lunes, 29 de agosto de 2011

Cuenta regresiva: 3 días (Parte uno de dos)

Como verán, este capítulo consta de dos partes :P jejeje va a estar un poco largo, pero espero que les guste ;) :


-Despierta, hija, tienes que alistarte, vamos a ir con tus primos- me susurró mamá al oído.

Gruñí y me cubrí la cabeza con la almohada.

-Cinco minutos más...- pedí con voz ronca.

Mamá soltó una carcajada.

-¡Eres igual que tu padre!- exclamó quitándome las cobijas.

¡Pero estaba tan calientita! El viento frío entraba por la ventana que mamá acababa de abrir, provocando que la piel de mis piernas se erizara.

-¡Mamá!- protesté.

Saqué mi cabeza cansinamente de debajo de la almohada y fulminé a mamá con la mirada.

-No me mires así, jovencita, que bien sabes que no tenías que desvelarte ayer.

Su semblante se volvió serio y supe que sería un error contradecirla, por lo que me incorporé a paso de tortuga, saqué mi ropa sin mucho interés y me metí al baño. Prendí la llave del agua en la regadera y esperé a que se calentara lo suficiente. Dejé mi ropa a un lado y me quité la pijama. Entré a la cálida agua, que relajó todo mi cuerpo...

Tres días... sólo eso me quedaba de vida, debía pensar correctamente qué haría. Por lo menos uno ya estaba arreglado, hoy vería a mi familia, a mis primos por última vez. Pensé quién más podría ser importante ver. Quizás mañana debía juntarme con Miranda y con Sora... Sora se iba pronto de vuelta a Guatemala, si bien recordaba, se iba el lunes, entonces, vernos mañana por última vez era lo correcto. Debía hablarles para ponernos de acuerdo. Pero entonces sólo me quedaba un último día... y el último día lo pasaría con Danny. Algo en mí, me decía que era lo correcto.

No quería pensar más. Dejé que mi mente se despejara y que mi concentración se perdiera en el agua caliente. Pero al cerrar la llave, me llegó un pensamiento algo perturbador... Jack. Me vestí rápidamente y cepillé mi cabello antes de salir del baño y correr al teléfono. Los sábados Jack salía temprano con su padres, pero quizás alcanzaría a contestar. Marqué el número de su casa en tiempo récord y esperé a que alguien tomara la llamada.

Disimuladamente miré el reloj ¡Eran las siete! "Sólo mamá me despertaba a esa hora" pensé con molestia.

Y al tercer pitido, alguien finalmente tomó la llamada.

-¿Diga?

-¡Jack!- exclamé aliviada- ¿Podemos salir a caminar un rato?

-Me voy en quince minutos, Any, no creo que me de tiempo- dijo Jack con verdadero desinterés.

Suspiré.

-Diez minutos- pedí.

-Cinco- repuso.

-¡Ocho!

-Está bien...- se escucharon unos pasos.- nos vemos allá abajo.

Me asomé por la ventana, aún con el teléfono en la oreja a pesar de que Jack ya había colgado. Pude ver su silueta en el segundo piso de la casa de enfrente.

Sonreí ¡Justo a tiempo!

Dejé el teléfono sobre la mesita de noche y salí disparada de mi habitación. Bajé las escaleras precipitadamente y corrí hacia la puerta principal.

-¿A dónde vas?- gritó mamá desde la cocina.

-¡Con Jack, sólo son diez minutos!- grité sin esperar respuesta.

Abrí la puerta con ahínco y dejándola entreabierta, crucé el césped y esperé en la acera a que llegara Jack.

En la casa de enfrente se abrió la puerta. Jack, el imponente y gigantesco Jack con el que había compartido mi infancia, salió, cruzó el césped de su casa, cruzó la calle y quedó frente a mí. A menos de dos metros.

Intercambiamos una larga mirada que se me hizo eterna.

-¿Qué quieres, Any?- preguntó secamente.

Suspiré, mientras lo tomaba por el brazo y lo jalaba.

-Quiero caminar.- me limité a contestar.

