miércoles, 26 de enero de 2011

Mentiras

Bueno, este capítulo es contando por Danny jejejeje quizás esto ayude a que entiendan un poquito el problema jejejeje ¡Pero ya no digo más! jejejeje Muuuuchas gracias por los comentarios.

Danny,

la distancia ha afectado mucho lo que siento por ti. Quisiera seguir contigo, pero aquí, desde el otro lado del mundo, me siento tan sola. Sé que tu me amas, pero yo ya no puedo decir lo mismo. Ya perdí el interés, y la teoría de que las relaciones a larga distancia no funcionan se a comprobado ahora. Porque lo nuestro ya no funciona Danny... lo nuestro acabó desde que dejaste este mundo para irte al tuyo ¿Me creerás que ya he encontrado a alguien más? Te amé como a nadie, pero eso ya es pasado, ya quedó atrás... Ya no hay conexión, ya todo desapareció...

Enviado por Hotmail, el 16 de febrero del 2011.

Cerré la computadora de golpe y maldije para mis adentros ¿Era ésa mi Any? ¿Había terminado conmigo? ¿Después de las promesas que me hizo de que nunca me dejaría? ¿Después de que me dijo que siempre estaría a mi lado? ¿Era posible que MI Any hubiera escrito eso? Mi corazón se había desgarrado al leer aquellas palabras, sentía un vacío en lugar de corazón... ¿Qué le escribiría ahora? ¿Que no había problema? Yo nunca dejaría de amarla, nunca... ni aunque ella no lo hiciera, y aquel sentimiento no cambiaba. Lo único que cambiaba era ella, que ya no escribía dulces palabras, sino palabras filosas y desalmadas. Ésa no era mi chica. Yo no estaba en mis cabales para creerlo. Me sentía fuera de mí. Deseaba gritar, a cada segundo el dolor se intensificaba. Recordar todo lo que habíamos pasado juntos, todo lo que habíamos hecho ¡Yo se lo había confesado en su carta de cumpleaños! Que estaba destinada a llegar ese día. Desde que llegué a Alemania, la idea de escribir una carta me había dado un buen presentimiento, incluyendo la entrega en el servicio de correo. Parecía que la carta llegaría el mismo día de su cumpleaños, y ahora, a un día de su cumpleaños, ella había terminado conmigo. Me había quedado sin palabras, la había perdido... la había perdido por tonto. Tanto que la amo y no se lo demuestro. Debí ser más creativo de acuerdo a nuestras pláticas, debí poner más atención a sus problemas, quizás... ¿Qué había hecho mal? Quise hacerla la chica más feliz del planeta entero, si era posible del Universo...

Pero, si ella terminaba conmigo y era feliz, entonces... yo también debía ser feliz. Soportaría mi pena por ella, mi querida hermanita del alma. Ya desde hacía meses que había dejado de sentir dolor cuando ella lo sentía o felicidad. Ahora no podía saber si ella se sentía triste, feliz, maliciosa... ya no tenía contacto con ella. Ni si quiera en los sueños. Era aquella sensación que había sentido cuando había encontrado su cuerpo inerte en la oficina de Mateus. Era un vacío aplastante y negro, silencioso y cauteloso. A cada momento se acrecentaba, desgarrando con uñas y garras todo lo que se ponía en su camino, empezando por mi débil corazón. Sólo ella podía hacerme sentir así, sólo ella lo lograba.

Escuché voces fuera de la habitación, seguido del timbre del departamento. Me levanté de mala gana, con el alma en los pies y abrí la puerta.

Janet sonrió de oreja a oreja al verme.

-Hola, grandulón ¿Cómo dormiste?- me preguntó con su extraño acento.

Me encogí de hombros.

-No pegué si quiera ojo- me limité a contestar.

Janet hizo un puchero con sus labios carmesí. Sus rizos negros se sacudieron con desenvoltura.

-¿Es ella otra vez?- intentó adivinar.

Asentí lentamente.

-No le hagas caso- dijo después de un largo silencio.

La miré incrédulo.

-Ya sé, que es tu alma gemela y que es algo imposible, porque tienen una conexión irrompible, pero...- hizo una pausa dramática- si la dejas seguir y ella te busca, es porque aún te ama y no te ha superado.

Una sonrisa se dibujó en la comisura de mis labios.

-Ven aquí, enana- dije abriéndole mis brazos.

Ella correspondió con una encantadora sonrisa en el rostro y me estrechó suavemente.

