domingo, 22 de enero de 2012

hατ’mα, o en otras palabras, asesinos

Bueno, pues, aquí ya vamoos con el siguiente capítulo. Perdón que me haya tardado en publicar, pero es que no he tenido tiempo para nada, porque, como verán, esta semana fue una pesadilla hahahaha Pero bueno, como siempre ¡¡Comenten, chicas!! ;) ;) ;) muchas gracias por leer y espero que les guste el capítulo :D . Sólo les aviso que va a estar un poco largo hehe.

Un olor a carne quemada me penetró, abrumándome por un momento.

Sus manos soltaron las mías y aprovechando la oportunidad, desenfundé mi cuchillo y de una voltereta, lo pateé en el estómago.

El hombre cayó al suelo.

Me hinqué a su lado, amenazándolo con el cuchillo.

Entonces sentí cómo unos pasos se daban impulso detrás de mí y saltaban. Supe sus intenciones y al momento que sentí cómo los pies pasaban sobre mi cabeza, me impulsé y lo golpeé en el pecho, haciendo que su puntería errara.

La espada de mi protector se clavó a unos centímetros del abdomen del hombre en el suelo.

-¡Basta!- grité con la respiración acelerada.

Mi protector me lanzó una mirada asesina.

-¡¿Por qué lo hiciste?!- gritó rabioso.

El olor a quemado cada vez se hacía más fuerte.

-No matarás- musité al tiempo que me volvía hacia el hombre y me hincaba a su lado.

Solté un grito de horror al ver que su torso se quemaba lentamente.

-¡Apágalo, hijo del fuego!- fue todo lo que se me ocurrió decirle.

-No sabes lo que dices- repuso detrás de mí.

El olor era tan intenso que tuve que cubrir mi rostro con ambas manos. El hombre empezó a temblar incontrolablemente.

-¡Apágalo!- repetí levantando la voz.

-¿Quieres salvar al hombre que quería matarte?- siseó con una voz que me causó escalofríos.

-Pues si no lo haces tú, lo haré…

Y antes de que pudiera terminar la oración una flecha se clavó en el pecho del hombre.

¡¿Pero qué se creía?! Me volví ahora yo rabiosa hacia él, cuando sentí que me tomó entre sus brazos y corrió conmigo detrás de un árbol. Me colocó en el suelo.

-No te muevas- murmuró justo en el instante que un centenar de flechas se clavaban en el suelo.

Me acorraló con ambos brazos contra el tronco. No tuve más remedio que obedecerlo y esconder mi rostro en su duro pecho.

Pude sentir el temblor a mis pies. Seguramente otra decena más de flechas habían intentado dar en el blanco.

-Maldición- escuché que murmuraba- hατm’α.

La sangre se me heló. Asesinos.

-¿Era tan difícil seguirme?- me reprochó.

-¿Ahora resulta que yo debía ser más cuidadosa? ¡Si yo no era la que caminaba tan rápido!- repuse cuando dos flechas pasaron peligrosamente a nuestro lado.

-¡¿Sabes cuántos peligros te deparan?! ¡¿Tienes la mínima idea?! ¡¿O sencillamente eres tan ignorante y tonta que no te proteges?!- dijo rápidamente pero sin levantar la voz.

-No me provoques- musité.- Que prefiero mil veces más enfrentar a mi enemigo que tener que estar junto a ti.

Esta vez pasó una tercer flecha, pero con la punta prendida en llamas.

-Ja- se burló- me encantaría ver eso.

Sus ojos azules me atraparon por un momento, desafiantes, intensos.

Cerré los ojos y golpeé dos de sus puntos débiles en el hombro. Sus manos resbalaron del tronco dejándome libre y sin perder la sonrisa, me impulsé, tomándome de una rama del árbol y asiéndome. Me paré de cuclillas sobre la rama y desplazándome con cuidado, pude sentir que me tenían en la mira.