Mis palabras hacían eco en mis pensamientos. Nuestras pisadas llenaban el silencio. Me aferré suavemente a su brazo y miré a mí alrededor.

-Hipotéticamente hablando, Jack- comencé lentamente- ¿Qué harías si te quedaran tres días de vida?

-¿Normalmente no te preguntan qué harías si te quedara un día de vida?- bromeó.

-¡Jack!- lo reproché entre risas.

-Perdón, perdón...- se disculpó- Entonces... si me quedaran tres días de vida...- lo pensó por un momento- Esto no es porque a ti te queden tres días de vida ¿Verdad?

Sonreí con amargura.

-No, por supuesto que no... es sólo hipotético- aseguré.

Jack asintió pensativo antes de continuar.

-Pues estaría con mi familia- sentenció- y con mis amigos.

-¿Y con tu novia?- pregunté frunciendo el ceño.

Jack revolvió suavemente mi cabello.

-Si la tuviera, entonces sería un día para mi familia, un día para mis amigos y un día para mi novia- contestó encogiéndose de hombros.

Solté un hondo suspiro.

-Es lo mismo que yo haría- comenté soltándome de su brazo.

Seguí la línea amarilla, a orillas de la acera, intentando mantener el equilibrio.

-¿Y por qué salió esa pregunta, Any?

Me volví hacia él algo dubitativa.

-Creo que es...- lo pensé por un momento- simple curiosidad.

-¿No me lo estarás preguntando porque al señor Fontana le quedan tres días de vida?- insinuó.

Pero negué rotundamente con la cabeza ¡Esa idea ni siquiera se me había ocurrido! ¡Sería una tragedia! ¡Danny y Fabián quedarían huérfanos!

-No, no... nada más se me ocurrió la pregunta.- mentí.

En realidad esa pregunta venía rondándome desde el baño.

-Si ya terminamos ¿Qué hago caminando contigo, Any?- preguntó Jack con amargura.

Solté un hondo suspiro.

-Seguimos siendo amigos ¿O no?

Ahora era Jack el que suspiraba.

-No lo sé, Any... aún estoy molesto- comentó, mirando hacia las casas.

Sacudí la cabeza.

-Nunca te usé, Jack.- mentí por segunda vez.

Jack sonrió mientras se volvía lentamente hacia mí. Tomó mis dos manos y me atrajo hacia él con suavidad.

-Si lo dices para no lastimarme, olvídalo, Any. Los dos conocemos la verdad.- dijo escrutándome con la mirada.

Me solté de su agarre y desvié la mirada.

-Pero te quiero...- musité.

-Pero me quieres como amigo- repuso- y aunque me cueste aceptarlo, no te voy a obligar a nada.

Mis ojos se anegaron de lágrimas.

Jack tomó aire.

-Se acabaron los ocho minutos, será mejor que volvamos.- dijo con un hilo de voz.

Asentí lentamente, limpiando mis lágrimas.

En aquel vecindario todas las casas eran de un color crema y tenían dos pisos, con patio delantero. Aquel estilo era más común en los Estados Unidos, que en México, pero mis papás habían encontrado el fraccionamiento con un parque central, pequeño pero bueno para hacer convivencia.

Prefería mil veces más pensar en eso a pensar que las palabras de Jack tenían toda la razón.

-Eres infantil...- comentó Jack sonriendo de oreja a oreja.

Correspondí con otra sonrisa.

Entonces me pasó un brazo por los hombros y me estrechó suavemente.

-Y tú eres demasiado maduro- repuse sarcástica.

-Si fuera maduro no haría esto- dijo al tiempo que salía corriendo.

Reí a carcajadas y corrí detrás de él.

-¡Para! ¡No te puedo alcanzar!- grité entre risas.

-¡Ese es el chiste!

Aceleró notablemente el paso, llevándome mucha ventaja. Intenté acelerar el paso, pero cada vez me costaba más trabajo respirar.

-¡Que poco caballeroso!- lo provoqué.

Jack soltó una carcajada sin aligerar el paso hasta que llegamos frente a la casa. Allí paró de improvisto, por lo que choqué con él, tirándolo al piso. Quedé sobre él e incapaz de soportarlo un segundo más, me solté a reír incontrolablemente.

