sábado, 20 de noviembre de 2010

¿Nuevo hogar?

Daré una breve explicación jejejeje bueno, desde hace un año ya tenía escritas estas líneas jejejejeje ya estaba destinado que Any sería secuestrada, pero... como no me gustó la primera versión que hice de esta historia, la repetí varias veces y por eso hace varios capítulos mencioné que ya no tenía nada escrito, porque, sí lo tenía, pero no me gustaba. Pero, desde ahora, serán cosas que ya había escrito desde hace un año, cuando era muuuuuy mala para escribir. Entonces, espero que les guste y muchas gracias por los comentarios, que me parecieron ¡hermosos! jejejeje :D


Abrí los ojos de golpe. Estaba sudando de pies a cabeza. Me incorporé sobresaltada y miré a mí alrededor con desconcierto.

Había una ventana enfrente de mí que alumbraba la esplendorosa y lujosa recámara en la que me encontraba prisionera. Sentí rabia, pero tuve que contenerla al sentir el pulsante dolor en mi cabeza. Automáticamente coloqué mi mano sobre ella. Miré con mayor atención el lugar. Había dos estantes de libros al lado de la ventana. Justo enfrente había una hermosa mesita de té con dos sillas a juego sobre un tapete perfectamente hilado. Aquellos colores opacos le daban un aspecto triste a la habitación. La pared de madera tallada y brillante se confundía un poco con el piso haciéndome sentir encerrada en una caja. Incluso había una cómoda a mi lado con un reloj mostrando las seis, pero ¿De la mañana o de la tarde?

Me removí incómoda en la cama de dosel. Pero si éste no era mi cuarto. A penas caía en la cuenta de que nada era un sueño. Todo era real. Me sentí encolerizada al saber que todo era gracias al tal Mateus. Me incorporé y paseé de un lado al otro de la habitación. Primero que nada: No sabía dónde estaba. En segundo: Ni si quiera sabía por qué tantos lujos. Y por último: ¿Qué pasaría conmigo?

En ese momento se abrió la puerta de la habitación. Una joven de aspecto humilde se adentró con cautela, mirándome de pies a cabeza. Me paré en seco.

-¿Quién eres?- pregunté.

-Soy Adelaida.- contestó tímidamente.- Yo soy la encargada de limpiar tu habitación.

La miré con el seño fruncido.

-No lo necesito.- contesté con poca cortesía.

La joven se encogió intimidada.

La fulminé con la mirada. Al ver su miedo, suavicé mi expresión y sonreí.

-Lo lamento, estoy asustada, eso es todo…- me disculpé avergonzada.

-¡Qué terrible! El señor Mateus a veces es muy cruel, pero tiene sus razones.

Respiré hondo intentando no explotar de rabia ¿Cómo se excusaba por él?

-Sólo quisiera saber dónde estoy.- susurré entrecortadamente.

-Pues, no puedo decir mucho. Sólo que usted está en Londres, en un instituto. El buen señor Mateus sabía que usted tiene que terminar sus estudios antes de que se casen.

Ahogué un grito encolerizado. Me sentía impotente, aterrada y a pesar de todo quería estrangularlo. Ya había lastimado suficiente a mi familia sólo por querer casarse conmigo. Empecé a caminar de un lado a otro con impaciencia.

-¿Cómo se llama el instituto?- pregunté.

-No se me está permitido decirlo.- susurró avergonzada.

Maldije para mis adentros. Nos quedamos calladas.

-Debería prepararse, las clases empiezan en una hora.- dijo antes de salir de la habitación.

Miré cómo se cerraba la puerta. Me volví, había una puerta al fondo. Me acerqué y la abrí. Un inmenso baño. La cerré de golpe y corrí a la cama. Me tendí y empecé a llorar. A pesar de que no sirviera de nada me sentía vacía, necesitaba desahogarme. Esto era una locura.

A los pocos minutos alguien tocó la puerta.

-Pasen.- dije con la voz quebrada.

Adelaida abrió y se acercó a mí con un bulto de ropa en la mano. Lo extendió hacia mí.

-Es tu uniforme.

Gruñí. No me pondría uniforme.

-Señorita Sabas, por favor. Si llega tarde su esposo se enojará.

La miré con desdén.

-No es mi esposo ni mucho menos mi novio… ¿Entendido?- dije molesta.

Ella pareció intimidada. Dejó la ropa a mi lado y salió de la habitación rápidamente. Descubrí mi rostro y tomé la ropa. Me metí al baño y me di una ducha, larga y algo tranquilizante. Me sequé el cabello con lentitud y me puse la ropa con desgana. Una blusa de botones, un suéter azul claro, una falda del mismo color y unas medias. Cuando salí, un sequito de hombres corpulentos e intimidantes me esperaban. Los miré sorprendida.

-¿Pero qué…

-Venimos por órdenes del señor. La escoltaremos a su salón.- dijo uno con voz autoritaria.

Asentí lentamente, indignada y me dirigí a la puerta. Los seis me abrieron paso. Al salir, una señora de mediana estatura, curvas grandes y el rostro surcado de arrugas me esperaba. Me extendió la mano y se la estreché.

-Buenas tardes, jovencita Baggio.

Aquello me desconcertó completamente ¿Baggio? Pero ¿De dónde había sacado aquel apellido? Caí en la cuenta unos minutos después, cuando la directora me empezó a mostrar el instituto. Parecía ser que ya me tomaban como la supuesta esposa de Mateus. Me sentí asqueada. Ya no podía soportarlo.

El recuerdo

¡¡¡Muchas gracias por los votos!!! Me han sido de mucho apoyo :D :D :D Ahora sé exactamente qué es lo que voy a hacer :D (Bueno, en realidad no jejejeje pero tengo una idea jejejejeje) Pero, en fin. Gracias por los comentarios, el apoyo, sigo estando feliz :D :D :D :D Muuuuuy feliz en realidad con el blog y todo se los debo a ustedes, muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuchas gracias y espero que les guste el capítulo. Éste se los dedico a cada una de las seguidoras del blog.

-No me voy con ustedes- dije firmemente.


Y a pesar de todo, mis piernas empezaron a temblar descontroladas.

-¡Vamos, cariño! Si no cooperas, tendremos que hacerlo por la fuerza y créeme que a ninguno de nosotros nos va a gustar eso ¿Entendido?- dijo con fingida inocencia.

Negué rotundamente con la cabeza.

Entonces una horrible sonrisa de gato se dibujó en su rostro demacrado. Un involuntario escalofrío pasó por mi espalda. Me dispuse a gritar, pero uno de ellos tapó mi boca con fiereza.