Dos flechas pasaron peligrosamente a mi lado. Pero mis ojos permanecían cerrados.

Una flecha más se acercaba a mí cuando me abrí como un arco y dejé que pasara por debajo de mí. Aprovechando la posición, me paré sobre mis dos manos y girando levemente mi cuerpo, me dejé caer, columpiándome en la rama. La adrenalina ya empezaba a correr por mis venas cuando de un impulso caí sin perder el equilibrio junto al cuerpo inerte del hombre que había muerto hacía un rato.

Era la mira, las flechas pasaban de un lado y del otro, pero con los ojos cerrados podía ver de dónde venía cada una. Me desplacé nuevamente entre los árboles y busqué mi primera presa. El cuchillo temblaba en mi mano mientras mi marca se iluminaba lentamente. Había uno sobre mí.

Tomé impulso y dando una voltereta hacia atrás, mis piernas golpearon su espalda. El hombre cayó el suelo con estruendo. Me paré junto a él y esperé las flechas. Varias llegaron en mi dirección y al pasar junto al hombre, una de ellas se encajó en su pierna.

Sonreí mientras me paraba de manos y me impulsaba para caer de nuevo parada, sólo que ahora bajo un árbol distinto. Me tomé de una de sus ramas y tomando vuelo con el tronco, llegué al árbol continuo. Me aferré de un rama y columpiándome un poco, logré que mis puntas tocaran la superficie cuando un grupo de flechas pasó justo por debajo. Ya tenía localizada la segunda presa y sin más preámbulos, me lancé hacia él como un felino hambriento, tirándolo de la rama de enfrente. Ambos caímos al suelo. Forcejé un momento con él, hasta que fui capaz de golpearlo bajo la barbilla y dejarlo inconsciente. Su arco quedó en mi poder, pero a penas fui capaz de robar una de sus flechas cuando una nueva lluvia de flechas alcanzó mi paradero.

Me desplacé como un gato al asecho, tensando el arco. Busqué la tercera presa. El hombre calculaba en mi dirección, subido en una rama al otro lado. Rápidamente esquivé su flecha, corriendo detrás de un árbol. Pero aquella no había sido una buena elección pues rozando mi rostro, se encajó otra flecha en el tronco del árbol. Dirigí la flecha al otro atacante y sin pensarlo dos veces, solté la flecha, que le dio de llano en el ligamento del hombro, provocando que cayera de su rama directamente al suelo. Ahora sólo me quedaban dos más.

Tiré el arco al suelo y saqué el mío.

Mi marca brilló con intensidad. Y utilizándolo como impulso. Di un salto que alcanzó una rama, justo en el instante que dos flechas rozaron mi capa, deshilachando uno de sus bordes.

Mis ojos se abrieron instintivamente, haciendo que perdiera la conexión. Maldije para mis adentros mientras me pegaba al tronco. Nuevamente dos flechas cruzaron a mi lado.

La sangre subió a mi rostro. Mi respiración estaba acelerada. Cerré los ojos nuevamente, cuando sentí que una flecha venía directamente a mi brazo. Me lancé al suelo como felino y cayendo con las manos, di una pequeña vuelta que amortiguó la caída. Una flecha… y si todos atacaban al mismo tiempo…eso quería decir que el otro… Mi protector había recuperado la movilidad en sus brazos y lo había matado.

El último hombre cayó al suelo justo a mi lado.

Di un respingo, alejándome unos pasos. El hombre respiraba con dificultad, cuando mi protector bajó del árbol con dos espadas en mano.

Sonreía con diversión, mirándome de pies a cabeza.

-Bien, ya entendí, no eres tan ingenua- comentó enfundado sus espadas.

Fruncí el ceño mirando al hombre inconsciente en el suelo.

-¿No lo vas a matar?- pregunté incrédula.

-No matarás ¿Verdad?- repuso repentinamente serio mientras robaba las flechas del hombre y me las entregaba.

La incredulidad en mi rostro no desaparecía.

