miércoles, 24 de agosto de 2011

Cuenta regresiva: 5 días

Ahora la inspiración me está llegando muy difícilmente, pero aquí les dejo el siguiente capítulo, muchas gracias por pasarse por el blog:


Una cena romántica, un paseo nocturno por el parque, un pastel sorpresa, una carta de amor, una invitación a la feria... Todo tipo de cosas le propuse a Roger, pero él, lo único que quería, era un poema. Ciertamente es algo romántico, pero necesitaba algo más.

-Roger...

-Sólo limítate a ayudarme a hacer el poema...- pidió Roger revolviéndome el cabello.

Reí negando con la cabeza.

-¡Eres imposible! ¿Ni siquiera desde casa de ella?- insistí.

-¿Dices que lo lea en su casa? ¿Y si me ven sus papás?- contradijo.

-Sabrán que estás enamorado y te darán su bendición- bromeé.

-¡Pero no nos vamos a casar!- exclamó Roger desconcertado.

Se le veía nervioso.

-Tranquilo, tranquilo... era un chiste.- dije sonriendo.- Además, tontito, no me refiero a dentro de su casa, sino que desde su ventana.

Roger me miró divertido.

-¿Como Romeo y Julieta?- inquirió frunciendo el ceño.

Reí a carcajadas.

-¡Cierto!- comenté entre risas.

-¿Tú crees que pueda escalar su pared? ¡Es lisa!- protesto Roger sin un ápice de diversión.

-Bueno, declama el poema desde abajo, seguramente Miranda se encargará del resto- aseguré guiñándole un ojo.

-Muy bien... entonces... creo que hay que empezar...- murmuró tomando el lápiz y el papel que le había dado hacía unos minutos.

-Desde el corazón- le susurré al oído, mientras ponía una mano sobre su hombro.

Roger sonrió y comenzó a escribir.

Fueron horas y horas que difícilmente hubiera olvidado. Hasta tardías horas de la madrugada, Roger y yo seguíamos escribiendo. Había momentos en los que Roger me golpeaba con la almohada y yo terminaba devolviéndole el golpe en un divertido juego que nos atrasaba varios minutos y cuando dieron las doce en punto, no pude evitar pensar "Me quedan cinco días". Pero aquel pensamiento sólo estuvo por minutos, luego volví a ayudarle a Roger, pero terminamos dormidos entre mis almohadas. Cuando desperté ni siquiera recordaba si habíamos terminado el poema. Estaba acurrucada en el hombro de Roger.

-Despierta, pícara máquina del amor junior- dije con la voz ronca.

Roger se incorporó lentamente, tomó una almohada y me pegó con ella en la cara.

-¡Oye!- lo reproché divertida.

-¡Tanto romanticismo me dio dolor de cabeza!- se quejó.

Lo miré inquisitiva.

-Bueno...- dije pensativa- mientras seas tú mismo, no hay problema...

-¿Y tú qué sabes del amor, ratón travieso?- preguntó mirándome atentamente.

Me encogí de hombros.

-Sólo sé que cuando conoces a esa persona...

-A tu media naranja...- continuó por mí.

-Entonces eres tú mismo...- concluí.

Roger sonrió de oreja a oreja. Le correspondí con otra sonrisa.

-¡Ay, por Dios!- dije mirando el reloj- Roger... ¡Llegaremos tarde a clases!

Roger miró el reloj y se alarmó.

-No esperaba quedarme a dormir...- murmuró incorporándose rápidamente.

-Bueno, hagamos esto, desayunamos y nos vamos...- propuse.

-¡Pero no traigo nada!- exclamó.- Mi mochila está en casa...

Miré nuevamente el reloj.

-Quizás de camino podamos recogerla- dije incorporándome.- Me voy a cambiar, dame unos minutos.

Tomé un cambio de ropa de mi cómoda y entré al baño hecha a la raya. Me cambié en un dos por tres y cepille mi cabello y mis dientes ¡Teníamos veinte minutos para llegar al instituto!

