sábado, 16 de julio de 2011

Confesiones y confusiones

Aquí les dejo el siguiente capítulo ;) De poquito a poco, les agradezco que aún se pasen por el blog y por tener esta paciencia tan infinita ;) :D :D :D :D Como siempre, espero que les guste el capítulo.


-¡Qué bueno verte!- murmuró el señor Fontana.

Sonreí conteniendo las lágrimas. Al fin podía ver aquellos ojos verdes.

-En cuanto supe lo ocurrido, vine a ver cómo estaba, señor Fontana- aseguré.

Rió débilmente.

-¡Ni que fuera tan viejo, Any! Dime Tobías, insisto.

Apreté su mano.

-¿Cómo se siente?- pregunté intentando cambiar de tema.

Él se encogió de hombros, causando una mueca de dolor en su rostro.

-No estoy tan mal...- dijo poco convencido.

Acaricié su frente y recordé los buenos tiempos que había pasado con ese hombre y sus dos hijos. Solía ser fornido, de porte erguido y elegante, pero de sonrisa traviesa y mirada profunda... y ahora... ahora parecía desolado, vacío por dentro. Como si la muerte le estuviera robando la vida lentamente.

-Acércate, hijo.- murmuró dirigiéndose hacia Fabián.

Fabián obedeció al instante, sentándose en el otro borde de la cama.

-¿Dónde está mi otro hijo?- preguntó el señor Fontana mirando a su alrededor.

Fabián y yo intercambiamos rápidas miradas de preocupación.

-Está haciendo lo posible por venir...- se limitó a contestar.

El señor Fontana asintió lentamente, mientras sus ojos se iban entristeciendo. Y por un momento, parecieron perder todo color.

-Tobías...- murmuré intentando atraer su atención, pero sus ojos parecían perdidos- Tobías, Danny- ¡Cuánto trabajo me costaba decir aquel nombre!- vendrá.

Sonrió con sorna.

-¿Estarás tú aquí cuando él llegue?- preguntó.

Aquella pregunta me tomó desprevenida. Me dispuse a negar rápidamente con la cabeza, pero la mirada suplicante de aquel padre moribundo del chico al que siempre amaría, me dejó claro que no podía negarme.

-Por supuesto...- musité.

¡Era un error! No podía volver a verlo... y no porque no quisiera ¡Deseaba con todo mi corazón, en realidad! Pero si seguíamos juntos, Mateus nos lastimaría a los dos y yo no debía permitir aquello. Rápidamente reprimí aquel sentimiento de verlo.

El señor Fontana tosió con ímpetu, haciendo que el colchón temblara. La fuerza que ejercía su mano sobre la mía parecía que era para romper mis huesos. Intenté soltarme en vano. Su rostro se puso rojo como un tomate y la tos se intensificó.

-¡Llama a la enfermera!- fue lo primero que se me ocurrió decir.

Fabián se incorporó, pero en el mismo instante en el que sus pies rozaron el piso, su padre lo tomó bruscamente del brazo y lo sentó nuevamente a pesar de su fuerte ataque de tos.

-Papá...- intentó razonar Fabián- necesitas un doctor ¿Entendido?

Pero el señor Fontana negó tercamente con la cabeza... a pesar de que la tos seguía.

Su tos siguió hasta que se vio obligado a sentarse. Le di palmadas el la espalda, esperando que fuera suficiente para que se le quitara la tos. Y cuando parecía imposible que la tos cesara, la tranquilidad cruzó por su rostro, antes de caer desmayado entre las almohadas.

Entonces Fabián presionó un botón en el barandal de la cama para llamar a la enfermera. Fueron minutos angustiosos a pesar de que el señor Fontana respiraba con regularidad.

Justo en el momento que entró la enfermera, el señor Fontana abrió pesadamente los ojos y al ver a la enfermera, sus ojos parecieron dos perfectos platos, mientras que su rostro se tensaba por el horror.

-¡SALGA!- gritó- ¡No se acerque!

La enfermera dio un respingo, con la palabra en la boca, pues no había podido formular ninguna pregunta.

-Tobías, ella lo va a ayudar...- le aseguré.

Entonces gritó con más fuerza, fulminando a la aterrada enfermera con la mirada.

El escándalo que estaba provocando el señor Fontana atrajo a una enfermera y a un doctor, que entraron con una jeringa en la mano.

-¡No se acerquen a mí!- gritaba el señor Fontana, mientras Fabián y yo intentábamos retenerlo en la cama.

-Traigan a otro doctor- ordenó el doctor.

