Después de más de 30 siglos bajo la opresión de los gailte, los sobrevivientes de la raza humana deciden rebelarse. Y así es como la joven Sentela de a penas 39 años de edad, deja su hogar, la Luna, para enfrentarse a oscuros secretos y recuperar la vida en la Tierra.
sábado, 31 de marzo de 2012
Un árbol para el blog
viernes, 23 de marzo de 2012
Cómo explicar...
domingo, 18 de marzo de 2012
Como un balde de agua fría... (Parte uno)
Escuché unos pasos detrás de mí, por lo que me volví lentamente y encaré a Σs’κα, aún enarbolando el cuchillo.
Él lo escrutó con la mirada, acercándose con sigilo a mí. Olvidé por completo que nos habíamos peleado antes y extendí mi mano para entregarle el cuchillo, pero él no lo tomó.
-Te pertenece, princesa.- murmuró con una tranquilidad escalofriante.
Negué con la cabeza ¿No podía ser más expresivo? ¿Para qué servía exactamente aquel cuchillo? Porque no era para cazar, era de lo único de lo que estaba segura.
Los murmullos se extendieron por la cámara. La gente empezaba a hablar de nuevo.
-¡Reunión de jefes, por favor! Todos los demás ya pueden ir a sus aposentos, muchas gracias por la maravillosa fiesta- dijo Μεπεσ a unos pasos de nosotros con una autoridad que no aceptaba réplicas.
Su voz resonó al tiempo que la gente se incorporaba de sus asientos sin quitarme la vista de encima, pero mi concentración se fue rápidamente hacia Σs’κα.
Nuestras miradas se cruzaron por un instante. La mía con la duda explícita y la de él calculadora. Y como si hubiese sido una pequeña pelea, terminé perdiendo al desviar la mirada hacia el cuchillo con cierto rubor. Observé sus marcas con atención y las comparé con la mía. Justo donde la marca de mi mano terminaba, comenzaba la del cuchillo como si fueran una sola. “Te pertenece, princesa” recordé inconscientemente. Tal como el arco era mi mano derecha, así parecía ser ahora el cuchillo también.
Μεπ se incorporó, acercándose hacia nosotros.
No sé si fue mi imaginación, o en realidad Σs’κα se mostró repentinamente tenso a mi lado.
Μεπ quedó frente a mí y me sonrió sin que la felicidad le llegara a los ojos.
-Estás metida en algo más grande de lo que pensaba…- murmuró.
Suspiré bajando la mirada.
-¿Sabes por qué te dio el cuchillo?- dijo para que sólo yo lo pudiera escuchar.
Negué lentamente con la cabeza.
-Úsalo al final, dijo- musité apretando el cuchillo hacia mi regazo.
Μεπ asintió con la cabeza y me rodeó lentamente con los brazos, envolviéndome en un abrazo protector.
Suspiré antes de devolverle el abrazo.
-Entonces sí debo dejarte ir… es importante que vayas con los dioses, Καητσ.- me susurró al oído con suavidad.
No pude más que asentir con la cabeza, sintiendo cómo los latidos de mi corazón se aceleraban descontrolados al escuchar aquellas palabras ¡Cuánto deseaba decirle que me acompañara! ¡Cuánto deseaba decirle que fuéramos juntos! ¡Cuánto deseaba decirle que en aquel momento sólo quería estar con él! Sentir la calidez de sus brazos, sentir su respiración acompasada. Pero me guardé todos aquellos sentimientos, mordiéndome la lengua. Lo correcto era que fuera yo. Tenía que resignarme a aquello.
Noté de reojo la mirada taladrante de Σs’κα, como si pudiera leer mis pensamientos.
-cυκŭητε nunca había hecho entregas ni había servido de mensajera- dijo uno de los guerreros, rompiendo el encanto de soledad del momento.
Μεπ besó cuidadosamente mi frente antes de soltarme y volverse hacia los jefes comerciantes y guerreros. Pero no soltó mi mano, infundiéndome confianza.
-El cuchillo, debemos verlo.- escuché decir al comerciante con el que había hablado en la fiesta.
-Le pertenece a la princesa nada más. Es una ley tan sagrada como las armas de un guerrero.- repuso Σs’κα sin un ápice de simpatía.
¿Por qué era que de repente Σs’κα y Μεπεσ se comportaban tan fríos con los nobles de airgua?
Entonces entendí que estaban escondiendo la verdad para que en un futuro cercano yo pudiera tener un boleto de vuelta a casa. Recordé que los únicos que sabían de aquello eran los dioses, como había dicho Mina, y si los comerciantes y guerreros sabían que no había cumplido con mi misión, me sacarían de allí como si fuera de la tribu enemiga.
