lunes, 24 de septiembre de 2012

Los guardianes de las puertas


¡Nunca en mi vida había tenido tanto trabajo como ahora! ;) Pero lo bueno es que siempre encuentro un rato para publicar :D :D :D :D Ahora seré breve porque tengo que estudiar para mi examen de biología, pero Lau, Cami, gracias por sus comentarios y a todos, discúlpenme por la tardanza. Haré todo lo posible para lograr publicar por lo menos una vez a la semana ;) 

Liz, qué lindo ver que te pases por el blog. 

Ya más por costumbre, les diré, que disfruten la lectura, que para eso está. 




Σs’κα entró a la casa y se dirigió directamente hacia una habitación que parecía cerrada. Tocó suavemente.

-Me esperas aquí ¿Entendido?- me ordenó.

Asentí lentamente.

-No hables con nadie ni te quites la capa- me instruyó cuando un hombre gigantesco, pero de aspecto noble le dio el paso a la habitación.

-¡Σs’κα!- se escuchó que decía el hombre.

La puerta se cerró después de esas palabras.

Me pegué a la pared, esperando poder escuchar algo de lo que hablaban, pero lo único que alcancé a escuchar fueron voces.

Entonces salió un niño pequeño de una habitación y me miró atentamente.

Se acercó con cautela.

-¿Quieres escuchar?- preguntó con una voz dulce de infante.

Me limité a asentir con la cabeza.

El niñito me tomó de la mano y me condujo por unas escaleras al segundo piso. Caminamos por un largo pasillo hasta entrar a una habitación que estaba vacía por completo. El niño fue al fondo de la habitación y recargó su cabecita en el piso. Lo imité.

-Sé que traes a la princesa…- dijo el hombre en un susurro.

Los ojos del niño se abrieron de par en par. Descubrí lentamente mi rostro y poniendo un dedo sobre mis labios, le supliqué que guardara el secreto. El niño puso una mano sobre mi corazón y sonrió de oreja a oreja sin musitar palabra. Con sólo ver sus ojos, supe que a pesar de su inocencia, guardaría el secreto.

Le correspondí con otra sonrisa y nuevamente cubrí mi rostro con la capucha.

-¿Cómo sabes? Œητια’τοηι… se supone que nadie debía saber eso.- dijo Σs’κα mostrando cierta sorpresa.

Su voz era fría.

-Tu madre vino hace poco. Venía apurada. Dijo que vendrías con la princesa Καητσ para cumplir el deseo de los dioses y que nadie más debía saberlo. Me pidió que te ayudara a esconder la identidad de ella.- contó el hombre Œητια’τοηι- te diré que a ti y a tu madre les tengo mucho aprecio. Tú venías de pequeño a jugar con mis hijas e hijos… seguramente todavía recordarás a Šοŗα. Ustedes iban de caza juntos hasta que te desterraron.

¿Šοŗα y Σs’κα? En ese instante mi corazón se aceleró… ¿Sería ella la compañera de la que me había hablado en las cuevas?

-¡Claro que la recuerdo!- dijo Σs’κα sonriente.

Sacudí la cabeza y me concentré en las palabras de ambos hombres.

-… la Diosa Νíηƒαġυš vendrá en dos días.- decía Œητια’τοηι- Tú y la princesa se irán de caza con mis hijos sin que ellos sepan la identidad de la princesa. Y no porque no confíe en ellos, sino porque son aún jóvenes y no saben el peligro que representa enterar a la diosa. Cuando la diosa se vaya ustedes aún no habrán vuelto, pero cuando lo hagan mis hijas la atenderán con gusto y sabrán guardar el secreto. De hecho, hijo mío, has llegado justo a tiempo para la celebración de Šοŗα de su madurez.

-Estoy seguro que podremos quedarnos para la celebración antes de partir. Sería bueno volverla a ver.- aseguró Σs’κα con una leve inclinación de cabeza.

