miércoles, 11 de enero de 2012

El secreto de los dioses

Mis ojos se abrieron lentamente. La luz del amanecer me dejó deslumbrada.

Parpadeé varias veces, intentando acostumbrarme.

Entonces me percaté de que ya no estaba en el templo. Estaba recargada sobre un árbol gigantesco en medio del bosque… ¡¿Cómo era que había llegado hasta aquí?! Con fuerzas renovadas me incorporé con tanta rapidez, que me tambaleé, pero unas fuertes manos me sostuvieron.

-Ni siquiera el peor de los guerreros se mete en tantos problemas…- dijo aquella voz tan penetrante.

Me sacudí bruscamente y me alejé de él, recordando lo ocurrido.

Un riguroso joven alto y fornido, de espalda ancha, ojos tan azules… como los de Mina y cabello castaño, me miraba con atención.

Estaba inexpresivo.

Busqué mi arco, pero no estaba, quise desenfundar mi cuchillo, pero no lo encontré.

-Sabrás que no te voy a hacer daño ¿Verdad?- dijo con cautela.-¿Buscas esto?- preguntó señalando mi aljaba y mi cuchillo tirados en el piso.

Corrí a mi cuchillo y me puse en posición de ataque.

-No te me acerques, joven de la tribu mακαħατ.- lo amenacé.

-Adelante, dame tu mejor golpe, princesa Καητσ, aunque ni siquiera te acercas a mi procedencia.- me desafió.

Lentamente me fui acercando a él, hasta tenerlo frente a frente. Era una cabeza más alto que yo… así sería más fácil darle en el corazón.

Estaba tan cerca que hasta podía tocarlo. Lo mataría, tenía que matarlo, era mi enemigo y era la oportunidad perfecta...

Pero... ¿No me estaría haciendo algún tipo de treta? ¿Dejar que lo matara sin protegerse?

El cuchillo dudó entre mis manos, pero ¡Lo tenía tan cerca! ¡Era mi oportunidad! Me repetía una y otra vez. Pero mi mano desobedecía.

-Eres el enemigo- musité más para mí misma.

E inesperadamente tomó mis brazos suavemente.

-No puedes matar a tu salvado. Ustedes los de αιrġυα son demasiado nobles para eso- dijo con un cierto desprecio.

Su mirada se encontró con la mía, mientras yo intentaba hacer oídos sordos a sus palabras. ¿Qué era lo que me detenía? ¿Sería mi "nobleza" o serían aquellos ojos azules tan profundos, que parecían sabios, conocedores, libres como el firmamento?

Mis miembros empezaron a temblar.

-¡¿Quién eres?!- chillé.

-Soy hijo del dios del fuego Fοġοs, el quemador- contestó lentamente, sin perderme de vista.

Forcejé para soltarme al tiempo que el cuchillo caía de mis manos ¡¿Hijo del dios del fuego?! ¡¿Hijo?!

-¡Aléjate!- grité- Yo no trato con seres como tú…

Me soltó tan bruscamente que terminé tambaleándome hacia atrás.

-Ni yo con gente del agua como tú…- repuso.

-¿Entonces por qué me salvaste?- pregunté con la voz entrecortada- ¡Dime!- exigí.

Por primera vez una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

-Odio a mi padre y sus tretas… e incluso a sus servidores. Odio tener que ver cómo día a día van destruyendo pueblos. Es como si olvidaran que todos venimos de un mismo lugar, que es nuestro deber cuidar de los otros.

De manera que lentamente mi expresión se fue suavizando ¿Era posible que el hijo de Foġos fuera tan noble como la gente en airgua? ¡Seguro me engañaba!

-Tengo una misión que debo cumplir…- murmuré.

-Y no te detendré.- susurró penetrándome con la mirada.

¡Primero con la voz y ahora con la mirada!

-¿Quieres decir que no soy tu prisionera?- pregunté confundida.

-¿Por qué salvarte y volverte a condenar?- contestó con otra pregunta.- Eres libre.

Mi expresión se volvió de mayor confusión.

-¿Libre?- dije con un hilo de voz.

Él se limitó a asentir con la cabeza.

-¿Puedo irme ya?- insistí.

-Pero… debo acompañarte.

-No ganas nada acompañándome- repuse molesta.

-Eso es algo que sólo yo sé.- dijo lentamente.

-¿Entonces qué tengo de libre?- pregunté al punto del enojo.

-Tienes libertad de decir a dónde ir y qué hacer. Más bien yo soy tu prisionero- contestó con cierta diversión.

Lo fulminé con la mirada.

-No necesito de guardaespaldas, gracias- dije sarcástica.

-Ni siquiera sabes hacia dónde vas ¿O sí?- contradijo- llevas cuatro lunas en constante peligro.

-¿Tú qué sabes?- pregunté levantando la voz.