-¿Para qué le fue entregado el cuchillo?- protesto uno de ellos.
Μεπ fue el primero en reaccionar.
-No lo sabemos.
-Entonces con más razón,- dijo el otro comerciante- debemos ver el cuchillo. Así podremos saber para qué sirve y cuáles son los propósitos.
Aquella idea no me pareció tan mala.
-¿Es eso cierto?- pregunté alzando la voz.
Μεπ y Σs’κα se volvieron hacia mí al mismo tiempo. Dejándome entonces encarar a los comerciantes y a los jefes de guerra.
-No se lo podemos garantizar, princesa, pero si nos muestra el cuchillo- dijo el comerciante que nos había dado la bienvenida aquella tarde.
Di un paso hacia delante, soltando la mano de Μεπ, pero Σs’κα negó con la cabeza, cruzándose de brazos.
-¿El dios del fuego le prometió inmortalidad… vida eterna?- preguntó Σs’κα con la mirada clavada en el suelo- ¿O fue el dios del agua?
-No sé de qué hablas, muchacho…- repuso el comerciante.
¿De qué hablaba Σs’κα? Me pregunté yo también.
Μεπ y yo lo miramos con cara de pocos amigos.
-O tal vez el dios de las sombras, oí que ha dado mejores ofertas que muchos otros para capturar a la princesa…- continuó Σs’κα levantando la mirada.
Dirigí mi mirada hacia el comerciante, que nos miraba fijamente, con los ojos surcados de una rabia venenosa.
-Mientes…- repuso- Yo no persigo a la princesa por su sangre.
Σs’κα sonrió triunfante.
-Nunca dije los motivos de la persecución.- contradijo frunciendo el ceño.- Me sorprende que esté tan bien informado.
El comerciante negó con la cabeza, incorporándose de su lugar.
-Los de airgua nunca…
-Usted no es de airgua.- Lo interrumpió Σs’κα con una firmeza desconcertante.
Ahora las miradas de todos en la sala estaban dirigidas hacia el comerciante, intentando comprobar si las palabras de Σs’κα eran verdad.
-¿Es cierto, Aaron?- preguntó uno de los guerreros, rompiendo el silencio.
-¿Le creen a un muchacho que ni siquiera es de airgua y cuya procedencia nadie conoce aquí?- subió su tono- ¡Quiere sacarme del círculo por celos, seguramente!
Algunos miraron dudosos hacia nuestra dirección.
-Yo confío en él…- repliqué molesta.
Aaron me lanzó una sonrisa que se me antojaba malévola.
-Con todo respeto, princesa, usted ya no tiene voz en el consejo y mucho menos nuestra confianza… ¿No me había dicho que falló su misión?- dijo sin un ápice de misericordia.
¡Maldita sea! Aquello me cayó como si me hubieran lanzado agua fría sobre la cabeza. “No, no, no…” pensé para mis adentros a sabiendas de que había perdido la oportunidad de volver a casa. Guerreros y comerciantes alzaron sus voces desconcertados. Supe que había metido la pata al haberle dicho al ςëηητřα Aaron que había fallado con mi misión, porque la realidad era que nadie lo debía saber hasta el día siguiente, cuando vieran mis padres que yo aún no regresaba. El plazo se cumplía mañana.
Desvié la mirada hacia el suelo. Aquello me había dado en el orgullo.
-¡Aunque haya fallado para mí sigue siendo la princesa!- protestó Μεπεσ alzando la voz con rabia- ¡No cometan el error de cerrarle las puertas, porque su caso es distinto! ¡Nunca había sucedido antes! ¡Algo la está persiguiendo, algo contra lo que cualquiera hubiera tenido que usar flechas de luz! ¡Lo que le debemos es protección!
-Princesa… usted… ¿Falló?- preguntó uno de los guerreros que se veía con más experiencia.
Quise contestar, pero las palabras no salieron de mi boca. Por alguna razón guardé silencio… quizás porque me avergonzaba.
-¿Lo ven?- continuó el ςëηητřα Aaron.
Su voz temblaba, intentando esconder el triunfo en ella. Sentí rabia contra aquel hombre, rabia por delatarme frente a los míos.
-Μεπεσ tiene razón.- dijo Σs’κα con una firmeza escalofriante- La princesa perdió sus flechas porque fue atacada por un dragón de tierra y un espíritu reencarnado en un oso ¿No es prueba suficiente, caballeros, de que algo anda mal?
-Además de que antes de encontrarla en mi camino, tuvo un confrontamiento con un grupo de hατ’mα.- coincidió Μεπ.
Pude ver que un comerciante se inclinaba hacia un guerrero, susurrándole algo en el oído.
-¿Fue por eso que cυκŭητε le entregó el cuchillo?- preguntó el mismo guerrero.
