Bueno, contestando comentarios:
Cami!! Muchísimas gracias, con esas palabras te juroo que me dan tantas ganas de publicar más seguido ¿Tú tienes algún blog?
Mindy :D ¿En serio la cazadora va a salir en tu novela? ¡Qué honor! :D :D :D Peroo si hace tiempo que no publicas!
Pues, para todos los demás que lean el blog, ya saben, como siempre, están bienvenidos a comentar y espero que les guste el capítulo.
Acomodé
el arco, de forma que pude tensarlo. Apunté a los ojos y solté la flecha. El
monstruo rugió rabioso mientras que con uno de sus brazos descomunales
intentaba aplastarme. Al parecer le había dado.
Corrí
antes de que el brazo cayera sobre mí. Saqué una segunda flecha y apunté
nuevamente. La solté, pero ésta rebotó en el rostro del monstruo.
El
primer ojo se recuperó, brillando con intensidad. Me tenía en la mira, eso lo
podía notar. Con ambos brazos, dio un fuerte golpe en el suelo, que provocó que
cayera hacia atrás.
Rápidamente
rodé. Justo en mi antiguo paradero cayó su brazo entero, atorándose en su
propia hendidura. Aproveché el momento, tensando el arco. Apunté, esta vez
con más precisión y lancé la flecha. El monstruo rugió rabioso.
Su
ojo se cerró mientras sacaba la cuarta flecha y apuntaba, pero el monstruo fue
más rápido. Su gigantesca mano me sacó volando.
Me
golpeé contra la pared congelada de la cueva. El impacto fue tal que por un
momento creí desfallecer.
Caí
al piso apenas logrando sostenerme con los brazos. Tomé aire antes de
incorporarme con dificultad. Me encontré con las manos vacías y me alarmé,
buscándolo con insistencia.
Había
caído cerca de la entrada…
Y sin
pensarlo dos veces, corrí hacia él, pero el monstruo me obstruyó el paso. ¡Maldita sea, había olvidado que el monstruo seguía allí!
Intenté
cruzar bajo su deforme codo, pero lanzó nuevamente los filos de hielo. Yo no
podía derretirlos, pero los esquivé con agilidad y corrí por debajo, derrapando
al tomar el arco, me escondí tras una roca.
El
monstruo ya había recuperado nuevamente la vista y supe que tendría que ser más
rápida.
Busqué
a Σs’κα con la mirada y lo encontré frente a la montañota que era el pie del
monstruo. Parecía concentrado en algo, pero al ver yo a Σs’κα, el monstruo
también se percató de su presencia.
Maldije
para mis adentros, mientras sacaba la quinta flecha y apuntaba. Solté la
flecha, pero a causa de mis temblores, fallé. Mis nervios se pusieron de punta
al percatarme de que sólo me quedaban tres flechas. Saqué la sexta flecha.
“Vamos, tú puedes…” Pensé para mis adentros recordando aquel momento en el
lago, cuando Σs’κα me mostró cómo colocarme.
Tomé
el arco… en un parpadeo…
Y en
el siguiente, coloqué mis piernas la una separada de la otra.
Calculé…
al tercero.
Y al
cuarto… solté la flecha.
El
ojo del monstruo se cerró acompañado de un rugido.
Con
el séptimo tiro ambos ojos se cerraron. El monstruo se tambaleó, cayendo al
piso.
Fue
entonces cuando Σs’κα empezó a escalar el piel del monstruo con manos de fuego.
Observé atentamente hasta que llegó a la punta del pie y lo perdí de vista. Un
cierto alivio recorrió mi cuerpo, pero tuve que cubrir mis oídos al escuchar
los estridentes rugidos del monstruo, que en menos de lo que hubiera esperado
se incorporó con los ojos abiertos. Me preparé con la última flecha, viendo que
Σs’κα ya iba por la rodilla.
Regresé
mi concentración al ojo. Apunté y solté la flecha, que dio en el blanco. El
monstruo pisaba una y otra vez como niño molesto.
La
tierra temblaba a mis pies. Caí al piso justo en el instante que el monstruo,
descontrolado, pasó su brazo por encima de mi cabeza.
Se
volvió a tambalear, pero esta vez no cayó. Busqué a Σs’κα con la mirada, pero
ya no lo encontraba.