Me sacudí, pataleando y dando golpes a ciegas, pero ninguno de ellos sirvió para que me soltaran.

Colocaron un pañuelo de un olor fétido sobre mi nariz y a pesar de resistirme, a falta de aire, respiré el olor, perdiendo la consciencia a los pocos minutos.



Esta parte la cuenta Danny jejejeje la verdad es que me dio repentinamente ganas de escribir desde su perspectiva jajajaja

El dolor era fuerte, tan fuerte que ya no podía soportarlo. Mi madre se había ido, nunca la volvería a ver, nunca me volvería a abrazar o consolar. La habíamos perdido para siempre. Cuerpo y alma, separados por una larga distancia. Intenté consolarme con la idea de que su alma volaría entre las estrellas como siempre había deseado, pero a pesar de eso... la extrañaba sobremanera. No lo podía creer aún. No podía creer que ella se había ido.

Uno de los doctores colocó la caja sobre mis manos. Escruté con la mirada cada detalle, aprendiéndomelo de memoria. Ella siempre quiso que la lleváramos a la iglesia donde se casó con mi padre.

Me volví hacia Fabián y con pasos cansinos quedé frente a él, entrégandole lo que quedaba del cuerpo de mi madre, reducido a cenizas. Él lo tomó con manos temblorosas.

-Cumpliremos nuestra promesa- murmuró.

Papá y yo asentimos con poco ánimo.

Entonces lo reconocí en mi interior al instante. Algo andaba terriblemente mal... era una punzada tan fuerte de dolor, que no pude evitar un gemido casi inaudible. Ambos hombres se volvieron hacia mí con la preocupación reflejada en el rostro.

-Any...- murmuré entre dientes.

Sin pensarlo dos veces salí corriendo de la habitación gritando su nombre. Quería ver que estuviera sana salva y que todo hubiera sido una confusión. Pasé de pasillo en pasillo, sin ver si quiera rastro de ella... paré y golpeé la pared con fuerza, maldiciendo por mi error ¿Se habría
enojado conmigo por haberle pedido que saliera para dejarnos un momento a solas?

Rápidamente saqué el celular de mi bolsillo y marqué con insistencia el número que desde hacía meses me sabía.

Esperé con impaciencia a que alguien contestara, pero el desesperante pitido me dejó rígido en mi lugar maldiciendo en voz baja. Seguramente tenía el celular apagado, algo raro cuando se trataba de Any.

Caminé de un lado para otro estrujándome el cerebro buscando una posible explicación a su desaparición tan repentina. Entonces marqué por segunda vez, pero el celular seguía apagado. Lo pensé por un momento, aún con el celular en la mano y entonces, sin más preámbulos, marqué el número de su casa.

Al tercer pitido alguien tomó la llamada.

-¿Sí?- contestó su madre.

-¡Hola, señora Sabas! Me preguntaba si estaba Any por ahí- contesté con los nervios carcomiéndome por dentro.

-Pensé que estaba contigo- contestó notablemente sorprendida- ¿Pasó algo?

Me arrepentí de haber marcado aquel número ¿Ahora qué le diría a su progenitora? "Señora Sabas, es que su hija me dejó aquí. Parece que desapareció y no contesta a su celular". Sacudí la cabeza. No podía darle tal susto a la mamá.

-Es sólo que se fue y quería saber si ya había llegado a su casa, pero no contesta- expliqué.

-¿En serio?- preguntó incrédula.- ¡Qué extraño! Déjame lo intento yo y te digo si me contesta.

-Gracias- dije aliviado por su reacción.

Aunque tenía el mal presentimiento de que no contestaría ni llegaría a casa, me abstuve de presentar mis dudas en voz alta.

-Parece que su celular está apagado, cariño ¿Quieres que le diga que te hable cuando llegue?- preguntó tranquilamente.

-Por favor, señora Sabas, me encantaría saber cómo se encuentra- dije disimulando los nervios.

-Muy bien, Danny. Entonces te hablo al rato, cariño- dijo antes de colgar.

No pude mover ni un sólo músculo. La madre parecía tan segura, pero mi presentimiento auguraba todo lo contrario. Sentía con una fuerza aplastante que ella no llegaría a su casa ni volvería a prender su celular.

Recordé con claridad aquella cena que aborrecí desde el principio, sintiendo un vago sentimiento de familiaridad.

El salón era más grande de lo que esperaba. Busqué con la mirada a aquella chica risueña que había conocido el día anterior ¿Podría ser que después de tantos años me hubiera enamorado? Mamá no me soltaba del brazo, conduciéndome por cada mesa, saludando a cada uno de los conocidos de mis padres.

Entonces vi a sus padres, pero ningún rastro de ella. Ambos estaban visiblemente nerviosos, tomados de la mano, el señor le susurraba algo a su esposa en el oído.


Mis padres se acercaron a ellos. Ambos se incorporaron de golpe.

-¿Qué tal, compañero?- dijo el padre de Any estrechando la mano del mío.

-Pues cansados, aún no nos hemos recuperado de la fiesta de ayer- contestó mi papá.

-¿Cómo está tu esposa?- dijo dirigiéndose a mi madre.

Estrecharon las manos.

-Perfecta como siempre- dijo la madre de Any.

Ambas mujeres soltaron una risa y se dieron un abrazo.

-Hola, Danny- dijo la señora.

Extendí mi mano por cortesía y estreché la suya, dándole un beso en la mejilla.

-¡Cuánto le hubiera encantado venir a Any!- dijo el esposo, colocando sus dos manos
sobre los hombros de su mujer- pero tenía que atender a unos invitados.

Sonreí con desánimo.

-Cuánto me hubiera encantado verla- contesté.

Las dos parejas soltaron una carcajada.

-¡Qué muchacho más conciderado!- le dijo la madre a la mía.

Entonces los cinco nos sentamos en nuestros respectivos lugares.

Suspiré resignado y empecé a juguetear con los tenedores, desalentado por la perspectiva de
pasar largas horas sentado sin poder hacer nada.

Y por segunda vez en el día sentí aquella punzada de inseguridad ¿Sería por ella? Miré a mí alrededor con desconfianza.

-¡Danny, cariño!- dijo la madre de Any- Quiero presentarte a alguien, ven.

Ella se incorporó y yo con ella.

Me tomó del brazo y me guió hasta una mesa en la que se sentaba una pareja con una joven
que parecía de mi edad.

-Ella es Iris, hija de un compañero de trabajo de tu padre.- nos presentó.

La chica se incorporó con una gracia algo turbadora y extendió su mano.

La estreché con confusión.

-Iris, él es Danny- le dijo a la joven, que no me quitaba la vista de encima.

