lunes, 22 de julio de 2013

Cuarto Capítulo


¡Ya sé! Hace muucho que no publico, pero es que han pasado muuchas cosas y no me he podido pasar lo suficiente como para ponerles un capítulo nuevo !! Ya voy a publicar el epílogo de ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘, pero primero las dejo aquí, con el cuarto capítulo. 

Espero que lo disfruten como siempre. Saludos a tod@s.




-¡Schnuppy!- exclamó Sentela sin esconder su felicidad.

¡Qué astuto era Max! Astro no sospecharía nada.

-Sschnuppy se echó a los brazos de su mejor amiga, aunque fuera veinte años mayor.
Se estrecharon con fuerza.

-Supe de su visita y quise darles una pequeña srpresa- dijo al soltar a Sentela y volverse hacia Astro para abrazarlo también.

El hombre la rodeó torpemente con los brazos incapaz de creer que se encontraba frente a la misma chica que pensó que vería por última vez hace 20 años.

-Pensé que ya…- quiso decir “habías muerto”, pero se abstuvo- que ya no te volvería a ver.
Schnuppy sonrió radiante con un dejo de orgullo en sus labios.

-Soy la misma de siempre, señor. Nada ha cambiado. Necesitan humanos para la correcta administración de los alimentos ¡No crea que me dejaría desechar tan fácilmente!

Astro soltó una carcajada cargada de alivio, aunque su mirada permanecía inquieta, escrutando aquellas finas y delicadas facciones pálidas, buscando algún indicio de que ella ya no fuera humana.

-Papá ¿Puede acompañarnos? ¡Ella podría mostrarme la ciudad mientras tú hablas sobre negocios!

Sentela fijó sus ojos en los de su padre, descubriendo la duda reflejada en ellos.

-Hay un bello jardín en casa del señor Klemm. Es tan grande que verlo en un día es casi imposible- intentó persuadirla su padre.

-Por favor, señor Leos. Creo que sacaríamos más provecho si Sentela conociera la ciudad. 
No es nada peligrosa- insistió Schnuppy- la conozco como la palma de mi mano.

-Ay, Sentela… ¿Y si te llevaran como al hombre en la nave?

Ella negó con la cabeza.

-No te preocupes, papá. Traigo un permiso, soy intocable.

Astro supo que su terca y testaruda hija no dejaría de insistir hasta lograr lo que quería.

-Lo hablaremos llegando a la residencia del señor Klemm, hija. Y sin peros…- dijo Astro tajante, dando el tema por terminado.

Schnuppy le guiñó un ojo a su amiga. Pero Sentela no se confiaba tanto. La preocupación en los ojos de su padre era inminente. Él no quería que salieran solas.

Continuaron caminando hacia la salida, con Schnuppy agarrada del brazo de Sentela sonriendo radiante aún ¡Y es que había extrañado a su amiga! Aunque ella fuera 20 años mayor, habían aprendido y vivido tantas cosas juntas, que la consideraba más como hermana, que a las suyas propias.

La sala a la que entraron a continuación, estaba llena de arcos blancos, como los marcos de las puertas, acomodados en filas. Sentela observó cómo la gente cruzaba por los arcos y seguía una luz brillante en el suelo.

Su padre continuó caminando sin sorprenderse de lo que veía, pues ya estaba acostumbrado a ello. Ambas chicas lo siguieron a paso lento. Sentela no dejaba de mirar maravillada a su alrededor. Era tal su concentración, que no se daba cuenta del hombre que venía siguiéndoles la pista. Aunque éste era bueno para pasar desapercibido. Era su trabajo.

En ese momento, Astro se paró bajo un arco dos cabezas más alto que él, y esperó. Una nueva voz femenina lo recibió con la frialdad característica de una máquina.

-Astro Leos, ochenta años, agricultor en jefe, encargado del sector 360. Esperamos que haya tenido un viaje placentero. Su destino lo encontrará por el siguiente camino.

Y cuando dijo estas palabras, una luz naranja se prendió en el suelo blanco y siguió un camino recto, resaltando entre varias luces que también trazaban su camino. Sentela siguió la luz, intrigada. Schnuppy estaba pisándole los talones, evaluando su reacción con diversión. Continuaron caminando mientras Sentela se pregunta hacia dónde los llevaría, si irían a otra habitación tan grande como las últimas dos en las que había estado… o ¿Saldrían finalmente a la ciudad?