-Ahora la enviamos al pueblo con varias de sus hermanas para que trajeran algunos preparativos, pero será una grata sorpresa para cuando vuelva.- dijo Œητια’τοηι abrazando fuertemente a Σs’κα.- ¿Puedo conocer a la princesa? Me gustaría comprobar con estos viejos y cansados ojos todas las habladurías que he escuchado de ella.

Σs’κα soltó una carcajada.

-¡Pero si no has envejecido ni una pizca!- exclamó divertido.

Rápidamente me incorporé, tomando al niño de la mano. Corrimos sigilosamente por el pasillo y bajamos las escaleras. Œητια’τοηι y Σs’κα me miraron atentamente ya fuera de la habitación. Uno con cariño y otro con reproche.

Œητια’τοηι abrió sus brazos y cobijó al niño.

-Es mi tátara nieto Νöη.- nos presentó.

Incliné levemente la cabeza.

-¿Qué hacías allá arriba?- me reprochó Σs’κα.

Abrí la boca.

-Le mostraba el hogar, abuelito- dijo el niño jugando con el cráneo calvo de su joven tátara abuelo.

Entonces cerré la boca con alivio.

El hombre rió observando al niño con un cariño paterno.

-Qué educado, bien hecho, Nöη- lo elogió.

Él niño sonrió.

Y el miedo hizo mella en mí ¿Diría Nöη algo sobre mí? Pero su boquita no se abrió ni un ápice, era como si todo lo que había escuchado nunca hubiera pasado. Reía jugando a taparle los ojos a su tátara abuelo que parecía encantado.

-Entonces, Σs’κα…- dijo Œητια’τοηι sosteniendo las manitas de Nöη- ¿No me vas a presentar a tu compañero?

-Claro…- dijo rápidamente Σs’κα.

Œητια’τοηι dejó al niño en el piso y le dio unas palmaditas en la espalda para que se fuera. El niño corrió a mí, abrazó mis piernas y se metió a la habitación de la que había salido.

-¡Qué niño más travieso!- comentó invitándonos a pasar a su habitación con una seña de la mano.

Tenía unas manos impresionantemente grandes, al igual que todo en él. Si le llevaba una cabeza a Σs’κα… ¡¿Cuánto me llevaba a mí?! Después de escuchar por tanto tiempo de un hombre que había vivido miles de ciclos lunares no me imaginaba encontrarme con uno calvo, fornido y de aspecto intimidante, que tuviera una mirada joven que proyectaba un espíritu que parecía no terminar de saciarse con las maravillas de nuestro mundo. Incluso al sonreír no había ni rastro de arrugas. Lo que más bien esperaba… era un hombre pequeñito y marchito por la edad.

Σs’κα me tomó del brazo.

Me sacudí violentamente sin musitar palabra y entré a la habitación.

Œητια’τοηι fue el último en entrar, cerrando la habitación tras de sí.

-Bienvenida, princesa Καητσ, es un placer tenerte en mi hogar y con mis hijos.- dijo Œητια’τοηι abriendo sus brazos.

Asentí lentamente.

-Muchas gracias por su hospitalidad, Œητια’τοηι- agradecí.

El hombre me miró con sorpresa.

-¿Sabes mi nombre?- preguntó.

Me di cuenta de que había metido la pata.

-En mi tribu hablan mucho de usted- mentí.

Σs’κα me miró con sospecha, pero no dijo nada.

-Déjame ver tu rostro, hija mía- pidió humildemente Œητια’τοηι a pesar de que su voz seguía siendo estridente y penetrante- no necesitamos más formalidades si ya sabes mi nombre y yo sé el tuyo.

Sonreí mientras me quitaba la capucha. Mi rostro quedó al descubierto. Œητια’τοηι se limitó a observarme.

-Disculpa mi atrevimiento, princesa, pero ¿Es cierto que tienes la marca plateada de un cazador de la realeza?- preguntó con curiosidad.

Me volví rápidamente hacia Σs’κα con la interrogación dibujada en el rostro.