-Un placer, Iris.- dije sonriente.

Me contestó con una sonrisa bella, recordándome a Any por un momento.

Nos sentamos en un lugar apartado del los adultos y empezamos a platicar, pero... no pude evitar compararlo con la visita al parque el día anterior. Me daba la sensación de que Any tenía algo especial, algo diferente a las demás chicas que me dejaba sin aliento. Era como si Iris no estuviera presente en la plática. Estaba más concentrada en su aspecto que en ver de qué se trataba la conversación, por lo que, después de un largo rato que me parecieron horas, me despedí cortésmente de ella y volví a la mesa con los adultos.

-¿No te agradó Iris?- preguntó la madre de Any descepcionada.

-Lo siento, pero ella estaba más preocupada por su aspecto, que ni si quiera pensaba en lo que
decía- me disculpé.

Los cuatro adultos soltaron una carcajada.

Entonces, el jefe de mi padre se acercó con garbo a nuestra mesa. Estaba sonriente. Nos escrutó a cada uno con la mirada, sin perder la sonrisa, hasta que un atisbo de decepción asomó en aquellos ojos grises y fríos.

-Señor Sabas, me pregunta dónde está su hija- dijo con vanidad.

La pareja se miró nerviosa, como si desde el principio hubieran sabido que eso iba a pasar. El señor parecía haberse quedado sin habla, entonces la esposa se armó de valor y se irguió en todo su esplendor.

-Ella tenía otros asuntos que atender- dijo encarándolo con fiereza.

-¿En serio?- dijo el jefe con ironía- ¿Asuntos más importantes que éste?

-Sí- contestó la esposa con firmeza.

El rostro del jefe se desfiguró por la ira.

-¿Saben el motivo de esta fiesta?- preguntó amenazante.

Ambos negaron con la cabeza.

Entonces el jefe encaró a toda la comitiva de fiesta, subiendo su tono de voz.

-El motivo de esta fiesta era pedirle la mano a la hija de la familia Sabas, pero, por desconcideración no la trajeron porque "ella tenía asuntos más importantes que atender"-dijo explícito, repitiendo las palabras de la señora Sabas.

Todos en el salón parecían sorprendidos, pero el silencio era sepulcral, todos atentos al alboroto.

El jefe de ambos hombres se volvió con brusquedad.

-Richard, te íbamos a acender. Con tu hija a mi lado te necesitaría más cerca para satisfacerlos de todas las formas- dijo con voz fría.

El señor Sabas y yo bufamos al unísono.

-¡Qué sucio es usted desposando a una joven que a penas cumplirá los dieciseis años! ¡Qué convenenciero y cobarde! Ni aunque me acendiera dejaré que tome a mi hija como su esposa ¿Me ha entendido? Ella elegirá de quien se enamore, no será un matrimonio forzado y mucho menos con un...- calló de golpe antes de continuar- con usted.

La cara del jefe se enrojeció como un tomate.

-¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera, Richard?- dijo encolerizado- ¡Soy tu jefe y te mando! ¡¿Entendido?!

¡Ahora resultaba! Sin pensarlo dos veces, me incorporé de mi asiento.

-¿Qué haces, Danny?- susurró mamá temerosa.

Ignoré sus súplicas, plantándome frente al hombre. Y sin más preámbulos, le di un certero golpe en el rostro, provocando una herida sobre su pómulo.

Todos en sala dieron gritos de desconcierto.

Mi madre se incorporó y me tomó de los brazos, evitando que me abalanzara sobre él.

-Y nada más faltaba usted, señor Fontana...- murmuró el jefe entre dientes.

Lo fulminé con la mirada.

-Ambos están despedidos...- se volvió hacia el papá de Any- y que te quede claro, Sabas, ella será mía a como de lugar.

Volví a la realidad de golpe. Mi respiración se había vuelto agitada. Yo la amaba desde que la había visto y a penas me daba cuenta ¡Debía hablar con ella!... pero... antes que nada... debía encontrarla.

jueves, 18 de noviembre de 2010

La larga despedida

¡¡¡Hola a todas!!! jejejeje aquí me reporto recién operada ;) Es un gran inconveniente para mi mano jejejeje pues allí me operaron entonces escribo demasssssssiado lento jejejeje Aún así, tengo los capítulos preparados jejejeje
Les agradezco con el alma :D Los comentarios, siempre me ponen feliz... ver que a las demás les gusta mi historia. Yo también pronto entraré en exámenes jajajaja (Sé más o menos cómo te sientes Zeta, jejeje los exámenes son pesados y me parece que la la frase que pusiste está completamente en lo correcto :D Las mejores cosas pasan cuando menos nos lo esperamos y siempre terminamos preguntándonos ¿Cómo pasó? :S) entonces, quizás sean semanas un poco irregulares con los capítulos, quizás iré diciendo que en lugar de miércoles será jueves o quizás sábado jejeje espero que eso no les moleste :) Muuuchas gracias por todo y aquí les dejo el capítulo.

Juntos caminamos de la mano a la sala de incineración. Danny parecía saberse el camino de memoria. Pero a pesar de todo, tanta tristeza, soledad... sentía aquella chispa. Esa chispa que jugueteaba felizmente entre nuestras manos, brillando cada vez con mayor intensidad. Ambos nos volvimos hacia las manos, chocando con las cabezas.


Empezamos a reír. Me acarició suavemente.

-Lo siento- dijimos ambos al unísono.

Soltamos una carcajada.

-Yo también puedo sentirlo- murmuró Danny presionando dulcemente mi mano.


-Ambos- lo corregí.


Nos escrutamos un momento con la mirada.


Entonces una hermosa sonrisa se dibujó en aquellos perfectos labios. Correspondí con otra.


Empezamos a caminar nuevamente. No pude evitar la tentación de mirarlo de reojo. Me sentía tan afortunada de que él me quisiera. Aún no podía asimilarlo correctamente. Aquella sensación de cosquilleo que recorría mi cuerpo cada vez que lo miraba, aquella sonrisa cada vez que pronunciaba una palabra. Él era perfecto. Tan conciderado, tan observador, persuasivo.


Entonces llegamos a nuestro destino. Danny paró y se volvió a mí. Parecía que la duda lo embarga nuevamente.


Respiré hondo y acaricié su mejilla, intentando infundirle valor. Aquel era el momento en el que se despediría de su madre. Sería la última vez que la vería... sentí aquel dolor punzante en el estómago. Automáticamente coloqué mi mano libre sobre él y presioné con suavidad.


-Danny- susurré- No la perderás para siempre.


Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.


-Eso espero- murmuró respirando hondo- gracias, hermanita.