Salí precipitadamente.

-¡El poema, Roger!- lo apremié.

Roger tomó un poema de entre todos los papeles y salió corriendo junto a mí. Bajamos las escaleras corriendo y entramos a la cocina. Mamá preparaba un elaborado desayuno del que sólo comimos un pan cada uno y salimos corriendo de la casa.

-¡¿Se van a ir caminando?!- gritó mamá cuando salíamos de la casa.

-¡Sí!- me despedí.

-¡Habló tu mamá, Roger!- dijo mamá alcanzándonos en la puerta.- Está molesta, pero dijo que llevaría tus cosas al colegio.

Roger se paró en seco. Choqué contra su espalda, pegándome en la nariz.

Se volvió lentamente y me sobó la nariz mientras me miraba interrogante. Supe lo que estaba pensando. Y con la nariz adolorida, me volví hacia mamá.

-¿Nos podrías llevar?- pregunté rápidamente.

Mamá sonrió con su expresión de: "Te lo dije".

Nos subimos los tres al carro y mamá arrancó como si estuviéramos en medio de una persecución.

Cuando llegamos, miré el reloj y suspiré con alivio ¡Habíamos llegado a tiempo! La mamá de Roger nos esperaba frente a la puerta de la entrada con la mochila y un cambio de ropa entre sus manos.

Roger se acercó rápidamente a ella y guardó con ahínco su cambio de ropa.

-¿No podías guardarlo en una bolsa?- preguntó apretando los dientes.

Solté una risita.

Su mamá lo miró con reproche.

-Avísame la próxima vez que te vayas a quedar a dormir en casa de alguien ¡Me tenías preocupada! ¿Y si te secuestraban?

-Mamá, por favor...- dijo Roger mirando a su alrededor, como si temiera que alguien la hubiera escuchado.

-Tu padre y yo ya pensaremos en tu castigo más tarde.- se despidió su mamá dándole un beso en la mejilla.

Digamos que aquel día de clases lo disfruté como el último. Nos reunimos con Miranda que parecía más tranquila y platicamos como en los viejos tiempos. Y cuando las clases terminaron, mi madre llegó a recogerme con la noticia de que el señor Fontana había mejorado, pero que todavía tenía que quedarse un tiempo más en el hospital. Mamá dijo que papá nos alcanzaría por allá. El camino fue lindo. Mi mamá traía un ánimo de plática que no le paraba la boca. Me contaba sobre la casa, sobre los muebles ¿Cómo era posible que mi mamá me contara estas cosas? ¡Las dos vivíamos en la misma casa! Pero no la detuve, sino que me limité a escucharla y cuando llegamos al hospital, mamá compró unas flores, con el pretexto de que allá debía estar muy deprimido con los matices grises y blancos típicos de un hospital.

Cuando entramos a la habitación del señor Fontana, lo descubrimos sentado entre sus dos hijos, charlando animadamente. Pero cuando me crucé con la mirada de Danny, mi mundo se fue de cabeza, mis latidos se aceleraron. Aquellos ojos verde esmeralda me observaban con atención, me penetraban, como si pudieran ver más allá de los míos.

Mis piernas temblaron.

Pero como el día anterior, fui incapaz de moverme y en la actitud de Danny tampoco pareció haber nada diferente. Entonces la idea de darle la mejor semana de su vida se fue por la borda. No podía decirle la verdad y tampoco podía romperle el corazón a Jack...

2 comentarios:

  1. pobre....
    no puede ser
    que se va a morir
    eso esta mal...
    publica pronto
    por fa ya estamos
    en la cuenta
    regresiva...
    besos

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  2. ME ENCANTO...pero quiero que pase tiempo con danny..y que se reconciliaen
    PORFAAAA no em dejes con intrigaaaaaaaa...cuidate, saludos ;)

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¡Me encantan los comentarios! Agradezco que te hayas pasado unos minutos.