Él hizo un leve asentimiento de cabeza.

Entonces me volví hacia Œητια’τοηι y descubrí la marca de mi brazo.

-¡Vaya!- susurró- ¿Puedo?- pidió acercándose lentamente hacia mí.

Extendí cautelosamente mi brazo.

Sus toscas y gigantescas manos tomaron suavemente mi brazo, con la experiencia de quien lleva años cuidando niños. Le dio cuidadosamente la vuelta y soltó algunas exclamaciones de asombro.

-Ni la belleza ni la marca son mentira, princesa- me elogió.
Sonreí.

-Gracias.

-Me figuro que necesitarás un baño y comida. Pero antes que nada, quiero decirte que no puedes revelar tu identidad. No todavía. En unos días vendrá la diosa de las estaciones, Νíηƒαġυš y por obvias razones de seguridad, ella no debe saber de tu presencia, por lo tanto deberás acompañar a mis hijos en la caza.- explicó.

Ciertamente Œητια’τοηι era de porte muy noble. Erguido y de aire sabiondo. Nada dentro de mí me impedía confiar en él. Me recordaba mucho a mi padre a pesar de que físicamente eran completamente contrarios. En sus palabras era donde descubría su gran experiencia y su saber ganado con el tiempo.

-Será un placer seguir sus órdenes.- dije inclinándome hacia delante.

Œητια’τοηι sonrió, hizo que me irguiera y me abrazó como si fuera una de sus hijas.

-Dejémonos de formalidades.- pidió.- le pediré a Μηεη que te prepare agua caliente mientras mi mujer te hace algo de comer…

-La coartada- lo interrumpió Σs’κα- es que somos compañeros de viaje ¿Entendido?

Al soltar a Œητια’τοηι me puse la capucha, volviéndome hacia Σs’κα.

-Será mejor que me la expliques después.- dije lentamente.

Œητια’τοηι soltó una carcajada.

-Lo que la princesa ordene, Σs’κα. Tienes ánimo de cazadora, hija mía- dijo riendo.

Me pasó un brazo por los hombros y me condujo fuera de la habitación. Entramos a la cocina de la casa. El horno era de barro, nada que ver con la mesa y las sillas en el centro de la cocina, que eran de madera. El olor hizo que mi estómago temblara. La boca se me hizo agua.

-Mi esposa, tan inmortal como yo, es la mejor cocinera de todas- dijo Œητια’τοηι.

Una mujer sacaba carne del horno junto con algunos extraños vegetales que jamás en me vida había visto. Tan grande como su esposo, pero bella, con cabellos dorados que caían hasta su cintura.

-Tenemos la suerte de cultivar semillas de los dioses. A esto se le llama papa y a lo de acá se le llama jitomate- dijo Œητια’τοηι señalando las verduras… se veían algo grotescos, pero decidí guardar silencio.- los dioses dividen las tierras y para diferenciarlas, les ponen diferente vegetación, pero por mis privilegios de guardián, nuestras tierras son fértiles para cualquier semilla.

-Bienvenidos, cazadores errantes- dijo la mujer colocando la comida sobre la mesa- este viejo ya me había dicho que tendríamos visitas. Soy Œητια’τοηα.- se presentó.

Hice una inclinación de cabeza.

-¡Qué bueno volver a verte, Τοηα!- exclamó Σs’κα abrazándola.

-¡Σs’κα!- saludó Œητια’τοηα riendo suavemente.- ¿Qué te trae por aquí? ¡Ya eres tan grande que no te reconozco! ¡No me imagino cómo lo tomará Šοŗα!

Šοŗα. Se soltaron.

-Traigo a mi compañero con los dioses…- se limitó Σs’κα a contestar.

-¡Oh!- exclamó Œητια’τοηα mirándome con atención- ¿Cometiste alguna barbaridad como este muchacho?

Asentí lentamente, pero no hablé, temerosa de que mi voz me delatara.