Me dio un suave beso en la mejilla, que provocó que me ruborizara. Entonces, con la mano libre,
giró la perilla de la puerta y abrió.


La mujer estaba tendida en una mesa, envuelta en sábanas blancas, lo único que se veía de ella era su hermoso color de piel. Un marfil pálido que brillaba a la luz del Sol que se filtraba por la ventana. Sus labios tenían un rosado hermoso y reluciente, como si se hubiera maquillado para la ocasión, una bella sonrisa recorría su rostro, marcando sus pómulos, donde se proyectaba la sombra de sus largas pestañas y sus párpados cerrados, sin presión, con suavidad. Parecía un ángel dormido, incluso su cabello, de un color castaño fuerte, colocado de forma de avanico
alrededor de su rostro.


Danny presionó mi mano, intentando contener el dolor que le oprimía el pecho, aumentando mi dolor de estómago, provocado por aquel vacío interminable que lo único que mantenía era un sufrimiento invisible pero palpable.


Fabián y su padre observaban a la mujer inerte con un gran respeto, pero a la vez con una expresión melancólica. Era como si esperaran que en cualquier momento se despertara del sueño que parecía agradable por su sonrisa.


Dos doctores nos observaban con pesar desde una recóndita esquina de la habitación, seguramente esperando a que la familia diera la señal.


Me volví hacia Danny y lo escruté con la mirada.


-Es la última vez que la verás en cuerpo- le recordé dándole un pequeño emujoncito para que se
despidiera por segunda vez.


Vaciló por un momento antes de soltar mi mano y acercarse a su hermano y a su padre. Uno a uno le dieron un beso en la frente y silenciosamente, Fabián hizo un seco asentimiento de cabeza a los doctores, que de tres zancadas llegaron frente a la mamá.


Contuve el aire.


Entonces, repentinamente la mujer se prendió en llamas y no pude ver más su rostro. Busqué a Danny con la mirada, pero sus hermosos ojos verde esmeralda ahora estaban iluminados fieramente con las llamas, que no dejaban de chisporrotear.


Uno de los doctores abrió una puerta que daba al patio, dejando que el humo del fuego saliera, pues ya empezaba a sofocarme.


Era como si Danny pudiera ver cómo su madre se consumía a cada momento, hasta que despues de unos largos y dolorosos minutos las llamas terminaron por ser apagadas y no quedaron más que cenizas. Fueron metidas a una hermosa caja de plata con pequeñas incrustaciones de esmeralda. Ni una sola ceniza quedó fuera de la caja, que parecía acolchada de tela roja.


Una única lágrima, cargada de todo el dolor que ya nos oprimía a ambos se desbordó por la mejilla de Danny hasta quedar atrapada en su mentón. Me acerqué lentamente y se la quité con suavidad.


Intercambiamos una larga y significativa mirada. Él quería estar sólo.


Asentí lentamente ¡Era de esperarse! Y no lo iba a contradecir.


Acaricié su mejilla por segunda vez. Bajé el brazo a mi costado, algo dudosa. Y viendo hacia el piso di media vuelta y con un fugaz movimiento de mano me despedí de Fabián y de su padre
antes de salir de la habitación cerrando la puerta tras de mí.


Caminé por los pasillos desiertos, y sin poder evitarlo más me recargué en la pared y me derrumbé lentamente hasta que mi cabeza quedó entre mis rodillas.


Confundida era como me sentía. Lo amaba, pero sentía dolor, un dolor que oprimía mi pecho y mi estómago. Recordándome al vacío. Sólo él me hacía sentirme de esa manera. Nunca nadie me había hecho sentir así, tanto dolor, que no podría soportarlo más. Como si nuestro dolor se hubiera unido. Pero por otro lado ¡Cuánto deseaba haberme quedado a su lado! Pero él necesitaba tiempo, debía recuperarse.


Me sobresalté al sentir una mano helada y gélida sobre mi hombro. Levanté la cabeza y vi a tres hombres completamente vestidos de negro acorralándome contra la pared. Me incorporé de un salto, sacundiendo la mano del hombre.


Los fulminé con la mirada.


-¿Qué quieren?- pregunté desafiante.


Uno de ellos soltó una carcajada.


-Tienes una cita pendiente, linda ¿No lo recuerdas? Supongo que como estaba tan oscuro aquella
noche no pudiste ver mi rostro con claridad... o quizás no me reconoces porque ahora tengo una cicatriz en el rostro por cortesía de tu noviecito...- dijo con desdén.


Maldije para mis adentros ¡Para colmo! Mateos seguía queriendo que fuera su esposa...

Hasta el lunes

¡Lo siento! Esta entrada es rápida, es que ahora tengo problemas con la escuela y no he tenido tiempo de publicar... en serio que ahora no me ha dado tiempo de nada jejeje y tampoco podré publicar mañana porque me van a operar y es el cumpleaños de mi mamá, entonces no voy a estar en casa y no tendré computadora donde escribir :S Lo siento tanto... desde el lunes que viene empezarán nuevamente los horarios normales (Lunes, miércoles y viernes) ahora traía en mente una historia que podría llegar a los cincuenta capítulos jejejeje pero con tanta cosa no he podido empezar a escribir. Bueno, entonces ¡El próximo capítulo llegará el lunes! jejeje muchas gracias por todo.

martes, 9 de noviembre de 2010

La despedida

Jejejejeje quedé medio confundida y dolida. Creo que la historia, pues... se ha basado en hechos reales que han pasado en mi vida jeje hechos que me han dejado muy sorprendida, traumada, entonces, pues.... humm... :$ Este capítulo se lo dedico a mi tía, que murió hace un mes.
Muchas gracias, Belle. Tus comentarios son muuuuuy lindos, me encantan, me suben el ánimo en realidad ¡¡¡Mucho!!! Hizo un poco más largo el capítulo (o eso creo :P) jejejeje y muchas gracias a ToDaS por leer, que eso también me pone muuuy feliz :D


-Hemos llegado- avisó Fabián bajando del auto.

Danny me tomó entre sus brazos, y como a una niña pequeña me sacó del auto sin ninguna dificultad, sonriendo, seguramente, al sentir mis latidos desbocados. Dejó que mis pies tocaran el piso nuevamente, aunque de puntitas, pues había atrapado mis labios. Me sostenía de la cintura con una presión dulce, atrapándome entre ese mar de cariño. Me sentí turbada, con su delicioso aroma y su excelente forma de besar. Cuando me dejó nuevamente sobre el piso, tomando mi mano únicamente mi respiración aún no se recuperaba y mi equilibrio fallaba.

