Bueno, pues, la verdad es que estoy en un terrible dilema :3 :3 hahahaha y es referente a la princesa. Pero ya les explicaré después. Por ahora, quiero comentar dos cosas antes de que lean. Primero que nada, directamente para Deny:
Si en algún momento llegas a leer esto ;) Te agradezco muchísimo tus palabras, no sé de qué otra manera comunicártelo, pero me gusta mucho que comentes en los capítulos antiguos y me alegra muchísimo que leas la historia. Tus comentarios inspiran como no tienes idea.
Y bueno, pues, Mindy ;) muchas gracias por tu comentario en el capítulo pasado y a todos los demás, les agradezco muchísimo que se pasen a leer :D :D :D :D Es la única razón por la que sigo publicando ;)
Pero bueno, espero que les guste el capítulo. Se lo dedico a la escritora de Fire Girl, que para mi gran pesar :'( :'( :'( acaba de terminar con la temporada.
¿En qué rayos estaba pensando al llevarle comida? Aunque no debía sorprenderme que fuera tan grosero. Estaba indignada. Es que él era… era… tan cerrado y cabeza hueca. Seguramente nunca en su vida había probado la comida de airgua, sólo lo decía para amargar el momento.
Entré dando zancadas al comedor, despotricando para mis adentros contra el hijo del dios del fuego. Al llegar a mi lugar, me senté sin preámbulos y miré mi plato con molestia.
-¿Sucedió algo? ¿Ya no tienes hambre?- preguntó Μεπ.
Negué con la cabeza.
-Sólo perdí el apetito, eso es todo- contesté secamente.
Μεπ rió con la misma sequedad mirando hacia otro lado.
Lo encaré incrédula.
-¿Qué?- protesté.
-Sabía que no era buena idea- repuso, volviéndose con la mirada seria.
Mi mirada se posó en su plato.
-¿Y quién era la que comía mucho?- bromeé, intentando cambiar de tema.
Μεπ suavizó su expresión, riendo quedamente, olvidando el tema de antes por completo.
-Elegiste mi debilidad…- se excusó.
-Todavía no lo he olvidado a pesar de que las lunas han pasado- aseguré tomando un poco de agua de mi copa.
Μεπ sonrió de oreja a oreja, robándome por un instante el aliento. Con aquella sonrisa, no era difícil olvidarse de los problemas…
Desvié la mirada. Pero no debía permitirme sentir aquello, estábamos a punto de separarnos, sólo le agregaba un peso más a mi viaje. “Es inevitable” dijo una vocecita en mi interior, pero la acallé.
-Es difícil olvidar las cosas que recuerdan al hogar- murmuró Μεπ repentinamente serio- en especial cuando estás lejos de él.
Sonreí cómplice a sus pensamientos y miré su mano tranquilamente sobre la mesa, sin atreverme a tomarla como mi corazón me lo pedía.
Solté un hondo suspiro.
-Es bueno que nos hayamos encontrado, aunque haya sido por tan poco tiempo- dije con un hilo de voz.
El problema era que mis sentimientos hacia él habían cambiado, o sencillamente algo en él había cambiado desde la última vez que nos habíamos visto y ya no podía verlo de la misma manera. Me reproché interiormente mientras intentaba quitarme la idea de tomar su mano. Pero una chispa eléctrica se prendió cuando moví mi brazo levemente, rozando el suyo. Mis mejillas se ruborizaron de inmediato y no pude más que mantener la vista gacha, a sabiendas de que aquello me costaría la concentración.
-¿Te acuerdas aquella vez que seguimos al oso?- preguntó contagiándome su nostalgia.
Automáticamente levanté la mirada e inevitablemente me crucé con sus ojos. Y de repente, todo a nuestro alrededor pareció desparecer; los sonidos, los movimientos. De repente, todo parecía girar alrededor de él. Pero al querer desviar la mirada, mi cabeza se negó. Sus ojos me tenían irremediablemente atrapada, abrumando mis pensamientos, dejándome completamente desarmada.
Le dediqué una sonrisa.
-Después de tres lunas llegamos a su cueva y conocimos a sus crías-
recordé.
-Καητσ…- murmuró con repentina dulzura, mirándome con tal intensidad- no recordaba que fueras tan hermosa…
Los latidos de mi corazón se aceleraron.
Su rostro se contrajo en una sonrisa tímida, pero a la vez abierta y encantadora.
-¡Jefe Μεπεσ, llegó cυκŭητε al ζοτεrră!- dijo alguien a mi lado.
Ambos nos volvimos sobresaltados y nos alejamos automáticamente, percatándonos de la repentina cercanía entre los dos. El guerrero nos miró con la disculpa dibujada en el rostro, a sabiendas de que había interrumpido algo. Pero Μεπ se incorporó con repentina autoridad.
A pesar de ser un poco más bajito que su guerrero, se notaba la diferencia de mandos. Μεπ era de aquellos muchachos que podían tomar el control de la situación con calma, pero lanzar órdenes inflexibles.
-Denle la bienvenida y ofrézcanle algo de comer y beber. Ha de haber tenido que hacer un viaje muy largo.
El muchacho asintió rápidamente con la cabeza y dando media vuelta, se acercó a una muchacha para pasar las órdenes del jefe.
-¿No sabían de su visita?- pregunté confundida.
Μεπ no contestó de inmediato.