-Insultó la estatua de un dios- contestó Σs’κα por mí.

Œητια’τοηα rió.

-Eso es meterse en terreno peligroso ¿Por qué no comes algo…?

-Đακαř- terminó Σs’κα por ella.

-Claro, Đακαř… ¿Por qué no comes algo? Habrán hecho un viaje muy largo sin comer nada.- dijo invitándome a sentarme en una de las sillas de madera.- Además de que tienes que probar nuestra comida. Mis hijas son mágicas con sus sembradíos.

Su mirada pícara me dio a entender que a partir de aquel momento, formaba parte de los posibles candidatos que pudieran acompañar a una de sus hijas el resto de su existencia… Reí para mis adentros ¡Si tan sólo supiera que no era hombre! Pero a pesar de todo, sus palabras surtieron efecto, pues me entró una curiosidad gigantesca por conocer a sus hijas y sus mágicos sembradíos. Comí con tanto gusto. Después de tanto tiempo esto era en realidad un manjar y por primera vez no tendría que estar vigilante.


martes, 11 de septiembre de 2012

Caminando debajo de los dioses

Primero que nada, y directamente a ti Lau; No sabes qué increíble se siente leer aquellas palabras. En serio que me siento tan bien conmigo misma porque me muestra que lo que hago sí le gusta a los demás y sí vale la pena continuarlo ¿Y sabes qué te recomiendo? :D :D Que compartas tus sentimientos también, porque es una manera liberadora de expresarse y dar a entender a los demás cómo eres tú misma. Yo por lo menos sí te leería. 

Luego a ti Cami ;) Lástima que dejaste tu blog abandonado, sino me hubiera pasadooo :(  Pero me alegra muucho ver tus comentarios, espero este capítulo te guste.

Y por último, Mindy !!! :D :D :D Ya leí y comenté. Muchísimas gracias por tu comentario, me gusta mucho saber que te gusta la historia ;) 

Y efectivamente, para todos, como habrán notado, hice algunos cambios en el blog. Ahora el fondo es de una foto de pintura rupestre y los colores, las letras y sobre todo la música son distintos. Con esto de la música ¡Hasta a mí me hartaba que al abrir el blog sonara la música a todo volumen! Entonces, primero que nada, cambié la variación y dejé opcional si quieren escucharla mientras lee o no. Las canciones que puse son en realidad de fondo; con ellas me inspiré para escribir la historia, entonces espero que también los inspiré para leer ;)


Al despertar sudaba de pies a cabeza. Había escondido mi rostro en su regazo. Su cabeza estaba arriba de la mía, como si intentara protegerme aún entre sueños.

Recordé lo que él había dicho durante la noche y rápidamente me incorporé y me alejé de él. Mi brusco movimiento provocó que él también se despertara.

Me miró con burla.

¡Cuánto odiaba esa actitud en él!

-¿Cómo te sientes?- pregunté conteniendo la rabia.

-Puedo caminar- se limitó a contestar.

Se incorporó sin ninguna dificultad y cuando me dispuse a cambiarle el improvisado vendaje, pude ver que la herida había dejado de sangrar.

-Te repones rápido- comenté mientras enjuagaba la tira y se la volvía a poner con brusquedad.

-¿No te lo había dicho?- dijo con una sonrisa triunfante que con gusto se la hubiera arrancado de haber sabido cómo.

Apreté la tela con fuerza, pero si le había dolido, Σs’κα no dijo nada, limitándose a sonreír con aquella burla característica en él.

Se puso su armadura y me entregó su capa roja.

-Antes del hogar de los dioses, está la casa de los guardianes del camino y después está la última civilización antes de la puerta. En ambos lugares debemos pasar desapercibidos- informó al salir de la cueva.- si nos descubren, avisarán a los dioses de nuestra llegada y entrar a su hogar será muy difícil.

-Pero… ¿No nos ven los dioses desde allá arriba?- pregunté.

Σs’κα sonrió.