Sus dudas se disiparon cuando llegaron a un gran portón tan blanco como el suelo, que al entrar en contacto con la luz, se abrió, dándoles paso a un cielo despejado y grandes edificios, en su mayoría blancos. Incluso al fondo se divisaba un largo puente y cuando Sentela pregunto sobre él, Schnuppy le explicó que era la vía del flashzug, un medio de transporte similar al tren en la luna, sólo que mucho más rápido y moderno. Lo siguiente que sus ojos buscaron automáticamente con la mirada, fueron árboles, pero sólo se encontró con asfalto gris a sus pies, faroles y transeúntes. Todo era tan… limpio… tan blanco.

La luz se disipó justo frente al asfalto. Astro miró a su alrededor, como buscando algo con la mirada. De entre tanta gente caminando, salió un hombre ataviado con un saco negro, cuyo rostro era casi irreconocible gracias al sombrero de copa gris que traía puesto. De aquel sombrío rostro, Sentela pudo atisbar una sonrisa seca.

-Señor Leos, qué gusto verlo de nuevo.- dijo el hombre.

Astro asintió con la cabeza en forma de saludo.

-¡Qué gusto verte, Heinz!

Aunque muy en el fondo aquellas palabras no eran verdad. Astro le tenía cierta aversión a aquel hombre por su frialdad y su poca amabilidad. Pero seguramente era por la etapa de la vida en la que se encontraba. Recordó que la última vez que lo había visto, aún no trataba de esconder su rostro, lo que significaba que su transformación ya iba más desarrollada. Pronto sería un gailte.

Sentela extendió su mano, ignorando que aquel hombre no tocaba a nadie.

Éste la miró fijamente sin responder al gesto.

-Un gusto, señorita Leos- dijo con frialdad- he escuchado mucho de usted.

Sentela regresó su mano lentamente a su regazo, endureciendo su mirada. Schnuppy ni siquiera se esforzó por presentarse, pues sabía que a los semihumanos, las formalidades les traían sin cuidado.

Heinz dio media vuelta y caminó entre la gente sin preocuparse si alguien lo seguía o no.

Astro se colocó junto a su hija y le palmeó el hombro.

-Ya no estás en la Tierra, cariño, acostúmbrate.

Sentela negó con la cabeza en desacuerdo, pero mantuvo la boca cerrada.

-No esperes que nadie te salude ni te pregunte por tu bienestar. Aquí no es necesario preguntarlo, porque ellos lo perciben- le recomendó al ver que su hija no contestaba.

Caminaron por anchas calles viendo siempre edificios blancos y gente de un lado para otro sin parar. Sentela no sabía cómo reconocer cuáles eran casas y cuáles eran locales. La gente ni siquiera portaba bolsas del mandado, sólo caminaban.

No se atrevió a intercambiar ni una sola palabra con su amiga en aquel silencio de voces. Nadie se hablaba, nadie se saludaba, ni siquiera parecía que hubiera parejas. Cada uno caminaba por su cuenta y no se preocupaba por su entorno.

Sintió un vacío en su pecho cuando pasaron junto a un parque, donde había jardineras blancas llenos de flores coloridas y uno que otro árbol. Era el único lugar en el que el asfalto era en realidad baldosas de un color rojizo más acercado al anaranjado.

-Son artificiales, Sen.- le susurró Schnuppy al oído.

Y su pequeña felicidad desapareció tan rápido como llegó.

Al pasar el parque, volvieron a la monotonía de colores. Sentela descubrió que se acercaban a las vías del tren, cuando se encontraron bajo éstas. La estructura era en realidad impresionante. Grandes y anchas columnas blancas sostenían las vías, que se encontraban a más de 30 m por arriba del suelo.

Heinz se dirigió hacia una de las columnas, que estaba rodeada de gente, y abriéndose paso a empujones, llegó a una puerta cristalina que daba al interior de la columna. Ya dentro, se encontraron junto a varias personas en una habitación circular, en cuyo centro había una mesa blanca.

Heinz se dirigió para allá y frente a la mesa, colocó su mano sobre la superficie. La mesa se encendió en varios colores y después de consultar algo que Sentela no entendía, regresó junto a sus acompañantes sonriendo sin que sus ojos mostraran alguna emoción.