-Gracias…

-Σs’κα- terminó por mí.

-Vuelo libre- musité.

-Y tú, voz de pájaro- dijo más como afirmación-Todos los nombres tienen una razón… ¿Por qué Καητσ?

-Por mi voz, mis padres decían que yo cantaba como lo hacen los pájaros- contesté más concentrada en el suelo- ¿Por qué a ti Σs’κα?

-Por mi rebeldía, por hacer las cosas como se me antojen, igual que como vuela un cóndor, libre, sin temor a ser castigado.- explicó.

Me volví lentamente hacia él.

-Ese nombre lo dice todo- comenté.

Entonces me dio la espalda, sin dar respuesta.

-¿Lo sientes?- susurró.

Inmediatamente me puse alerta.

-Atrás- dije como al principio.

Varios pasos se acercaban a nosotros.

-No vienen con intención de atacar- aseguró sin una pizca de duda en la voz.

¿Sería que percibía las ánimas de la gente como yo las auras?

-¿Sucedió algo aquí?- preguntó una voz extrañamente conocida.

Me volví lentamente, incapaz de creer que escuchaba esa voz.

-¿Μεπεσ?

Pude observar a varios hombres armados con arcos y lanzas, que miraban a su alrededor desconcertados. Uno de ellos en especial, me miraba con desconfianza.

-¿Cómo sabe mi nombre?- inquirió amenazándome con su arco.

Me dispuse a quitarme la capucha cuando una mano caliente me lo impidió.

Miré a Σs’κα con súplica.

-Dije que no venían con intención de hacer daño, pero no por eso debes confiar- me reprochó fríamente, escrutándome con la mirada.

Negué con la cabeza.

-Yo lo conozco.- dije segura de mis palabras.

Σs’κα frunció el ceño sin inmutarse.

-O quizás sí serás demasiado ignorante…- murmuró.

Lo fulminé con la mirada.

-Pues ya que habíamos convenido que tú eres mi prisionero, entonces, te ordeno que me sueltes.- repuse.

-¿Sucede algo?- preguntó el hombre, más bien joven, acercándose unos pasos.

Σs’κα no soltó mi mirada, aún dándole la espalda al soldado.

¡Pero es que era tan conocido para mí! Ya no me cabía duda. El guerrero de mi padre que había entrenado junto conmigo. Los dos estábamos instruidos en el arte de manejar el arco.

-La marca, Σs’κα- dije mirando disimuladamente el brazo rojo cobrizo de Μεπεσ.- es como la mía.

Σs’κα siguió la dirección de mis ojos. Y al ver la marca soltó mi mano.

-No te muevas- me ordenó acercándose a Μεπεσ.

Μεπεσ lo observó con cautela.

-¿Qué quiere?- preguntó apuntándole a Σs’κα directamente en el corazón.

Contuve la respiración, mirando la escena con horror. Un movimiento en falso y cualquiera de los dos podía terminar muerto. Pero el movimiento de Σs’κα fue tan rápido que a duras penas logré percibirlo. De repente, tenía a Μεπεσ con un brazo inmovilizado detrás de la espalda, presionando el brazo de la marca con fuerza.

Todos los hombres se escandalizaron y apuntaron directamente hacia Σs’κα y Μεπεσ, pero disparar significaría matar a Μεπεσ, así que nadie hizo ni un solo movimiento más.

Todos guardaron silencio, expectantes, mientras yo rogaba a la diosa Diana que su hijo no quemara a mi amigo.

Μεπεσ soltó un grito de dolor cuando Σs’κα ejerció presión sobre el brazo marcado.

-Suficiente- musitó Σs’κα al tiempo que lo soltaba.

Μεπεσ cayó de rodillas, respirando con dificultad.

-¡Qué falta de respeto!- gritó uno de los hombres soltando una flecha.

Σs’κα lo fulminó con la mirada, mientras la flecha se convertía en cenizas antes de llegar a su cuerpo.