-Ahora que estamos cerca no pueden vernos, porque estamos casi debajo de ellos.- explicó.

Automáticamente miré hacia arriba ¡Qué rara sensación experimenté en aquel momento! En aquel instante el único pensamiento que gobernó mi mente fue aquel ¿Estar debajo de los dioses? ¿De las deidades que tenían control de todo nuestro mundo? Caminaba detrás de Σs’κα.

-¿Cómo es que sabes todo esto?

Σs’κα no contestó de inmediato.

-Mi madre me habla todas las noches para guiarnos.- se limitó a contestar.

-¿A través del sueño? ¿Se aparece? ¿Cómo es que ella sabe dónde estamos?- pregunté rápidamente.

Pero él no contestó a ninguna de mis preguntas. 

Me puse la capa que me había entregado antes de salir y cubrí mi rostro.

-¿Y con qué te cubrirás tú?- pregunté finalmente.

-Ya me conocen, no necesito cubrirme.- contestó.

Aquel fue un viaje largo. Pero su capa era tan caliente como él, que a pesar del duro frío que hacía, mi cuerpo seguía hirviendo. Fueron lunas enteras caminando por aquellos hielos casi perpetuos, donde no había nada más que musgo y eso, hielo. El hambre empezaba a debilitarme. Ya ni sabía cuánto llevaba sin comer… y mi estómago ya empezaba a reclamar. Pero observar a Σs’κα  fue distracción suficiente durante un rato. Era más fácil mirar las penas de otros que las de uno mismo. Aunque no le dejé ver mi debilidad a Σs’κα, que, si estaba hambriento o cansado, tampoco me lo decía. Pero lo veía en su caminar y a veces en su mirada, cuando se volvía hacia mí. La herida que el monstruo de hielo le había causado parecía debilitarlo irremediablemente. Sus pasos eran cansinos y su mirada parecía más fría que antes, ojerosa. Llegaban momentos en los que dudaba de su inmortalidad y temía que cayera a medio camino. Aquellos paisajes eran llanos y parecían infinitos ¿Cómo era posible que sobre las montañas hubiera tanto espacio? Y si Σs’κα desfallecía, entonces no sabría cómo continuar. Cuando la luna, a lo lejos, pequeña como mi dedo índice, llegaba a su punto máximo descansábamos y cuando el Sol salía, continuábamos con nuestra travesía por aquellos hielos perpetuos. La ventaja era que Σs’κα descongelaba algunos para que pudiéramos beber agua, pero de comida ni se hablara. Varias veces llegué a pensar que todo ese desierto congelado escuchaba los lamentos de mi pobre estómago, que suplicaba por comida. Y para continuar con mis desgracias, mis miembros no estaban acostumbrados a tanto, por lo que solían molestarme con un dolor insoportable las primeras lunas, pero pronto, el dolor me fue indiferente, ya acostumbrada a sufrirlo todo el tiempo.

¿Casa de los guardianes del camino? ¿Los legendarios Œητια? Se decía que aquel hombre y su mujer eran la única gente del agua que había vivido tanto como los dioses, viendo pasar todas las generaciones de sus antecesores, junto a su decena de hijos e hijas que cuidaban de ellos a su tan avanzada edad, el hombre era el guardián del camino y la mujer su acompañante fiel. Le pregunté a Σs’κα cómo era que el camino no era empinado como cualquier camino montañoso, pero Σs’κα me explicó que los dioses habían puesto trampas a la gente del agua para que fuera más difícil llegar a su hogar. El camino era plano y vacío por un truco de ellos. Hacían parecer el camino interminable para que la gente del agua se rindiera antes de llegar a la casa del guardián. Muchos morían antes de llegar, ya fuera por sed, por hambre o por la misma locura de la infinidad, que terminaban perdiéndose. El secreto, decía Σs’κα, era siempre seguir hacia delante y nunca perder de vista el camino a seguir. Al descansar, dormíamos con la cabeza hacia el camino, para que al despertar supiéramos por dónde seguir. Ya podía jurar que estábamos perdidos, porque el camino seguía siempre igual. Si no hubiera venido con Σs’κα, yo ya hubiera caído rendida. Él era quien me decía que soportara unas lunas más, que estábamos cerca. Pero podía notar en sus ojos que la herida en su estómago lo debilitaba cada vez más y necesitaba auxilio pronto.