-Estamos a tiempo. El flashzug llegará en un minuto.- informó.

Astro asintió con la cabeza. Lo que Sentela no entendía era cómo llegarían hasta arriba, si seguían al nivel de la calle. Pero aunque se vio tentada a preguntar, se mantuvo en silencio, pues de los presentes, parecía que eran los únicos que hacían ruido.

Aún así, su silencio fue recompensado cuando la puerta de cristal se selló y Schnuppy se tambaleó hacia atrás con ella por el repentino ascenso que dio la cámara. Iban hacia arriba.

Frenaron de improvisto y Sentela se tambaleó entonces contra una señora, que la fulminó con la mirada.

-Lo siento- se disculpó Sentela torpemente antes de regresar a su lugar.

¿Cómo podían mantenerse en equilibrio? Pero todo sucedía tan rápido. En ese mismo instante se abrió el techo como si fuera una puerta mientras se materializaban escaleras flotantes al centro. Una por una, la gente fue subiendo a un vagón completamente blanco, pero con asientos de piel marrón. Sentela se alegró de que al menos hubiera otro color y observó atentamente cómo Schnuppy subía las escaleras, que se sumían con su peso, e intentó imitarla, pero los escalones temblaron bajo sus pies.

Alentó su paso, concentrándose en cada movimiento, y al llegar al vagón se emocionó ante la perspectiva de sentarse junto a una ventana. Así podría contar árboles…

Schnuppy ya la esperaba. Y como si hubiera leído sus pensamientos, le apartaba un lugar junto a la ventana. Palmeó el asiento sonriente, invitándola a sentarse.

Sentela correspondió su sonrisa y cruzando el pasillo, se sentó junto a ella.

A diferencia del extraño elevador, el tren arrancó con un movimiento casi imperceptible. 

Ambas no se demoraron ni un segundo en ver por la ventana.

-Aún quedan vestigios de las antiguas civilizaciones humanas, Sen. Como el puente de piedra que antes servía para cruzar el río Danubio.- murmuró Schnuppy señalando un canal a lo lejos.

No había más que edificios blancos a parte del canal.

-Antes de la llegada de los gailte y la unificación de todos los continentes, esta parte de la Tierra era Alemania. Dicen que todavía se distinguen algunos rasgos del antiguo idioma en las palabras.- explicó Schnuppy todavía sin levantar la voz.

-Contemos los árboles que veamos. Aunque sean artificiales- propuso Sentela.

-Encontraremos más en las afueras de la ciudad.- aseguró Schnuppy- allí… la gente es más… conservadora, si es el término correcto.

Sentela no comprendió aquellas palabras del todo hasta que descubrió la marcada diferencia entre las afueras y la ciudad, que se hizo notar desde el momento en que llegaron a esa parte. Para entonces llevaban tres árboles contados. A Sentela no le extrañaba su fuerte dificultad para respirar…

Pero en las afueras, las casas se podían distinguir. Incluso Sentela ya podía atreverse a llamarles así, pues tenían techos definidos, aún de tejas y ventanas de cristal con marcos de madera, aunque las paredes fueran en parte blancas, en parte de ladrillo. Contaron tres árboles en una sola calle y descubrieron un parque poblado de flores que era más concurrido que el de la ciudad. Sentela se alegró de ver algunos niños.

-Aquí… aquí viven los que van en los primeros procesos de evolución, los que todavía sienten.- dijo Schnuppy- ¡Otro árbol!- exclamó emocionada, olvidándose de bajar la voz.

Miró a su alrededor temerosa de haber llamado la atención, pero nadie le dedicó ni una sola mirada, ni de reconocimiento siquiera.

Todavía estuvieron sentadas un buen rato, habiendo llegado sorprendentemente a los 39 árboles, cuando las casas dejaron de verse, sustituidas por terrenos baldíos y tierras secas. Vieron interminables llanuras desiertas, hasta que el tren se paró y Heinz y Astro fueron los únicos en levantarse.