-Como ya dijimos antes, no lo sabemos, sólo sabemos que lo que le sucede a la princesa es algo que está fuera de nuestro control, es algo grande.- contestó Μεπ adelantándose unos pasos.
-Aún así, la princesa no es más de airgua y por lo tanto no está sujeta a las leyes. No le debemos ninguna protección. Ella debe salir de aquí lo antes posible, si no quiere ser ejecutada… En realidad confiar en ella es algo imposible, porque podría ser que estuviera planeando una traición ya que no ha estado sujeta bajo las leyes- dijo el ςëηητřα Aaron.
-Las traiciones necesitan de tiempo y tiempo es lo que menos ha tenido la princesa. Usted sabe tan bien la verdad como yo y creo que va a tener que explicarle a sus compañeros- repuso Σs’κα con cierta irritación en la voz.
-¡Tú tampoco tienes voz en nuestro pueblo!- gritó el ςëηητřα con voz acusadora.
Varios intercambiaron miradas dudosas, seguramente debatiéndose entre creer en nosotros o hacerle caso a Aaron ¡Pero qué mentiroso! ¡¿Cómo no me había dado cuenta antes?! Primero diciendo que no había problemas de que estuviera aquí porque no estaba en terreno de airgua y ahora me quería sacar.
-Si es la verdad lo que nos están diciendo ¿Por qué es que no nos explicaron la situación antes, si podíamos prestarle ayuda a la princesa?- protestó uno.
Μεπ bufó.
-Porque aún así hubieran dudado en creerle o no a pesar de que las pruebas sean tan contundentes.- replicó.
Σs’κα rió burlón, recordando tanto a un dios macabro con aquellas facciones perfectas que en aquel instante parecían tan filosas como mi cuchillo.
-También contestaré a su pregunta, caballeros …- comenzó lentamente- ese “algo” que persigue a la princesa son los dioses. Sólo lo saben los que buscan atraparla, porque por su sangre los dioses pagan muy bien. Todo lo que la gente del agua anhela, los dioses se lo entregan si a cambio, traen a la princesa. Es por eso que la princesa tiene que estar siempre cubierta del rostro y no revelar su identidad ni sus propósitos a nadie, porque si la ven los ojos equivocados- noté cómo le lanzaba una mirada suspicaz al ςëηητřα antes de continuar- puede caer entonces en manos equivocadas. No hay ningún otro motivo por el cual no hayamos revelado la verdad a nuestra llegada.
El ςëηητřα soltó una carcajada.
-A mí parecer, ustedes no querían revelar la verdad para que acogiéramos a la princesa como si todavía fuera una…-dijo con una diversión irritante.
Μεπεσ, Σs’κα y yo le lanzamos miradas envenenadas.
Los otros guerreros y comerciantes intercambiaron algunas miradas y susurros.
miércoles, 14 de marzo de 2012
Un mensaje indescifrable
De repente el lugar me pareció apagado y la tensión pareció acentuarse. Cada vez que los pasos se acercaban un poco más, el lugar parecía volverse neblinoso ¿O era mi imaginación?
Entonces entraron al recinto los muchachos mercaderes con dos platos y una copa y se acercaron a la mesa a colocarlos. Ya estaba todo completo. Pensé con alivio.
No supe si quedar maravillada por la presencia de aquella misteriosa dama o por su aspecto. Porque, para ser una mujer que había vivido tantas eras, parecía más bien una joven con el rostro pálido y marcado como mi brazo. Con aquella vestimenta que llegaba hasta por debajo de sus pies, parecía que levitaba al caminar. Pude notar que sus ojos eran rojos, casi por completo, con una fina esfera negra en el centro… pero, en lugar de verse amenazantes, irradiaban conmoción y serenidad a la vez.
Miré a Σs’κα, que caminó hasta el otro extremo de la habitación y se recargó sobre la pared, cruzándose de brazos. Parecía molesto… bueno, no es que nunca estuviera molesto, pero había una frialdad escalofriante en su semblante.
Desplacé mi mirada hacia el verdadero conflicto, allí hacia donde todas las miradas se dirigían en silencio. Cυκŭητε continuó con su camino sin detenerse. Moviéndose con una suavidad increíble. Era en realidad como el vuelo de un pájaro, a pesar de que mantenía su vista fija en algún punto indefinido y no movía ninguna de las extremidades de su cuerpo.
Μεπ fue detrás de ella, dedicándome una mirada preocupada al pasar a mi lado.
