¡Perdón que me haya ausentado por tanto tiempo! Pero la escuela me trae como loca y además, como paso a prepa, las inscripciones y los exámenes de admisión también... sé que había dicho lo del maratón, pero al paso que voy, creo que a duras penas voy a poder publicar capítulos entre semana, entonces lo más probable es que todo el mes de febrero publique muy poco.
Aún así, gracias por seguir leyendo la historia y les pido que por favor me tengan paciencia.
Allí
fue cuando abrí los ojos y pude ver cómo se abrió
paso un destello proveniente del cielo. La luz cayó al suelo y se fue
convirtiendo en una silueta plateada que de un momento a otro podía verse la
figura humana de curvas suaves y cabellos largos.
Quedé maravillada ¡La diosa Diana! Y corriendo detrás de ella,
llegó Mina, que parecía hecha de estrellas. De cuerpo invisible pero manchas
brillantes y ojos azules como el cielo y como los de su hermano.
Sentí alivio por un momento.
La luz plateada que emanaba la diosa Diana se convirtió en un rayo
que corrió a mi auxilio, entrando a mi cuerpo.
De la frente de Mina salió tanta energía como la de su madre y
chocó contra mi cuerpo. Y de un momento a otro fueron materializándose nuevas
siluetas que parecían tierra, viento, luz, nieve, animales… Eran tantas las
siluetas que empezaban a llenarme de su energía. Era como si dentro de mí se
librara una pelea tan fuerte que hasta empecé a perder el conocimiento.
Por un lado sentía dolor, pero por el otro alivio.
-¿Qué quieren de mí?- pregunté.
Pero las palabras no salieron de mis labios, sino que quedaron
encerradas en mi mente.
-Tu sangre- dijeron algunos.
-Tu salvación- dijeron otros.
Y lentamente la pregunta de aquel viaje, la pregunta que sellaba
mi destino se fue respondiendo.
-¿Por qué quieren mi sangre?
-Eres hija de una madre, pero huérfana de padre, eres de sangre
inmortal. Tu poder es tan fuerte como el de tu madre, la creadora. Que dio
inicio a la vida de agua y a la vida en el cielo y separó ambas razas para que
la una comprendiera el ciclo natural y la otra lo protegiera. Y el padre, que
ejerce las decisiones inflexibles, pero justas, que creó junto a la madre, no
te tiene bajo su custodia por mañas de la madre, que creó en su ceno sin
consultar al padre, para empezar con una nueva raza y energía que pueda
sucederla cuando llegué su ciclo final.- decían todas las voces monótonas al
unísono.
Veía imágenes cruzar mi mente, recuerdos ajenos. Tierra que se
convertía en montañas y montañas que creaban nubes que escondían recelosamente
el cielo de la gente del agua, que construía desde pequeñas casas hasta
gigantescos templos, mientras que los animales a su alrededor cumplían el ciclo
de la vida. Era tiempo interminable, imágenes nítidas y recuerdos inexistentes,
que empezaban a hacer mella en mí.
-Σραπαδε ¿Es mi madre?- musité.
-Eres parte de ella- contestaron todas las voces al unísono.
¿Era posible que la naturaleza fuera mi madre? ¿Era posible que el
destino no fuera mi padre como el de todos los demás?
-Quien tenga tu sangre será tan poderoso como la madre Tierra y
será sucesor de tu madre a su debido tiempo- concluyeron las voces dentro de mi
cabeza.
Un escalofrío cruzó mi cuerpo entero. Aquello explicaba el
sacrificio. Moriría.
Pero no tuve miedo.
-Es ella…- susurraban entonces unas voces.
-La tenemos…- decían otras.
Era un caos total el que sucedía en mi mente. Sentía que
explotaría ¡Ni mis propios pensamientos podían distinguirse ya de tanto caos! Y
mi cuerpo… mi cuerpo estaba adormilado. No sentía nada en absoluto a pesar de
que la energía de todos los dioses siguiera centrada en mí. Pero no había miedo
ni desesperación que me invadieran. Me sentía poderosa, cargada de energía.
Entonces aparecí en una habitación gigantesca, de columnas
plateadas y ventanales por los que entraba una luz dorada y cegadora. El lugar
era de techos tan altos, que daba la sensación de que era infinito. A mí
alrededor se empezaron a materializar todos y cada uno de los dioses, mirándome
expectantes.
-Que empiece el juego…- se escuchó una voz que me caló hasta los huesos.
Y al instante desaparecieron todos.