-Gracias- susurré.

Soltó una risita.

-Para eso estamos los amigos- aseguró con una diversión infantil.

Empecé a dar vueltas con ella entre mis brazos.

Ahora ambos soltábamos carcajadas.

-¡Basta!- gritó con aparente indignación.

Entonces la bajé y la escruté con la mirada. Aquel rostro me recordó tanto a Any, aquella sonrisa traviesa. Lo único que cambiaba era que Janet tenía hoyuelos y cabello tan negro como la noche... y para mi gran pesar... no se comparaba nada con Any, no en lo que a mí respectaba. Any era todo para mí y nunca dejaría de ser perfecta. Imaginé que era ella la que estaba entre mis brazos y no Janet ¡Con eso ni que me sacaran de la universidad me bajaría el ánimo!

-Será mejor que vayamos a clases- comentó Janet, recuperándose de la conmoción.

Sonreí forzadamente.

-Sí, si no salimos ahorita, vamos a llegar tarde- coincidí.

Me escrutó con la mirada.

-¿Qué?- pregunté.

Negó con la cabeza.

-No, nada...- susurró misteriosamente.

-Janet...- la incité.

-¡Qué bonito está el día hoy!- intentó distraerme, pero no funcionó.

-Janet...- repetí.

Ella suspiró, desviando la mirada, la bajó hacia el piso, entrelazando sus manos con nerviosismo.

-Es que... bueno...- carraspeó- yo... te amo.

Tardé más de un minuto en asimilar aquellas palabras. Tiempo que Janet utilizó para atrapar mi mirada, pasándola de mis labios a mis ojos, hasta que, se decidió por los primeros. Fue un beso nulo de sentimientos. Quizás había algo, pero mi mente la abarcaba Any, y asimilar aquel beso me costó tanto trabajo, que reaccioné tarde e indebidamente.

La solté bruscamente.

-Janet, te lo pido. Prométeme que esto no paso- rogué con la voz entrecortada.

Janet me observó con tristeza.

-¿Pero por qué?- preguntó con inocencia.

-Porque, a pesar de todo lo que me ha hecho Any... yo la amo... es imposible borrar ese sentimiento- expliqué intentando suavizar las cosas.

Me fulminó con la mirada.

-Te dejó ¿Qué más quieres pedir para que entiendas que ella no es el amor de tu vida y es algo que no puedes remediar?- dijo molesta- no existen las almas gemelas, Danny. Eso es sólo una ilusión tuya ¿Entiendes?

Quedé desconcertado... ¿Por qué? Porque no podía imaginar que la dulce Janet, que tanto apoyo y cariño me había dado, pudiera estar enamorada de mí y para colmo celosa de alguien contra quien no podría luchar, por más fuerte que fuera. Any era mía... o fue mía alguna vez y pensaba recuperarla.

Le di la espalda.

-Esto es algo que tú no entiendes, Janet. Yo no puedo traicionar a Any, ella nunca me ha traicionado a mí.

La inminente explosión de rabia llegó tres segundos después de mis palabras. Al volverme, Janet estaba roja de ira.

-Ustedes dos son tan tontos... ¡Qué ingenuo! ¿El correo no es suficiente? ¿Quieres marcarle y preguntarle?- preguntó sarcástica.

Intercambiamos una larga y fulminante mirada durante un momento que se me hizo eterno.

-No necesito marcarle para saber que hay algo mal, algo que no encaja aquí. Conozco bien a Any y sé que ella no me dejaría.

-¿Y qué vas a hacer? ¿Ir hasta allá?- siguió Janet con su molesto sarcasmo.

-Es la idea- contesté entre dientes.

Soltó una carcajada histérica.

-Me avisas cuando bajes de tu nube- repuso Janet con molestia.

Su vena en la sien, palpitaba, roja como tomate.

-Será mejor que te vayas a clases- me despedí.

Me lanzó una mirada asesina antes de dar media vuelta y salir por donde llegó.

Cerré mis manos en puños y contuve la rabia. Aquí había algo que no encajaba y yo me iba a encargar de arreglarlo. Me lo prometí en aquel momento.

1 comentario:

  1. me quede sin palabras.
    no entiendo absolutamente nada me quede con la boca abierta al leer todo osea ay no se ni como expresarme...

    publica pronto por fis!!

    besos y cuidate!!

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¡Me encantan los comentarios! Agradezco que te hayas pasado unos minutos.