Los guerreros y el ςëηητřα en la entrada del recinto caminaron hacia la mesa con pasos lentos, pero a la mayoría, aquel pequeño instante les pasó desapercibido, pues quitar la atención de cυκŭητε era casi imposible. La dama se sentó en su respectivo lugar y tomando su copa, por primera vez, escuchamos su voz. Más bien parecían susurros irreconocibles. Susurros que resonaban por el recinto entero y entraban a tu ser como el frío calaba los huesos.
La reconocí al instante. Era una lengua perdida… No había traducción posible.
Mi marca empezó a relucir.
Automáticamente dirigí la mirada hacia Μεπεσ, cuya marca empezaba a brillar también. Y me percaté de que no éramos los únicos, ahora se podían reconocer los guerreros de los comerciantes, pues sus marcas brillan tan intensamente como las nuestras.
Cυκŭητε sirvió lentamente un poco de sopa en su plato y comió con una lentitud que se me antojaba relajante. Cuando el plato quedó vacío, ella sacó unos polvillos de su bolsillo y los lanzó al plato, que se prendió en llamas, destilando un humo que nos envolvió a todos. Empezaron a salir formas que crecían hacia el techo, mostrando guerreros con lanzas, pescadores en sus barcas, animales corriendo hacia fuera. Miré maravillada como un caribú de humo corría hacia mí y pasaba por mi lado, estrellándose contra la pared para luego desaparecer.
Entonces sentí la mirada de cυκŭητε sobre mí. La encaré con la cabeza gacha. Ella hizo un leve movimiento de mano, pidiendo que me acercara. Le lancé una mirada de inseguridad a Μεπ, que a su vez, asintió con la cabeza, sonriéndome con complicidad. Aquello sirvió para relajarme un poco y dar los primeros pasos hacia cυκŭητε.
Su boca volvió a abrirse, dejando que salieran aquellos extraños susurros que todavía no podía entender. Y conforme me iba acercando, las siluetas de los demás se volvieron borrosas, uniformes. Tanto, que a duras penas podía reconocer los rostros.
Cυκŭητε me miró expectante. Me reverencié ante ella, al tiempo que ella movía su brazo sin perderme de vista. Entonces las figuras de los animales dejaron de aparecer, llegando en su lugar, ánimas de tamaños exuberantes.
Tuve la sensación de que aquellos eran los dioses.
Las ánimas crecieron hasta el techo, una mujer y un hombre. La mujer le dio la espalda al hombre cuando de repente, de su cuerpo salió un pequeño bebé, que cubrió recelosa con sus brazos. La figura de humo corrió, gigantesca, pero monstruosamente bella y cruzó un bosque de humo que se extendía hasta un pequeño claro lleno de casas, donde escondió al bebé en una de las casas… de repente me parecieron familiares. Pero antes de que pudiera tomar en cuenta aquel sentimiento que intentaba abrirse paso entre los muchos otros que sentía en aquel momento, las casas se difuminaron y el bebé se convirtió en un pequeño niño, que después creció con arco y flecha en mano, corriendo por aquellos extraños bosques de humo. Sus pasitos se marcaban con el mismo humo del que estaban hechos los árboles y de allí nacieron ojos, ojos que vigilaban a la figura. Que la miraban con recelo y atención, como esperando algo. A cada instante me daba la sensación de que eran más ojos, millares de ojos que sólo miraban a la figura correr por el bosque. Entonces la figura pareció acercarse a mí, correr hacia mí con el arco en alto. Y conforme se aproximaba, iba creciendo y de una pequeña figurita, se convirtió en una dama de humo del mismo tamaño que yo, que me apuntaba con el arco. Me dio la sensación de que la figura también sabía que la observaban. Por un instante… me pareció que las figuras de humo vivían, pero cuando la chica soltó la flecha, ésta sencillamente se estrelló contra mi pecho y se esfumó sin dejar rastro.
Entonces bajé la mirada y pude encontrarme con el rostro del verdadero Μεπ, que repentinamente estaba a sólo unos pasos de mí.
Me percaté de cómo se extendía una pequeña sonrisa en el rostro de cυκŭητε cuando todas las figuras se esfumaron, abrumándome. La niebla se volvió densa y de repente ya no podía ver ni mis propios pies. Μεπ también desapareció.
Mi corazón palpitaba con fuerza ¿Qué significaba todo aquello? Una luz se abrió paso entre toda aquella niebla y no dudé en acercarme a ella. Cυκŭητε me miró inexpresiva, iluminada por la luz. Un cuchillo con marcas como las mías cayó sobre sus manos. Y a pesar de estar deslumbrada pude captar que las marcas eran plateadas, pero por la luz parecían doradas. Cυκŭητε extendió la mano que portaba el cuchillo hacia mí.
Vacilé antes de dar los primeros pasos y percibir cómo la niebla se volvía más densa. Pero había una fuerza que me atraía, había algo que me pedía que me acercara. A la mitad del camino mis pasos se volvieron más seguros y mis ojos sólo tenían vista para el cuchillo.