-¿Qué sucede?- grité desconcertada.
No entendía nada. Pero a los pocos instantes aparecieron unas
gradas a mí alrededor, en las que se sentaba cada uno de los dioses. Fôgôς, el
dios del fuego, Diana, la diosa de la luna y la fertilidad, Μαητια, la diosa
del agua, Βεrκας, el protector de los animales, Ερrε, el dios del oráculo y de
las estrellas, Ġεηι, la diosa mensajera y del aire… y una infinidad de dioses y
diosas más. Quedé anonadad ¡Era increíble! ¡Estaba frente a ellos! Aunque
todavía estaba con la incertidumbre de lo que pudiera ocurrir. Diana levantó
una mano y me sonrió con un cariño maternal que me infundió confianza.
-Tienes derecho a elegir a alguien que te acompañe durante el
juego.- dijo sin que sus labios se movieran un ápice.
¡Obviamente la elegiría a ella! Era mi diosa protectora, la que
guiaba a mi pueblo. Le debía tal respeto… pero dudé al percatarme de dos
siluetas a lo lejos, que me miraban fijamente.
Mina y…
Σs’κα.
Escruté con la mirada a todos los dioses, que esperaban
pacientemente mi decisión.
Me reverencié ante ellos.
-Me gustaría elegir al muchacho que me protegió desde el comienzo
de esta travesía.- sentencié.
Fôgôς soltó una carcajada estridente.
-Sus deseos son órdenes…- dijo fríamente al tiempo que las gradas
se iban desvaneciendo lentamente con todo y dioses.
Entonces sentí una presencia a mi lado. Me volví lentamente y me
encontré con sus ojos. Él me miraba con sincera preocupación en el rostro.
Empezó a darme la sensación de que la luz en la habitación iba
desapareciendo lentamente, hasta que fue tenue. A penas permitiéndome ver mis
pies.
Mi arco y una aljaba con flechas doradas apareció sobre mis manos.
Mis nervios se pusieron de punta. No entendía a qué se referían con el “juego”.
Le sostuve la mirada, buscando una respuesta en sus ojos, pero lo
único que encontré fue preocupación.
Σs’κα bajó la mirada y tomó mi mano libre, entrelazando nuestros
dedos. Nunca hubiera esperado que su tacto me infundiera semejante seguridad.
Un escalofrío cruzó mi cuerpo entero.
Me encaró sonriendo con su característica burla, aunque me dio la
sensación de que la felicidad no le llegaba a los ojos.
-Te protegeré con mi vida, princesa- aseguró con voz monótona,
reverenciándose.
Supe entonces cuál era su miedo. Aquel juego significaba mi fin.
-Lo vamos a lograr, Σs’κα- intenté tranquilizarlo justo en el
instante que unas paredes de piedra negra empezaban a emerger del suelo,
creciendo tan altas que nos nublaron la vista más de lo que ya la teníamos.
Σs’κα me jaló de la mano, empezando a correr.
-Debes fijarte en todo lo que viene, princesa. Siempre habrá un
peligro en este juego. Y debes saber distinguir quién está de tu lado y quién
no.- me instruyó Σs’κα al tiempo que doblábamos la esquina.
Mis sentidos se pusieron completamente alerta. A cualquier sonido,
cualquier cosa que mis ojos vieran o que mi cuerpo sintiera, me aseguraba de
que no fuera nada que pudiera lastimarnos.
Metí mi arco en la aljaba y me la colgué cruzada al hombro. Pude
ver que Σs’κα traía sus dos espadas enfundadas al hombro.
Entonces llegó nuestro primer peligro.
-Cuídate de las flechas que uses, princesa.- dijo Σs’κα, parando
en seco.
Ambos miramos a los seres de cenizas que se acercaban hacia
nosotros.
-¿Por qué?- pregunté.
-Porque si se acaban tendremos que buscar más cuando estés
indefensa y eso no nos ayudará en nada- contestó rápidamente al tiempo que
desenfundaba sus espadas.
Lo imité, desenfundando mi arco y sacando una flecha. Σs’κα fue el
primero en entrar en acción. Le dio de llano en el estómago ~Si es que a eso se
le podía llamar estómago~ A uno de los seres, que se retorció y se
desvaneció. Entonces arremetió contra otro, que pareció más astuto y se adhirió
a la espada como una funda. Σs’κα arremetió con su segunda espada y liberó la
primera, listo para atacar al tercer ser, a pesar de que daba la impresión de
que eran muchos más.