La enfermera salió corriendo de la habitación.

-¡Mataron a mi esposa!- gritó el señor Fabián perdiendo los estribos- ¡Y ahora me quieren matar a mí!

Negué rotundamente con la cabeza.

-Tobías...- intenté razonar, pero su voz era estridente y mucho más fuerte que la mía.

-Papá, papá... ¡Ella murió por culpa de la enfermedad!- dijo Fabián subiendo su tono de voz.

-¡No la atendieron a tiempo!- gritó haciendo oídos sordos a su hijo.

-Pero a usted sí... - le susurré al oído.

Entonces sus gritos se volvieron sollozos.

Entró la enfermera de vuelta, acompañada por un doctor. Entre los dos doctores insertaron la jeringa en la bolsa de suero, poniendo una dósis de calmantes para el señor Fontana, que a los pocos minutos quedó profundamente dormido.

Mis ojos se anegaron de lágrimas. Sostuve la mirada de Fabián por largos segundos, antes de mirar nuevamente al hombre que unos segundos antes había visto llorar por primera vez. La expresión de Fabián no sólo era de desconcierto, sino de miedo y dolor.

Se volvió hacia los doctores.

-Gracias por su ayuda... ¿Les molestaría retirarse?- pidió fríamente.

Ninguno de los presentes musitó palabra. Los dos doctores, seguidos de las enfermeras, salieron de la habitación, dejando a su paso un silencio aterrador.

Nuevamente me volví hacia Fabián. Mi respiración estaba acelerada. No me atrevía a decir lo que tenía en mente.

-Es un hombre cansado de la vida...- murmuró Fabián como leyendo mis pensamientos.

Mis sollozos se volvieron audibles.

-Quiere morir sabiendo que Danny se queda con una chica como tú... o en otras palabras... quiere morir sabiendo que al menos uno de sus hijos queda en buenas manos.- explicó mientras su voz se iba volviendo gélida y distante.

Negué con la cabeza.

-Fabián...- dije con un hilo de voz- yo no puedo... no puedo ver a Danny...

Fabián suspiró bruscamente.

-¿Por qué no?- exigió.

-Nadie puede saberlo.- murmuré con la voz quebrada.

-¿Por qué no?- repitió subiendo el volumen de su voz.

Respiré entrecortadamente.

-Moriríamos los dos...- me limité a contestar.

Fabián me miró inquisitivo.

-¿De qué hablas?- preguntó fríamente.

Lo encaré.

-Me amenazaron... me dijeron que me matarían para hacer sufrir a Danny y cobrar venganza por algo que pasó hace más de un año.- dije lentamente.- no podría soportar saber que por mi culpa sufre Danny.

Fabián no dijo nada. Quedó rígido en su lugar, cómo si se debatiera entre creerme o no.

-Pero no se lo digas a nadie, Fabián... mucho menos a Danny.- le supliqué.

Fabián negó rápidamente con la cabeza, saliendo de su rigidez.

-¿Por qué no se lo dijiste a nadie, Any?- preguntó.

-Porque... pensé que la solución era alejarme de Danny...- contesté lentamente.

Los ojos de Fabián refulgieron con lucidez.

-¿Por eso dejaste a Danny y te hiciste novia de Jack?- preguntó.

Asentí con la cabeza.

-Así podría olvidarme por un rato...- expliqué.

-¡Pero con separarse ya les duele!- exclamó extrañado.

-Es mejor eso, a darle un dolor permanente. Sabiendo que él es feliz, yo lo soy... y sabiendo que yo soy feliz, él también lo es.- continué.

-Any... algo tan grande no te lo podías quedar guardado...- me reprochó- te lastimas a ti misma...

Negué débilmente con la cabeza. Mis sollozos se intensificaron. Fabián rodeó la cama, hasta llegar frente a mí y abrazarme fuertemente.

-Cuando llegue Danny lo platicaremos y encontraremos la solución ¿Entendido?- intentó consolarme.

Sonreí escondida en su regazo y asentí lentamente. Un peso dentro de mí pareció desaparecer de improvisto, dejando en cambio, una tranquilidad arrulladora.

1 comentario:

  1. ME encanto...he echo una nueva novela y no tengo muchos visitantes...nunca te comente lo siento :(
    ...pues me a encantado este capitulo es muuuy triste pero me gusto...te digo ya hace tiempo y lei toda tu novela completa y no me e perdido de capitulos...espero que sigas escribiendo saludos...cuidate ;)

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¡Me encantan los comentarios! Agradezco que te hayas pasado unos minutos.