-Any...- se quejó Jack- ¿Qué comiste?

-Calla, Jack ¿Ahora quién es el infantil?- exclamé riendo a carcajadas.

Jack soltó una risa y contagiado por las mías, empezó a reír a carcajadas.

-¡De ahora en adelante te diré hipopótamo!- bromeó.

-¡Y yo bebé!

Nuestras carcajadas se volvieron estridentes, hasta que mi estómago empezó a dolerme y lentamente se fueron apagando junto a las de Jack.

Me quité de encima de él.

-Hacía tiempo que no me divertía así- comenté extendiéndole la mano.

Jack pareció dudarlo por un momento, pero entonces tomó mi mano y se incorporó, limpiándose la tierra de su ropa.

-¡Jack!- gritó su mamá desde la entrada de su casa- ¡Ya nos vamos!

-¡Ya voy!- respondió sin perderme de vista.

Rápidamente desvié la mirada.

-Ya te tienes que ir- murmuré.

Jack bufó.

-Me gustó conocerte como amiga- dijo como despedida.

Besó mi mejilla, dio la media vuelta y caminó directo a su casa. Lo miré alejarse por un momento. Ciertamente, disfrutaba a Jack más como amigo que como novio.

Entonces yo di la media vuelta y corrí a mi casa. La puerta se había quedado entreabierta como la había dejado, por lo que sólo fue cuestión de abrirla y entrar a casa.

-¡Ya volví!- avisé.

-¡Ven a desayunar!- se escuchó desde la cocina.

Me dirigí directamente a la cocina, cruzando el recibidor, seguido del comedor. Al entrar el olor de las enchiladas me abrumó por completo. La boca se me hizo agua.

Antes de sentarme en el desayunador, miré a mí alrededor. Mamá traía su delantal puesto, mientras removía la salsa verde y calentaba las tortillas, pude notar que tarareaba. Papá estaba sentado frente a mí con expresión adormilada.

-¿Te despertaron también?- pregunté divertida.

Papá frotó sus ojos con una sola mano al mismo tiempo.

-Sólo tu madre hace eso...

Sonreí mientras me volvía hacia la ventana. Por ella se filtraba toda la luz de lo que parecía que iba a ser un hermoso día. Ésta era una escena digna de recordar; mamá cocinando con su delantal ~el cual no usaba desde hacía más de diez años~mientras papá y yo estábamos sentados a la mesa.

-Ayúdame a poner la mesa, cariño- pidió papá incorporándose cansinamente.

Asentí imitando a papá.

Fuimos a la alacena junto a la puerta que daba a la sala. Papá me pasó los platos, guardados en el estante del lado izquierdo. Luego me pasó tres vasos, los cubiertos y él se encargó de las servilletas.

-¿No me vas a ayudar?- protesté impidiéndole la salida.

Papá traía una expresión tan adormilada aún, que en lugar de contestarme, como habitualmente lo hacía, tomó los vasos y salió con pasos automáticos de la alacena.

-¿Qué hicieron ayer?- pregunté divertida.

-Trabajo- se limitó a contestar papá, que empezaba a poner los vasos con movimientos toscos y lentos.

Puse los platos y los cubiertos y finalmente papá puso las servilletas.

-¿Cómo te fue con Jack, querida?

Mamá parecía más concentrada en su labor que en su pregunta.

Me encogí de hombros.

-Descubrí que me gusta más como amigo que como novio- contesté.

Mamá se volvió sonriente.

-Ya sabía yo que mi niñita trae a otros chicos en mente ¿O me equivoco?

Le devolví la sonrisa.

-No, no te equivocas, mamá- coincidí.

Fui hacia el fregadero y lavé mis manos. Me dio un escalofrío, el agua estaba helada.

-¿Y quién traes en mente?- preguntó mamá con curiosidad.

Mi mirada se fue irrevocablemente hacia las enchiladas. Mi estómago gruñó.

Sequé mis manos con el trapo a un lado.

-¿Ya van a estar listas?

Mamá rió.