Quise atacar pero en aquel instante, algo se adhirió a mi pie y me
tiró al suelo, arrastrándome lejos de donde estaba Σs’κα. Miré hacia atrás y me
encontré con una planta gigantesca con fauces enormes que amenazaba con
comerme. Sus raíces eran tan grandes, que a duras penas se abría paso entre las
estrechas paredes que la rodeaban.
Rápidamente me dispuse a disparar con el arco cuando escuché el
grito de Σs’κα.
-¡No dispares!
Intenté soltarme pero en vano, las raíces me tenían tan
fuertemente amarrada. Era tal la presión, que mis piernas empezaron a
adormecerse. Me tenían inmovilizada hasta la cadera, por lo que opté por romper
la raíz con la punta de mi arco. Y tomando fuerzas, encajé la punta en ésta,
que era incluso más gruesa que mi cadera. La planta soltó un alarido feroz y
ejerció un poco más de presión.
Gemí de dolor.
-¡¿Entonces qué hago?!- chillé.
-¡Dispara en la boca!- gritó Σs’κα de vuelta.
¡¿En la boca?! Las fauces se abrieron amenazantes. La raíz cada
vez se acercaba más, por lo que podía captar con detalle los dientes y la
saliva de la planta. Me entraron las náuseas, pero supe que no tenía de otra si
quería salvar mi vida. Saqué una flecha y tensé el arco, apuntando allí donde
se veía el corazón palpitante, que parecía dos veces más grande que mi cabeza.
La planta rugió, salpicándome de su saliva y nublándome la vista. Maldije para
mis adentros y echándole a la suerte, solté la flecha.
La raíz me soltó y caí en su boca, pero antes siquiera de poder
ser tragada, la planta soltó un alarido que casi me deja sorda y se volvió en
una sombra negra que se desvaneció a los pocos instantes. Cubrí mi rostro y
cerré los ojos. Aquel rugido todavía resonaba en mi mente.
Pero el silencio todavía era perturbado por las acometidas de
Σs’κα con la espada. Me incorporé con piernas temblorosas y me percaté de que
él aún necesitaba ayuda. Corrí en su auxilio.
Él no me dedicó ni una sola mirada, pero lanzó su espada y la
caché por el mango. Sonreí inconscientemente, recordando aquella vez que me
había lanzado el cuchillo ¡Pero qué puntería tenía!
Entonces arremetí contra uno de los seres de cenizas, que se
desvaneció con el toque de la espada y continué con el siguiente, dándole esta
vez un poco más abajo del estómago. Pero los seres seguían reproduciéndose y
reproduciéndose, convirtiéndose en miles. Parecía que sería una pelea
interminable, pero ninguno de los dos paró de arremeter. Y cuando a uno le
atrapaban la espada, el otro ya estaba listo para ayudar. El problema fue
cuando ya nos tenían rodeados y con las dos espadas inservibles. Σs’κα y yo
terminamos espalda con espalda.
Mi respiración era agitada. Tragué saliva.
-¿No puedes usar fuego o algo así?- le pregunté con dificultad.
Él negó con la cabeza.
-Haría más cenizas de las que ya hay- contestó entre dientes.
La ceniza empezó a rodear mi brazo, hasta llegar a mi hombro. No
pude evitar alarmarme.
-Σs’κα…- musité sacudiendo mi brazo en vano.
Estaban tan cerca de nosotros, que ya nos era imposible movernos.
-Espera…- susurró sin perder la calma.
Fue allí cuando la luz llegó del techo y se llevó todas las
cenizas, incluyendo las que estaban en mi brazo. Un instante cegador. Quedé confundida
cuando la oscuridad volvió a reinar. A duras penas logrando acostumbrar mi
vista. Pero Σs’κα no me dio tiempo de un respiro, sino que me tomó por el codo
y corrió, llevándome a mí casi a rastras.
-Vamos, Καητσ, tenemos que salir de aquí.- me incitó.
Respiré hondo e intenté reunir las fuerzas necesarias para correr
detrás de él.
De repente, la oscuridad fue completa y perdí el rastro de Σs’κα.
-¡Princesa!- escuché a lo lejos- ¡¿Dónde estás?!
-¡Σs’κα!- grité de vuelta, pero esta vez ya no recibí respuesta.
Me alarmé sobremanera, buscando insistente con la mirada a pesar
de no ver nada.- ¡Σs’κα!
Solté un alarido cuando sentí una fría mano sobre mi hombro. Me
volví bruscamente y me encontré con Sôrα. Ella me sonrió con una dulzura
escalofriante.