Todos los hombres bajaron sus armas y dieron dudosos pasos hacia atrás.

Σs’κα se acercó hacia mí y me miró de pies a cabeza.

-Haz lo que necesites…- dijo rompiendo el silencio.

No supe exactamente cómo reaccionar. Lo único de lo que fui capaz, fue de un asentimiento de cabeza. Y cuando salí del trance, corrí al lado de Μεπεσ y lo ayudé a incorporarse.

-¿Cómo estás?- murmuré.

Μεπεσ me miró con los ojos abiertos como platos.

-¿Princesa Καητσ?- musitó desconcertado.

Sonreí de oreja a oreja.

-¿A poco no me reconoces?- bromeé dándole un codazo cariñoso.

Μεπεσ soltó una carcajada mientras me abrazaba con fuerza y empezaba a dar vueltas conmigo entre sus brazos.

Reí con él.

-¿No se supone que deberías estar ya de vuelta en casa?- preguntó al soltarme.

Desvié la mirada con tristeza.

-La entrada la tengo prohibida desde hace una luna- me limité a contestar.

Todo atisbo de felicidad en Μεπεσ desapareció al instante.

-No, no…- dijo negando con la cabeza- no, no, no…- pasó una mano por su flequillo, mirando a su alrededor con nerviosismo- no me estás diciendo que fallaste ¿Verdad?

Era tan doloroso ver el rostro de Μεπεσ desencajado por la decepción. Las lágrimas se desbordaron lentamente por mis mejillas al tiempo que bajé el rostro hacia el suelo.

-Fallé- musité con la voz quebrada.

Μεπεσ me quitó la capucha con una cierta dulzura y tomó mi mentón con suavidad, obligándome a verlo a los ojos.

-Princesa, no tengas miedo, te llevaré conmigo de vuelta a la aldea y convenceré a tus padres de que te dejen entrar…- intentó consolarme- y si no es así… yo…

-No será así- lo interrumpió Σs’κα con su característica frialdad.

Μεπεσ lo fulminó con la mirada, seguramente aún resentido por lo ocurrido hacía unos momentos.

-¿Quién es él?- me preguntó Μεπεσ sin perder a Σs’κα de vista.

-él es…

-La princesa Καητσ tiene un asunto que cumplir antes de volver a casa.- continuó Σs’κα como si nadie lo hubiera interrumpido.

Me volví con el desconcierto dibujado en el rostro ¡Yo quería volver a casa!

-¿Quién eres tú para decir eso?- soltó Μεπεσ con notable molestia.

-Σs’κα… ¿Es necesario?- murmuré- Sólo quiero volver a casa.

Σs’κα me escrutó intensamente con la mirada. Pero su rostro seguía inexpresivo.

-No es mi decisión ni la de él.- contestó finalmente.

-¿Quién es él?- repitió Μεπεσ.

Solté un hondo suspiro antes de contestar.

-Es hijo de…

-Me envió la diosa Diana a protegerla- me interrumpió Σs’κα por segunda vez.

Μεπεσ miró a su alrededor, deteniéndose un poco más en los cuerpos inertes de los hombres que nos habían atacado hacía rato.

La lucidez cruzó por sus ojos. Se volvió hacia mí con la duda explícita en ellos.

-¿Qué es lo que sucede, princesa? ¿Por qué es que no lo lograste? ¿Quién te persigue?- me interrogó sin darme tiempo de contestar a sus preguntas.

Aunque en realidad yo tampoco tenía todas las respuestas.

-No sé quién me persigue, pero un espíritu me atacó y tuve que usar mi última flecha para matarlo, además de que si no hubiera sido por el leopardo, hubiera muerto. No podía matarlo…- expliqué con cadencia en la voz- Tengo entendido que los dioses me persiguen, Μεπ, pero no sé con cuáles propósitos. Σs’κα me está protegiendo mientras tanto.

