
altos, poblados con contados árboles… pero árboles violeta. Muros y techos
estaban llenos de raíces del mismo color, a excepción de un gran puente, que en
realidad era una vía de tren, pues a los pocos instantes, pasó como bala un
destello blanco. A comparación de los de la luna, aquellos parecían muchísimo
más rápidos y lujosos.
Entonces un hombre chocó
contra su hombro. Sentela se volvió desconcertada, esperando que se disculpara,
pero éste siguió con su camino sin mirar atrás.
La prisa allí era palpable
en el aire. Nadie se miraba, nadie se saludaba… y sobre todo, no había animales
ni cajas de vegetales. La gente sólo vestía largos sacos o ropas blancas y
limpias, con maletines en mano. Algunas mujeres caminaban precariamente con
tacones incluso.
Sentela no pudo evitar mirar
su atuendo y sentirse fuera de lugar. Era una blusa desgastada por los años de
un azul marino ya descolorida después de tantas lavadas y unos jeans negros,
que ahora se asemejaban más al gris, sin mencionar las botas… Pero se alegró de
no parecerse a ellos cuando su corazón dio un vuelco al comenzar a distinguir
seres con rostros humanos, pero piel morada y marcadas venas verdes.
Una mujer pasó al lado de
Astro, que sencillamente se movió con desgana, como estando acostumbrado ya a
ese trato. Sentela no la soltó de vista, captando cada detalle que le fuera
posible. Sus cabellos parecían gruesas raíces de árboles como los que había en
su casa. Raíces extrañamente amoratadas y como el rostro de la mujer, de
marcadas venas verdes que destellaban a cada segundo.
Esos eran gailte.
Y como si los hubiera
invocado, de repente un escuadrón de seis policías, vestidos totalmente y con
el rostro cubierto por un casco descomunal e intimidante, se abrieron paso
bruscamente entre la gente hasta aproximarse hasta los recién llegados.
El líder se colocó tan cerca
de Astro y Sentela, que hasta podían escuchar un extraño resoplido bajo el
casco.
El resto del escuadrón
revisó a los pasajeros, abriendo sus bolsas y quitándole sus sacos y
pertenencias.
-¿Qué significa esto?-
preguntó Astro molesto.
Cuando el gailte se acercó a
ellos, bajó el rostro y pareció cruzar miradas, pero en realidad Sentela no
sabía si lo que sus ojos veían a través del cristal negro eran ojos también. Y
aún así continuó desafiándolo, a pesar de su gran estatura y el hecho de que en
realidad él le llevaba dos cabezas.
-Buscamos a un infiltrado-
dijo con una voz gutural que causó escalofríos a la mayoría de los presentes.
Sentela no pudo evitar tragar
saliva. Controlándose sobremanera para no dirigir su mirada hacia el buscado.
“Lo descubrirán… pero si estuviera en esas condiciones, no me importaría.
Preferiría volverme un gailte.” Recordó fugazmente.
-¿Lo han visto? Su ayuda
será recompensada.
El gailte guardó un silencio
incluso más aterrador que su propia voz, pero ella no se inmutó.
Los segundos parecieron
eternos, hasta que finalmente el gailte dio la vuelta bruscamente y a empujones
se acercó al hombre en harapos, tomándolo por las solapas del maltratado saco
beige.
-Es él…- gruñó mientras sus
acompañantes los rodeaban.
Todos los demás presentes
retrocedieron aterrados.
-No…- murmuró el hombre
soltando lágrimas que terminaban perdiéndose en su enmarañada barba.
Sentela tuvo una sensación
de deja’vu. No podía dejar que se lo llevaran. Un escalofrío recorrió su
espalda al tiempo que se adelantaba un paso, pero su padre, adivinando sus
intenciones, la tomó por el hombro. Y cuando ésta se volvió hacia él con una
expresión de profunda tristeza, Astro no pudo más que negar con la cabeza. El
destino del hombre ya estaba en manos de los gailte y en ese punto… ya no había
nada que hacer.
-Lo siento, hija. Vámonos.
Ya nos esperan.
Sentela soltó un hondo
suspiro y viendo al hombre por última vez, se dio la vuelta y caminó entre el
gentío con su padre y sin mirar atrás, temerosa de que ocurriera lo que en su
sueño… pero las imágenes seguían allí y los escalofríos también. Así que se
dejó arrastrar, sin siquiera fijarse en otros detalles, como los tableros gigantes
con los horarios en el centro del gran andén. O las estrellas artificiales,
pero flotantes, repartidas por el alto techo. La modernidad allí era mucho
mayor a la tecnología que había en la luna.
Y cuando comenzaron a
acercarse a los portones, una chica menuda y rubia se colocó frente a ellos con
una gran sonrisa recorriendo su rostro.
Aquello fue suficiente para
traer a Sentela de vuelta a la realidad. Incluso Astro se paró de golpe al
verla. Sus ojos azules eran inconfundibles.
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