miércoles, 11 de agosto de 2010

Meter la pata...

-¿Qué tal, cariño?- dijo mi padre cuando me acerqué.


-Danny fue muy bueno conmigo.- contesté contenta.


Mamá sonrió y me tomó de la mano. Salimos los tres de la fiesta y antes de que se cerrara la puerta del elevador, vi a Danny observándome desde una esquina con una sonrisa en el rostro. Me ruboricé. En ese momento se cerró la puerta del elevador.


-¿Tamara, se puede saber por qué no te despediste de mi jefe?- preguntó papá con enojo.


Lo miré negando con la cabeza.


-Cariño, creo que era lo mejor.- dijo mamá con seriedad.


Lo volteé a ver con agradecimiento. Me había salvado de tener que volver y despedirme… o eso creía.


-No, me llamó irresponsable por no saber en dónde rayos estaba mi hija.


-¿Qué quería el jefe de nuestra hija, Richard?- preguntó mamá ahora algo irritada.


-Nada.


-¿No viste cómo la miró? Tengo miedo…- dijo mamá con verdadero terror dibujado en el rostro.


Papá quedó callado con esas palabras. Se abrió la puerta del elevador y salimos. La recepcionista había vuelto. Con un movimiento de mano la saludé, pero ésta me miró con desprecio y volvió a su tarea.


Suspiré resignada.


Ya en el auto, me crucé de brazos.


-¿Ahora a dónde vamos, se puede saber?- pregunté.


-Con tus tíos.- contestó mamá.


-Pero…


-Ni un pero, cariño. Es el cumpleaños de tu tío Ben.- dijo papá.


Me acomodé en el asiento con enojo y miré hacia la ventana. Me percaté de que pasábamos por el parque… era una tonta. Ya había pasado antes de que Danny me trajera. “Danny…” pensé para mis adentros. Seguía habiendo algo en él, algo lindo. Si tan sólo me hubiera podido quedar un rato más. Quería seguir hablando con él.


El silencio reinó por un momento.


-¿Cómo la miró?- preguntó papá.


Miré a mamá.


-Como si fuera suya…- susurró mamá.- como si quisiera algo más…


Papá por un momento se mostró desconcertado. Aquello me asustó a mí también. Ya había sido suficiente que me diera esos asquerosos besos en la mano. Entonces recordé que mamá era más observadora que la mayoría de la gente. Siempre veía cosas diferentes, detalles que para cualquiera serían insignificantes. Negué con la cabeza aterrada por la idea de terminar siendo la esposa del jefe ¡A penas tenía 15 años!


-No creo que debamos traer a Any a la próxima reunión.- dijo papá contrariado.


Lo miré desconcertada.


-¡No!- grité.


Ambos me miraron sorprendidos.


-¿Qué te hizo el tal Danny?- preguntó papá.- ¿Por qué ahora sí quieres ir?


Había metido la pata…


-No lo sé… quizás estoy madurando y entiendo más sobre estas cosas.- contesté nerviosa.


Papá rió.


-No me engañas ¿Es él, verdad?


Maldije para mis adentros.


-Creo que sí…


Mamá coreó las risas de papá.

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