-¿Sôrα?- dijo alguien un palmo más atrás que ella.
La luz empezaba a volverse suficiente para poder percibir que
alguien se acercaba.
-Σs’κα, vine por ti.- contestó Sôrα, dándome la espalda.- ¿Vendrás
conmigo?
Entonces lo pude ver. Él le sonrió con cariño y extendió su mano.
-¡Cuánto me alegra volverte a ver!- exclamó atrayéndola hacia él y
tomándola por la cadera.
Sôrα sonrió conmovida.
-No quiero que estés en este peligro, vuelve a casa, Σs’κα- le
suplicó con la voz quebrada.
Miré a Σs’κα con desconcierto.
Él le correspondió la sonrisa y acercó sus labios a los de ella.
-Por ti iría a cualquier lado- contestó Σs’κα con un amor
infinito.
Se fundieron en un beso apasionado que me dio de llano en el
corazón ¿Entonces todo había sido una gran mentira? Quise separarlos, quería
que fuera yo quien estuviera entre sus brazos y no Sôrα, pero veía la pasión y
el amor… y no fui capaz.
-Καητσ…- escuché una voz terriblemente familiar detrás de mí.
Me volví con rigidez.
Μεπ me sonrió con tristeza y extendió su mano. Pero antes de que
pudiera corresponderle, un guerrero de la tribu enemiga apareció repentinamente
detrás de él ¿Por qué los dioses traían a nuestros seres queridos? ¡¿Qué rayos
hacía Μεπ aquí?!
-¡Μεπ!- grité con la voz cargada de miedo.
Mi grito fue en vano. El guerrero le encajó el cuchillo por la
espalda.
Μεπ me miró con una expresión cargada de sufrimiento.
-Me dejaste…- musitó antes de caer inerte al suelo.
-¡No!- chillé con las lágrimas aflorando en mis ojos- ¡No!
Corrí hacia él y me hinqué a su lado, tomando su cabeza entre mis
manos.
-No te dejé, Μεπ…- sollocé.
Pero sus ojos miraban sin vida hacia el techo infinito y sus
labios permanecían entreabiertos.
-Te necesito…- musité colocando mi frente sobre la suya, fría.
Entonces dos manos se posaron sobre mis hombros. Me volví
desconcertada. Mi padre y mi madre me miraron con decepción en el rostro.
-Nos fallaste- dijeron al unísono.- Ya no eres bienvenida a tu
hogar.
Me percaté de los pueblerinos de Airgua, que nos observaban desde
lejos. La mujer más vieja salió de entre ellos.
-Ya no tienes hogar- sentenció lanzándome una mirada de reproche.
“Les fallé, lo sé, les fallé…
les fallé…” me repetía una y otra vez. Cerré los ojos y sollocé en silencio “Les fallé, los dejé a todos”.
-Entrégate- dijeron los tres con una sincronía escalofriante.
Yo sólo deseaba calmar mi dolor y si aquella era la única opción…
Me incorporé lentamente y abrí los ojos, encarándolos. Todos me
miraban con frialdad. Y sintiéndome intimidad, di un segundo paso hacia
delante.
-El
hogar no tiene un espacio fijo, princesa, - dijo alguien detrás de mí- el hogar
es donde tú sientas calidez y seguridad, como cuando estás frente a una
hoguera. Caliente, pero cómoda.
Me
volví con extremada lentitud, encontrándome con el comerciante de Airgua, el
que nos había traicionado. Éste me sonrió con complicidad, ataviado como aquel
día de la fiesta, mostrando sus tatuajes alrededor del cuerpo, con aquellas
extrañas plumas en la cabeza ¿Por qué me sonreía? ¿No él estaba muerto? ¿No él
nos había atacado a muerte para entregarme a los dioses?
¡Sentía
que mi cabeza explotaría! ¡No sabía a quién escuchar! ¡Estaba perdida!
Miró
hacia atrás y sonrió de oreja a oreja. Seguí su mirada y me encontré con Σs’κα
dándonos la espalda.
De
repente toda inseguridad desapareció de mí. Todo el dolor desapareció por un
instante. A mis pies les costó moverse, pero pronto ya corría hacia él.
-¡Princesa!-
escuché desde todos lados.
Miré
a mí alrededor con cierto desconcierto, encontrándome con seis Σs’καs
distintos. El encanto se rompió de golpe.
Tragué
saliva ¿Sería alguno de ellos el verdadero?