Como verán, este capítulo consta de dos partes :P jejeje va a estar un poco largo, pero espero que les guste ;) :
Gruñí y me cubrí la cabeza con la almohada.
-Cinco minutos más...- pedí con voz ronca.
Mamá soltó una carcajada.
-¡Eres igual que tu padre!- exclamó quitándome las cobijas.
¡Pero estaba tan calientita! El viento frío entraba por la ventana que mamá acababa de abrir, provocando que la piel de mis piernas se erizara.
-¡Mamá!- protesté.
Saqué mi cabeza cansinamente de debajo de la almohada y fulminé a mamá con la mirada.
-No me mires así, jovencita, que bien sabes que no tenías que desvelarte ayer.
Su semblante se volvió serio y supe que sería un error contradecirla, por lo que me incorporé a paso de tortuga, saqué mi ropa sin mucho interés y me metí al baño. Prendí la llave del agua en la regadera y esperé a que se calentara lo suficiente. Dejé mi ropa a un lado y me quité la pijama. Entré a la cálida agua, que relajó todo mi cuerpo...
Tres días... sólo eso me quedaba de vida, debía pensar correctamente qué haría. Por lo menos uno ya estaba arreglado, hoy vería a mi familia, a mis primos por última vez. Pensé quién más podría ser importante ver. Quizás mañana debía juntarme con Miranda y con Sora... Sora se iba pronto de vuelta a Guatemala, si bien recordaba, se iba el lunes, entonces, vernos mañana por última vez era lo correcto. Debía hablarles para ponernos de acuerdo. Pero entonces sólo me quedaba un último día... y el último día lo pasaría con Danny. Algo en mí, me decía que era lo correcto.
No quería pensar más. Dejé que mi mente se despejara y que mi concentración se perdiera en el agua caliente. Pero al cerrar la llave, me llegó un pensamiento algo perturbador... Jack. Me vestí rápidamente y cepillé mi cabello antes de salir del baño y correr al teléfono. Los sábados Jack salía temprano con su padres, pero quizás alcanzaría a contestar. Marqué el número de su casa en tiempo récord y esperé a que alguien tomara la llamada.
Disimuladamente miré el reloj ¡Eran las siete! "Sólo mamá me despertaba a esa hora" pensé con molestia.
Y al tercer pitido, alguien finalmente tomó la llamada.
-¿Diga?
-¡Jack!- exclamé aliviada- ¿Podemos salir a caminar un rato?
-Me voy en quince minutos, Any, no creo que me de tiempo- dijo Jack con verdadero desinterés.
Suspiré.
-Diez minutos- pedí.
-Cinco- repuso.
-¡Ocho!
-Está bien...- se escucharon unos pasos.- nos vemos allá abajo.
Me asomé por la ventana, aún con el teléfono en la oreja a pesar de que Jack ya había colgado. Pude ver su silueta en el segundo piso de la casa de enfrente.
Sonreí ¡Justo a tiempo!
Dejé el teléfono sobre la mesita de noche y salí disparada de mi habitación. Bajé las escaleras precipitadamente y corrí hacia la puerta principal.
-¿A dónde vas?- gritó mamá desde la cocina.
-¡Con Jack, sólo son diez minutos!- grité sin esperar respuesta.
Abrí la puerta con ahínco y dejándola entreabierta, crucé el césped y esperé en la acera a que llegara Jack.
En la casa de enfrente se abrió la puerta. Jack, el imponente y gigantesco Jack con el que había compartido mi infancia, salió, cruzó el césped de su casa, cruzó la calle y quedó frente a mí. A menos de dos metros.
Intercambiamos una larga mirada que se me hizo eterna.
-¿Qué quieres, Any?- preguntó secamente.
Suspiré, mientras lo tomaba por el brazo y lo jalaba.
-Quiero caminar.- me limité a contestar.
Mis palabras hacían eco en mis pensamientos. Nuestras pisadas llenaban el silencio. Me aferré suavemente a su brazo y miré a mí alrededor.
-Hipotéticamente hablando, Jack- comencé lentamente- ¿Qué harías si te quedaran tres días de vida?
-¿Normalmente no te preguntan qué harías si te quedara un día de vida?- bromeó.
-¡Jack!- lo reproché entre risas.
-Perdón, perdón...- se disculpó- Entonces... si me quedaran tres días de vida...- lo pensó por un momento- Esto no es porque a ti te queden tres días de vida ¿Verdad?
Sonreí con amargura.
-No, por supuesto que no... es sólo hipotético- aseguré.
Jack asintió pensativo antes de continuar.
-Pues estaría con mi familia- sentenció- y con mis amigos.
-¿Y con tu novia?- pregunté frunciendo el ceño.
Jack revolvió suavemente mi cabello.
-Si la tuviera, entonces sería un día para mi familia, un día para mis amigos y un día para mi novia- contestó encogiéndose de hombros.
Solté un hondo suspiro.
-Es lo mismo que yo haría- comenté soltándome de su brazo.
