domingo, 23 de enero de 2011

La carta ¿Será amor?

Bueno jejejeje me disculpo jejejeje, pero estoy en plena recuperación jejejeje ;) De cualquier manera, voy a recompensar su paciencia con un capítulo largoooooo ;) Ya empiezo a extrañar escribir :D :D :D :D Muchas gracias por los comentarios :D :D :D


Cuando entré a casa, el silencio era sepulcral. Seguramente papá y mamá habrían salido como todos los viernes.

La primera sonrisa del día asomó en la comisura de mis labios.

Jack entró pisándome los talones.

-¡Vaya!- exclamó- está muy silencioso.

Me encogí de hombros.

-Sé lo mismo que tú- aseguré divertida.

Entonces escuché voces en la cocina. Automáticamente mis pisadas siguieron el sonido. Caminé hasta topar con la puerta cerrada, logrando divisar luz del otro lado de ésta.

Di un largo suspiro.

-Solo hay que ver...

Jack asintió lentamente, concentrado en la ranura por la que se escapaba la luz de la cocina.

Abrí la puerta y asomé la cabeza.

De detrás de los muebles, las mesas, las sillas, del refrigerador, salieron amigos, conocidos y familia. Todos gritando casi al unísono "¡Sorpresa!".

Rigida en mi lugar por la sorpresa, fui incapaz de moverme ¡Había olvidado que hoy era mi cumpleaños!

Mamá, Papá, mi prima Amy, Alex, incluso Pat, que vivía en Europa. De ahí, suponiendo que la que estaba a lado de Alex, era su "encantadora" novia. Había algunas personas que no recordaba si quiera sus rostros. Pero, estaban Miranda, Esmeralda... y... ¡Oh, por Dios! ¿Era esto posible?

Ahogué un grito de felicidad.

-¡SORA!- exclamé exultante.

Ella sonrió de oreja a oreja y abrió sus brazos.

Corrí hasta ella y la abracé con ímpetu.

-¡Cariño! No sabes el susto que me diste cuando supe que habías sido secuestrada. Ni si quiera pude verte. Fui devuelta a Guatemala, pero te juro, linda, que recé todos los días por ti- aseguró con un acento muy común de aquellos lugares.

-Pero ya estás aquí y nos estamos viendo- contesté conteniendo las lágrimas de emoción, que amenazaban con resbalar por mis mejillas.

Fui abrazando de uno en uno y agradeciendo su presencia. Me tranquilizaba la idea de poder pasar el resto de la tarde lo suficientemente desconcentrada para no tener que recordarlo. Aquel vacío en mi pecho no se quitó del todo.

Penélope, mi pequeña primita, me entregó un dibujo hecho por ella misma. Una extraña combinación de colores, que, según la percepción de Penélope, era un hermoso caballo.

La abracé y di vueltas con ella. Era el regalo más hermoso que me habían dado hasta ahora.
Todos rieron, pero tantas risas no pudieron evitar que unos ojos tan familiares se encontraran con los míos...

Bajé lentamente a Penélope, sin perder de vista aquellos ojos, que casi eran del mismo verde esmeralda tan perfecto de su hermano.

Fabián sonrió con pesar.

Lo fulminé con la mirada.

-¿Cómo te atreves a venir?- susurré molesta.

Todas las risas se fueron apagando lentamente.

-Debía darte tu abrazo de cumpleaños por parte de mi hermano- se defendió divertido.

Fruncí el ceño.

-¿De parte de Danny?- pregunté incrédula, al borde de las lágrimas histéricas.

-Sí, me rogó que te lo diera... a pesar de lo que le hiciste...- dijo desviando la mirada.

Solté una carcajada más que histérica. Empecé a temblar de rabia.

-¡¿Después de lo que yo le hice?! ¡¿Qué te dijo ése... ése...?!

Me interrumpí a la mitad de la oración... nunca podría insultarlo.

-¡Que lo dejaste!- exclamó desconcertado.

Mis temblores se volvieron más fuertes. Cerré mis manos en puños.

-¿Que lo dejé?- repetí rabiosa.- ¿Yo lo dejé?

Fabián asintió con indiferencia.

-¡Que te quede claro! ¡YO NUNCA SERÍA CAPAZ DE SEMEJANTE COSA! ¡YO NUNCA LO LASTIMARÍA!- grité entrecortadamente- ¡Dile que venga a decírmelo a la cara! ¡Tengo su correo! ¡Él me dejó por otra!

Empecé a sollozar en silencio, cubriendo mi cara con ambas manos. Caí de rodillas al frío piso de la cocina.

-Él me dejó...- susurré- dijo que ya no me amaba...

La gente empezó a murmurar, pero no le di importancia.

El gigantesco cuerpo inclinado de Fabián, me dejó entre sus sombras. Acercó sus labios a mi oído.

-Estoy seguro que hay un malentendido- me susurró suavemente, tan parecido a la voz acariciadora de su hermano- Él escribió esta carta para ti desde hace meses...

Metió algo en el bolsillo de mi chaqueta empapada por el agua.