-Siéntate, mejor- propuso con malicia.

La fulminé fingidamente con la mirada mientras volvía a mi asiento. Pasé mis brazos a lo largo de la mesa y le puse a don dormilón mis manos recién mojadas en ambos cachetes.

Papá dio un respingo, saliendo de su ensoñación.

Reí a carcajadas, mientras movía su cabeza de un lado para otro.

-¡Despierta!- ordené.

-¡Ya estoy despierto, ya estoy despierto!- exclamó papá abriendo los ojos como platos.

Tomó mis manos y las quitó rápidamente de su rostro.

-¿Seguro?- pregunté con cautela.

-Sí, sí, Any- dijo con rapidez- no es necesaria una segunda vez.

Mis risas se apagaron lentamente.

-¿Y en qué tanto trabajas?- pregunté con curiosidad.

Papá sonrió y sacudió mi cabello, provocando que me llegara un segundo ataque de risas.

-¡Basta!- supliqué.

Papá soltó una carcajada, mientras le daba una última sacudida.

-Y el toque final- bromeó- Ahora ya no seré el único que parece dormido.

Le saqué juguetona la lengua.

-¿Y cómo me veo?- pregunté exagerando poses.

Mis dos padres rieron.

-Divina- dijeron al unísono.

Coreé sus risas, mamá traía un plato con las enchiladas que colocó sobre la mesa. Papá y yo miramos las enchiladas con avidez y como si fuera una competencia de quién era más rápido, los dos tomamos los tenedores y pusimos precipitadamente las enchiladas sobre nuestros platos.

-Tu padre está trabajando en un nuevo diseño para la compañía textil- contestó mamá a la pregunta que había hecho hacía algunos minutos.

Entonces besó la mejilla de papá, que provocó que se sonrojara levemente.

Partí un pedazo y lo mastiqué con avidez.

-¡Está delicioso, mamá!- exclamé.

Papá coincidió conmigo asintiendo rápidamente con la cabeza mientras masticaba.

Mamá sonrió tímidamente.

-Es la receta de mi madre.- dijo con modestia.

Papá besó su frente.

-De tal palo, tal astilla- la elogió.

Mi mirada pasaba de papá a mamá ¡En realidad se amaban! Lo podía ver en sus ojos... Entonces mi semblante se entristeció, recordando que me quedaban tres días de vida. Tres días para disfrutar hasta mi comida favorita ¡Esto era mi infierno personal! Era horrible saber que pronto no volvería a disfrutar nada de esto, que pronto todo lo que tenía y amaba ya no tendría sentido.

viernes, 26 de agosto de 2011

Cuenta regresiva: 4 días

¡Muchas gracias por los dos comentarios, me encantaron! Y gracias a todas las lectoras y lectores que se pasan por mi blog. Ahora sí que voy descubriendo que cuando se trata de Any y Danny salen juntos, la inspiración renace en mí ;) Espero, como siempre, que les guste el capítulo:


Roger me contó cómo le fue con Miranda, estaba que rebozaba de felicidad. Y luego, cuando Miranda me habló por teléfono para contarme también lo sucedido, no pude evitar emocionarme. Al llegar al salón de clases ni Miranda ni Roger estaban en sus lugares habituales. Parecía ser que no habían venido a clases, me alegré por ellos, debían estar en realidad muy contentos y cuando terminaron las clases, mamá y papá vinieron a recogerme para volver al hospital. Allí acompañamos al señor Fontana, a Fabián... y a Danny ¡Y para mi gran sorpresa! El señor Fontana nos mandó a Danny y a mí a su casa por unos libros ¿Era mera casualidad o eran mañanas del señor Fontana? La cosa fue que terminé subiéndome al asiento del copiloto.

Danny cerró mi puerta, rodeó el auto y se subió al asiento del piloto.

Me limité a mirar hacia adelante, el camino parecía que sería silencioso.

-¿Y cómo vas con Jack?- preguntó Danny sin perder la vista del volante.

Sonreí mientras me volvía hacia la ventanilla.

-Muy bien, es un gran muchacho- aseguré.