Seguí la línea amarilla, a orillas de la acera, intentando mantener el equilibrio.
-¿Y por qué salió esa pregunta, Any?
Me volví hacia él algo dubitativa.
-Creo que es...- lo pensé por un momento- simple curiosidad.
-¿No me lo estarás preguntando porque al señor Fontana le quedan tres días de vida?- insinuó.
Pero negué rotundamente con la cabeza ¡Esa idea ni siquiera se me había ocurrido! ¡Sería una tragedia! ¡Danny y Fabián quedarían huérfanos!
-No, no... nada más se me ocurrió la pregunta.- mentí.
En realidad esa pregunta venía rondándome desde el baño.
-Si ya terminamos ¿Qué hago caminando contigo, Any?- preguntó Jack con amargura.
Solté un hondo suspiro.
-Seguimos siendo amigos ¿O no?
Ahora era Jack el que suspiraba.
-No lo sé, Any... aún estoy molesto- comentó, mirando hacia las casas.
Sacudí la cabeza.
-Nunca te usé, Jack.- mentí por segunda vez.
Jack sonrió mientras se volvía lentamente hacia mí. Tomó mis dos manos y me atrajo hacia él con suavidad.
-Si lo dices para no lastimarme, olvídalo, Any. Los dos conocemos la verdad.- dijo escrutándome con la mirada.
Me solté de su agarre y desvié la mirada.
-Pero te quiero...- musité.
-Pero me quieres como amigo- repuso- y aunque me cueste aceptarlo, no te voy a obligar a nada.
Mis ojos se anegaron de lágrimas.
Jack tomó aire.
-Se acabaron los ocho minutos, será mejor que volvamos.- dijo con un hilo de voz.
Asentí lentamente, limpiando mis lágrimas.
En aquel vecindario todas las casas eran de un color crema y tenían dos pisos, con patio delantero. Aquel estilo era más común en los Estados Unidos, que en México, pero mis papás habían encontrado el fraccionamiento con un parque central, pequeño pero bueno para hacer convivencia.
Prefería mil veces más pensar en eso a pensar que las palabras de Jack tenían toda la razón.
-Eres infantil...- comentó Jack sonriendo de oreja a oreja.
Correspondí con otra sonrisa.
Entonces me pasó un brazo por los hombros y me estrechó suavemente.
-Y tú eres demasiado maduro- repuse sarcástica.
-Si fuera maduro no haría esto- dijo al tiempo que salía corriendo.
Reí a carcajadas y corrí detrás de él.
-¡Para! ¡No te puedo alcanzar!- grité entre risas.
-¡Ese es el chiste!
Aceleró notablemente el paso, llevándome mucha ventaja. Intenté acelerar el paso, pero cada vez me costaba más trabajo respirar.
-¡Que poco caballeroso!- lo provoqué.
Jack soltó una carcajada sin aligerar el paso hasta que llegamos frente a la casa. Allí paró de improvisto, por lo que choqué con él, tirándolo al piso. Quedé sobre él e incapaz de soportarlo un segundo más, me solté a reír incontrolablemente.
-Any...- se quejó Jack- ¿Qué comiste?
-Calla, Jack ¿Ahora quién es el infantil?- exclamé riendo a carcajadas.
Jack soltó una risa y contagiado por las mías, empezó a reír a carcajadas.
-¡De ahora en adelante te diré hipopótamo!- bromeó.
-¡Y yo bebé!
Nuestras carcajadas se volvieron estridentes, hasta que mi estómago empezó a dolerme y lentamente se fueron apagando junto a las de Jack.
Me quité de encima de él.
-Hacía tiempo que no me divertía así- comenté extendiéndole la mano.
Jack pareció dudarlo por un momento, pero entonces tomó mi mano y se incorporó, limpiándose la tierra de su ropa.
-¡Jack!- gritó su mamá desde la entrada de su casa- ¡Ya nos vamos!
-¡Ya voy!- respondió sin perderme de vista.
Rápidamente desvié la mirada.
-Ya te tienes que ir- murmuré.
Jack bufó.
-Me gustó conocerte como amiga- dijo como despedida.
Besó mi mejilla, dio la media vuelta y caminó directo a su casa. Lo miré alejarse por un momento. Ciertamente, disfrutaba a Jack más como amigo que como novio.
Entonces yo di la media vuelta y corrí a mi casa. La puerta se había quedado entreabierta como la había dejado, por lo que sólo fue cuestión de abrirla y entrar a casa.
-¡Ya volví!- avisé.
-¡Ven a desayunar!- se escuchó desde la cocina.
Me dirigí directamente a la cocina, cruzando el recibidor, seguido del comedor. Al entrar el olor de las enchiladas me abrumó por completo. La boca se me hizo agua.
Antes de sentarme en el desayunador, miré a mí alrededor. Mamá traía su delantal puesto, mientras removía la salsa verde y calentaba las tortillas, pude notar que tarareaba. Papá estaba sentado frente a mí con expresión adormilada.