Me
alarmé. ¿Habría caído? ¿Lo habría aplastado el monstruo?
Entonces
busqué con la mirada algo que pudiera sustituir a una flecha.
Tomé
una de las piedras del piso y la lancé contra su pie, pero eso no parecía
llamar la atención del monstruo, que se concentraba más bien en algo que se
movía en su interior.
¡Σs’κα!
¡Había logrado entrar!
El
monstruo golpeó su propio cuerpo, provocando fugas. El agua salió a chorros por
su estómago como una cascada. Era tanta que parecía el furibundo río.
Empecé
a escalar la roca grande frente a la cueva. Mi pie resbaló antes de llegar a la
punta. Mi rostro sudaba. Si caía el agua me llevaría quién sabe a dónde si no
es que me congelaba antes.
Me así
fuertemente, llevando mi cuerpo hasta arriba. El agua pasó furiosamente,
golpeando violentamente la roca, intentando llevársela como todo a su paso,
mojando un poco las botas de nieve. Era tanta el agua, que me privaba la vista.
No podía saber si Σs’κα lo había logrado, pero mi marca brillaba más que nunca ¿Aquello qué significaría?
La
roca empezó a resquebrajarse y supe que aquí no podría salvarme del agua, así
que salté a la uniforme pared exterior de la cueva, sosteniéndome con ahínco. El
agua corría a mis pies, mojando mi vestido.
Subí
cautelosamente, intentando no resbalar. El nivel del agua subía lentamente.
Entonces
llegué hasta el techo de la cueva, dónde pude ver el corazón del monstruo.
Σs’κα no estaba allí…
Pero
de repente, el corazón brilló intensamente, dejándome deslumbrada, cubrí mi
rostro con mis brazos, intentando ver entre ellos qué era lo que pasaba. Se
escuchó una gran explosión cuando los filosos pedazos de hielo del cuerpo del
monstruo salieron volando en diferentes direcciones. Y entonces rugió por
última vez. Era tan estridente que tuve que cubrir mis oídos y apretar mis ojos
con fuerza. Mi marca brillaba tan intensamente como el corazón del monstruo, lo
sentía en mi cuerpo, en mi energía, que fluía, electrizante como un rayo. Y
cuando mi marca perdió intensidad, supe que ya podía abrir los ojos. Y para mi
gran sorpresa, lo primero que busqué, fue a Σs’κα entre el agua que todavía
fluía cual bestia salvaje.
Descubrí
su cuerpo flotando aún, gracias a la gigantesca roca a la que había escalado
antes.
No
dudé en ningún momento que debía salvarlo. Él ya había salvado la mía dos
veces.
Tomé
vuelo antes de dar una doble voltereta en el aire y caer en la roca sin perder
el equilibrio. Me puse de rodillas justo en la orilla y tomé a Σs’κα de las
axilas. Intenté jalarlo, pero era muy pesado.
-Vamos,
Σs’κα- dije con voz forzada.- despierta, necesito tu ayuda para subirte.
Pero
Σs’κα permaneció inerte en el agua. Hice un segundo esfuerzo sacando fuerzas de
no sé dónde y finalmente, logré asirlo. Su cabeza quedó sobre mis piernas.
Parecía un niño dormido con una suave sonrisa, como si en aquel mundo secreto
de los sueños estuviera feliz, tal y como lo había visto soñar aquella
mañana.
Esperé
pacientemente a que toda el agua se fuera. Cuando el camino estuviera seco,
tendría que bajar a Σs’κα, que a pesar de todo no despertaba. La única razón
por la que sabía que él sólo estaba inconsciente, era por su acompasada
respiración.
Entonces
una ráfaga de viento voló parte de su capa roja, dejando al descubierto una
herida profunda que sangraba sin cesar.
Corté
toda la parte inferior de mi vestido y remojándola un poco en el agua, limpié
suavemente la herida, quitándole la armadura de cuero que traía ¡Vaya cuerpo,
debía admitir! Estaba tan esculpido que hasta me causó escalofríos. Pero no me
detuve ni un momento más en pensar en eso. Corté una larga tira de mi vestido y
la amarré alrededor de la espalda y el abdomen para retener la sangre, mientras
encontraba la manera de bajar de allí y buscar ayuda. Era tan fácil morir por
aquellas heridas, pero no sabía cómo curar a un dios…