Me pude imaginar la hermosa sonrisa burlona de Danny.

-No coincido en eso contigo, pero me alegra- comentó con cierta indiferencia.

Me volví lentamente hacia él.

-¿Y tú con Janet?- inquirí.

Se encogió de hombros. Mi corazón se aceleró ¿Sería posible que hubieran...?

-Terminamos- dijo aclarando mi duda.

Lo miré con los ojos como platos.

-¿Ter...minaron?- musité.

Cierta felicidad nació en mi interior.

Danny asintió lentamente volviéndose hacia mí.

-¿Qué tienes, hermanita?- preguntó escrutándome con la mirada.

Me sonrojé.

-Nada...- murmuré- es sólo que me sorprendió mucho... los veía muy unidos- mentí.

Danny suspiró soltándome del encanto de su mirada, por un momento podría haber jurado que sus ojos destellaron. Su mirada nuevamente se concentraba en el camino.

-No estaba de acuerdo con mi decisión...- dijo con cierta amargura- y me di cuenta de que era un error que estuviéramos juntos.

Solté un suspiro sin saber qué decir. Las casas pasaban frente a mis ojos, pero yo no las veía, mi mirada estaba perdida, mientras que mi mente me llevaba tiempo atrás, cuando había tenido que terminar con Danny.

Entonces sonó mi celular. Lo saqué de mi bolsillo y contesté.

-¡Hola, cariño!- dijo una voz suciamente conocida.

No musité palabra.

-¿Por qué tan callada? ¿No te alegra escucharme?- nuevamente guardé silencio- pues como quieras... Hablaba para decirte que es peligroso que andes sola con el muchacho, me das una oportunidad perfecta para poner en marcha mi plan, pero, por esta vez, no romperé mi promesa. Esperaré a que pasen los cuatro días, a menos que vuelvas a salir sola con él ¿Entendido?... Di que sí y colgaré, sino, ya me encargaré de que entiendas.- amenazó.

-Sí- contesté con una firmeza que me flaqueaba.

-Nos veremos pronto, querida, disfruta tus cuatro días.- se despidió.

Todavía después de que se escuchara el pitido que avisaba que se había cortado la llamada, me quedé con el teléfono en la oreja ¿Cómo se atrevía a marcarme para recordarme que me quedaban cuatro días? Sólo me arruinaba la poca felicidad que había logrado mantener.

Mis ojos se anegaron de lágrimas.

-¿Any?- dijo Danny volviéndose hacia mí.- ¿Qué sucede?

Su rostro estaba surcado de preocupación.

Negué con la cabeza.

-Nada...- murmuré.

Su concentración volvió al volante. Con una agilidad sorprendente, se estacionó al lado de la acera y apagando el motor se volvió hacia mí.

-¿No quieres caminar un rato? Quizás eso te quite tu preocupación- propuso quitándose el cinturón.

Lo imité fuera de mí. Mi cuerpo empezaba a temblar.

Danny abrió su puerta, la cerró, rodeó el choche y abrió mi puerta. Tomó mi mano y me ayudó a bajar suavemente del coche.

Entonces mi pie tropezó al bajar, provocando que cayera entre sus brazos. Aquello fue suficiente para que saliera de mi trance y volviera en mí.

Recargué mi cabeza en su pecho y cerré los ojos.

-Sea lo que sea que te hayan dicho, debes saber que todo va a estar bien ¿Entendido?- me susurró al oído como un suave arrullo.

Mis temblores se volvieron más intensos, por lo que me limité a asentir con la cabeza.

Entonces acarició suavemente mi espalda, su mano subía y bajaba paulatinamente.

Y después de largos minutos que deseé que nunca terminaran, me tranquilicé. Entre su regazo sorprendentemente me sentía protegida, cálida, olvidaba mis problemas por un momento. Sólo con Danny me pasaba eso.

-No me dejes, Danny- dije con un hilo de voz.

Entonces su mano tomó suavemente mi barbilla, obligándome a verlo a los ojos, a aquellos perfectos ojos verde esmeralda.

-¿Qué te hace pensar que lo haría?- preguntó sonriente.