-Mina me ha informado…- se limitó a contestar.

-¡¿Qué?!- grité desconcertada- ¡¿Pensamos en la misma Mina?!

-No conozco otra…- dijo cruzando los brazos y encogiéndose de hombros.

-¿Qué tienes tú que ver con ella?- pregunté enfatizando el “tú” con desprecio.

-¿Por qué no empezamos a caminar?- propuso, jalándome del codo.

-¡Suéltame!- exigí- yo puedo sola.

Tomé la aljaba y mi cuchillo del suelo y caminé lo más lejos posible de él.

-Es mi hermana.- contestó finalmente.

Aquella información me tardé en procesarla ¡¿Mina?! ¡¿Hermana del hijo de Foġos?! No, seguramente no hablábamos de la misma…

-Obviamente no hablamos de…

-Tenemos los mismos padres, sólo que su fama de enemigos los obliga a esconder la verdad.- explicó.

Lo miré incrédula.

-¿Quién es su madre?- pregunté con un hilo de voz.

No recibí una respuesta inmediata.

-La diosa de la luna…

Fue como si me tiraran un balde de agua fría al recibir aquella respuesta.

-¿Y por qué nunca nos enteramos de que tuvieron dos hijos?

Entonces recordé la marca de Mina detrás de la oreja.

-Los dioses también tienen sus secretos. Somos los primeros dos hijos de Diana y Fοġos. Los primeros dos hijos de los dioses, por lo que ellos prefieren mantenerlo en secreto. Muy pocos saben de nuestra existencia.- contestó con cierta molestia en la voz.

-Pero… si antes estuvieron juntos… ¿Por qué ahora son enemigos?- pregunté confundida.

-Porque supieron que al tenernos era un error que estuvieran juntos y nos criaran juntos. Mi padre quería lanzarnos al río, mi madre quería quedarse con nuestra custodia. Pelearon y ganó mi madre. Pero mi padre no pudo soportarlo y me robó una noche que Mina y yo dormías junto a la cama de mi madre. Desde entonces vivo con mi padre a pesar de que no le tengo ningún aprecio, ni siquiera a mi madre. Todos son odiosos.- explicó.

No podía creer lo que escuchaba ¡No podía! ¿Los dioses? ¿Hijos?

-¿Cómo es que Mina terminó siendo un leopardo?

Entonces él paró de golpe.

-Hacía un trabajo para mamá. Enamoró al jefe de los ĉοvëητĥ y lo obligó a dejar de rendir tributo al quemador. Nuestro padre la descubrió y le dijo que se fuera o sufriría las consecuencias, pero el problema fue que ella se había enamorado del jefe… - su voz era monótona y fría- ambos habían caído perdidamente y ya que el amor fue más fuerte que la razón, Mina desobedeció, así que nuestro padre la condenó.- dijo volviéndose lentamente- sin envejecer, sin que nadie supiera de su identidad, ella estaba obligada a observar la eternidad, generaciones pasando, viendo amor sin poder disfrutar de él… recordar cómo su amado envejecía y moría, sin poder decir nada, condenada a vivir sus días perseguida por los cazadores. Ni siquiera nuestra propia madre supo reconocerla y cuando lo hizo- calló por un momento- no hizo nada más que devolverle la voz.

-¿Es por eso que también odias a tu madre?- pregunté.

¡Vaya que era un gran dilema! Pobre Mina… condenada por los dioses no había mucho qué hacer.

-¿Ahora tengo tu confianza?- preguntó él frunciendo el ceño, en lugar de contestar a mi pregunta.

-Sigues siendo enemigo, hijo de Fοġοs.- me limité a contestar.

Su dentadura perfecta brilló al sonreír, mientras se volvía hacia delante y continuaba con el camino.

Había varias cosas que empezaban a aclararse. Una de ellas era que yo era perseguida por mi sangre. Otra era que el hijo del dios que tenía enfrente, era nada más y nada menos que mi protector, el que había dicho Mina que me mandaría ¡Y vaya sorpresita ésta! Enemigos naturales, eso era lo que éramos. Pero aún había algo que no quedaba en aquel rompecabezas, lo más importante de todo… ¿Por qué tenía que ir al hogar de los dioses?

2 comentarios:

  1. AHAHHAHA ME ENCANTOOOOOOOOOO¡¡¡¡¡¡¡ AWWWW ojos azules...amo los ojos azules¡¡¡¡ no me creo que sea hijo del reino enemigo¡¡ ahahahh pobre Mina, ojala vuelva a recuperar su cuerpo algun dia u.u

    Me voy¡¡
    Besos¡
    publica pronto

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  2. Wou!!! nessy cada vez me dejas mas sorprendida. La historia me esta comenzando a gustar cada vez mas. Espero que publiques pronto.

    Lu

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¡Me encantan los comentarios! Agradezco que te hayas pasado unos minutos.