-¿Te despertaron también?- pregunté divertida.
Papá frotó sus ojos con una sola mano al mismo tiempo.
-Sólo tu madre hace eso...
Sonreí mientras me volvía hacia la ventana. Por ella se filtraba toda la luz de lo que parecía que iba a ser un hermoso día. Ésta era una escena digna de recordar; mamá cocinando con su delantal ~el cual no usaba desde hacía más de diez años~mientras papá y yo estábamos sentados a la mesa.
-Ayúdame a poner la mesa, cariño- pidió papá incorporándose cansinamente.
Asentí imitando a papá.
Fuimos a la alacena junto a la puerta que daba a la sala. Papá me pasó los platos, guardados en el estante del lado izquierdo. Luego me pasó tres vasos, los cubiertos y él se encargó de las servilletas.
-¿No me vas a ayudar?- protesté impidiéndole la salida.
Papá traía una expresión tan adormilada aún, que en lugar de contestarme, como habitualmente lo hacía, tomó los vasos y salió con pasos automáticos de la alacena.
-¿Qué hicieron ayer?- pregunté divertida.
-Trabajo- se limitó a contestar papá, que empezaba a poner los vasos con movimientos toscos y lentos.
Puse los platos y los cubiertos y finalmente papá puso las servilletas.
-¿Cómo te fue con Jack, querida?
Mamá parecía más concentrada en su labor que en su pregunta.
Me encogí de hombros.
-Descubrí que me gusta más como amigo que como novio- contesté.
Mamá se volvió sonriente.
-Ya sabía yo que mi niñita trae a otros chicos en mente ¿O me equivoco?
Le devolví la sonrisa.
-No, no te equivocas, mamá- coincidí.
Fui hacia el fregadero y lavé mis manos. Me dio un escalofrío, el agua estaba helada.
-¿Y quién traes en mente?- preguntó mamá con curiosidad.
Mi mirada se fue irrevocablemente hacia las enchiladas. Mi estómago gruñó.
Sequé mis manos con el trapo a un lado.
-¿Ya van a estar listas?
Mamá rió.
-Siéntate, mejor- propuso con malicia.
La fulminé fingidamente con la mirada mientras volvía a mi asiento. Pasé mis brazos a lo largo de la mesa y le puse a don dormilón mis manos recién mojadas en ambos cachetes.
Papá dio un respingo, saliendo de su ensoñación.
Reí a carcajadas, mientras movía su cabeza de un lado para otro.
-¡Despierta!- ordené.
-¡Ya estoy despierto, ya estoy despierto!- exclamó papá abriendo los ojos como platos.
Tomó mis manos y las quitó rápidamente de su rostro.
-¿Seguro?- pregunté con cautela.
-Sí, sí, Any- dijo con rapidez- no es necesaria una segunda vez.
Mis risas se apagaron lentamente.
-¿Y en qué tanto trabajas?- pregunté con curiosidad.
Papá sonrió y sacudió mi cabello, provocando que me llegara un segundo ataque de risas.
-¡Basta!- supliqué.
Papá soltó una carcajada, mientras le daba una última sacudida.
-Y el toque final- bromeó- Ahora ya no seré el único que parece dormido.
Le saqué juguetona la lengua.
-¿Y cómo me veo?- pregunté exagerando poses.
Mis dos padres rieron.
-Divina- dijeron al unísono.
Coreé sus risas, mamá traía un plato con las enchiladas que colocó sobre la mesa. Papá y yo miramos las enchiladas con avidez y como si fuera una competencia de quién era más rápido, los dos tomamos los tenedores y pusimos precipitadamente las enchiladas sobre nuestros platos.
-Tu padre está trabajando en un nuevo diseño para la compañía textil- contestó mamá a la pregunta que había hecho hacía algunos minutos.
Entonces besó la mejilla de papá, que provocó que se sonrojara levemente.
Partí un pedazo y lo mastiqué con avidez.
-¡Está delicioso, mamá!- exclamé.
Papá coincidió conmigo asintiendo rápidamente con la cabeza mientras masticaba.
Mamá sonrió tímidamente.
-Es la receta de mi madre.- dijo con modestia.
Papá besó su frente.
-De tal palo, tal astilla- la elogió.
Mi mirada pasaba de papá a mamá ¡En realidad se amaban! Lo podía ver en sus ojos... Entonces mi semblante se entristeció, recordando que me quedaban tres días de vida. Tres días para disfrutar hasta mi comida favorita ¡Esto era mi infierno personal! Era horrible saber que pronto no volvería a disfrutar nada de esto, que pronto todo lo que tenía y amaba ya no tendría sentido.
awwwwwwwwwwww
ResponderEliminarme encanto...
pobre Any...
gracias por pasarte
por mi blog tu comentario
fue uno de los mas que me
gustaron...
gracias por el apoyo
me hizo sentir muy feliz...
besos y una pregunta falta
mucho para el final??
besos