-Ve cómo dejaste a la pobre Any- se quejó Fabián observándome de pies a cabeza.

Ambos soltamos una carcajada.

-Estoy bien- aseguré sonrojándome.

Fabián bufó.

-Par de tortolitos... nunca pense que besaras tan bien, hermanito- lo felicitó Fabián con ironía.

Danny lo fulminó con la mirada. Fabián correspondió con una desafiante antes de darnos la espalda para entrar al hospital. Entonces el aire se volvió tan serio que hubiera podido ser cortado por un cuchillo con mucha facilidad.

Danny estrechó mi mano con nerviosismo. Me volví hacia él y sonreí, intentando infundirle valor.

Fabián caminó hacia la resepción. La sala estaba triste, melancólica. Todos parecían guardar un respetuoso silencio a los pacientes. Y nosotros no nos atrevimos a romperlo. Incluso Fabián, al acercarse a la enfermera, habló en susurros. Después de un largo intercambio de palabras, le entregó un documento de varias páginas que la enfermera revisó con desmedido cuidado.

Entonces sonrió amablemente y lo invitó a que lo siguiera con un grácil movimiento de mano.

Fabián se volvió fugazmente hacia nosotros con ademán de que lo siguiéramos. Su semblante era frío e igual de melancólico que el de todos los familiares y amigos de otros pacientes.

Jalé a Danny con suavidad, pues parecía rígido en su lugar, con la mirada inexpresiva fija en un punto indefinido.

-Danny...- susurré apremiándolo.

Fabián y la enfermera ya habían desaparecido por la esquina del pasillo a nuestro lado izquierdo.

Él sacudió la cabeza y caminó automáticamente por el pasillo. Mirando por los gigantesco ventanales.

Sentí su terrible y oprimente dolor como si fuera mío... y sin poder evitarlo, derramé las lágrimas que se acumulaban en mis ojos, ya nublados de la vista. Entonces sentí sus cálidos dedos limpiarlas con una ternura que provocó que hirviera mi sangre. Haciéndome sentir desconcertada y confusa, preguntándome qué sentimiento predominaba en mi interior, si la tristeza infinita o el amor inquebrantable.

Paramos en seco. Danny tomó mis dos manos y besó mi frente.

-No llores, hermanita.- me susurró al oído con una apagada picardía- sé lo que sientes... y lamento que tenga que ser así. Lamento ser el culpable de tu sufrimiento.

Negué rotundamente con la cabeza.

-No digas eso, Danny- murmuré conmovida.- tú no tienes la culpa de nada.

Danny rió, pero de forma apagada, como si en realidad él sólo fuera una ilusión, alejado de mí por miles de kilómetros.

-No sé qué va a pasar- murmuró con una frialdad ajena en él.

Sacudí la cabeza.

-Nadie lo sabe, Danny. Nosotros no podemos controlar el futuro, pero sí podemos disfrutar del presente. Tú sabes que ella siempre estará contigo...- intenté consolarlo.

Su sonrisa fue menos apagada que antes.

Sentí cierto cosquilleo en mi estómago. Me rodeó con sus musculosos brazos, si cabía mencionar, y me estrechó con fuerza.

-No sé qué haría sin ti, Any- murmuró.

Sonreí.

-Vamos, Danny, que si no, no podrás despedirte correctamente- lo apremié.

Logré robarle una leve sonrisa.

-La despedida fue el último día que la vi...
.
Me volví. La sonrisa en mi rostro desapareció al escuchar esas palabras.

-¿Viva?- terminé por él.

Él asintió con cierta dificultad.

-Sabía que su fin venía...- suspiró con tristeza- lo presentía con una fuerza desmesurada y dañina...

Verlo confesarse de esa manera me dolió más, acumulando el dolor que ya sentía ¡Por primera vez su don me pareció terrible! ¡Prever la muerte de tus seres queridos debía ser devastador y doloroso!

-¿Tú lo sabías...?- murmuré incrédula.

Danny asintió con repentina rabia.

-Le dije a mi padre y a mi hermano, pero ambos me ignoraron. Les dije que la pusieran en terapia más intensiva... pero...- respiró hondo, cambiando repentinamente a una melancolia desconcertante- no me creyeron... no... me hicieron caso... y me despedí de ella. Ya no podía mantener las esperanzas, aquel dolor apagaba todo sentimiento, ella se veía tan distante, cada día más consumida, la vitalidad desapareció, si habitual felicidad despareció y sus ojos...

Cerró los ojos y los apretó con fuerza.

-Y sus ojos- continuó con la voz más fría que jamás le había escuchado pronunciar- perdieron todo color, se volvieron opacos, fríos y asustados. No permitía la entrada de ningún visitante, ni si quiera la de su propia familia... por miedo a que la vieran en ese estado se distanció de todos. Los doctores nos informaron que dejó de comer, de hablar e incluso de reaccionar. Pasaba el día inmóvil, mirando por la ventana, no se movía cuando le daban su comida, no contestaba cuando le preguntaban por su bien estar... y fue por esos días que nos dejaron pasar sin su concentimiento. Yo fui el último, quería verla a solas. Quería hablar con ella, devolvernos las esperanzas a ambos. Al entrar no se movió, com habían dicho, lo confirmé en aquel momento. Su expresión era de un susto desconcertante. Su níveas manos estaban heladas, sin expresar nada, me senté a su lado, tomando su mano, la sacudí varias veces intentando devolverla a la vida, pero fue en vano. Nunca sentí tanta tristeza como en aquel momento. La punzada que me recordaba la cercanía de su muerte cruzó por mi pecho en aquella habitación y... a sabiendas de que faltaba poco... le dije adiós. Estreché su mano por última vez, besé su rostro ceniciento por última vez y me despedí de ella para siempre...

Negué con la cabeza, conmocionada por aquella despedida tan... triste.

-Murió esa misma noche, recostándose por primera vez, a la mañana siguiente parecía un ángel dormido.- terminó con la voz quebrada.

Mis silenciosos sollozos se volvieron histéricos, buscando palabras de consuelo, pero no las había. No podía prometerle que ella volvería o que todo mejoraría, eso dependía de él.

Entreabrí mis labios. Pero Danny colocó su dedo sobre ellos con suavidad, en un ademán para que guardara silencio.

-No tienes que decir nada, Any. Tu presencia ya es suficiente.- me consoló él a mí.

¡Pero si se suponía que yo debía consolarlo a él! Y aún así quedé conmovida.

-Te amo- dije encontrando finalmente las palabras adecuadas, perfectas, las únicas que habían superado mis espectativas.

Danny sonrió con un atisbo de felicidad en sus hermosos ojos color verde esmeralda.