Extendí la mano. Y entonces cυκŭητε me entregó el cuchillo. El mango era suave, se acomodó perfectamente a mi mano. Mi marca brilló con intensidad junto con la del cuchillo. Sentí la energía fluir por mi brazo, recorrer mis hombros y llegar a mi corazón, donde sentí una calidez embriagadora. Era como si el cuchillo estuviera hecho a mi medida, así como mi arco. Cerré los ojos, extasiada por la energía, me sentía poderosa y al abrir los ojos, pude ver cómo cυκŭητε se alejaba lentamente. Y cuando estuvo lo suficientemente lejos de mí, extendió los brazos hacia sus costados y chocó ambas palmas, provocando que toda la niebla se dirigiera hacia ella con una rapidez desconcertante. Observé cómo la niebla entraba por sus orejas, por sus ojos, por los orificios de la nariz, por su boca, alborotando su cabello y su vestimenta. Era tanta la energía que la fuerza chocó contra mi rostro y alborotó mi vestido también. Sentí cómo la fuerza me empujaba, las paredes de piedra se volvieron visibles de nuevo. La mesa reapareció y con la gente sentada alrededor, algunos cubriendo sus rostros, otros agazapados, intentando esquivar aquella extraña fuerza. Pude notar la mirada desconcertada de Σs’κα y la de preocupación de Μεπ, entonces nuevamente me volví hacia cυκŭητε con un esfuerzo casi inhumano. Mis piernas estaban a punto de resbalar, cuando todo en la habitación volvió a la normalidad y la luz que iluminaba a cυκŭητε desapareció.
Miré expectante.
Cυκŭητε me lanzó una mirada con aquellos ojos extrañamente rojos y abrió la boca. Esperé volver a escuchar aquellos susurros.
-Úsalo al final- dijo con una voz sorprendentemente suave y distinta.
Pero para cuando quise reaccionar ya era demasiado tarde. Ella ya había desaparecido, dejando en su lugar un silencio absoluto.
Lo único de lo que era consciente era del cuchillo entre mis manos y mi respiración acelerada.
jueves, 8 de marzo de 2012
cυκŭητε
jueves, 1 de marzo de 2012
Sin tregua... hay guerra
Bueno, pues aquí está la siguiente parte de ⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘. La verdad es que está medio cortito el capítulo, porque estuve alargando un poco la historia y bueno, esto es todo lo que he podido alargarle hasta el momento. Lo que significa que probablemente, mientras me lleguen nuevas ideas a la cabeza, me van a tener que esperar más de lo acostumbrado. Además, de que, para mi mala suerte, ya voy a volver a entrar a la época de exámenes y aquello también me va a imposibilitar un poco el publicar...
¡Y todavía tengo que actualizarme con algunos blogs! A veces, en serio que me meto al blog con intención de publicar y termino leyendo otros blogs :3 :3 Es que hay historias tan buenas, creo que en entradas posteriores voy a terminar recomendando blogs. Pero bueno, ya no les hago más cuento, aquí está el siguiente capítulo como ya mencioné antes ;)
La gente seguía caminando de un lado a otro. Así que busqué algo con lo que entretenerme antes de la cena.
Aunque no tuve que buscar mucho, pues unos instantes después, me volví a encontrar con Αηατενκα. Ella y sus compañeras se ofrecieron a peinarme, por lo que estuvimos ocupadas por un rato, mientras las jóvenes me contaban chismes del lugar y cepillaban mis cabellos a la vez. Al final, terminé con una trenza maravillosa que llegaba hasta mi cintura y un sin fin de pensamientos en la cabeza. Porque acababa de descubrir que todas las jóvenes estaban interesadas por Σs’κα. Sencillamente por el millar de preguntas que me hacían sobre él. Que si era amigo mío, que de dónde nos conocíamos, que si era guerrero, cazador o pescador, para saber qué tipo de personalidad tenía. Aunque por no arruinar sus ilusiones no les dije que era el chico más testarudo y frío que había conocido en toda mi vida. Tampoco es que le diera cumplidos a ese sinvergüenza. En realidad procuraba decir únicamente hechos y no comentar al respecto, porque no tenía nada bueno que decir de él, porque, repasando todo lo que le veía; testarudo, frío, irónico, molesto, petulante… y bueno… misterioso, pero eso no sabía exactamente cómo catalogarlo.