Ambas los imitaron; caminaron de vuelta al principio del vagón y bajaron por el extenso hoyo del suelo las escaleras flotantes. Cuando la última de ellas pisó el último escalón, las compuertas en el techo se cerraron y se escuchó el arranque del tren, antes de que comenzaran a descender de improvisto. Sentela se precipitó sobre Schnuppy que a su vez chocó contra la pared blanca. Pararon un minuto más tarde, cayendo hacia atrás de nuevo, a pesar de que a penas habían logrado incorporarse.

Sentela se atrevió a reírse ahora que no estaban frente a tanta gente silenciosa. Schnuppy dudó antes de verse contagiada y reír también.

-No sé si me pueda acostumbrar a esto…- murmuró Sentela entre dientes, mientras Astro la ayudaba por el codo- Yo puedo, padre.- aseguró.

Las puertas de cristal quedaron frente a su nariz, hacia la vista de largas e interminables llanuras ¿Habrían bajado en la parada correcto? No parecía que hubiera civilización en aquel lugar, ni siquiera una triste casa.

-Será mejor que apretemos el paso- dijo Heinz pasando a su lado.

Las compuertas se abrieron y el aire les pegó en la cara.

Schnuppy rebuscó en su bolsillo hasta que sacó un cubrebocas transparente que pendía de un tuvo de plástico, cuyo principio todavía se escondía en su bolsillo.

Respiró hondo.

-Muy astuta, jovencita- se limitó a comentar Heinz antes de comenzar a caminar por la tierra seca.

Astro lo imitó, sintiendo su creciente dificultad para respirar.

Schnuppy le ofreció su cubrebocas a Sentela, que comenzaba a sentirse desfallecer. Se lo colocó sobre nariz y boca, dio unos cuantos respiros y se lo regresó a su amiga antes de comenzar a caminar.

-El oxígeno es escaso…- dijo Heinz sin dar más explicaciones.

Caminaron a penas unos minutos, cuando Sentela comenzó a sentir que las fuerzas le flaqueaban y la cabeza le daba vueltas.

-¿Podemos detenernos un momento, por favor?- dijo con voz ahogada, colocando sus manos sobre sus rodillas.

Intentó respirar hondo, pero el aire le faltaba. Schnuppy rápidamente reaccionó y le colocó el cubrebocas con manos temblorosas.

-Respira, Sen…- murmuró Schnuppy.

-Maldita sea con estas llanuras- masculló, sintiendo el aire entrar a sus pulmones- me siento desolada y perdida…

-Acostúmbrate, Sen. La Tierra no es como la Luna- repuso Schnuppy al tiempo que la ayudaba a enderezarse.

Ciertamente en la luna tampoco había oxígeno, pero las cúpulas, las granjas lunares, eran extensas y allí los árboles y el agua abundaban. El aire nunca le había faltado de aquella manera.

Cuando miraron hacia delante, divisaron a Heinz a lo lejos, que no había aminorado la marcha, con Astro pisándole los talones.

-¿A dónde nos lleva? ¡No hay nada aquí!- se quejó Sentela, regresándole el cubrebocas a su amiga.

Schnuppy guardó silencio ante aquel comentario. Ni ella sabía… pero se hacia a la idea del lugar al que se aproximaban.

-Nos turnaremos ¿De acuerdo?- propuso al tiempo que se colocaba el cubrebocas.

Sentela asintió con la cabeza, acelerando el paso. Pensó en lo extraño de aquella sensación de ver un cielo azul. Debía admitir que era la primera vez. Recordó que sus maestros siempre habían dicho que aquel efecto era causado por los gases que salían de la Tierra. Tal espectáculo no existía en la luna, aunque viera todo el tiempo las estrellas, le gustaba más la claridad de aquel cielo. Era algo irónico, tomando en cuenta que allí era donde menos quería estar. Si había decidido venir, era porque la resistencia necesitaba ayuda, ya que estaban comenzando con los grandes planes. Sería bueno encontrar árboles de nuevo en aquella Tierra.

Se volvió hacia atrás para ver cuánto habían avanzado. Los rieles blancos resaltaban claramente a lo lejos, contrastando con el café de las llanuras. Entonces divisó una figura pequeña, como la de un hombre.

Sintió la urgencia de respirar aire fresco y rápidamente tomó el cubrebocas.

Respiró hondo y volvió la mirada nuevamente hacia atrás. Algo le faltaba a su paisaje… y cayó en la cuenta de que la figura había desaparecido ¿Lo habría soñado?

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