-Te amo- correspondió.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Sólo ella

Éste es un fragmento nada más de lo que le pasa a Any... jejejeje y bueno... ¡¡¡Bienvenida a la nueva seguidora!!! jijijijiji ¡¡¡SSSSSSSSÍÍÍÍÍ!!! Sigo feliz, honor que me hace tener trece seguidoras ;)
muchas gracias por los comentarios y espero que les guste el capítulo



El silencio fue sepulcral, interrumpido por unos cuantos intercambios de palabras durante todo el trayecto al hospital, donde incinerarían al cuerpo antes de llevarlo a la iglesia.


Respiré hondo y cerré los ojos, agotada por tanto sufrimiento y cansancio. Danny me besó entre el cabello con una suavidad turbadora.

-Te despertaré cuando lleguemos- fue lo último que alcancé a escuchar antes de caer rendida.

Sentía tanta calidez y comodida en sus brazos, en su regazo. Eran increíbles todas las sensaciones que prendían hasta la más recóndita de mis células. A pesar de todos los problemas, estar en sus brazos me reconfortaba, me tranquilizaba y me llenaba de paz por un momento, lo suficiente como para poder dormir durante un rato...




Bueno, les dejo un fragmento contado por Danny. Ahora sabrán cómo se siente él frente a Any jijijiji




Cuánto me había hecho cambiar la chica que ahora dormía en mi regazo, sin inmutarse, con una paz perfecta y una sonrisa de feliz satisfacción. Tenía ganas de probar esos labios, sentir esa dulzura, ver sus hermosos ojos que tanto me cautivaban y me dejaban sin aire, pero ahora, dormida con tal inocencia, no me atreví a perturbarla.

Me limité a observar sus finas y suaves facciones, el color carmesí de sus mejillas y el brillo de su cabello castaño a la luz del Sol, preguntándome cómo habíamos terminado tan unidos. Quizás no debía preguntármelo, sólo debía aceptar las cosas como eran, pero ella, hasta con la pregunta más insignificante me despertaban una curiosidad que nunca había sentido antes de conocerla. Recordar que la primera vez que hablamos la veía sólo como una amiga, pero una amiga verdadera, de ésas que nunca te dejan y siempre están a tu lado. Pero ahora... la noche, el cariño, nuestro primer beso... que hasta estaba más confundido que antes. Y lo mejor de todo era que después de no haber logrado controlarme frente a ella, ahora éramos novios. Sentí ganas de reír cuando recordé su sonrisilla, disimulando una carcajada ¿Sería que ella también estaba tan enamorada de mí como yo de ella?
-Hermano- dijo una voz lejana- despierta del trance... necesito que me digas por dónde seguir.

Me sobresalté y me volví hacia Fabián. Miré confundido a mí alrededor, ubicándome.

-Sigue hasta llegar al semáforo y da vuelta a la derecha- dije.

Fabián asintió.

El silencio reinó dentro de la camioneta.

Me volví algo ausente hacia la ventana. Any se removió con suavidad. Acomodé mis brazos de forma que ella pudiera dormir mejor. Me sentí culpable por un momento al recordar que ella había pasado toda la noche despierta en mi casa.

-¿Qué tal anoche?- preguntó Fabián distraídamente.

No pude evitar aquella diminuta sonrisa que se dibujó en mi rostro.

-Excelente- me limité a contestar.

-Vamos, con detalle, hermano, que ayer, con tanta lluvia, no alcancé a ver nada de lo que pasó en la entrada de la casa- me incitó.

Mi sonrisa se ensanchó.

-¿Cuenta si te digo que sentí magia en ese momento?- pregunté.

Fabián negó rotundamente con la cabeza.

-La magia no existe- contradijo.

Ahora fui yo el que negó con la cabeza.

-Te equivocas- murmuré.

Fabián bufó.

-Dame una prueba- me desafió.

-Bueno, recuerda que la mayoría de las veces adivino lo que va a pasar...

Fabián soltó una carcajada histérica.

-Pero todo tiene una explicación.

-¿Cuál es la explicación?

-Pues que de alguna manera te enteras de todo antes de que pase...- murmuró pensativo.

Sonreí nuevamente.

-Sigues equivocado, hermano. La magia existe, y aunque vayas siempre por lo ciéntifico, la magia no tiene explicación.

-Porque no existe- repitió molesto.

-No voy a pelear contigo por esto- le advertí.

Nos fulminamos un momento con la mirada. Fui el primero en desviarla, cuando Any volvió a removerse. Su rostro se contrajo en una mueca de sufrimiento. Acaricié su mejilla, experimentando una sensación de alivio y seguridad. Sentí el escalofrío que pasó por mi espalda cuando rocé su rostro nuevamente.

Sus ojos se entreabrieron, sonreí a su mirada.

Ella correspondió con otra sonrisa antes de incorporarse y darme un beso en la mejilla, provocando que mi sangre hirviera.

-¿Dormiste bien?- le susurré al oído.

Aquel sonrojo carmesí subió de tono.

-Eso creo...- murmuró con la voz ronca.

Fruncí el seño.

-¿Quieres dormir un poco más?- le pregunté.

Ella negó con la cabeza.

-Ya vamos a llegar así que no se ilusionen.- murmuró Fabián aún molesto.

El rostro de Any se mostró dudosa.

-Lamento haber dormido tanto, si en eso nos atrasé con algo...

-Tranquila,- la interrumpió Fabián dedicándome una mirada significativa- tú no has hecho nada.

Any se percató de la tensión y del intercambio de miradas.

-¿Pasó algo mientras yo dormía?- me preguntó.

Negué con la cabeza.

-No, no pasó nada- mentí.

Entonces Fabián paró sin previo aviso. Miré hacia mi lado izquierdo, donde se erguía un edificio de gran tamaño, en su mayoría ocupado por ventanas de cortinas blancas.

Suspiré con nostalgia, recordando sin más remedio a mi difunta y querida madre...

viernes, 5 de noviembre de 2010

¿La última esperanza?

Publico día seguido porque los viernes es uno de los días oficiales, jejejeje entonces, espero que con el capítulo de ayer y el de hoy, pueda recompensar todo lo que falté jejejejeje Muchas gracias por el comentario Belle y gracias a todas las lectoras que se pasan de vez en cuando por el blog. Ahora no tengo mucho que decir jejejeje sólo una cosa más; en este capítulo Any y Danny ya están completamente enamorados.

Entonces llegó la hora. El timbre sonó diez minutos después de lo acordado, pero aquello no me molestaba en lo absoluto. Sólo quería verlo... sentir su cálido tacto, ver su sonrisa radiante y saber que todo estaba bien. Lo pensé por un momento. Era mucho pedir.


