Aquí les pongo el siguiente capítulo :D :D :D :D :D ¡Espero que les guste! ;)
Su acompasada respiración y los latidos de su corazón me trajeron la tranquilidad que la cama no había logrado darme. Me sentía en la mejor de las ilusiones...
-¿Ahora sí puedo preguntar?- dije con la voz serena.
De reojo pude ver su sonrisa radiante.
-¿Preguntar qué?- inquirió con aquella dulce burla tan propia de él.
No pude evitar sonreír también.
-¿Por qué?
-¿Vamos a jugar a las adivinanzas o te vas a ir directamente al grano?- bromeó sin ninguna nota de impaciencia en la voz.
Suspiré, sonrojándome.
-Está bien- dije- ¿Qué haces aquí?
El silencio reinó por largos minutos. Ninguno de los dos se movía. Sólo alcanzaba a escuchar sus latidos, aquel sonido perfecto, maravilloso, retumbando deliciosamente en mi oído.
-Quiero volver a empezar.- se limitó a contestar.
No pude evitar fruncir el ceño y levantar la vista hacia él.
-¿Me estás pidiendo que...
Colocó un dedo suavemente sobre mis labios. Presionando con una dulzura turbadora. Me escrutó con la mirada.
-No te vuelvo a pedir que seas mi novia. Quiero empezar desde cero.- aclaró.
Aún así, lo miré incrédula.
Sonrió con paciencia.
-Hermanita, quiero que seamos amigos.- aclaró nuevamente.
Inesperadamente mi rostro se anegó de lágrimas. Desvié rápidamente la mirada. Y deshaciéndome de su abrazo coloqué mi cabeza entre las piernas, temerosa de que me viera llorar.
-Ya entiendo- susurré con la voz quebrada.
Su cálido aliento topó contra mi cuello. Perdí el hilo de la idea. Como siempre, había quedado abrumada. Contuve la respiración.
-¿Qué entiendes?- me preguntó con una voz peligrosamente aterciopelada.
Recordé entonces que debía respirar.
Solté el aire de golpe y de paso mis lágrimas mojaron mi entrepierna.
-Y-yo...- tartamudeé torpemente- esto-o n-no es un sue-eño... En-n lo-los sueños la-as sensa-aciones n-no son tan fue-ertes...
Maldije para mis adentros por el tartamudeo.
-¿Cuándo dije que era un sueño?- contestó con otra pregunta.
-¿Cuándo dijiste que no lo era?- repuse con cierta molestia.
-Buen punto- comentó entre dientes.
Suspiré, intentando aclararme la voz.
-Ta- también en-ntie-endo, que- que...
Repentinamente tomó mi mentón entre sus manos y me obligó a mirarlo a los ojos. Fue de aquellas veces que sentí que me perdía en un abismo interminable. Era como estar hipnotizada, fuera de mí.
-Respira, hermanita. Quiero saber qué pasa por tu cabeza en este momento- ordenó sonriente.
No pude evitar devolverle la sonrisa.
Me abrió sus brazos y nuevamente me acurruqué entre ellos. Cerré los ojos y ordené mis ideas antes de comenzar.
-También entiendo- dije con la voz inesperadamente serena- que si me lo pides así, es porque la amas a ella...
Me estrechó con fuerza y tomó mi mano, sin una respuesta prometedora. Esperé pacientemente.
-No la amo- contestó finalmente.
Comenzó a formar círculos en la palma de mi mano.
-Nunca la amé. Ella quiso convencerme, pero no la amo...
-¿Quieres decir que se te insinuó?- lo interrumpí.
Me percaté de cómo sus músculos se tensaron alrededor de mi cintura.
-Sí- se limitó a contestar.
Me dio la sensación de que me escondía algo, pero decidí no averiguarlo por miedo a salir más lastimada.
-¿Por eso terminaste conmigo?- quise adivinar.
Rió y me revolvió el cabello.
-¿Me vas a dejar terminar, hermanita?
Me sonrojé.
-Lo siento, continua.- me disculpé.
-Si quiero comenzar desde cero- continuó como si no hubiese habido ninguna interrupción- es porque no quiero sentir aquella tensión como la que había en casa de Miranda. Quiero que... aprendamos a amarnos mutuamente no por obligación, sino porque en realidad hay algo...
-¿Quieres decir que nunca hubo nada?
Frunció el ceño con la comisura de los labios curvada en una sonrisa pícara.
-Perdón- nuevamente me disculpé.
-Si nunca hubiese habido nada, entonces no hubiera estado dispuesto a morir cuando pensé que Mateus te había robado la vida.
Desvié la mirada rápidamente hacia nuestras manos cuando pronunció aquellas palabras... la realidad es que me sentía demasiado halagada ¡Si mi corazón ya palpitaba a mil por hora ahora era a un millón por hora!
-Sabes que siempre hubo algo- recalcó- pero quiero definirlo y ahora es mi oportunidad. Te conoceré a fondo, pero no como tu novio sino como tu mejor amigo.
Lo pensé por un momento.
-Entonces necesitaré que me aclares una cosa más- dije eligiendo las palabras con más cuidado del habitual- di un largo suspiro antes de continuar- ¿Aún me amas?
-Eres mi perdición- murmuró más para sí mismo.
Entonces empecé a hiperventilar.
-Siempre- dijo subiendo su tono de voz.
Cerré los ojos.
-Siempre- repitió articulando cada sílaba con especial cuidado haciéndome cosquillas en el oído.
Sonreí de oreja a oreja.
-¿Volver a empezar, eh?- murmuré dubitativa.
-Sí- contestó.
Sopesé la idea por largos minutos.
-Muy bien- exclamé incorporándome de un salto.
-¿Qué haces?- preguntó divertido.
-Vuelvo a empezar, desconocido- expliqué.
Él sonrió.
-A veces eres muy infantil.- comentó.
Sus ojos destellaron con diversión.
-Infantil y terca- reí por lo bajo- Sí, me lo han dicho muchas veces.
Se incorporó con cautela y extendió su mano.
Extendí mi mano con cierta vacilación y estreché la suya.
Una rápida corriente recorrió mi cuerpo entero, dejándome una sensación de calidez.
-Un placer- dio la iniciativa Danny- Soy Danny.
-El placer es mío- contesté sonriente- Yo soy Tamara Any, pero prefiero Any.
Una fuerte corriente de aire alborotó mi cabello.
Inconscientemente empecé a tiritar de frío.
Danny me sonrió cálidamente, antes de quitarse su saco negro, que tanto me encantaba. Dejando al descubierto su suéter de cuello de tortuga que tanto me dejaba sin aire cada vez que lo veía. Me lo entregó acercándose peligrosamente a mí, a tal grado, que pude ver el fondo de aquellos hermosos ojos verde esmeralda.
Parpadeé varias veces y tomé el saco.
-Gracias- murmuré aturdida.
-De nada- contestó con fingida indiferencia.
En ese momento me percaté de que la luz de la ventana de la sala se encendía.
"Para mí buena suerte" Pensé para mis adentros. "Nada más esto me faltaba"
La puerta de la casa se abrió con un leve chirrido, dando paso a unos papás que no parecían precisamente felices.