-Nunca puedes saber cuándo viene cυκŭητε… Sólo puedes esperar su visita cuando alguien está moribundo o tiene una enfermedad que la gente del agua no podemos curar.- dijo lentamente, con una calma escalofriante.
-¿No estará alguien enfermo?- insinué.
Ciertamente, cυκŭητε significa guía. Muchos decían que ella era una mujer que había vivido desde el nacimiento de la gente del agua, pero nadie conocía a sus progenitores. Algunos pensaban que una mujer del agua había conquistado a un hombre de la gente del agua y juntos habían engendrado a aquella mujer, que a parte de que conocía todas las plantas y hiervas del agua, el bosque y las montañas, tenía la clarividencia de su madre y la apariencia de su padre. Porque, cualquiera que supiera de los peligros del agua, también debía saber que en el agua, uno podía saber de su futuro si tenía suerte, o mejor dicho, si estaba en el lugar indicado, en el momento indicado.
-No que yo sepa- murmuró Μεπ sacando un cuchillo- y eso es lo que me preocupa.
Sus músculos se tensaron, al tiempo que enarbolaba el cuchillo. Me incorporé y lo obligué a bajar la mano armada.
Intercambiamos largas miradas. Pero al final, la mía venció a la suya, que desvió con cierta molestia.
-Primero asegurémonos de que es ella…- propuse en un susurro percatándome del caos que empezaba a reinar a nuestro alrededor.
La gente preparaba un lugar para cυκŭητε.
-Adelante, jefe, necesitas buscar un traductor. Ella no habla nuestra lengua- le recordé con la voz repentinamente temblorosa.- atiéndela, mientras yo ayudo por aquí- dije mirando cómo a una chica se le caía la olla de comida al suelo, entre tanta multitud, seguramente porque alguien le había chocado.
Μεπ enfundó nuevamente su cuchillo y me escrutó con la mirada por un instante, antes de tomarme entre sus brazos.
-Has de las tuyas, princesa. Nos vemos pronto- me susurró al oído antes de soltarme y perderse entre la muchedumbre.
Sonreí a pesar de que no fuera precisamente felicidad lo que sentía en aquel momento.
Pero tomé aire y comencé:
-¡Paren todos!
Sólo unos pocos escucharon mi grito, pero, al ver que los demás no se detenían, continuaron, dedicándome una mirada de disculpa. Maldije para mis adentros ¿Así cómo podría poner un poco de orden?
Miré a mí alrededor, pero lo único con lo que me encontré fue con caos por doquier. Unos corriendo por aquí, otros por acá, algunos gritando órdenes que no eran acatadas ¿Y todo por poner un solo lugar? Sacudí la cabeza cuando me llegó una idea a la cabeza.
Me abrí a duras penas paso entre la gente, hasta llegar a la mesa y pararme sobre ella. Lástima que no traía mi arco conmigo, hubiera sido más útil.
Cerré los ojos y levanté mi brazo hacia el techo de la gruta.
Respiré hondo antes de sentir cómo la energía fluía por mi cuerpo entero, hasta canalizarse en mi mano y materializarse en mis dedos. Una pequeña gota salió disparada hacia arriba, iluminando el recinto lo suficiente como para que todos pararan desconcertados. Supe que finalmente había atraído su atención.
Abrí los ojos lentamente escuchando la pequeña explosión que se produjo sobre mi cabeza.
Más de un centenar de rostros tenían la vista posada sobre mí. Y de repente ya no se escuchaba ni un solo ruido.
-Por favor, es sólo un lugar.- comencé subiendo mi voz para que los que estaban hasta atrás pudieran escucharme- Ustedes, muchachas- dije señalando hacia un grupito de chicas- vayan a la cocina y ayuden a la matrona.- las chicas no rechistaron, abriéndose paso entre la gente- y ahora, por favor, el resto, quiero que guarde la calma. Los músicos que toquen algo para los nervios y los muchachos de allí.- dije dirigiéndome ahora hacia un grupo de chicos- traigan los platos. No hay nada qué temer, así que les recomiendo que se sienten y continúen con la fiesta.
Todos se quedaron quietos en su lugar, mirándome con cara de pocos amigos.
Fruncí el ceño, hasta que finalmente los primeros se sentaron en sus respectivos lugares y guardaron silencio, mirando expectantes a los demás, que finalmente, en un murmullo silencioso tomaron su lugar.
Suspiré al tiempo que bajaba de la mesa.
Entonces el grupo de chicas que había mandado a la cocina, llegó con cacerolas de piedra que colocaron sobre la mesa. El hedor era casi putrefacto, pero era sabido que cυκŭητε no comía lo que la gente del agua.
Nadie tomó mis órdenes al pie de la letra, pues el silencio era sepulcral, todo lo contrario a una fiesta. De repente la tensión era palpable y a consecuencia del silencio que reinaba, se empezaron a escuchar voces provenientes del pasillo y pasos que se aproximaban. La sangre se me heló por dentro, aunque intenté guardar un semblante tranquilo y que inspirara confianza.
Nessy! gracias por dedicarme este capitulo, estuvo increíble, siempre tienes una forma de escribir increíble que atrae a cualquiera. éxitos y buena suerte en todo.
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarSí, me ausenté un rato, pero ya volví.
Sigo insistiendo, escribes muy bien ;) me entretengo mucho leyendo tus cuentos.
Sigue así y tal vez un día esté comprando tus libros :)
Saludos!
Atte. Anónim@