Bajé corriendo las escaleras, hasta llegar al recibidor y abrir la puerta. Al verlo no pude evitar sonreír de oreja a oreja. Parecía más contento que antes, pero aquello no quitaba cierto sufrimiento en aquellos hermosos ojos verde esmeralda.

Lo contemplé por un momento, antes de colgarme en su cuello y abrazarlo con fuerza. Él me correspondió rodeando con sus fuertes y fornidos brazos mi cintura. Sentí aquella triste pero linda calidez que ahora él emanaba.

Las lágrimas se debordaron por mis mejillas, llegando hasta mi mentón, mojando lentamente su suéter de cuello de tortuga negro, negro como la noche, cuando la energía se renueva, las esperanzas de un nuevo día crecen ¿Por qué ese color tan bello y tranquilo para los funerales cuando la tristeza es lo que predomina y la esperanza se desvanece?

Me apretó con una fuerza cariñosa, atrayéndome más hacia él, hasta que mis pies volvieron a tocar el piso. Sus brazos no dejaban de rodear mi cintura, pero sus labios, de un color casi carmesí y aún así perfectos, con sabor a miel y dulce, estaban a sólo unos centímetros de los míos. Sus ojos pasaban de mis ojos a mis labios.

Lo escruté con la mirada, observando con atención cada una de sus facciones perfectas, a sabiendas de que me necesitaba y... yo a él. Pasaba por un momento complicado, pero no había forma de explicarlo ¡Las cosas pasan! No hay manera de evitarlas. El dolor había desaparecido tan repentinamente. Mi estómago ahora estaba casi vacío de dolor, pero incapaz de llegar a la felicidad. Ver a aquel joven, que a su vez era dos años mayor que yo. Maduro y guapo, lejos de la inocencia. Conocía al mundo, sabía y estaba preparado para lo que se le presentara y eso era algo que admiraba mucho de él.

Una sonrisa completamente nueva y especial se dibujó en su rostro, mostrando sus dientes blancos e igual de perfectos como todo en él. Correspondí con una sonrisa torcida.

-¿Quién es?- gritó mamá desde la cocina.

Rápidamente nos separamos. Mi mamá aún no lo sabía y no lo sabría ahora.

-¡Es Danny!- contesté incapaz de desviar la mirada de esos ojos cautivadores.

-¿Cómo estás, hermanita?- me susurró al oído con picardía.

-La verdadera pregunta sería ¿Cómo estás tú?- contradije, empujándolo con suavidad.

Él pasó un brazo por mis hombros y me estrechó con una ternura turbadora.

-Mejor...- murmuró.

Suspiró y desvió la mirada, dejándome salir de aquel encantamiento.

Entonces me percaté de que mamá nos observaba inquisitiva desde el umbral de la puerta.

-¿No me das mi beso de despedida, cariño?- dijo sin perder de vista a Danny.

Sonreí.

-Claro- contesté acercándome a ella.

Le di un beso en la mejilla. Entonces se volvió hacia Danny que nos observaba con una nostalgia dolorosa.

-Un placer volver a verla, señora Sabas- saludó Danny a mi mamá.

-¿Qué tal, Danny?- saludó ella.- Entonces te llevas a mi hija por un rato ¿O me equivoco?

-Está completamente en lo correcto, le prometo que se la devolveré sana y salva- contestó Danny con diplomacia.

Mamá rió con ganas.

-Excelente.- se limitó a contestar.

Un silencio incómodo se extendió entre los tres. Volví a situarme a lado de Danny.

-¿Cómo están tus padres, Danny?- preguntó mamá amblemente.

Sin poder evitarlo me volví hacia Danny. Él no pareció sorprenderse por la pregunta, pues estaba completamente inexpresivo.

-Muy bien...- contestó entre dientes.

-Los saludas de mi parte, por favor- pidió mi mamá dándole un beso en la mejilla.

Se situó frente a mí y me sonrió con cariño. Acarició mi mejilla con suavidad y me dio un beso en la frente.

-Pásensela bien, muchachos- dijo mamá antes de entrar nuevamente a la casa.

Me volví hacia Danny, que miraba ausente hacia el horizonte.

Le di un duradero beso en la mejilla y sonreí cuando él se volvió. Una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

-Vamos, hermano, tenemos una cita que cumplir- lo incité.

Él asintió lentamente.

Tomó mi mano y nos dirigimos a la gigantesca camioneta negra. Al entrar saludé a Fabián, que a su vez me miró con una misteriosa sonrisa.

-Con que ayer se divirtieron ¿Eh?- preguntó divertido.

Reí por lo bajo.

Danny se sentó a mi lado. Lo rodeé con los brazos y lo estreché con fuerza, recargando mi cabeza por primera vez en su duro pecho. Me envolvió también en su regazo y acarició mi cabello con suavidad.

-Es hora- murmuró.

Asentí.

-Es hora- repetí.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Presentir...

¡Lamento no haber publicado desde antes! En serio que lo siento, pero no me llegó la inspiración. Un dato curioso y que siempre me viene a la cabeza cuando me enfermó es que, si es dolor de garganta, es por falta de inspiración, porque hay algo que hemos mantenido guardado y que no hemos dicho, pero que en el interior nos está haciendo daño. Jajajajaja Pues por ahí iba mi situación, pues me enfermé y la inspiración se esfumó como por arte de magia. Ahora, pues como agradecimiento por su paciencia jejejeje les dejo un capítulo largo (O bueno jejeje lo que es largo para mí :D)
¡Les agradezco mucho los comentarios! Siempre son extraordinarios y siempre me dan muuuucha felicidad. Espero que les guste el capítulo ;)

-Yo...- tartamudeé, presa de la emoción- Sí.

Mamá me escrutó con la mirada frunciendo el seño.

-¿Tan temprano?- murmuró incrédula.

-Pues... sí.- contesté trangando saliva.

Tenía ganas de gritarle al mundo, decir que ÉL me besó. Pero era imposible, no tenía tanta libertad. De sólo pensar la regañiza que me daría mi mamá, despotricando porque me mojaría con la lluvia, tenía novio y me había vuelto. Ahogué una risita al imaginarla.

Volvió a escrutarme con la mirada poco convencida.

-¿A qué horas dijiste que venía el muchacho por ti?- preguntó con fingida indiferencia.

Sonreí de oreja a oreja.

-A las once- me limité a contestar.

-Correcto, entonces ¿Por qué despierta tan temprano?- preguntó inquisitiva.

Me encogí de hombros.

-No podía dormir bien...- contesté.