Al terminar, ayudamos todas un poco en las cocinas de piedra del ςστεrrα. Era maravilloso, las cosas se calentaban por cráteres subterráneos y los platos se lavaban con agua de manantial. Todo era tan cálido pero limpio. Además de que la comida era tan típica de nuestra tribu. La boca ya se me hacía agua al ver los platones gigantes. Y como se acostumbraba. Ningún hombre apareció por el lugar sino hasta que comenzamos a comer. Ya cuando todo estaba servido en la gigantesca cámara que tenían como comedor. La mesa era tan grande, que era imposible hablar con los del otro extremo, pero varios se levantaban en ocasiones para intercambiar saludos con los del otro lado. Cuando los hombres empezaron a entrar. Todas las mujeres, bien vestidas y preparadas para la ocasión, nos incorporamos con respeto. A mí se me había otorgado el lugar a la cabecera, junto al jefe de los guerreros, que para mi pesar, no lo veía por ningún lado. Guerreros y comerciantes, no era difícil diferenciarlos. Los guerreros tenían la marca roja y los comerciantes sencillamente, traían ropas más extravagantes, pero igual la emoción era la misma. Las voces empezaban a volverse estridentes y las risas empezaban a subir el ambiente. Pero Μεπ seguía sin aparecer y Σs’κα tampoco.
Varios guerreros se me acercaron y me saludaron, preguntándome por mi bienestar y por mi comodidad. Se mostraron en realidad caballerosos. Y para mejor la situación, un grupo de comerciantes se pusieron a tocar instrumentos, llenando el lugar de una música que invitaba a bailar a todos los presentes.
Suspiré al tiempo que aceptaba la invitación de uno de los guerreros para bailar.
Quizás llegarían más tarde.
El muchacho parecía tan alegre, que hasta se me contagió su sonrisa. El baile era movido pero divertido, porque era un baile que nos enseñaban desde niños. Y con movimientos suaves, nos dejamos llevar al ritmo de los demás siguiendo los pasos y riendo a carcajadas. Hacía tiempo que no bailaba, en realidad. Al final, aplaudimos todos juntos y algunos de nosotros, volvimos a nuestros respectivos lugares, observando a varias parejas. Muchas de las chicas que me habían ayudado con la trenza, bailaban con los guerreros, usando todas sus armas de coquetería. Unos cuantos parpadeos por acá, una sonrisa traviesa por aquí. Reía en voz baja, cuando di un respingo al sentir una mano sobre mi hombro. Me volví sobresaltada, encontrándome con el comerciante al mando, ataviado con una túnica que dejaba parte de su pecho marcado al descubierto.
-Es un placer tenerla con nosotros, princesa- comenzó sonriendo de oreja a oreja.
Le devolví la sonrisa con timidez.
-Me alegro muchísimo de que me recibieran a pesar de haber fallado mi misión- dije avergonzada.
El hombre soltó una carcajada y me miró con comprensión.
-No estás en la tribu de airgua, querida, estas con los comerciantes de airgua y allí las reglas cambian. Las puertas siempre están abiertas para la princesa- aseguró guiñándome un ojo.
Sonreí volviéndome hacia el baile.
-Pero es tan parecido a como es allá- murmuré con nostalgia.
Todos dieron un grito al unísono, como parte del baile y continuaron dando vueltas con movimientos continuos.
-Es lo que tratamos. El hogar no tiene un espacio fijo, princesa, el hogar es donde tú sientas calidez, como cuando estás frente a una hoguera. Caliente, pero cómoda.- aseguró- Ésa es la clave. A veces incluso, te podrías encontrar con la calidez en donde menos te lo esperas.
Sonreí conmovida, intentando aprenderme sus palabras de memoria. Me reverencié ante él.
-Sus palabras son sabias, buen ςëηητřα.- agradecí.
-Lo veo en sus ojos, princesa, usted todavía tiene un largo viaje que recorrer.- dijo el comerciante, a pesar de que los pasos y las voces se escuchaban más estridentes- Así que cuídese, porque los peligros son fuertes.
Repentinamente su rostro se volvió frío. No supe cómo interpretar aquel gesto, pero terminé dando un segundo respingo cuando sentí que dos manos se colocaban sobre mis hombros. Por instinto, las tomé y las jalé hacia delante, provocando que mi agresor cayera de espaldas contra el suelo. Saqué mi cuchillo y me dispuse a retenerlo por el cuello cuando me di cuenta de quién se trataba.
-¡Oh, Μεπ!- exclamé avergonzada.
-Perdón, princesa- se disculpó entre dientes, retorciéndose en el suelo- No quería asustarte.
-¡Oh, lo siento tanto!- dije al tiempo que me hincaba a su lado e intentaba sobarle los codos.- No suelo reaccionar de esa manera...
En realidad sólo cuando me sentía amenazada.
-Esto me costará una semana de cama- murmuró- ¿Me ayudas?
Rápidamente me incorporé y lo tomé por los hombros, ayudándolo a levantarse. Estaba todavía desconcertada por mi propia reacción.