-Ya estamos aquí- susurró Σs’κα cerrando los ojos y respirando profundamente.

Miré ansiosa a mí alrededor, pero todo seguía igual ¡Nada de nada!

No dije nada.

Continuamos caminando y entonces la esperanza empezó a renacer en mi interior cuando divisamos una casa de piedra junto a un camino empedrado. Se veía acogedora. Junto a ella había un sembradío en el que había varias mujeres trabajando tranquilamente. Labrando la tierra o recogiendo frutos, todas se veían como buenas amas de casa. Conforme mi esperanza iba creciendo, la casa se iba haciendo más y más grande.

Cuando quedamos frente a la casa, quedé maravillada. Parecía de dos pisos… ¿Era eso posible?

jueves, 6 de septiembre de 2012

Enemistad y amistad


Ya de nuevo encontré el momento. Es que la escuela me ha tenido saturada y no he podido hacer otra cosa más que tareas, pero ahora que pasaba rápido por la computadora me puse a publicar. Les confesaré algo ^.^ éste es uno de mis capítulos favoritos... pero ya verán por qué. Mientras tanto, les agradezco por los comentarios de la entrada pasada (Por cierto, Mindy, ya vi que publicaste, pero no he podido comentar, sólo te diré que me encantó el capítulo y terminé completamente intrigada y confundida al final :O ). Muchas gracias a todos por leer y espero, cómo siempre, que el capítulo sea de su agrado. 




El agua se fue por completo cuando el Sol empezaba a meterse. Debía ingeniármelas para bajar a Σs’κα de la roca. Así que bajé yo primero, ya que la roca era muy alta y tirarlo representaría un gran peligro. Y en realidad no fue tanto trabajo como bajarlo a él. Lo jalé de una pierna y esperé que el resto del cuerpo cayera sobre mí ¡Y vaya que pesaba! Cuando estuvo entre mis brazos, lo recargué sobre la piedra y respiré hondo antes de volver a la acción.


Tomándolo nuevamente de las axilas, lo arrastré hasta la cueva, donde lo recargué sobre la piedra en la que había dormido yo la noche pasada. De la fogata y la piel de oso, no quedó nada, al igual que del saco que  Šhřιη nos había dado. Seguramente Σs’κα se lo habría quitado para pelear y el agua se lo habría llevado como todo lo demás.

Salí de la cueva y miré a mí alrededor. Quizás podría ir hasta el bosque y tomar un poco de leña… pero en la lejanía no había nada más que suelo.

¿Tanto habíamos caminado? Me acerqué un poco más a la precipitada bajada y entonces pude ver los árboles a lo lejos. Tardaría mucho en llegar hasta allá y no podía dejar a Σs’κα sin protección.

Volví a la cueva y me senté tiritando junto a Σs’κα, que aún no salía de su ensoñación.

Quién sabe cuánto tiempo pasó, pero cuando la oscuridad empezaba a reinar, enjuagué la tira de tela en una hendidura donde el agua del monstruo se había quedado y nuevamente se la puse a Σs’κα.

Éste abrió los ojos y sonrió de oreja a oreja.

-Mejoró tu puntería, princesa Καητσ- dijo con un hilo de voz.

Reí con alivio.

-Y tu venciste tu miedo al agua.- bromeé.

Σs’κα rió débilmente, antes de que ambos guardáramos silencio.

-¿Por qué me salvaste?- preguntó.

Me tardé en contestar.

-Era lo menos que podía hacer por ti después de que hayas salvado dos veces mi vida.

Mientras tanto puse mi mano sobre su frente.