Μεπεσ asintió con la cabeza al tiempo que se volvía hacia Σs’κα.

Éste se cruzó de brazos y lo miró desafiante. Pude notar cómo los músculos de Μεπεσ se tensaban, al tiempo que apretaba con mayor fuerza el arco en su mano. La marca brilló intensamente.

-Te agradecemos tus servicios, pero ella ya está a salvo conmigo. La llevaré de vuelta a casa donde pertenece- aseguró Μεπεσ.

Σs’κα no se inmutó.

-Los llevará a su propia destrucción si hacen eso. La princesa en este momento es un imán de peligros.- repuso.

Lo fulminé con la mirada.

-Basta, Σs’κα- protesté.

Él levantó ambas manos a la defensiva.

-Yo sólo digo la verdad. Destruirás a tu pueblo si vuelves.

Aquellas palabras me afectaron más de lo que debían.

-Pues la protegeremos, en casa velaríamos por su seguridad y la de nuestra gente.- insistió Μεπεσ.

-Falló la misión. Ya no es bienvenida- contradijo Σs’κα- Sabes que sería un intento en vano.

Las manos de Μεπεσ se cerraron en puños.

-Puede haber excepciones. Las puertas del hogar siempre estarán abiertas para la princesa.- dijo Μεπεσ subiendo el tono de voz.- además de que la pérdida de la flecha fue por necesidad urgente ¡Nunca a nadie se le había presentado un peligro semejante!

-Si la princesa va ahora con la diosa Diana se podrá solucionar el problema y podrá volver a casa…- continuó Σs’κα ignorando sus palabras.

-¿Y que siga en peligro?...

-Basta- repetí irritada- Odio que peleen por mí ¿No se han puesto a pensar que yo también tengo una opinión?

Σs’κα cerró la boca de golpe y me miró en silencio al tiempo que Μεπεσ apretaba sus puños un poco más. Cerró los ojos y se frotó las sienes.

-Princesa, hablando en serio ¿Cómo puedes confiar en él?- preguntó entre dientes.

Lo pensé por un momento.

¿Por qué era que confiaba en Σs’κα? En realidad, la verdadera pregunta era ¿Confiaba en él? Después de todo era hijo del dios del fuego y parecía destructor e invencible. No era precisamente un semblante que inspirara mucha confianza. Pero entonces recordé que él salvó mi vida una vez.

-Me ha demostrado que vela por mi seguridad…- dije finalmente.

-Aunque lo tenga que hacer a la fuerza…- murmuró Σs’κα con frialdad.

Me volví fulminante hacia él.

-¿Y se supone que estamos del mismo lado?- pregunté sarcástica.

Σs’κα sonrió con sorna al tiempo que tomaba una piedra del suelo y jugueteaba con ella. La piedra empezó a sacar humo.

-Es paradójico ¿No? Los enemigos ayudándose mutuamente- comentó divertido.

Rodé los ojos.

-Tienes razón, en realidad estoy del lado de Μεπεσ.- repuse intentando contener la rabia- ¿Nos vamos?- pregunté volviéndome hacia Μεπεσ.

Él asintió con la cabeza mientras le lanzaba una última mirada asesina a Σs’κα. Hizo un movimiento de mano, con ademán de que sus hombres bajaran las armas. Y sin rechistar, todos empezaron a caminar de vuelta al mercado.

Me decidí por no mirar atrás. No quería ver el rostro de Σs’κα. Pero en el fondo sentía cierto remordimiento al dejar mi oportunidad de encontrar a la diosa Diana, porque las palabras de Σs’κα habían sido reales. Mi regreso conllevaba un gran peligro, contra el cuál ni siquiera yo podía lidiar. En menos de seis lunas ya había sido atacada por un dragón de tierra, un espíritu reencarnado en un oso y una pandilla de ladrones, me había raptado un loco en el mercado y hατ’mα intentaron asesinarme ¡¿Qué más faltaba?!

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