Pero al ver su rostro, no pude evitar reír quedamente.
Μεπ frunció el ceño y me miró inquisitivo.
-¿Te estás burlando de mí?- protestó.
-Te ves deplorable- dije entre risas.
Μεπ bufó al tiempo que me tomaba entre sus brazos y se disponía a despeinarme. Pero antes de que yo pudiera protestar, se detuvo.
-¿Qué sucede?
Suspiró al tiempo que me dejaba libre.
-No te quiero despeinar, así como estás te ves demasiado bien- dijo con una mano sobre la nuca.
Mis mejillas adquirieron un color carmesí, al tiempo que desviaba la mirada. El comerciante nos miraba con cara de pocos amigos. Pero rápidamente borró aquella expresión de su cara y antes de volver a su lugar al otro lado de la mesa, me dedicó una media sonrisa y se fue.
Por un momento tuve la impresión de que algo allí no encajaba… ¿Pero qué podía ser?
-…vestidos ¿Verdad?- dijo Μεπ sacándome de mis cavilaciones.
Lo miré incrédula.
-Lo siento… ¿Qué dijiste?- pregunté.
Rodó los ojos antes de tomar mi mano y llevarme a bailar.
-Decía que soy bueno para elegir vestidos.- contestó tomándome por la cintura.
Varias miradas se posaron sobre nosotros. Entre ellas, una furtiva de Αηατενκα, que me guiñó el ojo con complicidad. Sonreí al tiempo que los latidos de mi corazón se aceleraban. De repente él estaba demasiado cerca.
Por un instante mis pensamientos se fueron para otro lado y me descubrí buscando a Σs’κα entre los presentes, pero de él no había ni rastro, aunque ya todos parecían estar allí. Algunos guerreros platicaban sentados en la mesa y otros bailaban con sus respectivas parejas, o coqueteaban con alguna de las chicas. Normalmente de estas noches salían muchos compromisos, lo sabía por experiencia. No es que alguien alguna vez me hubiese pedido que fuera su compañera, porque, por orden de mi padre, él decidiría con quién debía casarme, pero había vivido la experiencia con una amiga mía. Durante el baile, un joven pescador le había pedido su mano. Y unos instantes después, otra chica recibió la misma petición, pero de otro muchacho. Las dos parejas se casaron tres lunas después como era la tradición y en su misma fiesta de casamiento, salió una pareja más. Era por eso que difícilmente se dejaban de celebrar fiestas en airgua.
-¿Te acuerdas?- preguntó Μεπ guiñándome un ojo.
Sonreí siguiendo sus pasos.
-¡Por supuesto!- exclamé fingiendo indignación.- ¿Qué pensabas?
-Eso ya lo veremos- repuso moviéndose al ritmo de la música.
Dos vueltas y luego caía en sus brazos, después, si no me equivocaba, dos pasos hacia delante, de nuevo hacia atrás y una vuelta más. Era un baile que él y yo habíamos hecho juntos cuando nos aburríamos en una de las fiestas de mis padres.
Reí cuando nos separamos y nos colocamos paralelos el uno al otro, moviendo pies y manos como cuando éramos más jóvenes. Varios se pararon a nuestro alrededor y aplaudieron, incitándonos a continuar. Entonces el baile se repetía pero más rápido. Y así lo hicimos, sin perder el paso el uno del otro. La gente reía a carcajadas cuando nos lanzábamos miradas desafiantes, preparándonos para el próximo paso. Los músicos, entendiendo nuestro juego, aceleraban el ritmo cuando la ronda se repetía. Y así continuamos, cruzando pies y manos, dando vuelta, moviendo el rostro al ritmo de los pies, a veces de puntitas. Media vuelta y continuábamos. No hubo ningún momento en el que perdiera la sonrisa de mi rostro. Me divertía como nunca.
Pero pronto el ritmo volvió a ser lento y por lo tanto, nuestros pasos también, hasta que la música se terminó y el uno terminó frente al otro. Μεπ sonrió con suficiencia, mirando mi respiración acelerada y el sudor que empezaba a recorrer mi rostro. Le saqué la lengua al tiempo que la gente a nuestro alrededor aplaudía.
-Nada mal para todo el tiempo que ha pasado- murmuró suavemente.
Entonces tomó mi mano y se volvió hacia los espectadores con una sonrisa radiante en el rostro.
-Y con este último baile, los invitamos a que empiecen a servirse del maravilloso banquete que las mujeres de airgua prepararon para nosotros- dijo dirigiéndose a todos.
Sonreí con él, asintiendo con la cabeza.
Cada quién se fue a su respectivo lugar y empezó a servirse. El olor de la comida me hizo agua la boca. Rápidamente tomé asiento y me serví de lo primero que mis ojos encontraran.