-¿No me odiabas?

Ignoré su pregunta.

-¿Es normal que estés helado?

Σs’κα se encogió de hombros.

-No, no es normal- contestó con indiferencia.

Solté un hondo suspiro.

-Sí, aún te odio…- dije finalmente- pero para poder matarte debo pagarte todo lo que te debo.

Rió débilmente.

-¿Qué pasó con todas las cosas?- preguntó incorporándose con dificultad.

Pero lo empujé suavemente con la mano para que se volviera a acostar.

-El agua del monstruo se las llevó todas…- contesté con pesar.

-¿Y cómo es que nosotros no fuimos llevados por la corriente?

Su voz era a penas un susurro, como si fuera a desfallecer en cualquier momento.

-Fue gracias a la roca de allá afuera. Esperé a que el agua se fuera y te bajé para entrar a la cueva.- expliqué con cierta diversión.

Frunció el ceño.

-¿Quieres decir que me cargaste?- preguntó con asombro.

Reí suavemente al sonrojarme.

-En realidad te tuve que arrastrar.- confesé.

Asintió lentamente. Su rostro se volvió inexpresivo.

-En la noche me volveré a calentar…- dijo de repente.

-Es tu naturaleza- coincidí, recordando a su padre.- si mañana estás mejor, saldremos de aquí a buscar ayuda y algo con qué curarte ¿Bien?

-Mi salud ahora no es de gran importancia como llevarte a los dioses. No podemos desviarnos por eso.- repuso entre dientes.

Fruncí el ceño. Tirado y helado como estaba me dificultaba hacerme a la idea de que pudiera siquiera caminar.

-Necesitas ayuda si quieres continuar protegiéndome.

-Necesito tiempo, una luna quizás… y eso es todo.

Lo fulminé con la mirada ¿Y me decía terca a mí?

-Descansa…- musité antes de incorporarme y dirigirme a la entrada de la cueva, donde me recosté sobre la pared.

La luna se veía tan hermosa desde allí. Era un círculo perfecto, brillante, entre la oscuridad del cielo. Las estrellas eran tan pequeñas a su lado, que daba la sensación de que se reverenciaban ante el poder de ésta. La diosa Diana. Me preguntaba si nos observaba desde el cielo.

Mi cuerpo aún tiritaba, porque mis piernas no estaban completamente cubiertas… parte de mi vestido estaba deteniendo la sangre de Σs’κα.

Pero perdida en mis pensamientos, mis ojos empezaron a cerrarse. Me hice bolita, intentando mantener el poco calor que me quedaba, pero era tal el frío, que mi sueño no llegó a ser profundo. Mis miembros estaban cansados y lo único que no parecía congelado, eran mis pies. Los sentía tan calientes como ayer en la noche, cuando Σs’κα los calentó.

Me sentía confundida, pero había un vestigio de nostalgia. Confundida porque ¿Qué podrían querer los dioses de mí? Yo era una persona de agua, nada más… y nostalgia por ver a mi pueblo, a mis hermanos, a mis padres. Nostalgia por ver correr a los niños a mí alrededor cuando salía al mercado con el consejero para comprar la comida. Mis padres tenían un gran pueblo. No éramos nómadas, éramos sedentarios. Teníamos nuestro templo, nuestras leyes y nos regíamos por ellas. Ése era mi pueblo y de él estaba orgullosa, pero ahora me era imposible volver.

Las lágrimas lentamente recorrieron mis mejillas hasta caer al piso. Daría lo que fuera por volver a casa.

Pero mis pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar unos pasos detrás de mí. Levanté la cabeza e intenté ver entre la penumbra. Descubrí a Σs’κα viniendo hacia mí.

-¿Qué haces?- susurré.

-Si alguien alguna vez pregunta sobre esto, no diremos nada ninguno de los dos.- fue todo lo que dijo.

Lo miré confundida.

Se acostó junto a mí y me abrazó fuertemente, atrayéndome hacia él.