-Sabía que llegaría hoy, para el día de tu cumpleaños. Sabes lo previsor que es. Mandar una carta desde el otro lado del mundo es un gran detalle, diría yo. No se lastimen más el uno al otro y lee la carta, Any. Léela, es lo único que te pido- concluyó.

Sus palabras resonaron en mi cabeza como eco. Mis sollozos se calmaron lentamente, pero cuando levanté el rostro, Fabián ya había desaparecido de entre la multitud.

Me incorporé lentamente. Miranda y Sora me abrazaron al mismo tiempo.

-¡No hay nada que ver!- escuché la voz de Jack- ¡Sigan celebrando!

Me recargué en el hombro de Sora.

-¿Esto era lo que no querías decirme?- preguntó Miranda- ¿Que Danny había terminado contigo?

Asentí lentamente.

Entonces mis temblores se intensificaron y los sollozos me dejaron un nudo en la garganta.

Me di cuenta de que mi mano estaba dentro del bolsillo con la carta, estrujándola. Como si mi mente quisiera asegurarse que aquello fuera real. No debía leerla o me dolería más.

-Será mejor que vayas a cambiarte, cariño- comentó Sora.

Miranda y Sora intercambiaron miradas significativas.

-Te acompañamos- dijeron ambas al unísono.

El acento de Sora me pareció reconfortante.

Cada una tomó una de mis manos, guiándome a la salida de la cocina. No lograba calmar ni los sollozos ni los temblores.

El silencio del vestíbulo en la entrada me dio escalofríos. La oscuridad reinaba en aquel momento. Subimos las escaleras con más cuidado del habitual, pues ninguna se había dignado a prender la luz. Caminamos por el pasillo hasta topar con la puerta de mi habitación. Sora abrió.

Suspiré entrecortadamente.

Una nueva carga de lágrimas nubló mi vista más de lo que ya estaba.

Entonces Miranda prendió las luces de mi habitación.

-¡Vaya, querida! Nunca había visto esta habitación... recuerdo la de tu antigua casa, con tapiz de florecitas rosas. Éste es demasiado serio- comentó Sora con nostalgia.

Miranda soltó una risita.

-Pero es más grande. Deberíamos hacer pijamadas como en los viejos tiempos- dijo Miranda con entusiasmo.

Y aún así, mi ánimo no subió ni un ápice.

-Vamos, cariño.- me suplicó Sora- no sufras, este chico ha de ser uno más del montón. No vale la pena que derrames ni una lágrima por él.

Negué rotundamente con la cabeza.

Miranda desapareció tras el umbral de la puerta del baño, saliendo a los pocos segundos con una muda de ropa.

La colocó a mi lado y me observó inquisitiva.

-Te prometo- aseguró- que cuando lo vea, no se salva ni de mis golpes ni de mi furia ese amiguito tuyo. No soporto verte así y mucho menos por un hombre.

No pude evitar sonreír.

-Gracias- susurré.

-Pero... ¡Abre la carta, encanto! ¡Haber qué dice el inútil!- me incitó Sora.

Solté una carcajada.

-No aún- contesté lentamente.

-¡Por favor!- suplicó Miranda.

Negué con la cabeza.

-Muy bien...- dijo Sora con un tono misterioso.

Miré los rostros de ambas con confusión.

-Plan B- dijo Miranda al tiempo que sacaba la carta de mi bolsillo.

Mi reacción fue tan lenta, que no pude detenerla.

Sora se acercó a Miranda y ambas rasguearon el papel hasta llegar a varias páginas escritas con aquella caligrafía que tan bien conocía.

-Eso no se le hace a una amiga- protesté débilmente.

La realidad era que la curiosidad me carcomía por dentro.

-Cámbiate, cariño, y te la damos de vuelta- prometió Sora.

Las fulminé con la mirada antes de tomar la ropa, incorporarme y entrar al baño.

Me cambié la ropa con pasmosa lentitud. Al mirarme al espejo, mi cabello era un causa perdida, por lo que lo cepillé un poco antes de salir nuevamente para ver qué decía la misteriosa carta.
Por una parte deseaba con todo mi corazón leer aquellas letras, pero... por otra... temía que si la leía saldría más lastimada de lo que ya estaba...

Al ver la cara de mis dos amigas, la curiosidad le ganó al sentido común.

Ambas estaban rígidas en su lugar, sin quitar los ojos de la carta.

-¿Qué pasó?- pregunté divertida.

Ninguna de las dos contestó.

Suspiré resignada y quité las hojas suavemente de sus manos. Empecé a temblar, rezando porque la carta no me lastimara.

Hermana del alma, mi cielo, mi luz, mi mundo, mi sustento,

hay infinidad de palabras que dicen todo lo que tú eres para mí. A penas llevo unos tres meses estudiando aquí en Alemania y ya he aprendido tanto. No sólo sobre la medicina, sino, sobre todo, lo que somos nosotros, los seres humanos.