-Seguramente pensando en el chico- murmuró para sí misma, pero no costó ningún trabajo entender su significado.

Sonreí tímidamente al sonrojarme.

Entonces sonó el teléfono de la casa. Salí corriendo de la cocina y lo tomé al vuelo en el recibidor.

-¿Sí?- contesté.

-¡AMIGA!- gritó Miranda histérica desde la otra línea- ¿Alguna novedad?

Escuché su risita nerviosa.

Repentinamente me llegó aquel rostro demacrado por el sufrimiento, aquel que me pidió que lo acompañara a la incineración. Sentí una fuerte punzada de culpabilidad ¡Si debía apoyarlo, no estar feliz! Aquello había que guardarlo cuando terminara el asunto...

Suspiré con tristeza.

-¿Y eso a qué se debe?- preguntó con preocupación- ¡¿Te hizo algo?!

Reí amargamente.

-No...- guardé el aire con insistencia, incapaz de purificar el que estaba en mis pulmones- somos novios.

Se escuchó un sonoro grito de alegría, seguido de un golpe seco.

-¿Estás bien?- pregunté alarmada.

-¡Por supuesto!- gritó conmocionada- ¿Cómo? ¿Cuándo? ¡Cuéntamelo todo, boba!

Reí nuevamente, ahora con un poco más de alegría.

-Te lo cuento mañana ¿Nos vemos en el Italianni's?

-¿Pero por qué tan poco entusiasmo?- preguntó molesta.

-Eso también lo sabrás mañana- contesté divertida.

-¡Hey!- dijo molesta.

Aquella voz me encantaba, parecía una niña pequeña lloriqueando por un dulce... ¡La madurez que teníamos ambas para tomar las cosas!

Reí.

-¡No te rías! Me vas a dejar con la intriga un día entero, eso no se le hace a una amiga- se quejó con una voz infantil y chillona.

-Pero recuerda que hoy veo a Danny...

-¡Oh!- exclamó avergonzada- Cierto.

Calló por un momento.

-¡Pero que no te extrañe que tengas 20 llamadas perdidas, eh! ¡Quiero saber cada detalle!- ordenó.

Bufé fingidamente.

Se escuchó su risa del otro lado de la línea.

-Te dejo, mujer... le diré a Sora que nos acompañe mañana ¿Está bien?- se despidió.

-Claro, no hay ningún problema. Cuídate mucho.- me despedí.

Ambas colgamos al mismo tiempo.

Respiré hondo ¿Llamando a las seis y media de la mañana? No pude evitar una sonrisa, Miranda era única.

De improvisto volvió a sonar el teléfono. Lo miré confundida por un momento ¿Por qué todos llamaban a esa hora?

-¿Bueno?- dije al tomar nuevamente el auricular.

-¡ANY!- se escuchó una voz femenina.

Sonreí.

-¡¿Sora?!- pregunté emocionada.

Ambas gritamos al mismo tiempo conmocionadas por la sorpresa y la emoción. Mamá se asomó por la puerta de la cocina para verificar que todo estuviera bien.

-¡Sí!- dijo contenta.

Recordé a aquella chica que siempre parecía haber desencajado de nuestro grupo, pero sorprendentemente, a pesar de su madurez y su seriedad, siempre estuvimos juntas. El trío alocado de la clase, bueno, más bien el dúo, porque ella siempre impartía el orden, dejando cierto equilibrio en nuestro comportamiento. Su cálida sonrisa, con aquellos cabellos completamente negros que caían con un ondulado natural y único hasta su cintura, recogiéndoselo siempre con una coleta. Aquellos ojos seductores, la piel pálida y su forma física ¡Cómo recordaba que siempre tenía suerte hasta con los chicos mayores! Pero bien discreta, educada y responsable nunca había aceptado ninguna propocisión de ningún hombre.

-¿No molesto, verdad?- preguntó avergonzada.

-¡Sora! ¡Claro que no! ¿Cómo estás?- pregunté dando saltitos de emoción.

-Bien ¿Sabes que en Guatemala el clima es peor que Acapulco en sus mejores días?- contestó.

Reí, contenta de volver a escuchar su voz. Ya la añoraba mucho.

-Cuánto las he extrañado...- murmuró con nostalgia.

-Y nosotras a ti también... loca ¿Qué te crees? Ya llevas mucho tiempo por allá y seguimos sin vernos, algún día quisiera conocer Guatemala ¿Es lindo?

-¡Por supuesto! En especial la selva- suspiró.

Un cómodo y tranquilo silencio se extendió por un momento.

-¿Ya habló Miranda contigo?- pregunté.

-Sí... ¿No te ha dicho?- preguntó confundida.

-No...

-¡Estoy aquí!- grita de emoción.

-Espera... ¿Aquí, aquí?- pregunté esperanzada.

-Por supuesto, tontita ¿Qué creías?

El grito de emoción salió inesperadamente de mí ¿Pero qué podía decir? Hacía tres años que no la veía.

-¿Entonces vendrás mañana con nosotras?- pregunté ahora más que contenta, olvidando por un momento mis preocupaciones.

-Sí- confirmó divertida.

Ambas reímos.

Hablamos durante una hora más. Después de tanto tiempo hablando por Messanger no podía creer que ella estuviera aquí. Tantas cosas que había que contarse, tantas cosas que habíamos perdido durante la ausencia de la otra. Sentí tranquilidad durante esa hora, mi mente me obligó a prestar atención únicamente a el presente, olvidando por un momento a la mamá de Danny...
Pero cuando nos despedimos, las imágenes volvieron a mí con dureza y rapidez. Sabía que esto pasaría y como si sintiera su dolor, gemí también, a sabiendas de que éste era muy fuerte y no había forma de soportarlo. Imáginando cómo estaba Danny, sentí más dolor. Olvidé por completo lo que era la tranquilidad, subiendo a trompicones por las escaleras, mamá trajo un vaso y una aspirina para el reciente dolor de cabeza que empezaba a molestarme más de lo que ya necesitaba.
Me recosté en la cama e intenté dormir, pero mis ojos no se cerraban. No lo lograba... después de varios intentos fallidos, me di un baño, rendida, intentando relajarme, pero el dolor volvía a momentos y la tensión también. ¿Cómo de la felicidad interminable había llegado a una tristeza dolorosa tan rápido? Aquella pregunta rondó por mi cabeza durante el resto del baño. Al salir mis músculos estaban relajados, todos excepto el cerebro que trabajaba a mil por hora intentando desifrar algo que parecía venir inminentemente, algo que andaba muy mal, lo presentía ¿Se sentiría Danny así cuando tenía sus malos presentimientos?