Limpió tiernamente mis lágrimas y besó suavemente mi frente. Mis latidos se aceleraron. Todo dentro de mí ardía con fervor.

Pero solté un suspiro y me separé de él. En mi bolsillo nuevamente sonaba el teléfono. Por dentro deseé con el alma que no fuera Mateus de nuevo y para mi casi gran alivio, era Jack.

-¿Cómo andas?- me saludó.

-Hola, Jack- dije sonriendo suavemente- ¿Qué pasa?

-¿Qué dices si hoy te invito a caminar en el parque?- preguntó.

Reí.

-Depende la hora, es que estamos lejos de casa- dije lentamente.

Jack guardó silencio por un momento.

-¿Dónde estás?- preguntó.

-Estaba en el hospital con el señor Fontana, pero me mandó por unos libros a su casa.

-¿Y manejaste?- inquirió a sabiendas de que yo no manejaba a pesar de mi edad.

-No, me llevaron...

Mis nervios se pusieron de punta ¿Preguntaría quién? Miré a Danny con preocupación... si se enteraba de que había sido él, se armaría un gran lío.

-¡Ah! ¡Claro! Pues salúdame a tus padres...- dijo riendo- ¿Qué te parece a las seis?

Tomé la muñeca de Danny y miré su reloj; "4:13".

-Te hablo al rato, porque le tendría que preguntar a mis padres.- me despedí.

-¿No estás con ellos?- preguntó sorprendido.

-No.- contesté como quien no quiere la cosa.

-¿Entonces quién te llevó?- preguntó repentinamente molesto.

¿Sospecharía que me había llevado Danny? ¿O pensaría que él seguía en Alemania? Lo pensé por un momento. No, Jack no era tan tonto, seguramente deduciría que el hijo del señor Fontana tenía que estar junto a él en momentos tan difíciles.

-Quien me haya llevado es lo de menos- dije yéndome por la tangente- dame unos minutos.

-Dile a Danny que cuando lo vea es hombre muerto- musitó rabioso- Dícelo...

-Jack, por favor, no te pongas así ¿Bien? El señor Fontana fue quien me mandó con él, además ya no soy su novia ¿Recuerdas? Soy tu novia- lo reproché.

-No confío mucho en lo que dices...- repuso.

-¿Dudas de mi fidelidad? Es broma ¿Verdad?- pregunté sarcástica- Eres un inmaduro.

-Pues no me hace muy feliz que digamos- dijo ofendido.

E inesperadamente Danny quitó el teléfono de mis manos y se lo puso a la oreja.

-Any es demasiado fiel, Jack- dijo Danny fríamente- y si te sirve de consuelo, a mí tampoco me agrada la idea de ir con ella- me guiñó un ojo.- No tienes por qué sentirte inseguro del amor de Any...

Colgó y metió el celular a mi bolsillo.

-Será mejor que ya no nos desviemos más del camino o tu novio se va a molestar.- dijo Danny sonriendo con burla.

Supe que la llamada de Jack le traía sin cuidado, como si fuera un juego, parecía más bien divertirle.

Reí.

-A veces es un poco inseguro- comenté subiéndome nuevamente al auto.

Danny soltó una carcajada.

-Podríamos ser buenos amigos- dijo cerrando mi puerta.

Fruncí el ceño e intenté imaginármelos juntos.

Danny se subió al auto y cerró su puerta. Recargó su cabeza en el respaldo y cerró los ojos, poniendo su dedo anular y su dedo pulgar sobre el puente de su nariz.

El silencio era sepulcral.

Pero Danny lo rompió al abrir los ojos y prender el auto sin prisa alguna.

Lo miré sorprendida, pero no me atreví a comentar nada. Su mirada no correspondió a la mía, pero allí sentado, lo veía tan perfecto. Su piel morena, su saco negro y sus firmes manos tomando el volante.

Suspiré y me volví hacia la ventanilla. Me limitaba a sonreír de oreja a oreja.

Y de reojo pude ver cómo en su rostro también se formaba una pequeña media sonrisa.