Μεπ frunció el ceño, mirando significativamente mi plato.
-¿Es broma?- preguntó inquisitivo- ¿Te vas a comer todo eso?
Sonreí negando con la cabeza.
-No- contesté- tú me vas a ayudar.
Él puso cara de pocos amigos.
-Pero…
Lo miré con súplica.
-Por favor, es nuestra última comida juntos- intenté convencerlo.
Al escuchar aquellas palabras, toda resistencia en él desapareció por completo.
Reí para mis adentros, triunfante.
-No has olvidado que odio el pescado ¿Verdad?- preguntó a la defensiva.
Lo pensé por un momento.
-A mí me toca el pescado de cualquier manera- prometí.
De toda la comida que rebosaba en mi plato, desapareció la mitad, pues se la llevó Μεπ a su plato.
Se escuchaba vida por todos lados, platos en movimiento, copas chocando unas con otras, gente platicando. Varios guerreros le dirigieron la palabra a Μεπ, y a mí, en cambio, varias mujeres a nuestro alrededor. Todos tan agradables y cálidos como la mismísima gente de airgua. Lo único que hacía que la comida no pudiera ser perfecta, era que Σs’κα seguía sin aparecer por ningún lado. Aquello, aunque no quisiera admitirlo del todo, empezaba a preocuparme.
-Μεπ…- dije tomando un bocado de mi plato- ¿Has visto a Σs’κα?
Soltó un hondo suspiro antes de contestar.
-Dijo que no quería venir. Seguramente ha de estar en el recinto principal.
Asentí con cierta decepción ¿Por qué no quería venir? No es que me hiciera falta su presencia, pero él merecía disfrutar un poco antes de continuar con el viaje. Tomé un plato vacío y serví un poco de comida, incorporándome de mi asiento. La mujer a mi lado me miró con sospecha.
-¿Qué haces, jovencita?- me preguntó con cierto reproche en la voz.
Sonreí intentando tranquilizarla.
-Le llevo comida a un amigo que lamentablemente no pudo venir- expliqué intentando no entrar en detalles.
Μεπ me lanzó una mirada de inseguridad.
-Volveré en un rato- me despedí correspondiendo a su mirada.
Él no dijo nada, por lo que lo tomé como un “está bien” y me dirigí a la salida del comedor.
Varios guerreros y mujeres me lanzaron saludos. Los devolví con júbilo. Y al salir del comedor, caminé por el pasillo vagamente iluminado, hasta que llegué al recinto. La luz de la luna entraba por unos pequeños orificios en el techo, que iluminaban vagamente el elaborado suelo de piedra tallada. Parecía en realidad un bosque miniatura aquel lugar, porque no había borde que se salvara de tanta maleza y de flores tan grandes y extravagantes como las que había allí. Busqué a Σs’κα con la mirada, hasta que finalmente encontré una silueta recargada sobre una piedra detrás de la flor más grande de todas. Me acerqué lentamente y le extendí el plato.
-¿Aburrido?- le pregunté, rompiendo el silencio.
Todo atisbo de fiesta había desaparecido. Ni siquiera las estridentes voces o la música se escuchaba.
-¿Vienes a molestar?- dijo ignorando mi pregunta.
Su voz tenía el acostumbrado acento burlón.
Fruncí el ceño, hasta que finalmente tomó el plato de mis manos.
-¿No puedes contestar con un simple gracias?- repuse molesta.
Olió la comida.
-No tengo hambre, en realidad- murmuró con frialdad- pero gracias…
Bufé.
-No debí molestarme en preocuparme por ti…- dije entre dientes.
Σs’κα rió con sorna.
-Como verás… puedo cuidarme solo.- coincidió.
Lo miré indignada.
-¡Eres increíblemente malcriado!- exclamé.
Σs’κα me entregó el plato de vuelta. No supe cómo reaccionar ¡Pero qué modales!
-Lo tomaré como un cumplido- dijo con sarcasmo.
-¿Ni siquiera lo vas a probar?- protesté.
Finalmente me encaró, penetrándome con la mirada.
-La comida de airgua me sabe a polvo- susurró sin un ápice de burla.
Una nueva palabra a la lista… ¡Grosero! ¡Malcriado! La rabia se encendió irremediablemente dentro de mí. Pero no quería pelear, no ahora que había una fiesta a tan sólo unos pasillos lejos de mí.
-Olvídalo- repuse entre dientes antes de dejar el plato sobre la piedra, dar media vuelta y volver a la fiesta.
Parecía completamente un chico distinto al que había visto en los baños. Pero claro, sólo yo era tan tonta como para creer que algo en su actitud había cambiado.