-¿Pero qué…?

-Morirás de frío y no puedo permitir eso. Debo llevarte sana y salva al hogar de los dioses, ya te lo había dicho- me susurró al oído.

-¿Y cómo me calentarás si estás helado?- pregunté fríamente.

-Eso ya lo verás.- contestó a la defensiva.- Soy hijo del dios del fuego ¿Recuerda, princesa?

Si hubiese podido, lo hubiera fulminado con la mirada en aquel momento ¡Odiaba que me dijera princesa! Era de la única persona en toda mi existencia que odiaba escuchar.

Entonces puso su brazo de forma que yo pudiera recargar mi cabeza en él, mientras que con el otro, me mantenía pegada a su cálido cuerpo que empezaba a surtir efecto en mí. Al poco tiempo dejé de tiritar y mi furia se fue desvaneciendo lentamente. Odiaba admitirlo, pero él ciertamente era el hijo del mismísimo dios del fuego.

El sueño empezaba a vencerme cuando se me ocurrió una pregunta.

-¿Cómo es el hogar de los dioses?- murmuré.

El silencio fue sepulcral… y pensé que él ya estaba dormido.

-Luminoso, como estar entre las nubes. Todo allí es de los materiales más finos y preciados, y la luz nunca falta.- dijo rompiendo el silencio.- ves todo desde allá arriba, la evolución de la gente de agua, la vida en el bosque, en los ríos. Allí te enriqueces más que los propios sabios de las tribus.

Sonreí, imaginándome todo aquello. Mi cuerpo parecía una fogata ahora ¡Era increíble lo rápido que me había calentado!

-¿Cuántas veces has estado allí?- pregunté aún en un susurro.

-Sólo dos. Crecí allí antes de ser raptado por mi padre y ser enviado a los confines del bosque. Estaba tan molesto, que quebrante las leyes de los dioses y fui por segunda vez a su hogar para ser castigado.

-¿Y cuáles son las leyes de los dioses?- mi curiosidad empezaba a acentuarse.

Era la primera vez que me abría las puertas y debía aprovechar el momento.

-Son únicamente tres. No revelar su secreto para los que son guardianes de él, no destruir ni su hogar, ni el hogar de la gente de agua y prestarles respeto para dar el equilibrio entre ambos mundos.- explicó cansinamente.

-¿Cuál quebrantaste tú?- quise saber.

Parecía sonreír cuando contestó.

-Quemé el bosque...- se limitó a contestar.

Me imaginé horrorizada cómo el fuego se comía árboles, plantas y animales, destruyendo toda la vida en él. Eso quebrantaba las tres leyes. El secreto de los dioses era nada más y nada menos que lo sobrenatural. Un humano con poderes para controlar el fuego… no era algo natural.

-Pero tu castigo no fue tan fuerte como el de Mina ¿O sí?- especulé.

-Mi padre estaba furioso… era revelarle mi naturaleza de hijo de dios a los demás dioses. Pero no podía hacer nada contra mí. Así que decidió desterrarme. No podría volver a visitar su hogar, nunca más. Mina aún puede, sólo quedó convertida en felino. Cuando los cazadores la persiguen, ella corre de vuelta a casa. Yo no tengo un hogar…

Las lágrimas empezaron a desbordarse por mis mejillas por segunda vez.

Ahora sabía por qué Σs’κα no tenía hogar. Y comprendí su dolor. Por primera vez desde que nos habíamos conocido, me sentí del mismo bando que él.

-Yo tampoco tengo hogar…- le recordé con un hilo de voz.

Sentí cómo me abrazaba con más fuerza. Y entendí que él compartía en aquel instante los mismos sentimientos.

-Descansa, princesa, mañana tenemos un largo recorrido que hacer- me susurró al oído con una voz arrulladora.

Cerré los ojos e intenté volar por paisajes desconocidos, dejar mis problemas por un rato. Pronto quedé profundamente dormida entre sus brazos.