Cuando llegamos a su departamento, me sentí como en casa, allí habían sucedido tantas cosas. Desde las platicas madrugadoras hasta el abrazo traicionero de Janet y Danny.

Reí mientras cruzábamos la sala y entrábamos en la habitación que antes era de la madre y el padre de Danny... ahora sólo del padre.

-Dijo que sobre el escritorio- comenté mirando a mí alrededor.

Sin más preámbulos, Danny se dirigió directamente al escritorio, pero éste estaba vacío.

-Quizás los metió en un cajón- murmuré acercándome al escritorio.

Abrimos ambos cajones, pero en ninguno de ellos estaban los libros. Revisé debajo del escritorio, pero tampoco había nada.

-Buscaré en el librero- dijo Danny incorporándose- ¿Cómo era? ¿"Los secretos del pintor Leonardo Da' Vinci" y "La Tierra"?

Su brazo rozó el mío, provocando que ardiera por dentro.

Mi respiración se aceleró.

Lo miré de reojo. Los ojos de Danny destellaron.

Ambos guardamos silencio por un momento.

Entonces asentí lentamente.

-Márcale a Fabián y dile que no estaban los libros sobre el escritorio.- dijo Danny con cierta confusión en la voz.

Automáticamente saqué mi celular, intentando controlar mis alocados sentidos. Pulsé el botón de marcado rápido y esperé a que Fabián contestara viendo desorientada cómo Danny me dedicaba una mirada cargada de curiosidad antes de salir de la habitación.

-¿Qué sucede, Any?- preguntó con una inocencia que parecía fingida.

Sacudí la cabeza... quizás era mi imaginación.

-No encontramos los libros sobre el escritorio- contesté con cautela.

-¡Oh! Ese viejo empieza a ser algo olvidadizo... Revisen en el librero, voy a ver si no los habrá traído entre sus cosas- se despidió.

-Pero...- para entonces ya había colgado.

Guardé el celular en mi bolsillo. Esto parecía plan con maña...

Salí de la habitación y me dirigí junto a Danny, que revisaba con atención los libros. Se volvió hacia mí, robándome el aliento con su sonrisa. Desvié rápidamente mi mirada hacia el suelo.

-¿Qué dijeron?

-Algo me dice que nos mandaron aquí...

-para que nos reconciliáramos ¿Verdad?- terminó por mí.

Ambos sonreímos al mismo tiempo.

Frunció el ceño mientras se volvía hacia el librero. Levanté la mirada y lo observé con atención, recordando cuando aún me preguntaba si él leía mentes.

Me acerqué lentamente.

-¿No será éste?- me pregunté mirando uno grande y con el lomo blanco.

Los dos pusimos la mano al mismo tiempo. Me sonrojé, su tacto quemaba.

Entonces nuestras miradas se cruzaron por un momento. Sus ojos mostraban diversión, pero al mirarlos con tanta intensidad, pude ver que también había ese viejo cariño. Sentir su cercanía provocaba que mis latidos se aceleraran, su aliento embriagador rozaba mi rostro, abrumándome por completo, mis ideas se dispersaron y mi concentración se perdió en sus ojos. Era tal la cercanía que nuestras narices casi se rozaban. Y a cada momento, mis latidos se alocaban más.

Recordé a Jack... sacudí la cabeza, cerrando los ojos y alejándome lentamente. Saqué cuidadosamente el libro, con mi respiración acelerada y abrí los ojos, intentando no mirar a Danny, que me escrutaba con la mirada. En la portada del libro se leía claramente: "La Tierra".

-Sí es éste...- murmuré.

Me incorporé, abrazando el libro con fuerza.

Entonces sonó mi celular. Me maldije a mí misma mientras lo sacaba de mi bolsillo ¡Dos veces había estado peligrosamente cerca de él! No debía permitir que volviera a suceder.

-¿Bueno?- contesté.

-Encontré el de Da'Vinci en su maleta, pero el de "La Tierra" no lo encontré- dijo Fabián rápidamente.- ¿Ya buscaron en el librero?

Me tardé varios segundos en asimilar sus palabras. Mi mente estaba metida en sus ojos...

-Ya lo encontramos- contesté finalmente.