Hay almas errantes, almas en purgatorio, almas destrozadas... pero tú... tú eres mi alma gemela. Amar como yo te amo a ti es algo que no he logrado entender. Es como si todo girara en torno tuyo, todo lo que veo, lo que siento, me recuerda a ti. Tu dulce y embriagador aliento, que roza mi rostro siempre que estás a mi lado, tus rizos perfectos, que caen en picada hasta tu delgada y suave cintura, tus labios rojos y curiosos por probar todo, la sonrisa que se dibuja en la comisura de tus labios, tus pómulos marcados y tu piel pálida me dejan sin aliento. La confusión que siento al verte... las veces que me he pregunto cómo es que puede existir una sensación tan electrizante en el mundo. Todo lo pones de cabeza, pero siempre me vas guiando por el camino correcto. Me enseñaste a entender muchas cosas, me diste el apoyo para superar la muerte de mi madre, me diste una lección de vida cuando te llevaron lejos de mí, me robaste besos y el aliento todas las veces que te vi, esbozando una sonrisa pícara y cargada de ternura. Nunca vi manos tan hábiles como las tuyas, ni voz tan melodiosa como la que siempre tuviste. Nunca había amado a alguien tanto como te amo a ti y esto seguro que no hay nadie sobre la Tierra que haya amado de esta manera tan especial. Y también estoy seguro que no tampoco hay alguien sobre la Tierra que te pueda amar como yo te amo a ti.

Recuerdo la primera vez que te vi. Fue la primera vez que me robaste el aliento con aquel vestido tan hermoso, sin olvidar que era de un azul aqua que resaltaba con tu piel pálida. Me diste confianza... desde aquel momento te vi como amiga de toda la vida. La primera sonrisa que me regalaste fue señal de lealtad eterna y por eso yo tampoco dudé en sonreírte.

Otra de aquellas veces que recuerdo tan nítidamente y que no me puedo sacar de la cabeza, es aquella vez... en la alberca ¿Recuerdas? Cuando te prometí que nunca te dejaría. Pues quiero que sepas que... ni la distancia podrá separarnos. Para un hombre, confesarle el amor a una mujer es un paso muy difícil, pero... contigo... nunca tuve problemas porque tú siempre supiste cómo ayudarme a salir adelante. Siempre diste la primera palabra para que yo pudiera decirte las dos palabras más bellas del planeta que el humano ha hecho... "te amo" Sí, esas dos palabras esconden un significado enorme, pequeñas por fuera, pero por dentro, son todo. Esconden ternura, amor, lealtad, felicidad, apoyo, compañía, cariño, promesa... incluso sufrimiento... ¡Hay tantas cosas, que ni si quiera todo el papel del mundo alcanzaría para su definición! No en lo que a mí respecta. Esas dos palabras que siempre llegan en el momento preciso.

Soy el hombre más afortunado del planeta, porque te encontré a ti. Mi alma gemela, la chica más hermosa, de curvas suaves, palabras hermosas, que siempre salen en el momento preciso. Cada vez que te escucho hablar, mi universo se alborota, mi latidos se aceleran... cada vez incluso antes de que hables, por el simple hecho de que existas y de que me hayas aceptado. Eres mi sustento y haberte encontrado fue lo mejor que me pudo pasar en la vida. Por lo que, si me dieran la oportunidad de cambiar mi vida, no lo haría. Me quedaría contigo, porque, hasta estando en el desierto más árido del planeta, tú siempre estarás allí, recordándome que me amas y que, si salgo adelante, es porque quiero verte, porque, no verte, es como perderte. Y si hay algo que me puede quitar la vida, es que a ti te quiten la tuya ¡El susto que me diste aquel día! ¡Y la felicidad que sentí cuando te recuperé y me dijiste que si habías vuelto era por mí! Una pareja tiene que estar a mano, entonces, también quiero que sepas, que si muriera y tú te quedaras sola en esté mundo, yo volvería... y sabes por qué. Es por eso, que, terminaré mis estudios en Londres y volveré contigo, es mi meta...

y para resumir todo lo que te he dicho en esta carta, para que lo recuerdes y sepas que siempre voy a estar allí para ti, TE AMO. Todo lo que dije en esta carta viene incluido en esas dos palabras, porque lo que yo siento por ti es AMOR... y ese amor no lo cambiaría por nada del mundo.

Tu hermanote,
Danny

Quedé rígida en mi lugar como mis amigas. Incapaz de creer que el chico que me había roto el corazón hoy, me hubiera declarado amor verdadero el mismo día. La primer lágrima se desbordó solitaria por mi mejilla, hasta llegar a mi mentón caer al piso. Ahora me preguntaba ¿Él seguía amándome o era mentira?



2 comentarios:

  1. johoo,me he quedado muda no se que pensar yo tampoco que sucedera en el siguiente capi besos

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  2. ahh ok...
    no entiendo absolutamente nada
    o sea no se primero dice q no le
    quiere y despues le quiere
    es todo un lio mi dios no
    quisiera estar en el lugar de ella
    seria traumatico...


    besos y cuidate!!

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¡Me encantan los comentarios! Agradezco que te hayas pasado unos minutos.