-Perfecto, entonces, nos vemos un rato.- se despidió Fabián.

-¡Espera!- lo detuve- ¿Están por allí mis papás?

Fabián soltó un hondo suspiro.

-¿Quieres que les diga algo?- preguntó rápidamente.

-Tengo que pedirles permiso para salir con Jack- expliqué.

-¡Ah!- exclamó Fabián- mejor márcales a su celular, bajaron a la cafetería del hospital.

-Gracias, nos vemos en un rato- me despedí antes de colgar.

Guardé el celular de vuelta en mi bolsillo.

Salimos de la casa y subimos al auto. Allí ninguno de los dos dijo nada. Danny se limitó a ver hacia adelante, mientras que yo me limitaba a ver por la ventanilla, preguntándome qué era lo que le pasaba por la cabeza. Algunos minutos antes de llegar, le marqué por teléfono a mis padres para pedirles permiso, que después de largos arreglos, convinieron que podía ir un rato para cuando fuéramos de vuelta a casa. Después hablé con Jack, que parecía no haberse recuperado de la llamada y ya cuando llegamos al hospital y entramos en la habitación, el señor Fontana recibió el libro y lo guardó entre sus cosas. No pude evitar fruncir el ceño... ¡En realidad había sido plan con maña! Pero por dentro les agradecía en el alma. Cuando tuvimos que despedirnos, intenté no mirar a Danny a los ojos, después mis padres me llevaron al parque y caminé dos largas horas con Jack sin comentar mucho, al parecer los dos teníamos mucho qué pensar y después de pensar mucho, recordé que no podría estar sola con Danny de nuevo... alarmándome tanto, terminé pidiéndole a Jack que me llevara de vuelta a casa y allí fue donde la cosa se puso complicada.

-Adiós, jack- dije besando su mejilla antes de bajar del auto.

Entonces tomó mi brazo.

-Espera- pidió.

Me volví lentamente.

-¿Qué sucede?- pregunté con cautela.

-¿Me amas, Any?- contestó con otra pregunta.

-¡Claro!- aseguré intentando adivinar a qué quería llegar con esa pregunta.

-¿Como novio o como amigo?- continuó.

-Eres mi novio- contesté yéndome por la tangente.

Jack sonrió con amargura.

-Pero eso no contesta mi pregunta- susurró.

Suspiré, pensando en una respuesta que no incluyera mentiras.

-Any... siento que tu corazón aún no es completamente mío...- suspiró soltando mi brazo- siento que ni siquiera tengo la mitad de él.

-Pero no eres la única persona que es importante para mí.- repuse- también están mis padres, mis amigos...

-Y Danny...- me interrumpió- Algo me dice que todavía lo amas a él.

Mis ojos se anegaron de lágrimas.

-Jack...

-No, Any- me interrumpió por segunda vez- escúchame, yo no puedo lidiar con eso. Sabiendo que todavía lo amas, estos últimos meses me he sentido como un juguete para ti. De esos peluches que abrazas cuando perdiste a tu favorito...

Negué con la cabeza.

-No quiero mentirte, Jack.- dije con un hilo de voz.

Jack soltó una carcajada histérica.

-¿De qué hablas, Any? ¡Me has mentido todo este tiempo!- soltó Jack repentinamente molesto.

-Pero te amo...- sollocé.

Aquellas palabras eran como un filo para mí.

-Te has mentido a ti todo este tiempo- dijo ignorando mis palabras- ahora creo que voy entendiendo que me usaste como consuelo, pero que fuera de eso, no había nada más.- Negué con la cabeza, incapaz de decir nada- Pensé que siendo novios, podría borrar tu interés por Danny, pero ya veo que es imposible. Te dejo el camino libre, Any, ya decidí que no pelearé más por esto.

Pero las palabras seguían sin salirme.

Jack se acercó lentamente hacia mí, me besó suavemente en los labios, cerró la puerta y arrancó, dejándome rígida en mi lugar. Me volví hacia la casa y caminé hacia la entrada. Abrí la puerta, limpiando mis lágrimas ¿Habíamos terminado?